El 28 de octubre de 1938, la capital catalana se volcó en un homenaje de masas a los voluntarios antifascistas de la Guerra Civil española.
Los brigadistas, a los que la Pasionaria se refirió como "soldados del más alto ideal de redención humana", saludaron a los barceloneses que los acompañaron en un acto cargado de simbolismo y discursos que reconocían el valor, la disciplina y la dedicación de los combatientes, con una profunda emoción entre la clase obrera barcelonesa que expresaba su gratitud y pesar por su partida.
Las Brigadas, compuestas por unas 35.000 personas de diversas nacionalidades, fueron decisivas en múltiples batallas fundamentales para contener el avance del fascismo. En la batalla del Jarama (febrero 1937), los batallones Garibaldi, Dombrowski y Abraham Lincoln resistieron con tenacidad la ofensiva de las hordas fascistas cerca de Madrid, ganando tiempo vital para la defensa de la capital. También se batieron en Guadalajara (marzo 1937), frenando la ofensiva mecanizada italiana y demostrando la eficacia militar de la solidaridad internacional.
Participaron asimismo en Brunete, Belchite, la defensa de Madrid, la ofensiva de Teruel y la histórica batalla del Ebro, enfrentándose en agotadores combates bajo condiciones extremas; sufrieron bajas significativas, con una cuarta parte de sus efectivos caídos en combate. Miles de ellos siguen enterrados en el Estado español: jóvenes, trabajadores, estudiantes, profesionales y exiliados antifascistas de todo el mundo, organizados por la Komintern y formaciones comunistas, socialistas, obreras, anarquistas y liberales que engrosaron las filas de aquel ejército de trabajadores que entregó generosamente a sus mejores cohortes de militantes en la lucha. La mayoría, unos 9.000, eran franceses, seguidos de polacos (3.000), italianos (3.000), estadounidenses (2.800), británicos (2.000), alemanes (1.500) y varios asesores soviéticos, entre otros.
A día de hoy, este aniversario resuena como símbolo de aquellas gestas del proletariado internacional, que no dudó en acompañar a las masas obreras del Estado español, arriesgando su vida y uniendo su causa y destino al del resto de los oprimidos del mundo. Por ello, el acto de despedida del 28 de octubre de 1938, más allá de representar un hito de la Guerra Civil española, es una invitación permanente a reflexionar sobre la universalidad de la lucha contra el fascismo y por la emancipación de la humanidad. "Podéis marchar orgullosos... ¡No os olvidaremos!", se despedía Dolores Ibarruri al final de su discurso.
Fuente → diariosocialista.net


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