El éxodo masivo a Francia para huir de la guerra
El éxodo masivo a Francia para huir de la guerra
Antton Iparraguirre

Irun fue la primera ciudad del Estado que experimentó un exilio masivo tras el estallido de la Guerra civil en 1936 . Reflejó su crudeza en la frontera hacia Francia, que fue testigo del exilio masivo de hombres, mujeres y niños de todas las edades y condición social. Se calcula que solo entre el 30 de agosto y el 1 de septiembre de 1936 más de 2.700 personas cruzaron la muga a pie para refugiarse en el país vecino y escapar del horror derivado por el conflicto bélico y por el miedo a la represión por parte de los dos bandos. La mayoría huyeron por defender a la República, pero no faltaron ciudadanos que temían por sus vidas por respaldar el alzamiento de Franco.

Levantado en 1914, el Puente Avenida de Irun, conocido también como Puente de Behobia y Puente Internacional, declarado Lugar de Memoria Democrática, fue la vía de escape más utilizada. Solo la noche del 30 de agosto la atravesaron más de 2.000 personas. Rostros con un nombre y una historia personal que quedó marcada para siempre. Muchos nunca olvidaron el desgarro familiar sufrido.

Cientos de refugiados guipuzcoanos observan los combates entre republicanos y nacionales ya a salvo en Hendaia

Cientos de refugiados guipuzcoanos observan los combates entre republicanos y nacionales ya a salvo en Hendaia  
 

Las imágenes que grabaron los reportajes de la Corporación del magnate de la prensa William Randolph Hearst –que han salido a luz de la mano de la Universidad de UCLA y The Packard Humanities Institute, y a las que ha tenido acceso DV– atestiguan la dureza de la contienda.

Combates e incendio

Siguen imborrables en la memoria colectiva las imágenes de adultos, niños y ancianos huyendo por el puente Avenida. Corrían en dirección Hendaia cargados con las pocas pertenencias que pudieron salvar y transportar. Presas del pánico y sin poder ocultar en sus rostros el trágico drama vivido, no solo portaban prendas, enseres domésticos de todo tipo y hasta gallinas, y colchones. Los llevaban como bien podían, a hombros, en bicis, capazos, maletas, carretillas e incluso en carros de bueyes.

El Puente Avenida de Irun fue la principal vía de escape para huir de la guerra

A sus espaldas seguían los combates, con el incesante martilleo de fusiles, artillería, aviación y barcos de guerra, además de los gritos de civiles y combatientes que inundaban las calles. A este dantesco escenario se sumarían el 4 de septiembre las densas columnas de humo como consecuencia del incendio del casco urbano atribuido a mineros asturianos anarquistas un día antes de la caída de la ciudad a manos de los nacionales.

Los primeros exiliados también utilizaron el puente de Behobia y el ferroviario internacional para pasar la muga. Muchos también se valieron de embarcaciones de todo tipo para atravesar el río Bidasoa y alcanzar las marismas de Hendaia. Las playas de Ondarraitz y la Gare se convirtieron en los primeros puntos en los que se concentraron los recién llegados. Los gendarmes franceses fueron pidiendo pasaportes conforme pisaban la arena. El paseo marítimo y las calles más céntricas, además de la estación de tren, se vieron invadidas durante días por miles de ciudadanos de Irun y Hondarribia.

La Guerra Civil también llegó a la vecina villa de Hondarribia. Tras los bombardeos navales de agosto contra el fuerte de Guadalupe, el 3 de septiembre un avión lanzó dos bombas. 24 horas después, debido al incendio de Irun, se tomó la decisión de evacuar la ciudad, que sería tomada por las tropas franquistas el día 6. El éxodo de alrededor de 1.200 personas se produjo atravesando el puente Avenida, aunque la mayoría de los vecinos atravesó el Bidasoa en embarcaciones de todo tipo para llegar a Hendaia. Se cree que en torno a 51% de la población del Casco Antiguo y el 49% de los que residentes en la Marina pasaron a Francia. Algunos volvieron a los pocos días, pero otros muchos otros permanecieron siete o más años en el exilio.

Campos de concentración

Todos los refugiados lograron ponerse a salvo en otras poblaciones próximas a la muga, como, Urrugne, Ziburu, San Juan de Luz, Anglet o Baiona. Asimismo, algunos de ellos salieron en trenes hacia Burdeos y otras localidades de Iparralde y Las Landas. Como norma general fueron acogidos en escuelas, ya que al ser verano estaban desocupadas. En la capital labortana se acondicionó un antiguo hospital militar. Precisamente, los enfermos y heridos ingresaron en centros bajo el amparo de la Asistencia Médica Gratuita.

Dos mujeres con sus hijos pequeños en la playa de Hendaia

Pero no todos tuvieron la misma suerte. Muchos refugiados de Irun fueron llevados a campos de concentración, el de Argelès u Oribe Salto y Gurs, donde fueron alojados en condiciones insalubres, sufrieron escasez de alimentos. Las raciones de comida eran mínimas. Hubo casos en los que se les daba un trozo de pan y un bacalao seco. Además, la falta de asistencia sanitaria y el hecho de que el agua estuviera contaminada provocó enfermedades mortales como la disentería. Por si eso no fuera poco, los exiliados, en su mayoría mujeres, niños y ancianos, fueron obligados a dormir en la arena o en condiciones de extrema precariedad, expuestos al frío. Incluso las familias fueron separadas, al igual que los hombres y mujeres.

Los milicianos también fueron evacuados de la ciudad fronteriza, aunque la mayoría acabaron siendo repatriados a Cataluña. Muchos regresaron a sus lugares de origen, pero otros se integraron en la Resistencia francesa o se unieron a las fuerzas de la Francia Libre. Los capturados por las fuerzas nacionales acabaron en el campo de concentración de prisioneros el Stadium Gal. 

La 'Batalla de Irun'

Dejaban atrás la que se conoció como la 'Batalla de Irun', o 'Batalla del Bidasoa', 45 días de sangre, sudor y lágrimas, tomando la famosa frase pronunciada por Winston Churchill en su primer discurso como primer ministro británico el 13 de mayo de 1940, durante la Segunda Guerra Mundial. El 22 de julio de 1936 llegó la tempestada bélica a Irun. Unos 2.000 hombres, entre militares, batallones de mineros asturianos, milicias vascas compuestas por anarquistas y comnuistas, además de las primeras unidades de gudaris, estaban a cargo de la defensa de la ciudad. Se encontraban pobremente armados y en su mayoría carecían de instrucción militar. Se enfrentaron a una fuerza compuesta por soldados profesionales y milicias carlistas mejor preparados y que, además, disponían de artillería y aviación, los temidos Junkers 52 alemanes y los Caproni 101 italianos.

El punto álgido de la batalla se produjo el 5 de agosto, con un primer intento fallido por parte de las tropas franquistas de tomar la ciudad. El teniente coronel Alfonso Beorlegui encabezó una columna de requetés procedente de Navarra para el avance hacia Irun, tras haber tomado Behobia. El 9 de agosto lanzó un ataque directo que fue repelido con éxito por las milicias que se encontraban a las órdenes del comunista Manuel Cristóbal Errandonea, así como por los carabineros mandados por los tenientes Ricardo Gómez García y Antonio Ortega Gutiérrez.

El 27 de agosto las tropas sublevadas iniciaron el asalto final contra Irun. Fue una lucha fraticida. Hubo hasta diez bombardeos en un solo día. Mientras en las calles se llegó al combate cuerpo a cuerpo, mineros asturianos y milicias anarquistas resistieron hasta el 2 de septiembre en el fuerte de San Marcial. La caída de esa posición sentenció a la defensa de la ciudad. Al día siguiente era tomado Behobia y cerrado su puente internacional. La madrugada del 5 de septiembre entraban en Irun las fuerzas del general Mola. La toma de la ciudad fue vital para entrar posteriormente en San Sebastián, que finalmente caería el 12 de septiembre.

Muerte y exilio

La Oficina de Memoria Histórica del Ayuntamiento de Irun elaboró un censo que señala que al menos 324 personas perdieron la vida a consecuencia de la guerra y la posterior represión franquista entre 1936 y 1945, y que eran de Irun o murieron en la ciudad. El balance de la destrucción material que experimentó la ciudad tras 45 días de encarnizados combates, en base a la memoria editada por el Ayuntamiento de Irun en 1938, también es estremecedor. Un total de 144 edificios fueron destruidos, siendo el centro de la ciudad, y en concreto el Paseo Colón, la zona que experimentó una mayor destrucción.

Según un estudio de la asociación Intxorta 1937 Kultur Elkartea, más de 1.600 niños de Irun conocieron el exilio, a los que hay que sumar al menos 3.681 de San Sebastián, 571 de Pasaia, y otros cientos de menores de distintos municipios como Albatziketa, Elgeta, Lazkao y Zegama, y un caso en Altzo, Zizurkil, Zaldibia y Asteasu.

La mayoría fueron acogidos en Francia (4.840), seguida de Cataluña (4.155), Bélgica (580), la Unión Soviética (465) y el Reino Unido (312). A Madrid y Valencia llegaron una treintena y más de sesenta tuvieron como refugio países sudamericanos como México, Venezuela, Argentina, Chile o Uruguay. Por último se desconoce el destino de 459 pequeños. También se ha logrado identificar a 5.053 hombres y 4.960 mujeres que tuvieron que abandonar sus hogares por culpa de la contienda.

El regreso de los refugiados

Se estima que aunque la repatriación de algunos centenares de vecinos de Irun palió el gran éxodo de la población, en 1937 Irun seguía teniendo a un 40% de sus habitantes refugiados en Francia o en Cataluña. Otras fuentes señalan que casi de manera inmediata a la ocupación de San Sebastián por parte de las tropas franquistas dio comienzo un proceso de regreso de iruneses. Mantienen que entre los días 13 y 30 de septiembre el regreso ascendió a un total de 2.620 personas.

La presencia masiva de refugiados de toda España en Iparralde llevó a que el 27 de septiembre de 1937 el Ministerio del Interior francés promulgara la repatriación de todos los refugiados que se hallaban a cargo del Estado francés o de entidades públicas galas. No lo aplicó de forma forzosa hasta 1938.


Fuente → diariovasco.com

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