
Diego Aitor San José
Ocho propiedades eclesiásticas sirvieron de prisiones durante la guerra civil en València en tiempos de la República, una estructura sobre la que posteriormente asentó su represión el franquismo
Lo explica el médico e historiador Xavier Garcia Ferrandis, autor de 'Salud y enfermedad tras la rejas durante la Guerra Civil. La asistencia sanitaria en las prisiones de Valencia capital de la República'. Entender ese sistema penintenciario y su evolución durante el régimen político "es fundamental", dice García Ferrandis, porque el franquismo "basó su estructura carcelaria en la de la República". "Todas las prisiones que había en la postguerra durante la dictadura ya funcionaban en la guerra en València", añade, y apunta a que muchas de ellas se mantienen hasta 1949, una década después del parte del fin de la guerra.
La elección de conventos para convertirse en prisiones no fue casual, aunque tampoco requirió de una especial búsqueda por parte de las autoridades republicanas. Quien tenía propiedades en ese momento, recuerda el historiador, "eran el Ejército y la Iglesia", lo que sumado al ambiente de "revolución" con el que se toma el inicio de la contienda en 1936 donde el golpe de Estado militar fracasa o la propia disposición con celdas de los conventos hizo de estos lugares idóneos para situar en estos las cárceles.
Reinserción o castigo
El inicio de la guerra obligó al Gobierno republicano a un incremento de las inversiones para habilitar estas prisiones, especialmente con València como capital del Estado. Ante ello, la ciudad del Turia se convierte en centro receptor de gran cantidad de prisioneros, tanto del enemigo capturados del frente como incluso una contingencia de reos por delitos comunes de Madrid, desplazados hasta València ante la posible invasión fascista. Si antes de la guerra las cárceles ya había situaciones de amontonamiento, con el conflicto y el incremento de detenidos esta situación empeora.

Vista aérea de la prisión de la Modelo en València durante los años 30. / Levante-EMV
"La situación en las cárceles republicanas no eran ni mucho menos óptimas", explica García Ferrandis. "Al principio la República intenta que los presos tengan condiciones dignas, pero cuando se prolonga la guerra es imposible", desgrana. La reclamación viene de antes del golpe de Estado, una lucha por los derechos de la población reclusa que encabeza la entonces diputada Victoria Kent tratando de hacer de las cárceles lugares higiénicos que sirvieran de espacio de "reinserción" y no tanto de "castigo".
Ese esfuerzo por intentar "adaptar" el sistema penitenciario muestra la diferencia sustancial entre la gestión republicana y el franquismo en lo relativo a sus cárceles. Así, según detalla García Ferrandis, la República "no va a utilizar la prisión como antesala a la muerte como sí hizo Franco". "Las prisiones del franquismo matan pasivamente, al dejar a los reos sin asistencia", señala, recordando el caso de Miguel Hernández, fallecido por tuberculosis contraída en la cárcel. "Las condiciones de las prisiones mataban gente", añade.
De "damas ilustres" a la 'checa'
Esta situación contrasta especialmente con una de las prisiones impulsadas por la República: la establecida en la Casa de Ejercicios Espirituales de La Purísima de Alaquàs. Allí, cuenta, se encierran a "damas ilustres", "hijas de, nietas o esposas", como la hermana de Millán Astray o una de las sobrinas de Franco, a quienes tenían "entre algodones". "Era parte de la estrategia, para posibles intercambios, pero era una excepción", explica el historiador, una situación que contrasta con la Modelo, repleta de presos comunes, o San Miquel de los Reyes o el monasterio de El Puig, principalmente copada de prisioneros de guerra, muchos de ellos fascistas italianos, algún aviador alemán y parte de la tropa mora de Franco.
En todas ellas, admite García Ferrandis, "por mucho que se intentaran adaptar, el aumento de la demanda acabó colapsado". Distinta es la situación en la prisión que se establece en el convento de Santa Úrsula, a los pies de las Torres de Quart de València, una sobre las que el historiador pone el foco en su libro, con un capítulo propio, con duda de si si se utilizó solo como 'checa', es decir, un centro clandestino de detención y tortura, también tuvo su uso de cárcel habilitada, algo por lo que se inclina García Ferrandis.
En la situación de las prisiones durante la guerra civil, el autor del libro destaca la figura del Comité Internacional de Cruz Roja, que envió médicos suizos para el control de esta población y cuyos informes son clave 85 años después. A la organización internacional le preocupaba qué pudiera suceder en estos espacios, con muchas sombras ya en un sistema democrático en tiempos de paz, en un momento de guerra abierta. "Querían controlar los desmanes ante los presos, evitar casos como Paracuellos", indica el investigador que reclama huir del "maniqueísmo" para señalar que hubo represión en las cárceles republicanas que sirvieron de base para el franquismo. No obstante, recalca, "lo peor estaba por venir".
Fuente → levante-emv.com
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