
Simone Weil se alista en la Columna Durruti
Nada más llegar, me pusieron a pelar patatas. Me hice un corte en el dedo y no había manera de frenar la hemorragia, pero no detuve la tarea. Gotas rojas sobre el fruto amarillento: así fue como los milicianos comulgaron con mi sangre.
En las noches de guardia, los azores me hablaban del amor, siempre cóncavo como los cráteres que dejan los obuses en las calles.
Me quitaba mis lentes de miope y veía la gracia del cielo entrando por la boca de las garitas.
Eran hombres rudos y a la vez sagrados. Todos limpiaban conmigo el campamento, recogíamos níscalos y celebrábamos las asambleas de la luna. Uno me hablaba de insectos, de la araña roja; otro de la forma de trabajar el cuero o la madera, aunque mis manos solo son hábiles en la vendimia.
Luego siguió la quemadura en el pie, la evacuación del frente y el derrumbe de mi cuerpo, pero nunca la tristeza.
Nada más llegar, me pusieron a pelar patatas. Me hice un corte en el dedo y no había manera de frenar la hemorragia, pero no detuve la tarea. Gotas rojas sobre el fruto amarillento: así fue como los milicianos comulgaron con mi sangre.
En las noches de guardia, los azores me hablaban del amor, siempre cóncavo como los cráteres que dejan los obuses en las calles.
Me quitaba mis lentes de miope y veía la gracia del cielo entrando por la boca de las garitas.
Eran hombres rudos y a la vez sagrados. Todos limpiaban conmigo el campamento, recogíamos níscalos y celebrábamos las asambleas de la luna. Uno me hablaba de insectos, de la araña roja; otro de la forma de trabajar el cuero o la madera, aunque mis manos solo son hábiles en la vendimia.
Luego siguió la quemadura en el pie, la evacuación del frente y el derrumbe de mi cuerpo, pero nunca la tristeza.
José Antonio Llera. De pie sobre el hormiguero. Selección de poemas, 2009-2025. Ediciones del 4 de agosto, 2025.
Fuente → escombrosconhoguera.blogspot.com
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