El monumento no es un vestigio neutral del pasado, es la exaltación explícita del ejército sublevado, de un regimiento que participó activamente en la represión y en el terror. Su mera proyección en el espacio público constituye una ofensa
Desde la Federación Asturiana Memoria y República (FAMYR), y muchas otras asociaciones de memoria asturianas, llevamos meses reclamando que quiten el monumento franquista del Simancas en Gijón. Una demanda amparada en la ley de memoria histórica asturiana y española y sostenida en la memoria de las víctimas del fascismo. Sin embargo, en las últimas semanas hemos asistido a un intento de blanquear lo que es, sin matices, un símbolo de la dictadura, un monumento erigido para glorificar a los golpistas y a su ejército criminal. Lo que debería ser un paso firme hacia la eliminación total de la simbología franquista en Asturias, se está convirtiendo en un debate sobre ‘resignificación’. Y con ello, una vez más, un intento de diluir la justicia en nombre de una supuesta reconciliación que siempre acaba beneficiando a los verdugos.
Es evidente para cualquier demócrata que el monumento del Simancas en Gijón no es un vestigio neutral del pasado, es la exaltación explícita del ejército sublevado, de un regimiento que participó activamente en la represión y en el terror. Su mera proyección en el espacio público constituye una ofensa a las víctimas del franquismo, a sus familiares y a toda la sociedad democrática.
No hay reinterpretación posible, no hay placa explicativa ni intervención artística capaz de transformar un homenaje al fascismo en un ejercicio de memoria democrática. Resignificar equivale a legitimar y perpetuar el mensaje del franquismo
A ello se suma la obligación legal. Tanto la Ley estatal 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática, como la Ley asturiana 1/2019, de 1 de marzo, para la Recuperación de la Memoria Democrática del Principado de Asturias, establecen de manera inequívoca la obligación de retirar los elementos contrarios a la memoria democrática. El artículo 35.1 de la ley estatal define como contrarios a la memoria democrática «los elementos u objetos que exalten el golpe de Estado, la Guerra o la Dictadura». Y el artículo 37 ordena que las administraciones públicas procederán a su retirada o eliminación. No se contempla en ningún momento la ‘resignificación’ como alternativa a la retirada, salvo en los casos excepcionales en que un bien no pueda ser eliminado por razones arquitectónicas o patrimoniales, lo cual no aplica al monumento del Simancas.
La Ley asturiana, en su artículo 48.1, reafirma esta obligación: «La exhibición pública de escudos, insignias, placas y demás objetos o menciones realizados en conmemoración, exaltación o enaltecimiento del golpe militar de 1936 y del franquismo será considerada contraria a la memoria democrática y a la dignidad de las víctimas». Es decir, resignificar un monumento franquista no solo contradice toda lógica democrática, sino también la letra de la ley.
La resignificación se ha convertido en el nuevo disfraz del inmovilismo. Se dice que «hay que contextualizar», que «hay que explicar» o que «borrar no es educar», pero lo que pretende ocultar es que el espacio público no es un museo neutral, sino un espacio de valores. No es lo mismo conservar un símbolo de la democracia que mantener uno de la barbarie. En las calles de Gijón no hay monumentos a las víctimas del franquismo que se resignifiquen, pero sí que tenemos monumentos franquistas que se protegen. Esa es la diferencia entre memoria y amnesia.
Resulta llamativo y preocupante que este intento de blanqueamiento provenga en parte de sectores progresistas que, en lugar de cumplir la ley y honrar la memoria democrática, optan por contemporizar con la herencia del franquismo. Se argumenta que ‘resignificar’ puede servir para educar, para no repetir errores. Pero la memoria democrática no se construye sobre los cimientos del fascismo, sino sobre su desmantelamiento. Pretender educar a nadie manteniendo en pie los símbolos de nuestros verdugos es nada más que una contradicción moral e histórica.
Gijón, como toda Asturias, fue tierra de resistencia obrera y antifascista y el monumento del Simancas representa todo lo contrario, la brutalidad del fascismo. Mantener su monumento insulta esa historia de lucha. La memoria no se defiende con discursos ambiguos ni con gestos simbólicos que perpetúan la impunidad. Se defiende con hechos, con la retirada inmediata de la simbología franquista, con la reparación a las víctimas y con la dignificación de los espacios públicos como lugar de justicia y verdad. Y si los Jesuitas del Colegio Inmaculada del Simancas quieren conservar el monumento franquista lo tiene bien sencillo, que lo trasladen a sus altares privados y no en un espacio cara al público.
Por todo ello, desde la Federación Asturiana Memoria y República volvemos a exigir al Gobierno del Principado de Asturias que cumplan con la ley y procedan a la retirada inmediata del monumento del Simancas. No caben resignificaciones ni excusas técnicas. Lo que el fascismo levantó para humillar al pueblo debe desaparecer.
No es una cuestión de sensibilidad, sino de principios. Y si como recordaba el poeta Gabriel Celaya, «la poesía es un arma cargada de futuro», también lo es la memoria. Pero solo si somos capaces de desarmar los símbolos del pasado fascista que aún apuntan contra la verdad en nuestra tierra.
Fuente → asturiaslaica.com


No hay comentarios
Publicar un comentario