Los 50 de Guadalajara: "... Que tenemos que hablar de muchas cosas, compañeros del alma, compañeros"

Los 50 de Guadalajara: "... Que tenemos que hablar de muchas cosas, compañeros del alma, compañeros" 

Chon Mendieta
Elegía, El rayo que no cesa, de Miguel Hernández

Mi madre tenía 12 años cuando un día del mes de abril de 1939 fueron a buscar a su padre; ella fue la que abrió la puerta de su casa a los que se lo llevaron; su padre se llamaba Timoteo y, ni su mujer María, ni sus siete hijos volvieron a verle con vida; tampoco cuando se la quitaron el día 15 de noviembre de 1939.

Ascensión, hija de Timoteo, ha tardado 78 años en recuperar los restos de su padre inhumado en una de las muchas fosas comunes existentes en el cementerio de Guadalajara, que informan de la tragedia allí acontecida tras la deshonrosa victoria que de la contienda civil obtuvo el bando fascista, llevando a más de 150.000 hombres y mujeres a la muerte; sus cuerpos fueron ocultados en inmundos agujeros negros.

El día 2 de julio de 2017, hace exactamente un año, Ascensión pudo dignificar la muerte de su padre, dándole entierro en el cementerio civil de la Almudena en Madrid, en un espacio al que ella quiere acompañarle cuando llegue su hora.

Al entierro no asistieron ni personalidades ni políticos ni palmeros de estos. Ese mismo día, y me congratulo por ello, se celebraba la gran fiesta mundial de un colectivo castigado como tantos otros por el franquismo; el baile de la conga en los escenarios fue uno de los espectáculos más vistos en todos los medios del país, no hubo tiempo para acudir a dignificar a otras víctimas de la dictadura franquista; y digo bien, VÍCTIMAS, porque Ascensión, mi madre, quiso que el entierro de su padre fuera, alegóricamente hablando, el entierro y dignificación de todos aquellos que todavía se encuentran en inmundos agujeros donde fueron tirados tras ser asesinados. ¡Ahora más que nunca sabemos que no debemos nada!; sabemos que los presupuestos y las conmemoraciones están destinados a víctimas de terrorismo, del holocausto nazi y algunas más que se me escapan.

Sabíamos que Timoteo no estaba solo; sabíamos que eran cientos los fusilados y enterrados en las fosas comunes del cementerio de Guadalajara. El resultado de las exhumaciones realizadas por la ARMH sacó a la luz a los cincuenta de Guadalajara, una mujer y cuarenta y nueve hombres. El día 19 de mayo de 2018, se realizó la entrega de los cuerpos identificados a sus familiares. Mi madre, cada día más apagada, acudió a Sacedón, su pueblo, para acompañar a las familias de las víctimas que ese día se enterraron allí.

El tiempo y el proceso para la exhumación ha sido largo y doloroso, pero a la vez vivificante. No hemos estado solos, tanto es así que me ha sido imposible traer a la memoria los nombres de todos aquellos que nos han acompañado, pero al menos intento grabar en la memoria nuestro recuerdo a:

Los ideólogos de la querella argentina, a las primeras víctimas querellantes en Buenos Aires; a la jueza y el personal adscrito al Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal nº 1 de Buenos Aires; a nuestro equipo jurídico argentino, los que están y los que no están; a los argentinos  que recibieron a mi madre y a sus compañeros en ese viaje hasta Buenos Aires, que la trataron con tanto amor durante su estancia en la ciudad a la que fueron a declarar contra los crímenes del franquismo; al Decanato, la Fiscalía y jueces de los juzgados de Guadalajara y al personal adscrito a los mismos; al juez de la Audiencia en Madrid; a la asociación que ha hecho posible la exhumación de los cuerpos; a todos los antropólogos, forenses y no forenses, españoles, portugueses e ingleses; a los voluntarios asociados y no asociados, españoles y extranjeros.

A los especialistas en materias diversas, como técnicos, periodistas, fotógrafos, cámaras; al presentador de ese programa de televisión que tanto quiere mi madre; a los que realizan documentales; a todo el personal adscrito al mantenimiento y resto de oficios; a los cientos de funcionarios y personal civil pertenecientes a la administración local, autonómica y del Estado y en especial a dos funcionarias del Ministerio de Justicia; a los que abrazan y besan a mi madre cuando es reconocida por la calle, en el metro o en un autobús; a sus vecinas/os, a sus compañeras de actividades en el centro cultural del ayuntamiento; a las mujeres de su peluquería.

A los amigos y amigas de sus hijos e hijas, de sus nietos; a los desconocidos; a los trabajadores de la empresa municipal de enterramiento; a los estudiantes; a la solfónica; a los poetas; a los cuenta cuentos; a los escritores; a todos los que con su presencia o simplemente con su pensamiento están con las víctimas; a las VÍCTIMAS que todavía siguen en los campos y en las cunetas; a mi abuela María Ibarra; a los que, involuntariamente, no recuerdo … Gracias, gracias y gracias porque sin vosotros no lo hubiésemos conseguido.

También doy las gracias a los que niegan, difaman, mienten y ningunean sobre la historia, la historia que construyen las víctimas con sus vivencias y recuerdos y les doy las gracias porque en parte, gracias a ellos, sabemos dónde estamos nosotros.

Parece que en estos momentos hay una puerta abierta para la ilusión, aunque no por ello el proceso de las víctimas sea menos doloroso. En el poema dirigido a Ramón Sijé, Miguel Hernández expresa el gran dolor que le provoca la muerte de su amigo, la injusticia de su ausencia. Al final el poeta confía en que su amigo volverá de nuevo a estar con él, cuando vuelvan a brotar las flores: 

Que tenemos que hablar de muchas cosas
Compañero del alma, compañero”.


Fuente de la noticia → rutasdelamemoria.lamarea.com