Las Matanzas de Badajoz, verdad o mito

Acaban de cumplirse 82 años de la matanza de población civil llevada a cabo en Badajoz por las tropas sublevadas de África, al mando del teniente coronel Yagüe. A pesar de la exhaustiva documentación existente sobre el suceso, incluidas las propias declaraciones de Yagüe, hay quién todavía niega la realidad de los hechos. Incluso los apologistas de Franco, nacionales y extranjeros, llevan negando desde 1936 lo que allí sucedió: "...las matanzas de Badajoz no son más que un mito" ; "El mito de Badajoz ha sido desenmascarado..."; "El más popular de todos los mitos rojos es el de las famosas matanzas de Badajoz..."; "Los falsos asesinatos atribuidos a los nacionales..."

Herbert R.Southworth afirma (1) que los historiadores han aceptado la matanza de forma muy desigual. Thomas toma el hecho por lo que es, pero por alguna oculta razón prefiere creer que solo hubo doscientas víctimas masacradas en la plaza de toros, y no mil ochocientas como escribe Jay Allen. Se trata en este caso de una diferencia de opinión solo en lo referente al lugar de los fusilamientos, porque Thomas dice: "Las investigaciones llevadas a cabo por el autor en Badajoz en 1959 le han dejado convencido de la verdad de lo relatado por Dany, Berthet y Neves". Sin embargo, Calleja, en su biografía de Yagüe, pretende que Thomas "afirma que hay mucha exageración y fantasía en lo referente a lo que se ha dado en llamar las matanzas de Badajoz". Calleja no ha leído muy bien el libro de Thomas. En cambio, el escritor católico profranquista James Cleugh escribió en 1961 que "no puede caber duda que dos mil republicanos fueron ejecutados en la plaza de toros de Badajoz".

Pero Broué y Témine, que hacen hincapié en la sangrienta conquista de Andalucía, no mencionan las matanzas de Badajoz, lo que solo puede significar que tenían sus dudas. El escritor alemán antirrepublicano, Dahms, no habla de la matanza en el propio texto de su libro, y en sus notas podemos leer: "Muchos relatos de horrores se relacionan con la conquista de Badajoz".

Georges-Roux refiere las atrocidades cometidas por los rifeños en Badajoz, pero no habla de las matanzas que siguieron a la toma de la ciudad. En realidad escribe esta frase bastante inverosímil: "Después de un día espantoso, la población respira al fin. Saliendo de las casas en las que se habían escondido, aclama a los vencedores.Ya no es una conquista, es una liberación". Ningún corresponsal extranjero confirma la crónica de George-Roux.

En España, incluso hoy día, (1963), apenas se ha escrito a propósito de las matanzas, ni siquiera para negar su existencia. Están lejos los días en que la prensa rebelde de Sevilla se vanagloriaba de su crueldad y Queipo proclamaba su venganza por radio. Foltz indica que el libro de Juan de Juanes, Por qué fuimos a la guerra, habla de las ejecuciones de Badajoz: "Junto a las milicias marxistas en las calles, había algunos policías de aduanas y algunos guardias civiles , cuyos jefes se habían colocado abiertamente desde el principio contra el Movimiento. Fueron ejecutados cuando las tropas entraron en Badajoz, así como algunos elementos civiles que se habían unido a las tropas rojas".

Manuel Aznar no escribió ni una sola línea sobre las matanzas de Badajoz o de cualquier otro sitio, Andalucia o Extremadura. Luis María de Lojendio se refiere a ellas con vaguedad: "Había cadáveres por todas partes en badajoz. Eso fue sin duda la base de la trágica leyenda de Badajoz que ha sido utilizada por la propaganda marxista". Pero Lojendio no osa decir en que consistía exactamente esa propaganda marxista sobre Badajoz. La Historia de la cruzada española hace lo mismo; dice que "... los milicianos huían de Extremadura y puesto que necesitaban justificar su huida, comenzaron a inventar verdaderas leyendas de ferocidad y de terror, al fin de soliviantar los ánimos y buscar una compensación fácil ante los desastres militares"

Pero los autores de la Historia de la cruzada española no osan repetir en que consistían esas "leyendas de ferocidad y de terror". Seco Serrano no dice ni una sola palabra sobre masacres, a favor o en contra, en sus páginas sobre la toma de Badajoz, también pasa este tema por alto.

El biógrafo de Yagüe, Juan José Calleja, en 1963, consideraba que los relatos republicanos sobre las matanzas de Badajoz eran exagerados, pero tampoco se atreve a decir a sus lectores lo que quiere negar. Admite que se tomaron "severas medidas" después de la conquista, que todos los prisioneros republicanos fueron entregados a los tribunales militares y que los jefes "reconocidos culpables después de un juicio" fueron fusilados. Menciona al historiador André Maury en un sentido favorable pero no dice a sus lectores que Maury escribió que hubo mil quinientas ejecuciones al día siguiente de la toma de la ciudad; ni que Maury cita a Berthet en Le Temps: "Los civiles cuya ropa tenían un roce producido por el retroceso del fusil eran pasados por las armas". 

Es interesante observar que Calleja, el último franquista que ha hablado de las matanzas de Badajoz, ha adoptado las armas usadas por, McNeill-Moss: la difamación de los periodistas y los corresponsales extranjeros "que se presentaron en el pueblo fronterizo de Elvas en busca de noticias basadas fundamentalmente en los relatos ofrecidos por los republicanos que huían de Badajoz". Los escritores del régimen de Franco tienen razón al temer a los periodistas; sin ellos, el régimen podría, hoy, proclamar a los cuatro vientos que en Badajoz no se fusiló a nadie.

Pero en España, en nuestros días (1963), aún hay decenas de miles de personas que saben que las matanzas de Badajoz son un hecho, y que se trata de unas matanzas en medio de otras muchas. Sus recuerdos hacen el papel de los libros, se acuerdan de la conquista de España por las fuerzas de Franco.
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¿Realidad o mito?...
Veamos:

La ciudad de Badajoz tenía, en agosto de 1936, 40.000 habitantes y estaba defendida por tres o cuatro mil hombres. Unos tres mil milicianos sin preparación militar y de entusiasmo desigual y 500 soldados que tenían que hacer frente a dos columnas de mil quinientos hombres cada una, al mando del teniente coronel Yagüe. El armamento de los atacantes y su organización eran infinitamente superiores a todo lo que podía ofrecer para su defensa la ciudad de Badajoz. Además, la aviación alemana e italiana acudieron en auxilio de Yagüe (parece ser que los Ju-52 despegaron de aeródromos portugueses y también que algunas tropas de Yagüe se infiltraron por la raya de Portugal para sorprender a los republicanos por la espalda.......


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