
San Simón es un ejercicio de memoria histórica en el que se expone la resignificación de un entorno, en este caso la isla gallega del mismo nombre, que pasa de ser un paraje de gran belleza a un escenario del horror.

Como en la II Guerra Mundial, existe la convención de que el subgénero de la Guerra Civil en España está trilladísimo y no tiene nada más que ofrecer tras décadas de nutrir buena parte del audiovisual nacional. Sin embargo, la realidad es que sigue siendo una fuente de pequeños y desconocidos relatos que bien merecen una difusión en imágenes. El cineasta Miguel Ángel Delgado toma uno de los múltiples campos de concentración en lugares preexistentes cerrados que Francisco Franco estableció durante el conflicto bélico para narrar su transcurso desde el espacio.
La película pone en el mapa a un director con gusto y buenas ideas en la puesta en escena, como es el elegante blanco y negro con el que rueda
San Simón es un ejercicio de memoria histórica en el que se expone la resignificación de un entorno, en este caso la isla gallega del mismo nombre, que pasa de ser un paraje de gran belleza a un escenario del horror que recluyó a unos 6.000 presos y vio morir a más de 600 de ellos. Narrada de forma retrospectiva por uno de esos reclusos, la película se constituye en un drama carcelario de supervivencia arquetípico -en este caso, de campo de concentración-, pero adoptando un estilo muy depurado y naturalista. De previsible progresión, no obstante, evita artimañas efectistas y su desarrollo deviene fluido y coherente con su propuesta comedida, aunque tal vez reprimiéndose algo más de lo que debería y dejando escapar parte de su gran potencial.
Fundamentada en un acertado reparto que combina intérpretes prolíficos de Galicia y otros desconocidos, San Simón es una modesta, pero atinada contribución al canon histórico de la época que hace la necesaria labor de sacar a luz la solera de ese emplazamiento en la Ría de Vigo. Además de la isla, la película pone en el mapa a un director con gusto y buenas ideas en la puesta en escena, como es el elegante blanco y negro con el que rueda y, sobre todo, ese impresionante y sostenido plano final que recorre ese paisaje natural corrompido por la crueldad humana.
Fuente → nuevatribuna.es
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