
Jesús Garcés Casas
Jesús Garcés Casas. Maestro, es presidente del Consejo Escolar de Aragón. En el Departamento de Educación del Gobierno de Aragón, ha trabajado en la implementación de programas educativos de innovación, ha sido asesor técnico de educación de adultos, jefe de unidad de educación a distancia, asesor técnico de atención a la diversidad y Director General de Innovación Educativa. El artículo forma parte del libro «Asaltar los suelos», donde 71 activistas y representantes sociales reflexionan sobre el movimiento juvenil en el 25 aniversario del MLPA.
Sirvan estas líneas para recordar a la promoción de Magisterio de Ciencias Humanas 1976-1979 de la Escuela Normal de Zaragoza. La del Mazinger-Z.
Con el tiempo todo se idealiza y la memoria que es muy selectiva, va recolocando y resituando los recuerdos, de forma que lo negativo se va olvidando y solo quedan, por distintas razones, los buenos recuerdos. Aclararé que en esos años fue muy popular una serie de dibujos animados, Mazinger-Z, y no sé por qué oscura razón decidimos dibujarlo, y pintarlo en el rellano entre el segundo y tercer piso de la Escuela Normal de Magisterio, pero lo hicimos y allí quedo por algunos años. A mí me gusta identificar a esa promoción, mi promoción, con ese dibujo.
Por cierto, el término de Escuela Normal, es histórico coloquial, ya que en esos años ya era Escuela Universitaria y sus estudios también, concretamente desde la Ley de Educación de 1970 haciéndose efectiva esa integración en la Universidad en 1972, pero todo eso está muy bien documentado y por lo tanto solo hay que consultarlo.
No pretendo que estas líneas sean un documento histórico, pero sí un ejercicio de memoria en el que se agolpan los recuerdos de unos años que son, sin duda, intensos tanto en lo político como en lo personal.
En noviembre de 1975, cuando el dictador muere en la cama, algunos de los hijos e hijas de las clases populares estábamos empezando a acceder a la Universidad. El curso 1975-1976 fue el segundo en la implantación del llamado COU (Curso de Orientación Universitaria), obligatorio para acceder a la universidad, y al terminar ya se había sustituido la antigua Reválida por la Selectividad. Todo ello suponía un esfuerzo de preparación y adaptación y sobre todo de mayor inseguridad y preocupación.
Añadido a todo esto, fue la primera experiencia de encuentro en un mismo espacio educativo con las chicas. Casi nada el cambio. Toda la escolarización separados, hubo que aprender a relacionarse en este contexto, al principio costó, pero todo fue fluyendo con total naturalidad a lo largo del curso.
Para acceder a las diplomaturas de magisterio no se necesitaba el examen de Selectividad, se accedía teniendo el COU aprobado y una sencilla prueba de nivel. Eran unos estudios más cortos, de tres cursos frente a los cinco de las Licenciaturas y por lo tanto más económicos también, factores a tener en cuenta.
En mi caso, decidirme por Magisterio, teniendo claro que la docencia me gustaba, y con 17 años, fue algo impulsivo, poco meditado, pero tengo que reconocer, ahora sí pasado el tiempo, que fue una decisión acertada. El curso empezaba y un nuevo tiempo personal, académico y político, también. La Normal de Magisterio estaba fuera del campus universitario, y no era solo una situación física, lo era a todos los efectos, convocatorias, cartelería, murales, asambleas, movilizaciones… todo llegaba como con sordina, más tarde, y con decisiones ya tomadas en las que no participábamos.
Esto supuso en las organizaciones políticas juveniles un tema de constantes tensiones, que con más buena voluntad que acierto se fueron solventando. En el fondo nos sentíamos aparte, al margen, pertenecíamos a la Universidad, pero como si fuéramos de segunda, al fin y al cabo, estudiábamos para ser “tan solo” Diplomados. El número de alumnado por clase era muy elevado, teníamos asignaturas en las que pasábamos de cien, e incluso clases que había que desdoblar. En todas las aulas se fumaba, y se fumaba mucho. La nube de humo impregnaba todo, Rex, Ducados, Fortuna, la cajetilla siempre a mano tanto entre los profesores como entre los alumnos.
El bar del sótano también jugó un papel importante, te juntabas con los compañeros y compañeras, discusiones, partidas a las cartas, primeros amores y desamores, todo ello se conjugaba en un ambiente ilusionante e intenso.
En este primer cuso 1976-1977 y prácticamente en todas las diplomaturas, estaban las especialidades de Ciencias Humanas, que fue la que yo elegí, Filología, Ciencias… Estuvimos en una constante reivindicación, en una continua movilización. Motivos no nos faltaban: por los Planes de estudios, por la práctica docente de algún profesor de marcado carácter reaccionario, no daré nombres, o por la situación política que estábamos atravesando, y que ha quedado definida como la Transición. Coda uno la vivió desde situaciones bien distintas, quien quiso no se involucró, en mi caso participé de forma natural y con cierta implicación.
En la Normal de Magisterio de Zaragoza y en todo la Universidad se vivía una actividad política frenética. A medida que entrabas en el edificio, e ibas subiendo por las escaleras, el ascensor estaba permanentemente ocupado o estropeado, la cartelería te anunciaba las asambleas y reuniones que constantemente estaban convocadas, cualquier espacio podía servir, en clases, pasillos, en el bar del sótano, en el Salón de Actos… la decisión de acudir o no era personal, y eso ocasionaba saltarte algunas clases.
En mi recuerdo está, sobre todo, el propio ambiente político. Si te interesaba, como era mi caso, te envolvía y te sumía en un permanente estado de excitación y entusiasmo. Aunque el dictador había muerto, el post-franquismo daba constantes muestras de estar muy vivo y tremendamente activo.
No puedo decir que fuera un miembro destacado de la vanguardia estudiantil, muy minoritaria, por cierto, pero tampoco de esa numerosa mayoría que permanecía en actitud apática y más preocupada en Magisterio por sacar las notas más altas y conseguir el acceso directo. Algo que ahora es impensable, pero entonces suponía obtener una plaza de funcionario, para toda la vida, sin necesidad de pasar por la oposición. Sin embargo, mis inquietudes no me llevaron por ese camino, y a fuerza de ser sincero, bien que me pesó en algún momento.
El PCE y su célula universitaria era la organización más implantada sobre todo en la Facultad de Filosofía y Letras, y en el campus universitario, por lo que en Magisterio había espacio para otras fuerzas políticas más radicales, el MC, PTE, ORT… y así como los Comités de Estudiantes, que intentaron aglutinar a toda la izquierda. Todo pasaba por las asambleas, todo se debatía y se votaba. Había una alta participación, cada acción, cada encierro, cada reivindicación o movilización se intentaba realizar con la mayor unidad posible, o por lo menos eso nos parecía. Evidentemente cada organización intentaba rentabilizarlas en exclusividad, con las consiguientes tensiones con los comités unitarios.
Por su parte, los grupos de extrema derecha, como los Guerrilleros de Cristo Rey y otros, estaban activos y muy activos. No recuerdo incidentes graves en Magisterio, pero sí en otras Facultades del Campus de San Francisco, con agresiones a profesores y a estudiantes, que tenían respuesta inmediata, por nuestra parte, en concentraciones y saltos en las calles cercanas, con las consiguientes carreras antes los grises. Los acontecimientos dramáticos de Montejurra o de Vitoria, tenían también respuesta inmediata a través de los diferentes órganos unitarios, donde se encuadraban las organizaciones de izquierda, como la Junta Democrática de España y la Plataforma de Convergencia Democrática. La primera de ellas se fundó en 1974 y fue promovida por el PCE. La segunda nació en 1975 en torno al PSOE y otros grupos como el MCE y el Partido Carlista. Ambas se fusionaron en 1976 y adoptaron el nombre de Coordinación Democrática, aunque fue más conocida como la Platajunta.
A partir de 1977 tuvieron lugar las primeras elecciones municipales para elegir a los representantes en los Ayuntamientos, también se legalizaron los Sindicatos y los Partidos Políticos y se aprobó la Constitución en diciembre de 1978. Todos estos acontecimientos convivían con situaciones de extrema violencia como la matanza de los abogados laboralistas de Atocha en Madrid, los atentados de ETA y los GRAPO, y las tensiones permanentes provocadas por el ruido de sables.
El protagonismo del movimiento universitario fue desapareciendo y se trasladó a la acción política en otros ámbitos y espacios, mucho más institucionales. No quiere decir que bajara la intensidad, al menos en un principio, sino que se desplazó, o por lo menos así lo recuerdo.
Mi diplomatura avanzaba en los años 1978 y 1979 y yo con ella. El tiempo que no dedicaba al estudio tenía sus consecuencias y no me quedaba otra que recuperar en los “septiembres”. Magisterio llegó a su fin y la transición personal y política fue avanzando, transformándose y yo con ella, diluyéndose, dando paso a otros fenómenos, y espacios sociales como la movida o el rollo. Mi etapa estudiantil no terminó aquí, años después, continué estudios, pero fueron tiempos distintos vividos con otra intensidad. Y esa es otra historia.
Fuente → memoriadelfuturo.eu
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