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Entre los rojos hijaranos empezaba a extenderse el desánimo. Todas las noticias anunciaban el avance incontenible de las tropas rebeldes, que sirviéndose de la aviación alemana e italiana machacaban y trituraban todo lo que se les ponía por delante, preparando y allanando el camino, para que la entrada de la infantería mora fuera expedita.
A primeros de marzo del 38 se sucedieron una serie de bombardeos en Híjar. Llegaron a producirse en varios días sucesivos, uno de ellos sobre la Azucarera de La Puebla de Híjar. Se presentaban escuadrillas de aviones alemanes, los Heinkel 111, a veces el número era superior a treinta, disparando con total impunidad y sin temor a ser abatidos, al no haber ningún tipo de defensa antiaérea. Solían llegar al amanecer, tratando de sorprender a la población. Provenían de la parte de Zaragoza, arrojaban toda su muerte enlatada y retornaban prestos a su lugar de partida. Se asemejaban a cuervos o buitres, dispuestos a capturar y destruir sus presas. Demolían todo lo que encontraban a su paso.
La población intentaba protegerse de la mejor manera posible. Unos, la mayoría, lo hacían en bodegas subterráneas, que habían sido hechas para guardar toneles de vino, no para proteger a seres humanos. Otros, los menos, huían a los campos, refugiándose en mases o torres. Mas, todos estaban expuestos al peligro del bombardeo.
Primero era un ruido ensordecedor; después mucho humo, polvo y olor a quemado. Y muerte. Mucha muerte. Aquellos que estaban en los refugios subterráneos, tenían una sensación semejante a un terremoto. Los estallidos de las bombas, aun durando unos breves momentos, les parecían eternos. Todos, mientras tanto, se abrazaban, lloraban y rezaban. Luego un silencio sepulcral. Ahora preguntaban por sus familiares, amigos y conocidos. Si estaban todos, el regocijo era sublime, como si volvieran a nacer. Y otra vez una dramática espera, ya que los bombardeos podían repetirse en el mismo día y a las pocas horas.
En un refugio de la Plaza de San Antón, un día triste de marzo, a las 10 de la mañana, sucumbieron asfixiadas 29 personas, al taponarse la boca de entrada con la destrucción de una casa. Perecieron de todas las edades; chicos y mayores; hombres y mujeres: Hubo un superviviente, el tío Mariano “El Ron”, del Castillo, que perdió de una tacada a su esposa, varios hijos, hermanos, cuñados y otros familiares. Sólo le quedó una hija. A una viuda le mataron 4 hijos. También murieron algunos soldados. Sacar todos los cuerpos de los muertos y su posterior inhumación en una zanja del Cementerio Municipal, cavada aprisa y corriendo, fue uno de los días más tristes de la historia del pueblo.
Acabado el bombardeo, todo el mundo salía precipitadamente de los refugios o volvía con las caballerías de los campos, para conocer el estado de sus casas. La tarea era ardua y sumamente peligrosa, ya que debían sortear las ruinas que taponaban algunas calles, y medir muy bien sus pasos, para evitar el ser sepultados. A pesar de ello, asumían el riesgo, para conocer la situación de sus escasas pertenencias.
Algunos, al llegar a su casa, se derrumbaban al encontrarla totalmente destruida. Otros, más afortunados, las tenían incólumes. Aquellos contemplaban un espectáculo dramático y que no olvidarían a lo largo de su vida. Su casa partida en dos de cuajo, como si hubiera caído un violento rayo tras una fuerte tormenta, o se hubiera visto sometida a un traumático terremoto. Podían contemplar desde la calle los 3 pisos a la vez, al haberse desplomado toda la fachada. En la cuadra las dos caballerías, una mula y un caballo yacían muertos, con sus cuerpos descoyuntados y ensangrentados, mezclados con distintos aperos de labranza. La cocina, que estaba en el segundo piso, estaba llena de trigo precipitados desde el mirador, y perolas, platos, mesas, sillas y la cadiera; todo mezclado de una manera desordenada. En el dormitorio la cama de matrimonio cubierta de enruna y reble; los retratos familiares hechos mil pedazos. El mirador, además del trigo que no se había precipitado a los pisos inferiores, mostraba tinajas de aceite rotas, algún tronco de leña; todo en un caos absoluto. Una cincuentena de vecinos del lugar pasaban por estas inolvidables circunstancias, tras cada uno de los bombardeos. Todo lo que habían conseguido, en muchos años de esfuerzo y de sacrificio, lo habían perdido para siempre. A pesar de ello, daban gracias a Dios, por seguir viviendo.
Los rojos, que había tenido un protagonismo político más destacado, estaban pensando ya en marchar hacia la parte de Cataluña y Valencia. Eran conscientes de que sus vidas y su familia, si permanecían allí, corrían graves riegos, tal como estaba ocurriendo a muchos de sus compañeros en otras poblaciones. La llegada del ejército rebelde era como una marea negra. Todo lo ensuciaba y lo manchaba. La muerte se enseñoreaba. La guillotina franquista, según las directrices de sus dirigentes y el beneplácito de la jerarquía católica, debía sin compasión borrar la chusma y basura roja. Las tropas moras violaban, saqueaban y hacían mal por doquier.
En el Centro de la UGT, los Rullos, José y Miguel, el Tío Rinconero, Manuel Meseguer, uno de los Tenas, entre otros, hablaban sobre la nueva, aunque ya previsible, situación. Como, casi siempre, José Gálvez Oliver, el Tío Rullo, llevaba la voz cantante:
“Por las noticias que llegan a través de la radio, y las que nos han dicho desde Comandancia Militar el avance de las tropas fascistas es incontenible. Las nuestras se están retirando hacia la parte de Alcañiz. No podemos permanecer aquí. Si lo hacemos todos nosotros sufriremos graves castigos. El momento es crítico. Debemos coger nuestras pertenencias más imprescindibles, y con la mayor rapidez posible huir hacia la parte republicana.
Nadie se atrevía a replicar. Todos estaban de acuerdo. La mujer y las hijas del Tío Rullo lloraban desconsoladamente. El momento era dramático. Tras unos breves momentos de silencio, que se hicieron eternos, intervino el Tío Rinconero:
“Tiene cojones la cosa, que hayamos llegado a esta situación. Si no podía ser de otra manera. Esto se veía venir. El hijo de puta de Franco va a conseguir su objetivo, gracias al apoyo de las fuerzas fascistas de Hitler y Mussolini. Ellos lo han tenido muy claro. Han impuesto un mando único. Nosotros, en cambio, nos hemos enfrentado. Recordad los acontecimientos de mayo del año pasado en Barcelona. Y aquí mismo en nuestro pueblo lo hemos vivido. Esos anarquistas obstinados en hacer la revolución, se olvidaron que primero debíamos ganar la guerra. Ahora estamos recogiendo lo que hemos sembrado. Esperemos que no todo este perdido”.
El Tena prosiguió:
“Ahora no es tiempo de lamentaciones. No debemos mirar al pasado; debemos mirar hacia el futuro. Soy optimista, todavía no está todo perdido. Cataluña, Valencia y Madrid todavía son nuestras”.
Tomó la palabra de nuevo, el Tío Rullo:
“Vamos al grano. Dejémonos de hostias. Ya no sirve de nada hablar de lo que pasó. Ahora estamos a lo que estamos. Nosotros, los cabezas de familia, debemos marcharnos. En mi caso me acompañará toda mi familia, incluida la abuela que está enferma y en edad muy avanzada. He hablado con la Comandancia Militar y el capitán me ha comunicado que esta tarde a las cinco, a la altura del puente del río Martín habrá 3 camiones a nuestra disposición. Es todo. El tiempo apremia”.
Nadie rechistó, y todos marcharon a sus casas respectivas, para hablar con sus familias y ver qué decisión tomaban. El Tío Rullo con toda su familia se sentaron en torno a la gran mesa de la cocina. La esposa y la abuela lloraban desconsoladamente. Las hijas finalmente hicieron lo mismo. El único que no lo hacía era él, aunque su tristeza y dolor no era menor. Se asomó al Paseo desde la ventana y miró aquella calle donde había compartido tantas experiencias con sus vecinos. La imaginó toda llena de caballerías; mulos, caballos, asnos, que traían los feriantes de los pueblos de todo el entorno para venderlas en las fiestas patronales de septiembre a los campesinos, a los que su esposa sacaba una botella de anís y unas pastas caseras. Igualmente pasó por su mente en aquellos momentos el carro tirado por los caballos, lleno de trigo o cebada, después de un año de buena cosecha. Recordó aquellas noches calurosas del verano, en que a la puerta de la casa sacaban unas sillas para sentarse a tomar la fresca con los vecinos de al lado, para hablar de todo; cosechas, política, el tiempo, u, otras cosas más insustanciales. Y otras experiencias, a cual de ellas más dignas de recuerdo. Mientras pasaban por su mente todas estas cosas, su corazón se entristecía y achicaba cada vez más. Lo tuvo claro. Todo esto no se iba a repetir. Además pensó en tanto esfuerzo inútil para cambiar su pueblo, que lo quería hasta lo más profundo de su ser. Tantas ilusiones y tan pocos resultados. Hizo de tripas corazón y llamando a su mujer le preguntó si habían recogido lo más imprescindible. La esposa asintió.
Sobre las cuatro y media de la tarde un centenar de personas estaban en el puente. La ropa puesta, un chusco de pan con un trozo de tocino en la alforja y una pequeña bolsa con las pertenencias más imprescindibles y personales, era todo el equipaje. De una manera ordenada fueron subiendo en la caja de los camiones y se aposentaron como mejor pudieron. A pesar de la escasez de espacio cupieron todos. Se apretujaron unos con otros. Nadia hablaba. Bastantes lágrimas aparecían en las mejillas de las mujeres. Los chicos no tenían ganas de jugar. Todo era tristeza y desesperanza.

Los tres camiones, bastante viejos y que habían pasado por mil experiencias, iniciaron una lenta marcha, por la mucha carga humana. Se oían no muy lejos estallidos de bombas. Entraron en la carretera de Castellón hacia Alcañiz, como primer punto de llegada. Las ruedas al chirriar, parecía que lloraban también. Al subir la cuesta la Vela, los rojos pudieron ver en los márgenes de la carretera, a muchos vecinos con sus ojos alegres. Siguieron el camino a trancas y barrancas; llegaron y sobrepasaron las últimas casas del pueblo. A continuación, pudieron ver las eras, los mases, los pajares, los trillos romanos, los carros y algún montón de paja sin recoger. Los hombres empujaban para que los camiones se detuvieran. Fue en vano. Alcanzaron las curvas sinuosas de la cuesta del Muro, las superaron, y ya perdieron de vista definitivamente su pueblo.
En el primer camión iban juntos el Tío Rinconero y el Tío Rullo con sus largas y abundantes familias. No hacían otra cosa que mirarse ambos. No se decían nada, tampoco les eran necesario. Compañeros en tantas batallas, se conocían totalmente. Cuando desapareció de su vista el pueblo, el Tío Rinconero al Tío Rullo, le preguntó:
“¿Qué ha pasado? ¿Qué hemos hecho mal?”
Tras un largo silencio le contestó escuetamente:
“No lo sé”.
De nuevo, el Tío Rinconero, le preguntó:
“¿Crees que volveremos algún día?”
Le contestó, sin dudarlo:
“Puedes estar seguro que volveremos. No pasará mucho tiempo”.
El Tío Rullo nunca mintió en su vida. Siempre hay una primera.

El relato precedente ha sido confeccionado a través de un ejercicio de historia oral. Lo he construido con entrevistas a hijaranos que sufrieron estos acontecimientos. Entre ellos, mi madre, Lina Millán y las hijas del Tío Rullo, Adela y Pilar. La historia oral ha sido muy denigrada por la historia académica. Discrepo de esta visión. Es un complemento a la historia construida en fuentes documentales. Al respecto me parece muy importante la visión de Reyes Mate sobre la memoria en una conferencia titulada Memoria histórica y ética de las víctimas pronunciada en las XI Jornadas de Pensamiento Crítico, celebradas en Madrid el diciembre de 2015.
“Los historiadores hablan del pasado y el pasado interesa a la historia y a la memoria, pero los historiadores tienen su propia idea de la memoria y resulta bastante difícil hablar con ellos sobre la memoria. El historiador asevera que la lectura rigurosa del pasado es cosa de la historia y que esta se atiene a los hechos y quiere conocer objetivamente lo que ocurrió. De tal manera que hasta el siglo XIX se mantuvo –muchos historiadores todavía se lo creen– que la historia es una ciencia.
Y estos historiadores afirman que la memoria, sin embargo, es la vivencia subjetiva del pasado. Es lo que cada cual se lleva de él, y eso es muy subjetivo, es un sentimiento no un conocimiento, algo privado y no público; y por esta razón es tan peligroso que la memoria cuente en política, que se lleve, por ejemplo, a una ley.
También hablan de la memoria, pero en un sentido totalmente opuesto, otros historiadores; me refiero a grandes escritores. Cien años de soledad de García Márquez.
Cien años de soledad es seguramente el tratado de la memoria más extraordinario que uno puede leer. Cuenta la historia de Macondo, una ciudad que expresa o simboliza lo nuevo, América. El problema que tienen los habitantes de Macondo es que nacen enfermos, nacen con la peste del olvido, y ese olvido, esa enfermedad, es la causa de todas las desgracias que, a lo largo de la historia, va contando el narrador. Es la historia de las siete generaciones de los Buendía, y cada generación de los Buendía representa el tipo de cultura o de modelo político que han importado de Europa o de América.
¿Qué quiere decir García Márquez con lo del olvido, de qué se están olvidando los latinoamericanos, en qué consiste la peste del olvido? Consiste en que, cuando llegan los conquistadores de Europa, lo hacen con la idea de que son portadores de una cultura superior y se encuentran un lugar en el que, para ellos, se vive en la prehistoria. Y el occidental que llega allí le dice al indígena: “si queréis entrar en la historia que nosotros representamos tenéis que renunciar a la vuestra, porque esa es la prehistoria”. Entrar en la historia significa renunciar a sus propias raíces, a su cultura, a lo que han sido.
Y eso para García Márquez es el origen de todas las desgracias. En un momento determinado de su narración, uno de sus personajes dice a los contertulios familiares “agarremos unos taburetes, sentémonos a la puerta y contemos lo que realmente nos ocurrió, antes de que lleguen los historiadores, antes de que llegue el discurso del occidental, que nos va a contar lo que somos y de dónde venimos”.
Recurro ahora a la documentación histórica sobre los hechos descritos en el relato. José Mª Maldonado autor del libro “Alcañiz/1938 El bombardeo olvidado, publicó además un artículo “Los bombardeos de Híjar por la Legión Cóndor hace 80 años en la Revista Rujiar: Miscelánea del Centro de Estudios del Bajo Martín, nº 9. 200, en el que nos describe de una manera pormenorizada cómo a primeros de marzo de 1938, se sucedieron en Híjar una serie de bombardeos terribles por parte de la aviación alemana, la Legión Cóndor, que produjeron una cuantiosa sangría de víctimas humanas, como destrozos incontables en sus viviendas e infraestructuras. Como anécdota, José Mari, amigo y compañero del Instituto de Alcañiz, con una ayuda del Gobierno de Aragón estuvo en el Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia a buscar documentación sobre el bombardeo de Alcañiz, donde pudo encontrar unas 30 fotografías espectaculares. Y le pedí que me consiguiera las de los bombardeos de Híjar, y me dijo que no tenía suerte, ya que los de Hijar fueron por parte de la aviación alemana.
Maldonado nos contextualiza estos bombardeos de Híjar en la para él llamada batalla de Aragón, la más importante batalla de la Guerra Civil, cuyo objetivo era romper la España republicana en dos. Objetivo alcanzado cuando las tropas franquistas llegaron a Vinaroz el 15 de abril de 1938. Esa consideración sobre la trascendencia en la guerra de la batalla de Aragón me parece muy acertado ya que dividió en dos la España leal a la República. Sigamos con las palabras de Maldonado, al que he pedido permiso para su reproducción:
“Tras la reconquista de la ciudad de Teruel el 22 de febrero de 1938, el ejército gubernamental había quedado bastante diezmado y bajo de moral de combate. El frío, la derrota y el repliegue habían hecho mella entre los civiles y militares republicanos. Franco se encontró con una tremenda masa de hombres cercanos al frente de guerra aragonés y decidió utilizarlos para alcanzar un viejo proyecto: la rotura del frente de Aragón con el último objetivo de alcanzar el mar Mediterráneo y propiciar así la separación física de Cataluña respecto a la zona de Valencia y con ello del resto de la zona republicana. Podía conseguir, además de aislar a esta región, impedir el paso de cualquier mercancía, incluida la ayuda de armas, a través de la frontera francesa hacia las dos zonas gubernamentales, la del centro y la levantina. Esta operación iba a llevarse en un primer movimiento, por las tierras situadas al sur del río Ebro, y con un objetivo inicial muy claro: llegar hasta el río Guadalope y conquistar las ciudades de Alcañiz y de Caspe. Luego vendrían metas más osadas y definitivas. Esta ofensiva daría comienzo la mañana del miércoles 9 de marzo de 1938. Las órdenes para la preparación de esta gran maniobra se iniciaron nada más concluir la conquista de Teruel ya que la gran potencia ofensiva que en aquellos momentos contaba el ejército franquista contrastaba con la republicana. Los Cuerpos de Ejército de Castilla, de Galicia, el Marroquí, el Cuerpo de Tropas Voluntarias italianas (CTV), así como la 1ª División de Navarra iban a tomar parte en la conquista en la denominada Zona Sur del Ebro. A esta gran cantidad de tropas y material bélico se agregaron toda el arma de aviación con que contaba Franco: la propia Aviación Hispana, la Aviación Legionaria italiana y la Legión Cóndor alemana. Los días previos al inicio de la batalla, los grandes aviones bombarderos se encargaron de ir preparando el terreno destruyendo aquellos objetivos que pensaban podían dificultar su ataque o bien pudieran facilitar las acciones al enemigo. Así bombardearon puentes en Caspe y Sástago para evitar la llegada de cualquier tipo de ayuda desde la zona norte e impedir una posible retirada; destruyeron aeródromos y aviones en Sariñena, Bujaraloz y Caspe con el fin de imposibilitar el despegue de aviones que atacaran sus propias fuerzas. La realidad es que a pesar de que las fuerzas terrestres iniciaron sus acciones el día 9 de marzo, la ofensiva comenzó 6 días antes, el 3 de marzo, con el tremendo bombardeo de la ciudad de Alcañiz, ya citado, que dejó cientos de muertos bajo los escombros. Este bombardeo de Alcañiz se ha denominado el Guernica aragonés. Los días 6,7, y 8, previos al inicio de las operaciones, continuaron los bombardeos preparando el terreno a las tropas terrestres. Lugares cercanos al frente y otros más alejados, pero que se consideraban interesantes destruir, tuvieron la funesta visita de los aviones. La Puebla de Híjar e Híjar no fueron ajenos a estos castigos. El día 6, Híjar ya fue bombardeada, aunque con pequeñas consecuencias. Los grandes bombardeos que sufrió la Villa de Híjar tuvieron lugar en plena ofensiva de la rotura del frente de Aragón. Fueron tres días consecutivos, el 10, 11 y 12 de marzo los que la población sufrió las consecuencias de las bombas alemanas. En la distribución de las tropas y de los aviones para el ataque definitivo sobre esta comarca, fue la aviación alemana, la famosa Legión Cóndor, la encargada de dar apoyo y facilitar la labor de conquista a las tropas del Cuerpo de Ejército Marroquí que se encontraban al mando del ya general Yagüe. Tanto Híjar como Caspe, entre otras poblaciones, fueron bombardeadas por las tropas y las bombas alemanas. Fueron los enormes Heinkel 111 los que descargaron sus bombas sobre las casas, las tropas y sobre la población civil, un ensayo y un entrenamiento de lo que luego llevarían magistralmente a la práctica y a gran escala durante la Segunda Guerra Mundial.
A continuación, reflejo unos datos sobre el Tío Rinconero y el Tío Rullo, incluidas sus fotografías.

José Gómez Turón. El Tío Rinconero. Pequeño agricultor. Miembro de la Federación de Trabajadores de la Tierra de la UGT de Híjar (Teruel) de la que fue secretario. Conocido como el “Tío Rinconero”. En abril de 1933 encabezó la candidatura del Partido Republicano Radical Socialista en las elecciones municipales, sin resultar elegido. Al constituirse los nuevos ayuntamientos tras el triunfo electoral del Frente Popular en febrero de 1936 ejerció como primer teniente de alcalde en el citado ayuntamiento. Al producirse el golpe de Estado de julio de 1936 fue detenido, siendo liberado a los pocos días al ser tomado Híjar (Teruel) por columnas anarquistas. Durante el periodo que dicha localidad permaneció como zona republicana (finales de julio 1936 al 13 de marzo de 1938) fue miembro de su Consejo Municipal llegando a presidirlo en varias ocasiones. Estuvo internado en la cárcel de Alcañiz (Teruel) durante 28 días en mayo-junio de 1937 acusado por los anarquistas de impedir el desarrollo de la colectividad en Híjar. El 23 de octubre de 1937 participó en la constitución de la AS de Híjar (Teruel), siendo elegido tesorero-contador de la misma. Al ser tomada la población por las tropas franquistas pasó a Cataluña resultando herido en un bombardeo en Tortosa (Tarragona). Fue detenido en Barcelona en enero de 1939 e internado en la prisión celular. El 17 de abril de ese año fue trasladado a la cárcel de Torrero (Zaragoza) donde en Consejo de Guerra celebrado el 17 de febrero de 1940 fue condenado a la pena de muerte, siendo fusilado en Zaragoza inválido, ciego y con 71 años el 23 de octubre de 1940. Padre de Francisco Gómez Gálvez, un maestro que también fue represaliado con bastantes años de cárcel..
José Gálvez Oliver. Campesino. Conocido como “Tío Rullo”. Desde 1917 fue concejal por el Partido Liberal, perteneciendo desde 1920 a la Agrupación Regionalista. Recuperó su cargo en el ayuntamiento el 25 de febrero de 1930, después de la dictadura de Primo de Rivera. En 1922 fue uno de los fundadores de la Sociedad de Pequeños Propietarios y Colonos, afiliada a la UGT-FNTT desde la Segunda República. En las elecciones municipales de abril de 1933 encabezó la lista del Partido Republicano Radical Socialista. El 5 de marzo de 1936 conseguiría la alcaldía con la llegada al poder del Frente Popular. Durante la guerra civil continuó formando parte del ayuntamiento de Híjar (Teruel), salvo 28 días de mayo-junio de 1937 que estuvo preso en la cárcel de Alcañiz por sus discrepancias con los miembros municipales de la CNT, organización que en ese momento dominaba el Consejo Regional de Aragón. Volvió al ayuntamiento en septiembre como consejero de la UGT, siendo elegido el 31 de octubre de 1937 consejero por el PSOE. El 23 de octubre de 1937 participó en la constitución de la AS de Híjar, siendo elegido presidente de la misma. El 13 de marzo de 1938 las tropas golpistas tomaron Híjar, obligando a Gálvez Oliver a refugiarse en Francia junto con su familia. Durante el exilió militó en la CGT. Falleció en Perpignan el 20 de febrero de 1967.
Gracias a la Fundación Bernardo Aladrén-un concejal, primer teniente alcalde socialista del Ayuntamiento de Zaragoza en 1931 y fusilado en los primeros días del golpe en Zaragoza- vinculada a la UGT el que escribe estas líneas escribió una biografía al Tío Rullo, y que pude entregársela en un acto pleno de emoción en 2017 a su hija Pilar, de 90 años, que había llegado expresamente a Híjar para el homenaje que se le hizo en la Casa del Hijarano en su pueblo natal, organizado por la Comarca del “Bajo Martín”, cuya presidenta era entonces la alcaldesa de La Puebla de Híjar, Juana Barreda le entregó una placa de homenaje y recuerdo.
Reproduzco la Introducción del libro:
“Esta breve y sencilla introducción va dirigida a ti, Tío Rullo. No quiero palabras rebuscadas y selectas. Me dirijo a ti, con palabras de tu pueblo y el mío; el nuestro. A veces, son tan sencillas que algunos no las entienden. Tú, seguro, que las entiendes, como la gran mayoría.
Hace mucho ya, que he sentido especial interés por ti, Tío Rullo. Siendo niño, pude oír comentarios durísimos, siempre a hurtadillas, sobre tu persona, acusándote de haber sido el culpable de todo tipo de fechorías acontecidas en Híjar en los primeros meses de la Guerra Civil española, tras la entrada de las columnas anarquistas catalanas. Pocos se atrevían a hablar de ti. Eras un tema tabú. Eras el demonio.
Ya un tanto lejana mi juventud, siendo profesor de historia, pronto sentí predilección por los tiempos de la IIª República, que no acaba en 1936, sino en 1939, aunque la podíamos prolongar hasta hoy mismo; y especialmente, por la historia local de Híjar, mi pueblo natal. Inicié mi trabajo con un primer contacto con los Libros de Actas Municipales. Pronto pude constatar tu presencia constante, Tío Rullo. Son muy pocas las Actas en las que tus intervenciones no estaban presentes de una manera u otra. Tu activismo político fue constante. Además siempre defendías a los más necesitados. No te parabas ante nada ni ante nadie para defender la justicia, aunque ello te pudiera acarrear graves perjuicios personales o familiares. De verdad, fuiste para mí un auténtico descubrimiento. Amplié la documentación escrita en el Archivo Histórico Nacional, en Madrid, donde pude conocer con todo tipo de detalles la Causa General, relacionada con Híjar, donde eras unos de los personajes, como no podía ser de otra manera, que merecía más atención.
Con el propósito de ir incrementando mis conocimientos sobre ti, tuve el privilegio de contactar en el año 2000 con tus descendientes más directos exiliados: tus hijas María, Pilar y Adela. Ellas me proporcionaron por vía escrita nuevos e enriquecedores datos tuyos, que me sirvieron para conocerte más y mejor. Posteriormente, en el año 2005, gracias a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, entablé contacto con tus nietos Maruja, Joaquín y Lolita. Se prestaron desinteresadamente a proporcionarme nuevos datos sobre su abuelo, por el que manifestaron siempre gran cariño y respeto.
En Híjar, Pascual Ferrer, y mi madre, Lina, me aportaron nuevas informaciones orales. Cada vez más aumentaba mi interés por ti, Tío Rullo.
Me pareces un hombre recio, de temple, de profundas y firmes convicciones políticas socialistas. Por ellas sacrificaste todo: hacienda, familia y tu persona. Eres todo un ejemplo, para los hombres de hoy en día que no damos un paso si no es para conseguir algún beneficio. Sirvan estas breves líneas de homenaje para tu persona. Serían necesarias muchas más para que fueras reconocido como te mereces”.
Fuente → nuevatribuna.es
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