Algo más que una patata caliente

En declaraciones a Radiocable Alberto Garzón acaba de decir que el PSOE tiene una “patata caliente encima de la mesa” con la solicitud ya registrada de constitución de una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados sobre la conducta del rey emérito, Juan Carlos I, una vez que se ha tenido conocimiento público de las grabaciones de Corinna zu Sayn-Wittgenstein.

Se trata de algo más que una patata caliente y no afecta primordialmente al PSOE, sino a la Constitución Española. La Constitución de 1978, como lo fue la Constitución de 1876, es la Constitución de una Restauración monárquica y, por lo tanto, su suerte está ligada a la de la Monarquía. La crisis de la institución monárquica es la única crisis para la que la Constitución no tiene respuesta. Para cualquier otra crisis, la Constitución tiene respuesta. Podría ocurrir que la respuesta que tiene prevista la Constitución no acabara surtiendo efecto en según qué tipo de crisis y que la Constitución no sobreviviera a pesar de que se activara la respuesta. Pero eso es algo distinto. Para una crisis de la institución monárquica es que no la tiene.

La petición de la comisión de investigación en el Congreso de los Diputados por el “affaire Corinna” afecta, por tanto, a la única institución que, por sí sola, puede hacer saltar por los aires el sistema político de la Constitución de 1978. Si la constitución de la comisión de investigación se convierte en un problema inmanejable en términos democráticamente aceptables en la sociedad española de hoy, es la propia supervivencia de la Constitución lo que se habrá puesto en entredicho.

La Segunda Restauración se encuentra en una situación similar a la que se encontró la Primera en los primeros años de la década de los veinte, cuando el expediente Picasso sobre el desastre de Annual acabó recalando en el Congreso, donde se constituyó una comisión de investigación para depurar responsabilidades por aquel enorme fracaso. La comisión de investigación parlamentaria se convirtió en inmanejable para la Constitución de 1876 y sería el detonante del golpe de Estado de Primo de Rivera, que formalmente se limitó a dejar en suspenso la Constitución, pero que materialmente puso fin a la misma. La Constitución de 1876, tras la Dictadura de Primo de Rivera, dejó de estar suspendida, pero sin capacidad de resistencia frente a cualquier acontecimiento adverso, aunque fuera de tan poca entidad como unas elecciones municipales. Materialmente la Constitución de 1876 desapareció con el golpe de Estado de Primo de Rivera. Si la Monarquía no resulta compatible con una investigación parlamentaria sobre ella, su suerte está echada. Esto es lo que nos enseñó el fin de la Primera Restauración.

¿Le puede ocurrir a la Segunda Restauración lo que le ocurrió a la Primera? ¿Será la Constitución de 1978 capaz de soportar la apertura de una comisión de investigación en el Congreso de los Diputados sobre el “affaire Corinna”? ¿Puede superar la institución monárquica una investigación en sede parlamentaria como la que se propone en el escrito en el que se solicita la constitución de dicha comisión de investigación?

Estos son los interrogantes que están encima de la mesa. Y esa no es la mesa del PSOE, aunque el hecho de que sea su secretario general quien ocupa la presidencia del Gobierno, hace que el problema se le plantee con una intensidad mayor que a los demás partidos. El hecho de que la petición de constitución de la comisión la hayan hecho los partidos que le han votado en la moción de censura y gracias a los cuales es presidente del Gobierno, también le afecta. Pero, insisto, el problema va mucho más allá del PSOE. Estamos ante un momento decisivo para la Monarquía y, como consecuencia de ello, para la Constitución de 1978.

Es obvio que la diferencia entre la España del primer tercio del siglo XX y la del primer tercio del siglo XXI es enorme. No lo es menos la diferencia que hay entre la Constitución de 1876 y la de 1978 y entre el sistema político liberal de aquella Constitución y el democrático de esta. Y es evidente la diferencia entre la magnitud de lo que fue el desastre de Annual y lo que representa el “affaire Corinna”. Pero desde el punto de vista de la crisis de la institución monárquica, no es eso lo decisivo.

Lo decisivo es si la Monarquía española en este momento puede soportar una investigación como la que se propone en el escrito en el que se solicita la constitución de la comisión de investigación. Si por la razón que sea dicha investigación no es soportable, la Monarquía no puede continuar siendo la forma política del Estado español.

Lo que tiene que quedar claro es que la comisión de investigación no puede no constituirse y la investigación propuesta no puede no tener lugar. La eventual crisis de la institución monárquica no puede cerrarse en falso. Es importante que así se entienda, porque de lo contrario, nos vamos a desgastar en un enfrentamiento en torno a una institución cuya suerte ya está echada.

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