
Ángel Etxaniz, militante de Herri Batasuna, ya estaba en el punto de mira de los terroristas de ultraderecha, y el 30 de agosto de 1980 fue objeto de un segundo atentado.Ángel Etxaniz Olabarría había nacido a finales de la guerra civil, en la localidad bizcaina de Zamudio, un municipio euskaldún y nacionalista que había sido muy castigada por los bombardeos aéreos por la Legión Cóndor previos a la toma de Bilbao. Ángel también había sufrido en sus carnes la represión franquista. Detenido y torturado en varias ocasiones por la Guardia Civil en 1964, 1968 y 1976. Precisamente durante esta última detención, la discoteca Club 34, de la que era propietario, fue objeto de un atentado, tal como informaba el diario El País, en un artículo fechado el 3 de junio y firmado por Jesús Cebeiro:
“La discoteca Club-34, situada en la localidad vizcaína de Ondárroa, fue objeto ayer de un atentado terrorista que, según todos los indicios, es obra de algún grupo de extrema derecha. Sobre las tres menos cuarto de la madrugada, un artefacto -al parecer, una granada de tipo especial- hacía explosión junto a la cabina de mandos, destrozando el tocadiscos, varios muebles y parte del cieloraso. Aunque los daños no han sido evaluados, algunos cálculos los han estimado por encima de las 200.000 pesetas.
Los autores del atentado aprovecharon el hecho de que la sala, suele permanecer cerrada durante los días laborables para apalancar la puerta y colocar el explosivo sin ningún riesgo.
Este club es propiedad de Angel Echániz Olabe, de treinta y ocho años, casado, padre de dos hijos y en espera de un tercero. El pasado 9 de abril fue detenido por supuesta relación con supuestos miembros de ETA después de un minucioso registro del local, en el que no fue encontrado ningún material subversivo, según manifestó la familia.
Ingresado en la prisión guipuzcoana de Martutene fue trasladado porteriormente a la cárcel de Zaragoza, donde se encuentra en la actualidad. Su nombre ha sido publicado en la prensa, debido a unas declaraciones de su familia, en las que se aseguraba que Ángel Echániz había sido sometido a malos tratos durante el período de detención previa.
Sus familiares fueron ayer los primeros en enterarse del atentado contra la discoteca, dado que viven en el piso superior. Durante los últimos meses aseguran haber recibido múltiples amenazas anónimas en las que se incluía la voladura de la discoteca en el caso de que dieran publicidad a los malos tratos de que había sido objeto Angel Echániz Ayer mismo, varias horas después de la explosión, la mujer del detenido salía en dirección a la cárcel de Zaragoza.”
Tres meses después, Ángel sería liberado. El atentado fue reivindicado por la Triple A, una de las franquicias de la extrema derecha en la Transición, cuyas conexiones con las cloacas del estado han sido señaladas en numerosas investigaciones periodísticas. Este fue el primer aviso, pero Ángel Etxaniz, militante de Herri Batasuna, ya estaba en el punto de mira de los terroristas de ultraderecha, y el 30 de agosto de 1980 fue objeto de un segundo atentado, aunque esta vez no contra sus bienes, sino contra su propia vida, aunque el escenario fue el mismo, el Club 34.
Ese día dos individuos, uno de ellos ocultando su rostro con un pasamontañas, entraron a la una de la madrugada, armados con una pistola y una metralleta, en la discoteca, y tras identificar a Ángel Etxaniz dispararon una ráfaga sobre él, que murió en el acto al recibir ocho tiros, dos de ellos en el corazón, mientras que su prima, Noelia Etxaniz, fue herida de gravedad. Hubo una tercera víctima, Pakita Aurresti, que trabajaba de taquillera, y que recibió un tiro en la región lumbar. Esta vez la reivindicación del atentado fue del Batallón Vasco Español, de las marcas bajo la que se cometieron más de 600 atentados en Euskalherria o contra ciudadanos vascos, causando 40 muertos. En el lugar se recogieron quince casquillos de bala. No hubo ninguna detención por el asesinato de Ángel Etxaniz. Otra vez triunfaba, como durante el franquismo, la más absoluta impunidad.
Su esposa Amaia Bedialaunet recordaba así aquellos difíciles momentos:
“El 30 de agosto de 1980, el Batallón Vasco Español lo mató en el bar de su propiedad. Justo al día siguiente, la UCD y otros partidos políticos convocaron una manifestación antiterrorista. Vaciaron el cargador y, una vez en el suelo, le dispararon en la yugular. Con el ruido de las balas, bajé corriendo, dejando a los niños dormidos. Pero para entonces ya estaba muerto. Decidí llevarme el cuerpo a casa. La Guardia Civil se presentó diciendo que querían ver el lugar, por si encontraban los casquillos.”
Dos días después el periodista Patxo Unzueta, que había sido militante de ETA y de la LKI, escribía en el diario El País un artículo titulado “Tensión en el funeral por el simpatizante de Herri Batasuna asesinado en Ondárroa”, en el que se decía lo siguiente:
“En un ambiente de gran tensión, que alcanzó su punto culminante al ser desarmado y golpeado por la multitud un capitán de la Guardia Civil que había esgrimido su pistola, se celebró el domingo en Ondárroa el funeral en memoria de Angel Etxániz, asesinado la víspera en un atentado que reivindicaron simultáneamente las organizaciones de extrema derecha Triple A y Batallón Vasco-Español. El incidente se produjo hacia las 17.30 horas, treinta minutos antes de la hora fijada para el inicio de la ceremonia religiosa. Varios cientos de personas, agolpadas en la calzada, frente a la puerta del Club 34, propiedad de Etxániz, esperaban la salida del féretro. Un automóvil Seat 127, de color verde, en cuyo interior viajaban un capitán y un cabo de la Guardia Civil, intentaba abrirse paso entre la gente, haciendo sonar el claxon insistentemente. Ante el creciente nerviosismo de los asistentes, el alcalde en funciones, acompañado por un concejal, se acercó al automóvil en el momento en que el capitán descendía a su vez del vehículo.
Este último gritó: «¿Qué pasa aquí?». El alcalde le explicó la situación y le pidió que diera un rodeo, como habían hecho otros coches al ver la aglomeración, para evitar incidentes. Un vecino se acercó en ese momento al oficial y le dijo: «Lo que queremos es que se vayan». El capitán, rodeado ya por un nutrido grupo de personas, respondió propinando un sopapo a su interpelante. Otra persona gritó: « ¡A esto no hay derecho!». El capitán sacó en ese momento su pistola, golpeando con ella en el rostro al último en hablar.
Varias personas arremetieron entonces contra el capitán, arrebatándole la pistola y golpeándole repetidamente, mientras otras personas pedían calma. El oficial, que perdió sus gafas en el tumulto, se levantó por su propio pie gritando: «¡La pistola! ¿Dónde está la pistola?», a la vez que la buscaba bajo los automóviles aparcados en las inmediaciones.
Para entonces habían salido ya del cuartel, situado a menos de doscientos metros del Club 34, una veintena de guardias civiles, unos de uniforme y otros de paisano, armados con metralletas, que se abrieron paso hasta el capitán agredido. Este ordenó registrar de inmediato el club, donde se encontraba la capilla ardiente, en busca de la pistola. La tensión creada por esta situación, agudizada por la cantidad de gente que abarrotaba el local, sólo cedió cuando el propio capitán dio la orden de suspender el registro, retirándose todos los guardias nuevamente al cuartel.
Minutos después, el féretro, cubierto por una gran ikurriña, era conducido a hombros de los amigos de Etxaniz al quiosco de la plaza, donde tuvo lugar un acto político en el que tomó la palabra el diputado de Herri Batasuna Telesforo Monzón. De ahí, rodeado por un grupo de dantzaris vascos y varias decenas de personas portando ikurriñas y coronas de flores, el féretro, seguido por varios miles de personas, fue conducido a la iglesia parroquial, donde tuvo lugar el funeral.”
En septiembre de ese mismo año, tres vecinos de Ángel fueron detenidos por la Guardia Civil en relación a la desaparición de la pistola el día de su funeral, conducidos al cuartel bilbaino de La Salve y torturados. Eran Fernando Agirre Aramaio (director de la Ikastola Zubi Zahar), José María Gisasola Undabarrena (presidente del Club de Fútbol Aurrera) y Ángel Santiso Alegría.
Fuente → nuevarevolucion.es
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