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Subrayó también que muchos de los diputados demostraron una competencia jurídica excepcional, aunque advirtió que tanto el Parlamento como el país en general carecían aún de la formación económica necesaria para afrontar los desafíos de una nación moderna. A pesar de ello, Besteiro valoró positivamente el clima de honestidad y sentido del deber que predominaba en aquella Cámara, en marcado contraste con lo que había sido habitual durante la Monarquía.
Según el dirigente socialista, la dictadura de Primo de Rivera, aunque represiva, tuvo el efecto indirecto de despertar el interés político de una ciudadanía que antes había sido indiferente. Ese despertar, potenciado tras la caída del régimen monárquico el 14 de abril de 1931, sentó las bases para una democracia en construcción, aunque Besteiro advertía que preocuparse no era suficiente: la regeneración nacional requería preparación, compromiso y responsabilidad cívica.
El presidente insistió en que los partidos que habían contribuido a derrocar la monarquía aún no estaban preparados para gobernar: carecían de estructuras internas adaptadas al juego democrático. Según él, ni la derecha estaba organizada como fuerza legal de oposición, ni la izquierda había actualizado sus programas para desempeñar funciones de gobierno dentro de una república consolidada.
Por estas razones, Besteiro consideraba prematuro disolver las Cortes Constituyentes. Creía que era esencial mantenerlas en funciones hasta que se afianzara plenamente el nuevo régimen y se completara el marco legislativo que le diera estabilidad. Solo cuando existieran partidos fuertes a ambos lados del espectro político, preparados para actuar dentro de las reglas democráticas, podría hablarse de un equilibrio sano y sostenible.
Biblioteca Nacional de España, 1932.
Fuente → historiasdeuncientifico.blogspot.com
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