Homenaje a las víctimas del golpe militar y la dictadura

No podéis imaginar lo que significa para mí haber cantado en un acto donde el público guardó un minuto de silencio por tantos que nacieron, fueron niños, creyeron que el cambio era posible, y terminaron en el lado malo de la historia.

Donde se homenajeó a Federico García Lorca, a María y Cristino Mallo, a Luis Buñuel y a mi venerada María Moliner.

Pero la muerte, el dolor, la opresión, no entiende entre personas conocidas o desconocidas y junto a ellos recibió su silencio y su aplauso la avilesina María Luisa Ramos, deportada del campo de Mauthausen, que allí estaba sin parar de llorar; o los familiares de las 12 costureras de la fosa de Viznar que pedían cosas tan simples como poder trabajar sentadas en la fábrica. Abrieron la fosa “prácticamente todos los cuerpos se recuperaron con dedales y tijeras en las manos, tenían tres o cuatro tiros en la cabeza, porque siguieron disparándoles ya una vez en el suelo. La mayoría son disparos a corta distancia, no fusiladas”. Allí estaban sus hijos, sus sobrinos, con una dignidad que dolía solo de verla; allí estaba el hijo de Antonio Menchén, ferroviario, fusilado junto a sus dos hermanos, que sentado en su silla de ruedas, con una voz pequeñina, frágil, con la corbata que esperaba poner un día así, me dijo: ahora ya me puedo morir, y mirando a su hijo le decía: ves, papá tenía razón, teníamos razón, otra España era posible, tú puedes cantar eso delante de todos porque otra España era posible.

Allí estaban. Aunque no volviera a cantar nunca más ya habría valido la pena.

Gracias a Candela Guerrero y a todos los bailarines de Centro Mar de Violetas • Llanera por creer que lo social es, al final, lo único que queda, lo menos efímero, lo más brutal.
Gracias a Orquesta y coro Juvenil Europeo de Madrid por ser tan integradores, por su abrazo musical, por ponernos a todos los pelos de punta.
Y gracias, como no, a Bego Collado y Elena Marquinez que siempre creen que lo puedo hacer.