
El creador de contenido @specialsixyt lo cuenta con un nudo en la garganta: “Desde cuándo tenemos en Canarias un campo de concentración en medio de la nada que mucha gente desconoce”. Esto no figura en los folletos turísticos ni en la memoria colectiva con la claridad que merece.
Un castigo legal para “los desviados”
En 1954, el régimen de Franco reformó la Ley de Vagos y Maleantes para incluir expresamente a los homosexuales. No se trataba de crímenes, sino de “estados peligrosos”. Las consecuencias eran brutales e implicaban una reclusión obligatoria en colonias penitenciarias, como si la orientación sexual fuese una enfermedad que requería castigo y reeducación.
Tefía fue una de esas colonias. Su nombre completo era Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía, y su fachada de reforma agraria ocultaba una red de tortura y humillación. Se fundó oficialmente en 1954 por orden del Ministerio de Justicia, aunque el proyecto llevaba gestándose desde 1947. Se construyó en terrenos próximos al aeródromo militar de la isla, propiedad del Ministerio del Aire.
Por allí pasaron alrededor de 350 personas, entre ellas al menos una veintena por su homosexualidad. Uno de los testimonios más estremecedores fue el de Octavio García, quien declaró que “cualquier animal valía más que ellos”, tal y como recuerda el creador de contenidos.

Antigua Colonia Penitenciaria franquista / Gobierno de Canarias
Trabajos forzados, hambre y golpes
Los presos vivían hacinados, en condiciones insalubres, expuestos al calor extremo y al trabajo físico agotador. Su “reeducación” consistía en picar piedra y tratar de cultivar un terreno estéril. A menudo, sin agua suficiente ni herramientas, como si la tierra misma participara en el castigo.
“El franquismo usó estas colonias como espacios de represión para los considerados un peligro social”, explica el colectivo Altihay Fuerteventura. Lo que se vivió allí fue una mezcla de castigo físico, violencia psicológica, hambre y deshumanización.
Aun así, hoy, el lugar apenas tiene unos paneles informativos y, según denuncia el creador de contenidos, “se celebran actividades infantiles al lado, como si no hubiera pasado nada”. Su reflexión final es tajante: “Me falta sustancia. Tefía debería servir como ejemplo para recordar que hay que tener presente los errores del pasado para no volver a repetirlos”.
Una historia oculta y una memoria pendiente
El internamiento en Tefía oscilaba entre uno y tres años. Pero incluso al salir, los exreclusos seguían sometidos a vigilancia, pues debían declarar su domicilio y se les prohibía vivir en determinados lugares. La persecución continuaba fuera de los muros, prolongando la pena de por vida.
En 1966, la colonia fue oficialmente suprimida. Pero eso no significó justicia. El silencio se impuso como una segunda condena. Hasta hace poco, este lugar era completamente desconocido incluso para muchos canarios.
Solo con la aprobación de la Ley de Memoria Democrática en 2022 se ha empezado a recuperar su importancia como Lugar de Memoria, en reconocimiento a las víctimas de la dictadura, especialmente a las personas LGTBI que fueron perseguidas por su orientación sexual.
El deber de no olvidar
La historia de Tefía no puede entenderse solo como una anécdota sobre Canarias, sino como parte del mapa oscuro de la represión franquista en España. Como recuerda la ley, un Lugar de Memoria es aquel que permite “recordar hechos de singular relevancia por su significación histórica o su repercusión en la memoria colectiva”.
Hoy Tefía es un lugar solitario, pero también simbólico. Porque la memoria no es un gesto del pasado: es un acto de justicia en el presente. Y aunque no pueda revertir el dolor, al menos puede garantizar que nadie vuelva a ser castigado por amar a quien ama.
Fuente → laprovincia.es
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