

Imagen creada por inteligencia artificial por Chat-GPT para El Candelabro.
La bala que casi cambió la historia: el destino herido de Francisco Franco
En el convulso año de 1916, en plena Guerra del Rif, un joven Francisco Franco
estuvo a punto de morir en las colinas de El Biutz, cerca de Ceuta.
Aquel suceso, que casi lo elimina del tablero político antes siquiera de
pisarlo, se ha convertido en un episodio mítico dentro de la
historiografía española. La bala que penetró su abdomen no solo marcó su
carne, sino que pareció sellar un destino. Muchos se preguntan si fue
la suerte, el azar o una enigmática providencia la que salvó a quien
sería el futuro dictador de España.
Durante la campaña militar en Marruecos, el capitán Franco lideró una carga a bayoneta contra posiciones rifeñas atrincheradas. Era parte del entonces Regimiento del África, una unidad de élite que nutría su gloria con sangre en los agrestes terrenos del norte africano. En medio del fuego cruzado, Franco fue impactado en el bajo vientre por una bala enemiga. La herida era profunda, peligrosa y, según informes médicos de la época, prácticamente mortal. Se temió por su vida, y algunos incluso lo dieron por perdido.
Aquel disparo, sin embargo, no solo no acabó con su vida, sino que contribuyó a forjar su leyenda. Mientras agonizaba en la arena, Franco se negó a perder el control de sus tropas. Dio órdenes, gritó instrucciones, y se negó a ser evacuado sin asegurar la posición. Esa imagen del capitán herido, pero férreo, resonó con fuerza en los círculos militares. Su resiliencia fue tomada como señal de carácter y temple, elementos clave en su posterior ascenso dentro del ejército español.
Hay quienes sostienen que la herida de guerra de Franco fue un golpe de suerte camuflado en tragedia. El rumor de que perdió un testículo alimentó la narrativa de su virilidad estoica, incluso cuando su cuerpo había sido dañado. Este mito dio origen a la idea de que Franco poseía una “baraka”, una suerte de protección divina o destino predestinado. La palabra, de origen árabe, implica una bendición sobrenatural que otorga invulnerabilidad o poder. Para sus seguidores más fervientes, esa baraka explicaba su supervivencia en el campo de batalla y su improbable ascenso en la política española.
La construcción simbólica del personaje se consolidó con el paso de los años. La idea de que Franco fue un hombre “salvado para algo más grande” sirvió como base para justificar su rol durante la Guerra Civil y su régimen posterior. Desde esta perspectiva, su vida se vuelve una narrativa de providencia histórica, donde la bala de El Biutz no fue un accidente sino una señal. Esto permitió a sus partidarios vincularlo con figuras casi mesiánicas, elevándolo por encima de la mera contingencia humana.
Desde un punto de vista histórico y militar, el episodio representa el cruce entre azar y estructura. Franco era un oficial competente, disciplinado y ambicioso, cualidades que sin duda hubiesen asegurado una carrera militar relevante. Pero es imposible ignorar cómo esa herida lo transformó en símbolo. Recibió la Cruz Laureada de San Fernando, la más alta condecoración militar española, por su actuación en El Biutz. Esa distinción no solo elevó su rango y prestigio, sino que lo colocó bajo los reflectores del Alto Mando, abriendo el camino hacia el generalato.
Si la muerte lo hubiese alcanzado en aquella duna marroquí, España probablemente habría tenido un siglo XX muy distinto. Sin Franco, la balanza de poder entre los generales sublevados en 1936 tal vez se habría inclinado hacia figuras más moderadas o más radicales. Tal vez no hubiese existido un solo dictador en España, sino una junta militar efímera. O tal vez el golpe de Estado habría fracasado sin un líder que supiera unificar facciones, como lo hizo Franco con los carlistas, falangistas y militares conservadores.
En el análisis de la guerra colonial española, la figura de Franco se inscribe como producto del conflicto. Fue en África donde se forjaron muchos de los futuros protagonistas de la Guerra Civil. El entrenamiento en combate, la brutalidad del enemigo y la permisividad de la cadena de mando con tácticas extremas generaron una casta de oficiales endurecidos, convencidos de que el orden solo podía imponerse con fuerza. El trauma africano dejó una marca psicológica en el ejército español, y Franco fue uno de sus más fieles exponentes.
A nivel simbólico, la narrativa de la herida sirve también como elemento de cohesión ideológica. En regímenes autoritarios, el líder suele ser presentado como un hombre elegido por el destino, cuya vida posee un valor casi sagrado. La bala que no mató a Franco funciona en ese sentido como prueba de su invulnerabilidad, de su supuesta conexión con lo eterno. Este mito fue explotado por el régimen franquista en su propaganda, especialmente durante la posguerra, para alimentar el culto al Caudillo.
Sin embargo, esta visión de Franco como instrumento de la providencia también revela los mecanismos con los que se construyen las legitimidades políticas. La historia está plagada de líderes que utilizaron heridas, atentados o desgracias para cimentar su poder. El propio Napoleón supo usar sus cicatrices como evidencia de heroicidad. En este sentido, Franco no fue la excepción, sino parte de un patrón más amplio de instrumentalización del dolor para consolidar autoridad.
La pregunta entonces no es solo si Franco sobrevivió por azar o por designio, sino qué hizo él con esa sobrevida. Eligió cultivarla como herramienta de poder. La bala no solo atravesó su cuerpo, sino que abrió un camino. Un camino de guerra, represión y larga dictadura. ¿Fue esa herida una señal de grandeza o simplemente un giro fortuito en la ruleta de la historia? En cualquier caso, sin ese disparo, tal vez Franco habría sido solo un nombre más en la larga lista de oficiales caídos en el Rif.
La historia contemporánea de España está marcada por giros improbables como este. Momentos donde el azar se vuelve catalizador. La casi muerte de Franco no es solo un episodio de guerra, sino un umbral que permitió la emergencia de un régimen. Las consecuencias de ese instante resonaron durante décadas en cada rincón de la península. A veces, una bala no necesita matar para cambiar el curso de una nación. Basta con que hiera… en el lugar y tiempo precisos.
Referencias:
- Payne, Stanley G. Franco: A Personal and Political Biography. University of Wisconsin Press, 2014.
- Preston, Paul. Franco: Caudillo de España. Penguin Random House, 2011.
- Juliá, Santos. Historia de las dos Españas. Taurus, 2004.
- García, Hugo. El Ejército de África y el mito de la guerra colonial. Editorial Crítica, 2007.
Fuente → revistaliterariaelcandelabro.blog
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