
Antonio Padilla, la penúltima víctima del franquismo en Tenerife
Angelo Nero
Una de esas últimas víctimas del franquismo, se llamaba Antonio Padilla Corona, un humilde cabuquero, un picapedrero que trabajaba en galerías de agua, y que había cogido unos cartuchos de dinamita de la mina para ir a pescar
Una de esas últimas víctimas del franquismo, se llamaba Antonio Padilla Corona, un humilde cabuquero, un picapedrero que trabajaba en galerías de agua, y que había cogido unos cartuchos de dinamita de la mina para ir a pescar con su hermano y un amigo a Adeje, un municipio del sur de Tenerife, a donde se había desplazado desde su localidad, La Mantanza de Acentejo, situado al norte de la isla. En su camino se encontró con una pareja de la Guardia Civil, y Antonio se quiso deshacer de la dinamita, tirándola en la cuneta, pero los agentes se percataron de ello y le dieron el alto. Antonio y sus acompañantes echaron a correr, y los guardia civiles abrieron fuego. Las plataneras protegieron a los que se pusieron en fuga, pero no a Antonio, que cayó muerto allí mismo.
“Como mi hermano era una persona que todo le deba miedo, pues vio la guardia civil y cogió y tiró el paquete de dinamita, a una engullera que había por debajo de Mar Azul”. Contaba el hermano de la víctima. “El guardia civil le preguntó -¿Qué tiraste?- Y mi hermano se zafó y entonces jaló por la pistola y le dio el tiro y lo mató.”
Por su parte, la hermana de Antonio señaló que “Franco dio carta blanca para disparar a matar, tenían autorización. Lo que hicieron con mi hermano fue un asesinato como hicieron con Antonio González Ramos, a quien unos policías franquistas mataron de una paliza en Tenerife el 30 de octubre de 1975, unos días después que a mi hermano. Yo fui a ver a la familia y les dije lo que había pasado con mi hermano también”.
Antonio González Ramos, militante del Partido de Unificación Comunista en Canarias (PUCC) -llegó a ser la tercera fuerza política de las islas, a finales de los años setenta, encuadrada en la coalición Unión del Pueblo Canario (UPC)-, fue torturado hasta la muerte por el inspector José Matute Fernández, en los sótanos de la Subdelegación del Gobierno en Tenerife.
Tras el asesinato de Antonio Padilla, sus acompañantes pasaron dos días entre rejas, y la primera noticia que le dieron a su familia fue la de que había muerto por una explosión provocada cuando se disponía a tirar la dinamita al mar. Después el juez togado militar, encargado de instruir la causa, sobreseyó el caso, considerando que la muerte era accidental. “Fue un tiro al aire para asustar” fue el argumento para que el juicio por el asesinato de Antonio nunca se celebrara.
Fuente → nuevarevolucion.es
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