
Máximo Relti
Han pasado más de cuarenta años, pero el 23-F sigue siendo un laberinto de sombras, documentos sellados y verdades que todavía aflojan los esfínteres de no pocos personajes. La historia oficial sigue hablando de un grupo de militares exaltados derrotados por "un sistema democrático firme y unido".El libro " 23-F: La Farsa" dinamita esa versión poniendo al descubierto una investigación amañada, pistas enterradas y un relato diseñado para proteger a la Monarquía, a las élites políticas y económicas y a un modelo de poder que no quería ser transformado. Aquí no hablamos con el autor: entrevistamos al propio libro en directo, que responde con la crudeza de sus páginas y nos lleva a los pasillos oscuros de unas libertades democráticas que están muy lejos de haberse consolidado.
Su trayectoria se ha caracterizado por la investigación rigurosa de hechos ocultos o tergiversados, así como por su compromiso con el acceso a la verdad histórica. A lo largo de su carrera ha publicado reportajes y libros que han abordado episodios clave de la llamada Transición y de la vida política española, siempre con la voluntad de confrontar las versiones oficiales con documentos, testimonios y datos inéditos.
No obstante, en este espacio periodístico hemos optado por una propuesta diferente. No entrevistaremos al autor, sino al propio contenido del libro, como si tuviera voz y pudiera responder por sí mismo.
Nuestras preguntas y sus respuestas se ciñen no solo a la letra de la obra, sino también al espíritu que la impulsa, para que sea el propio "23-F: La Farsa" quien explique su razón de ser y la lectura alternativa que ofrece sobre uno de los episodios más decisivos y controvertidos de las últimas décadas.
LA ENTREVISTA:
PREGUNTA: Han pasado más de cuatro décadas desde aquel 23 de febrero de 1981. ¿Por qué has decidido hablar ahora y no antes?
RESPUESTA - Porque el tiempo no ha servido para disipar las sombras, sino para consolidar una versión oficial que oculta más de lo que revela.
En mis páginas explico que, pese a la distancia temporal, las instituciones del Estado siguen sin permitir el acceso a la documentación clave.
El paso de los años no ha traído transparencia, sino una sedimentación del relato impuesto por quienes ostentaban el poder en aquel momento. No se trata de aprovechar una efeméride, sino de recordar que, mientras se nos diga que todo está resuelto porque hubo un juicio y una sentencia, la historia real seguirá secuestrada. Yo existo precisamente para cuestionar esa supuesta “verdad irrefutable” y para mostrar que el pasado sigue vivo en los silencios y los archivos cerrados.
- ¿Cuál es la principal mentira del relato oficial sobre el golpe?
- La gran mentira es que el golpe fue obra de un grupo reducido de militares exaltados que actuaron al margen de las instituciones, y que éstas, unidas y firmes, salvaron la democracia. Esa narración deja fuera toda la complejidad de los contactos, las tolerancias y las pasividades que lo hicieron posible.
Omite, por ejemplo, la existencia de pistas ignoradas o suprimidas, de conexiones políticas y militares que no convenía airear.
En resumen: la mentira consiste en presentar el 23-F como un ataque externo al sistema, cuando en realidad fue un episodio nacido en sus entrañas del mismo sistema, con ramificaciones incómodas para el mismo poder que luego se atribuyó el mérito de detenerlo.
- ¿Qué papel han jugado los sucesivos gobiernos del PSOE y el PP en que la verdad no salga a la luz?
- Parece obvio. Han actuado como guardianes de un pacto tácito: mantener cerrada la puerta a cualquier revisión profunda del 23-F. Ninguno de ellos ha mostrado voluntad política para desclasificar documentos esenciales ni para autorizar investigaciones que cuestionen la sentencia dictada.
Alegan siempre que el "caso está juzgado", pero lo que defienden es la preservación de un relato que legitima a las instituciones tal como salieron de la Transición. Han preferido que la historia “sea la que debe ser” antes que arriesgarse a que se sepa la que realmente fue.
- ¿Por qué crees que temen tanto que se conozca la verdad completa?
- Porque la verdad podría erosionar la imagen de “madurez democrática” que se construyó en torno a la Transición y a determinadas figuras. Si se demostrara que hubo complicidades, miradas hacia otro lado o incluso una planificación más amplia de lo que se admite, se tambalearía la legitimidad de ciertos actores que aún hoy son símbolos del consenso del 78.
En mis páginas insisto en que este miedo no es solo a descubrir el pasado, sino a que ese descubrimiento cambie la percepción del presente.
- ¿Cómo era el clima político y social en España en los meses previos al golpe?
- Era un tiempo de incertidumbre y de tensiones acumuladas. La dictadura aún no se había ido del todo, ni mucho menos, y la democracia no acababa de llegar. La economía atravesaba dificultades, las acciones armadas golpeaban con fuerza, y las Fuerzas Armadas eran un hervidero de corrientes encontradas. Este “claroscuro” —como lo definió Gramsci— era terreno fértil para que surgieran soluciones de fuerza. Muchos temían una involución, y otros la deseaban. Ese clima, denso y cargado, fue el caldo de cultivo del 23-F.
- Dices que la investigación fue “amañada”. ¿Qué quieres decir con eso?
- Que estuvo diseñada para confirmar una versión prefijada, no para descubrir toda la verdad. Las pesquisas se centraron en unos pocos acusados, dejando intactos otros hilos que podrían haber conducido a implicaciones más amplias. No fue un proceso para esclarecer responsabilidades, sino para limitar daños: ofrecer culpables claros, reforzar el relato de las instituciones “salvadoras” y cerrar el caso lo antes posible. Esto implicó ignorar pistas, desechar testimonios y no seguir la pista de documentos comprometedores.
- ¿Qué pistas concretas fueron ocultadas o ignoradas deliberadamente?
- En mis páginas detallo indicios sobre contactos previos entre algunos protagonistas y figuras del aparato del Estado, así como advertencias que se recibieron y no se actuó para neutralizar. También hubo testimonios que apuntaban a una mayor coordinación entre distintas ramas de las Fuerzas Armadas y ciertos sectores políticos, que nunca fueron incorporados de forma seria al sumario. El resultado fue un relato mutilado, que dejó fuera piezas clave para entender el conjunto del golpe.
- Comparas la Transición con el “claroscuro” del que hablaba Gramsci. ¿Por qué esa imagen?
- Porque el 23-F ocurrió en un momento intermedio, en el que lo viejo no había muerto del todo y lo nuevo no acababa de nacer. La dictadura estaba formalmente desmantelada, pero muchos de sus actores y mentalidades seguían presentes en el poder. La democracia estaba en marcha, pero su armazón institucional aún era frágil y estaba bajo disputa. Ese tiempo ambiguo permitía que convivieran esperanzas y miedos, avances y tentaciones autoritarias. En ese claroscuro, como escribió Gramsci, “surgen los monstruos”.
- ¿Qué intereses concretos crees que se protegieron al imponer la versión oficial del 23-F?
- Se protegieron tres pilares: la imagen inmaculada de la Monarquía, la autoridad incuestionable de las Fuerzas Armadas y la narrativa de una Transición ejemplar.
Admitir que el golpe tuvo conexiones o tolerancias dentro del sistema habría significado cuestionar el pacto político que permitió pasar de la dictadura a las libertades democráticas sin ruptura real. También se protegió a individuos cuyas carreras políticas o militares hubieran quedado destruidas de conocerse cuál fue toda su actuación, y a alianzas internacionales que no convenía poner en entredicho.
- ¿Qué figuras aparecen en tu investigación con un papel distinto al que les asigna la historia oficial?
- No doy nombres por morbo, sino porque la evidencia los sitúa en posiciones más ambiguas o comprometidas de lo que la versión oficial admite. Algunos militares que se presentaron como salvadores aparecen antes del golpe en reuniones y contactos que sugieren un conocimiento previo.
Algunos políticos que se mostraron como defensores acérrimos de la legalidad actuaron con prudencia excesiva, evitando decisiones que podrían haber frenado el golpe antes de que comenzara. Estos matices alteran la idea de héroes y villanos puros que el relato oficial quiere transmitir.
- ¿En qué medida la prensa de la época actuó como cómplice en la construcción de ese relato?
- La prensa jugó un papel clave. Durante las primeras horas y días, la censura formal y la autocensura fueron evidentes: se publicaban solo informaciones filtradas o avaladas por fuentes oficiales. Después, los medios abrazaron la historia de un sistema fuerte que había resistido, reforzando la figura de la Monarquía como garante de la democracia. Hubo periodistas que investigaron más allá, pero sus hallazgos apenas circularon y no tuvieron el mismo alcance que el discurso dominante.
- ¿Qué papel jugó la censura o la autocensura tras el 23-F?
- Fue una mezcla de miedo y disciplina. Muchos medios sabían que determinadas líneas de investigación podían suponer enfrentamientos con el poder político, militar o económico, y optaron por no cruzarlas. El Estado de excepción informativo se justificaba con la necesidad de mantener la calma y la estabilidad. En la práctica, esto significó que se blindó la versión oficial desde el primer momento.
- ¿Por qué siguen clasificados documentos clave más de cuarenta años después?
- Porque su contenido no solo afecta a los hechos de 1981, sino que revelaría redes de relaciones, compromisos y omisiones que podrían tener implicaciones hasta hoy. Hay actas, grabaciones y comunicaciones internas que, de hacerse públicas, mostrarían que la línea entre golpistas y defensores del sistema no fue tan clara. Desclasificarlos pondría en entredicho figuras y consensos todavía vigentes.
- ¿Detectaste vínculos internacionales en el desarrollo o interpretación del golpe?
- En mis páginas señalo que el contexto internacional era relevante: España estaba en pleno proceso de integración en la OTAN y la CEE, y existía interés en asegurar un marco político estable. Potencias aliadas querían una España alineada y previsible. Cualquier crisis institucional grave habría entorpecido ese rumbo, por lo que la gestión posterior del golpe también estuvo marcada por la necesidad de mostrar firmeza y estabilidad hacia fuera, incluso a costa de ocultar matices internos.
- ¿Se puede hablar de un “golpe controlado” para reforzar ciertas instituciones?
- No afirmo que todo estuviera planificado al milímetro como una escenificación, pero sí planteo que hubo sectores que, conociendo el riesgo, dejaron que se desarrollara hasta un punto, para luego capitalizar su fracaso. Esto permitió reforzar la imagen de la Monarquía y de la autoridad estatal, cerrando filas en torno a un poder central que salía fortalecido ante la opinión pública.
- ¿Cuáles fueron las mayores contradicciones entre las declaraciones de los protagonistas y las pruebas documentales?
- Algunas declaraciones negaban cualquier contacto previo entre determinadas figuras y los golpistas, mientras documentos y testimonios secundarios apuntaban lo contrario. También hubo diferencias en los tiempos: oficiales que afirmaron haberse enterado del golpe en el momento en que se inició, pero que según otros registros habían recibido avisos horas antes. Esas discrepancias nunca se exploraron a fondo en la investigación judicial.
- ¿En qué medida el miedo de la población fue utilizado como herramienta política tras el golpe?
- Fue central. El shock colectivo del 23-F permitió que se aceptara sin grandes resistencias una política de “unidad” que implicaba limitar debates sobre reformas profundas. La amenaza de volver a un pasado autoritario se usó para consolidar el sistema tal como estaba, bloqueando cualquier intento de democratización más radical o de depuración institucional.
- ¿Qué figuras públicas que en aquel momento eran jóvenes heredaron y siguen defendiendo hoy el relato oficial?
- No señalo nombres con intención de personalizar en exceso, pero sí indico que buena parte de la generación política que emergió en los años ochenta —en partidos de gobierno, medios de comunicación y entornos académicos— adoptó como dogma la versión oficial del 23-F. Este relato se convirtió en un elemento de identidad política y profesional, y muchos de sus beneficiarios continúan repitiéndolo como símbolo de estabilidad democrática, sin revisarlo críticamente.
- Si algún día se abrieran todos los archivos y se conociera la verdad completa, ¿qué pilares del relato democrático español se tambalearían primero?
- La narrativa de una Transición inmaculada y sin fisuras sería lo primero en verse afectado. También caería la imagen de una Monarquía ajena a cualquier sombra, así como la idea de unas Fuerzas Armadas plenamente subordinadas al poder civil . En definitiva, se pondría en cuestión que la democracia española naciera “blindada” contra el autoritarismo desde sus inicios.
- ¿Hubo sectores sociales que se beneficiaron directamente de cómo se cerró la crisis del 23-F?
- Sí. Las élites políticas y económicas que habían apostado por una "Transición pactada", sin ruptura, salieron reforzadas. Los altos mandos militares que mantuvieron su lealtad al sistema consolidaron posiciones, y la Monarquía ganó un capital simbólico que utilizó durante décadas como argumento contra cualquier cuestionamiento. También se consolidaron medios y voces afines a la versión oficial, obteniendo influencia y legitimidad.
- ¿Qué dirías que representa el 23-F en la historia de nuestras días?
- Fue una prueba de fuego mal aprovechada. En lugar de servir para depurar responsabilidades y afianzar un control civil real sobre todas las instituciones, se utilizó para cerrar filas en torno a un modelo de poder que preservaba muchas inercias y privilegios del pasado. Fue, en términos simbólicos, un acto fundacional de la democracia realmente existente: una democracia vigilada, con límites claros sobre lo que se puede investigar y cuestionar.
- En tu opinión, ¿el 23-F fortaleció o debilitó las libertades democráticas?
- A corto plazo la fortaleció en apariencia, porque generó un consenso de rechazo al golpismo. Pero a medio y largo plazo la debilitó, al consolidar un modelo donde ciertos temas se convierten en tabú. La democracia no se mide solo por las veces que resiste un embate, sino por su capacidad de examinarse a sí misma sin miedo. En ese sentido, el 23-F fue una oportunidad perdida.
- Si tuvieras que resumir el contenido del libro en una sola frase, ¿cuál sería?
- El 23-F no fue solo un golpe contra las libertades democráticas, sino también una operación política para blindar un sistema que, en lo esencial, se resistia a ser transformado.
Fuente → canarias-semanal.org
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