‘Presentes’, por la desgracia de Franco y de España
‘Presentes’, por la desgracia de Franco y de España
Sonia Fides
 

Mientras se avanza en la lectura de ‘Presentes’, la premiadísima novela de Paco Cerdá (Genovés, Valencia, 1985), publicada hace un año, el lector toma conciencia de que se encuentra ante una joya histórica y literaria. Es imposible no dejarse mecer por la fuerza de su equilibrio narrativo, es imposible no obedecer a su título. No caer fascinado ante su neutralidad emocional. Paco Cerdá cuenta la Historia de una forma osada, práctica, lírica, contundente, verídica y versátil. ‘Presentes’ es un libro que hace historia en la memoria de quien lee. ‘Presentes’ abomina de la improvisación. Los verdugos y las víctimas deben ocupar el exacto lugar al que pertenecen. Un retrato de España en 1939, un país entre ruinas y tinieblas que deberían leer todas las nuevas generaciones para conocer el pasado cercano y prevenir el futuro que se viene encima.

Sus párrafos son versos que no desean pertenecer a la poesía o, mejor dicho, que pretenden transcender sin subordinación a género alguno. Su prosa es precisa, íntegra y cinematográfica. Épica con los perdedores, un salvoconducto para que sus vidas no sirvan de francachela en la casa de los vencedores, si es que después de una guerra esa palabra puede ser algo más que un títere en los grandes salones expropiados a las víctimas. 

Paco Cerdá sale invicto de un libro difícil, poderoso y divinamente organizado. Es difícil para el lector creer el afán organizativo del autor desde la primera página. Presentes abomina de la improvisación. Los verdugos y las víctimas deben ocupar el exacto lugar al que pertenecen. Cerdá no se permite, venturosamente, abusar de la mezcolanza, del batiburrillo, del cajón desastre. Es metódico, pero también libre para usar los datos, para dotarlos de unas entrañas jugosas, pero alejadas del escándalo, del juicio, del ajuste de cuentas. 

El largo y glorioso paseo al que es sometido José Antonio Primo de Rivera no eclipsa con el rumor de lo rimbombante o de lo religioso las historias breves, pero que a su vez son el jugo que riega su inmortalidad. 

“Sois las mulas de la nueva España, les he dicho.

Ya hay noventa mil mulas en la nueva España.

Las mulas construyen puentes, carreteras, aeródromos, vías férreas, canalizaciones de agua. Lo que haga falta. Lo que ordene a las mulas la nueva España.

Esas mulas, quinientas o seiscientas, fueron estabuladas, hace cuatro meses en el pueblo de Vidángoz, una tierra tan apartada que hasta la lengua es diferente, el erronkariko uskara: puro, arcaizante, menguante, como el recuerdo de las brujas y sus aquelarres por estos paisajes indómitos”.

“La vida ha echado un manto de muerte. Y eso que a gente como Pilar los llaman vencedores. Es curioso el resumen de una guerra. Vencedores, vencidos, y ya. Qué simple, qué falso”.

Presentes es el libro que más suspiros me ha arrancado desde que soy lectora. Cerdá alterna brutalidad y poesía en un inmenso trabajo de documentación y narración. 

“Decía Agustín de Foxá: José Antonio fue el primer político español que afirmó que los países los hacían los poetas”.

“Andrea Zotti. De  niño veía esos pájaros mecánicos y su trino mortal. Ahora los pilota, les hace cantar la muerte”.

“La ecuación que ha formulado un jefe de la prisión es menos poética. Dice: Un preso rojo vale menos que la cuarta parte de una mierda.

Rawicz es un preso rojo en esta cárcel de piedra”.

“La derrota tiene un precio. El orgullo también. Simón Królikowski ha pagado los dos. Le dieron tantas palizas por su rebeldía que acabó por perder la razón. Todos saben que está loco”.

Cerdá es un cronista virtuoso y un poeta ilimitado. 

“El padre, ya viejo, sesenta y dos años, se presenta en el aeródromo de Jerez. Nació en Lebrija. Vive en una barriada de Sevilla. Es viudo. Peón de campo. No sabe leer ni escribir. Pero sabe que el honor es patrimonio del alma, y el alma es solo de Dios. La sombra violácea de la tinta. Mudo cencerro de clase”.

Cerdá vuelve la verdad mágica, pero también la dota de una autenticidad catártica. Cada palabra suya basta para sanar las heridas que siempre causan las aberraciones históricas, los silencios que ocupan el lugar de la verdad. 

“Que la muchacha fue violada hacia el final de la guerra ya es casi lo de menos. Total, una más; como miles. A otras las han torturado, y rapado, y hecho tragar ricino, y paseado por sus pueblos detrás de la banda de música mientras ellas iban cagándose por la calle como efecto del laxante. Y les han colgado al cuello carteles que dicen putas, rapadas por putas. El cuerpo femenino convertido en trofeo de guerra; un tubo de ensayo de la humillación”.

Presentes tiene fragmentos escalofriantes, un eco que se convierte en enfermedad mortal, que usa palabras que la posguerra se dedicó a borrar, pero que renacen sobre los muros de la vergüenza y sobre las paredes de las casas encaladas, sobre el grito de los saqueos, de los paseos, del abuso indiscriminado, porque la guerra deja cuerpos muertos, deja sangre que bebe el sol, pero la posguerra deja un ajuste de cuentas de un sadismo injustificable. 

“Céline escribió: Cuando los grandes de este mundo empiecen a amaros es porque van a convertiros en carne de cañón”. 

Y Cerdá lo cuenta todo desde la luminosidad más desbordante, desde un desparpajo que compite con la densa verosimilitud con que construye este diario único y titánico. 

Mientras se avanza en la lectura, los ojos arden, la memoria arde, y los nombres conocidos de los vencidos y de los vencedores, ulceran el cuerpo de quien lee, porque Presentes es un alegato descomunal contra el olvido, un antídoto contra la manipulación, una máquina perfecta de arraigo documental.

El doble juego de su título y la inteligente bifurcación que ofrece pone de manifiesto la singularidad de este texto necesario. Ojalá esos maestros que le hablan a sus alumnos de la dictadura de Franco como del antiguo régimen lo lean y sientan vergüenza de la obscena manipulación que perpetran.

“Va José María Areilza: de Portugalete, cara ovalada, boca pequeña. Basta una frase suya tras caer el  Bilbao republicano y asumir él la alcaldía en guerra. Dijo: Ha caído vencida, aniquilada para siempre esa horrible pesadilla siniestra y atroz que se llama Euskadi”. 

Sorprende el respeto que Cerdá tiene por el caído, por el paseante nocturno, por el ángel meapilas que hizo posible la victoria de un general perlado de complejos y, por lo tanto, de veneno patriótico. 

Presentes es un hermoso sepulcro en el que velar un cuerpo, en el que esperar una resurrección anómala que estoy segura de que llenó de arcadas el cuerpo de Dios. 

Presentes es un golpe seco contra la carne amojamada de la mentira y también un valioso elixir que es capaz de limpiar de falacias el cuerpo de los vencidos. Un libro justo, brillante. Un diario de eternidades, impecable y lúcido. Adictivo y de un romanticismo raro y valioso. 

Para mí un libro imprescindible, esencial y necesario, una belleza que huye del abotargamiento al que siempre somete la mentira. 

No dejen de leerlo, su tuétano fluye como la sangre de una reliquia que jamás podrá manipularse.

‘Presentes’. Paco Cerdá. Alfaguara. 321 páginas. 



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