Intervención de Dolores Ibárruri, en el congreso de los diputados (16 de junio de 1936).
Intervención de Dolores Ibárruri, en el congreso de los diputados (16 de junio de 1936). Extractado por Federico Rubio Herrero
 

(…) ¿Qué ocurrió desde el momento en que abandonaron el poder los elementos verdaderamente republicanos y socialistas? ¿qué ocurrió desde el momento en que hombres que, barnizados de un republicanismo embustero, pretextaban querer ampliar la base de la República, ligándoos a vosotros, que sois antirrepublicanos, al Gobierno de España? pues ocurrió lo siguiente: Los desahucios en el campo se realizaban  de manera colectiva; se perseguía a los ayuntamientos vascos; se restringa el Estatuto de Cataluña; se machacaban y se aplastaban todas las libertades democráticas; no se cumplían las leyes de trabajo; se derogaba la Ley de Términos Municipales; se maltrataba a los trabajadores y todo esto iba acumulando una cantidad enorme de odios, una cantidad enorme de descontento, que necesariamente tenía que culminar en algo, y ese algo fue el Octubre del cual nos enorgullecemos todos los ciudadanos españoles que tenemos sentido político, que tenemos dignidad, que tenemos noción de la responsabilidad de los destinos de España frente a los intentos del fascismo.

Y todos estos actos que en España se realizaban durante la etapa que certeramente se ha denominado del «Bienio Negro» se llevaban a cabo no solo apoyándose en la fuerza pública, en el aparato coercitivo del Estado, sino buscando en los bajos estratos, en los bajos fondos que toda sociedad capitalista tiene en su seno, hombres desplazados, cruz del proletariado, a los que dándoles facilidades para la vida, entregándoles una pistola y la inmunidad para poder matar, asesinaban a los trabajadores que se distinguían en la lucha y también a hombres de izquierda: Canales, De Grado, Juanita Rico, Manuel Andrés y tantos otros, que cayeron víctimas de estas hordas de pistoleros.

Se produce, pues, el estallido de octubre, que significó la defensa instintiva del pueblo frente al período fascista; porque el pueblo, con certero instinto de conservación, sabía lo que el fascismo significaba: Sabía que le iba en ello no solamente la vida, sino la libertad y la dignidad que son siempre más preciadas que esta.

Carbayín, San Esteban de las Cruces, Villafría, La Cabaña; San Pedro de los Arcos; Luis de Sirval. Centenares y centenares de hombres triturados dan fe de la justicia que saben hacer los hombres de derecha, los hombres que se llaman católicos y cristianos.

(…) Pero todo se acaba y cuando en España comienza a saberse la verdad de la represión, el resultado no se hace esperar, y el día 16 de febrero el pueblo, de manera unánime, demuestra su repulsa a los hombres que creyeron haber ahogado con el terror y con la sangre los anhelos de justicia que viven latentes en el pueblo. Y los derrotados de febrero, aquellos que se creían los amos de España, no se resignan con su derrota y por todos los medios a su alcance procuran obstaculizarla.

(…) ¡Sr. Casares Quiroga, señores ministros! Ni los ataques de la reacción, ni las maniobras más o menos encubiertas, de los enemigos de la democracia, bastarán para quebrantar o debilitar la fe que los trabajadores tienen en el Frente Popular y en el Gobierno que los representa.

Conclusiones a que yo llego: Para evitar las perturbaciones, para evitar el estado de desasosiego que existe en España, no solamente hay que hacer responsable de lo que pueda ocurrir a un Sr. Calvo Sotelo cualquiera, sino que hay que comenzar por encarcelar a los patronos que se niegan a aceptar los laudos del Gobierno.

Hay que comenzar por encarcelar a los terratenientes que hambrean a los campesinos, hay que encarcelar a los que, con cinismo sin igual, llenos de sangre de la represión de octubre, vienen aquí a exigir responsabilidades por lo que no se ha hecho.

Y cuando se comience por hacer esta obra de justicia, ¡Sr. Casares Quiroga, señores ministros!, no habrá Gobierno que cuente con un apoyo más firme, más fuerte que el vuestro, porque las masas populares de España se levantarán, repito, como el 16 de febrero, para ir contra todas esas fuerzas que, por decoro, nosotros no deberíamos tolerar que se sentasen ahí.

Fuente: Diario de las Sesiones de Cortes (Congreso de los Diputados-martes 16 de junio de 1936.


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