
He decidido recuperar dos escritos míos de finales de los
años noventa del siglo pasado, en los que traté de incidir en la
naturaleza del régimen franquista. Los publiqué en Debate Ciudadano de Barbate, boletín editado por la Asamblea local de IU, dentro de la columna "Torre del Tajo" y que firmaba como Diego Picón.
Considero que lo que escribí en ellos sigue teniendo actualidad, si bien deben leerse teniendo en cuenta el tiempo transcurrido. He añadido, no obstante, algunas notas con el fin de aclarar aspectos que puedan generar confusión. A vueltas con Franco y el franquismo
Helos aquí.
La Transición y su legado
El tema de la Transición volvió hace un año a nuestra cotidianeidad
a través de libros, vídeos, coleccionables de periódicos, documentales o
debates, ofreciéndonos algo que parecía desconocido por muchas personas,
olvidado por otras tantas, presente por las menos e incluso escondido por unas
pocas interesadas. Se ha repetido el carácter ejemplar que tuvo y destacado la
figura del rey, considerado poco menos que artífice de la misma. Bien es verdad
que no ha faltado resaltar un hecho trascendente: los cambios en la
sociedad española desde los años sesenta, que dieron lugar, entre otras cosas,
a un desarrollo de las clases medias. Pero recordemos algunos hechos: 1967,
nombramiento de Carrero Blanco [1] como
jefe de gobierno; 1969, designación de Juan Carlos como sucesor de Franco a su
muerte; 1973, muerte de Carrero Blanco tras un atentado de ETA; 1974,
enfermedad de Franco, y formación por la oposición de la Junta Democrática [2] (en
el 75, la Plataforma de Convergencia Democrática [3]);
1975, muerte de Franco en noviembre y proclamación de Juan Carlos como rey;
1976, nombramiento de Adolfo Suárez como presidente de gobierno y aprobación de
la ley para la Reforma Política; 1977, legalización del PCE, celebración
de elecciones y firma de los Pactos de la Moncloa [4];
1978, aprobación de la Constitución. Dando a todo esto un poco de
sentido, parece evidente que los planes de sucesión iniciales de Franco se
trastocaron con la muerte de Carrero y que su enfermedad obligó a un
replanteamiento del futuro entre los franquistas, algunos de los cuales
diseñaron una tibia apertura (Arias Navarro y su "espíritu del 28 de
febrero"). La oposición democrática a su vez creó organismos unitarios (de
ámbito estatal y en las nacionalidades) e intensificó las actividades y
movilizaciones (la demanda de amnistía, libertad, un gobierno provisional o
restablecimiento de estatutos de autonomía era lo normal), acompañado de una
conflictividad laboral que perseguía libertad sindical y mejoras salariales. La
respuesta a todo esto por el régimen fue clara: apaleamientos, detenciones,
torturas, multas e incluso muertes. La muerte de Franco aceleró los movimientos
aperturistas entre los franquistas, que se dividieron en reformistas
e inmovilistas, y la oposición, que incrementó las movilizaciones y se unió en
torno a Coordinación Democrática. El nombramiento de Adolfo Suárez [5] fue
clave en la transformación legal del régimen franquista hacia otro de
libertades (ley para la Reforma Política [6]),
pero, sobre todo, en la búsqueda de un acuerdo con la oposición, a la que
dividió neutralizando primero al PSOE, nacionalistas catalanes y
democristianos, y finalmente al PCE. Se consumó de esta manera la ruptura
pactada [7],
que permitió las primeras elecciones libres desde 1936 (ganadas en minoría por
los franquistas reformistas de la UCD y Suárez) [8] y
que se consagró en los Pactos de la Moncloa y la Constitución:
partidos políticos, sindicatos, libertades y autonomías serían sus
resultados... Pero también se conservaron intactos viejos poderes e
instituciones del franquismo (y de otros tiempos) como la monarquía, el
ejército [9],
la policía o la banca. Ya en nuestros días desde la izquierda (y en ella, IU)
se lucha contra la política económica neoliberal y el proyecto europeo de
Maastricht, y el propio Julio Anguita ha vuelto a recordar tres puntos que una
gran parte de la oposición defendió durante la transición:
república, derecho de autodeterminación y estado federal [10].
Precisamente aspectos abandonados en el pacto con los franquistas reformistas.
¿Se podrá entender así la falta de solución de problemas como la relación entre
el poder central y las nacionalidades, los GAL, los secretos de estado, la
corrupción, la OTAN, las privatizaciones, el monarca
parcial...? A lo mejor es que de aquellos polvos han venido estos lodos.
(Debate Ciudadano de Barbate, n. 11, septiembre de 1996).
Notas
[1]
Principal colaborador de Franco, actuó desde la secretaría de la
Presidencia hasta 1967, en que fue nombrado vicepresidente del Gobierno,
siendo finalmente nombrado jefe de Gobierno en 1973; fue el artífice de
la entrada de los ministros “opusdeístas” que protagonizaron las
reformas económicas desde finales de los 50 y de la conocida como
"operación príncipe", que permitió la sucesión monárquica de Franco a
través de la figura del príncipe Juan Carlos, designado oficialmente
sucesor de Franco en 1969; su muerte en diciembre de 1973, como
consecuencia de un atentado de ETA, provocó cierta crisis en las altas
esferas del régimen sobre la sucesión, aunque finalmente el príncipe
Juan Carlos acabaría ocupando el trono.
[2]
Organismo unitario de grupos políticos y personas independientes,
nucleado en torno al Partido Comunista de España e integrado también por
el Partido Socialista Popular (liderado por Enrique Tierno Galván), el
Partido Carlista y el marxista-leninista Partido
del Trabajo de España (desde principios de 1975) y el sindicato CCOO;
entre las personalidades independientes destacaban Rafael Calvo Serer,
José Vidal-Beneyto o Antonio García-Trevijano.
[3]
Organismo unitario nucleado en torno al PSOE y formado también por
Izquierda Cristiana (dirigida por Joaquín Ruiz Jiménez, exministro de
Franco), el Partido Nacionalista Vasco, el Partido Carlista, los grupos
marxistas-leninistas Organización Revolucionaria de Trabajadores y
Movimiento Comunista de España, y el sindicato la UGT.
[4]
Acuerdo firmado en el otoño de 1977 entre el Gobierno, la Unión de
Centro Democrático y los grupos de oposición PSOE, PCE y Convergencia
Democrática de Catalunya, y que contó también con el apoyo de los
sindicatos CCOO y UGT; permitió, de entrada y hasta la aprobación de la
Constitución en 1978, una garantía en la democratización del sistema y
el aumento de gastos sociales a cambio de la moderación en las
reivindicaciones salariales con el fin de bajar los altos niveles de
inflación existentes.
[5] Si bien su nombramiento en julio de 1976 como jefe de Gobierno fue una sorpresa, por ser poco conocido, Adolfo Suárez era el prototipo de alto funcionario y joven
del tardofranquismo; había sido: gobernador provincial en 1968,
director general de TVE y Radio Nacional en 1969; vicesecretario general
del Movimiento en marzo de 1975, secretario general del Movimiento en
diciembre de 1975.
[6] Ley aprobada
por las Cortes franquistas en noviembre de 1976 y refrendada por la
población el 6 de diciembre, previa campaña ; establecía, entre otras
cosas, la monarquía como forma en la jefatura del estado, la
convocatoria de unas elecciones libres y los sistemas de elección de las
dos cámaras a formar: mayoritario para el Senado y proporcional D'Hondt
para el Congreso y basado en basado en provincias, siendo desigual en el Congreso.
[7]
Término que designa a la forma en que se plasmó definitivamente la
Transición española, después de los proyectos políticos divergentes
existentes: de un lado, la idea de reforma, que defendieron desde el
régimen franquista, y que implicaba partir de las leyes e instituciones existentes;
de otro, la ruptura, defendida por los grupos de oposición, que suponía
acabar con las instituciones franquistas y partir de una convocatoria
de elecciones libres para elegir la forma de estado y de gobierno; pese a
que el primer proyecto fue el que resultó triunfador, lo cierto es que
las indecisiones iniciales en los sectores reformistas del régimen
acabaron con la designación de Suárez, teniendo en cuenta además la
presión cada vez mayor que imprimían los grupos de oposición mediante
las movilizaciones.
[8] Los resultados de
los cinco partidos de ámbito estatal que obtuvieron escaños fueron: UCD,
34,4%; PSOE, 29,3%; PCE-PSUC, 9,3%; AP, 8,2; y PSP, 4,5.
[9] El protagonismo del Ejército durante esos años fue grande; muy vinculado en sus altas esferas a la ideología franquista, en su seno no pararon de conspirar contra los gobiernos postfranquistas; la acción más sonada fue la del 23 de febrero de 1981, cuando un grupo de guardias civiles, dirigidos por el teniente coronel Antonio Tejero, entró en el Congreso, mientras se debatía la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo, y secuestró al conjunto de diputados y diputadas; tras una tarde y noche de tensión, donde no faltaron movimientos de tropas (la División Acorazada de Madrid, la Capitanía General de Valencia, dirigida por Miláns del Boch...) e indecisiones, de madrugada el rey se dirigió al país anunciando el control de la situación; detrás de todo ello había distintas tramas golpistas, que se superpusieron en aquel momento, y que reflejaban la inestabilidad política existente, con una UCD dividida, la dimisión de Suárez, las acciones de ETA, etc.; se ha hablado de una o dos tramas vinculadas a sectores franquistas y de otra, más blanda, dirigida por el general Armada, excolaborador del rey, que buscaba un gobierno de concentración presidido por él mismo e integrado por miembros de todos los partidos; tras el juicio posterior habido en 1982 no se llegó a conclusiones claras sobre el trasfondo de lo sucedido, la dimensión de los apoyos, el papel de personajes relevantes de la política, desde el rey hasta algunos dirigentes de partidos políticos, etc.; una de las consecuencias más llamativas fue la mitificación de la figura del rey, que con el paso de los años ha ido generando más dudas; y seguimos sin que se hayan públicos documentos primordiales sobre lo ocurrido.
[9] El protagonismo del Ejército durante esos años fue grande; muy vinculado en sus altas esferas a la ideología franquista, en su seno no pararon de conspirar contra los gobiernos postfranquistas; la acción más sonada fue la del 23 de febrero de 1981, cuando un grupo de guardias civiles, dirigidos por el teniente coronel Antonio Tejero, entró en el Congreso, mientras se debatía la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo, y secuestró al conjunto de diputados y diputadas; tras una tarde y noche de tensión, donde no faltaron movimientos de tropas (la División Acorazada de Madrid, la Capitanía General de Valencia, dirigida por Miláns del Boch...) e indecisiones, de madrugada el rey se dirigió al país anunciando el control de la situación; detrás de todo ello había distintas tramas golpistas, que se superpusieron en aquel momento, y que reflejaban la inestabilidad política existente, con una UCD dividida, la dimisión de Suárez, las acciones de ETA, etc.; se ha hablado de una o dos tramas vinculadas a sectores franquistas y de otra, más blanda, dirigida por el general Armada, excolaborador del rey, que buscaba un gobierno de concentración presidido por él mismo e integrado por miembros de todos los partidos; tras el juicio posterior habido en 1982 no se llegó a conclusiones claras sobre el trasfondo de lo sucedido, la dimensión de los apoyos, el papel de personajes relevantes de la política, desde el rey hasta algunos dirigentes de partidos políticos, etc.; una de las consecuencias más llamativas fue la mitificación de la figura del rey, que con el paso de los años ha ido generando más dudas; y seguimos sin que se hayan públicos documentos primordiales sobre lo ocurrido.
[10] Durante el mitin de
la Fiesta del PCE de 1996 Julio Anguita (entonces, a la vez, secretario
general de dicho partido y coordinador general de IU) advirtió que el
consenso constitucional estaba empezando a ser roto desde el Gobierno
del PP, por lo que su grupo empezaría a plantearse reivindicaciones como
la república o la autodeterminación; el problema de fondo se encontraba
en la negativa del Gobierno a desclasificar los papeles del CESID,
promesa electoral del PP en su denuncia de la corrupción contra el
gobierno del PSOE y dentro del proyecto de regeneración de la vida
política que Aznar y Anguita defendieron públicamente; los documentos
objetos de controversia hubieran podido esclarecer información acerca
del GAL, el uso indebido de los fondos reservados, etc.; de hecho,
Anguita ya denunció al poco de la formación del primer Gobierno del PP
que el nombramiento de Eduardo Serra como ministro de Defensa, en contra
de lo esperado, se había debido a presiones del entorno del monarca.
Franco
murió hace casi 23 años, pero su figura y su régimen son motivo en
estos meses de un debate en Italia. Niegan algunos en este país (los
Romano, Montanelli... [1])
que Franco y su régimen fueran fascistas, a la vez que los presentan
como la primera muestra de contención del comunismo y minimizan los
costes humanos habidos. Tesis, desde luego, nada original, pues fue la
preferida por los sublevados contra la IIª República al poco de empezar
la guerra civil, y perfeccionada y oficializada sobre todo desde 1945,
cuando el propio Franco y sus más fieles, temerosos ante la victoria de
los aliados en la guerra mundial, se aprestaron a lavar la cara del
régimen, eliminando los saludos fascistas que hasta los obispos habían
hecho uso, dejando a los falangistas en un lugar menos visible o
aprobando un Fuero de los Españoles a modo de pseudoconstitución. A
todas estas opiniones, ideas o argumentaciones se podría contestar en
una doble dirección. Una, relacionada con lo que sabemos desde la
investigación histórica, que no es poco. Sabemos que los distintos
sectores del régimen, de su reparto de tareas (militares, en la
represión y seguridad; falangistas, en los sindicatos; carlistas, en la
justicia; católicos, en la educación...) y de su evolución en relación a
las circunstancias históricas (mayor presencia falangista hasta 1945,
nacional-catolicismo siguiente y protagonismo de los tecnócratas del
Opus desde 1959). Sabemos de la habilidad de Franco para neutralizar las
familias entre sí y utilizarlas según el momento con el fin de
prolongar su poder y su régimen, pero también sabemos de las
dificultades por las que pasó en los primeros años con los militares
sobrevivientes de mayor graduación (Kindelán, Orgaz, Varela, etc., que
le eligieron generalísimo en 1936, pero no dictador perpetuo) y sobre
todo cuando al acabar la guerra mundial sufrió un aislamiento
internacional que fue superado en 1951 cuando los EEUU vieron en el
régimen un aliado barato frente a la URSS (recuérdense, si no, las
cuatro bases militares que se instalaron en nuestro suelo, incluidas las
de suelo andaluz de Rota y Morón). Sabemos del papel que jugaron los
monárquicos alfonsinos, engañados unos pocos por una restauración que no
llegaba, pero oportunistas en su mayoría, que no dudaron en obtener
puestos y prebendas mientras con la boca chica o en vacaciones se
acordaban de un don Juan [2]
instalado en Estoril y se encargaban de educar como príncipe y sucesor
de Franco a su hijo Juan Carlos. Sabemos de la responsabilidad de la
Iglesia Católica, parte del mismo régimen, al que legitimó desde el
principio de la guerra, y del que al menos en sus postrimerías empezó a
desprenderse. Sabemos, en fin, quiénes fueron los grandes beneficiarios,
quienes, partiendo de la recuperación de la hegemonía social y
económica por parte de la vieja oligarquía de terratenientes, banqueros y
grandes industriales (amenazada durante los años de la República),
fueron incrementándose con los años mediante las aportaciones de las
nuevas capas de ricos (falangistas, estraperlistas, opusdeístas),
provechosos de la sempiterna corrupción, y que culminaron en los años
del desarrollismo de los 60. ¿Y quiénes fueron los perdedores? Entramos
así en el segundo de los dos caminos apuntados en esta explicación.
Descafeinar al dictador y su régimen resulta insultante para quienes los
sufrieron. Recuerda a quienes minimizan, e incluso llegan a negar, el
holocausto cometido por los nazis. ¿Qué pueden decir las personas
fusiladas, encarceladas, torturadas, depuradas, exiliadas o humilladas
después de acabada la guerra en 1939 por el delito de ser rojas o
familiares? ¿Qué pueden decir las personas que desde el principio
arriesgaron su vida para ayudar a compañeros o familiares, o combatir al
régimen? ¿Qué pueden decir quienes no habiendo vivido la guerra se
fueron sumando a la lucha por restablecer las libertades y la democracia
desde su puesto de trabajo o lugar de estudio? ¿Qué dirían las personas
muertas que se llevaron a la tumba el horror y el sufrimiento? Sabemos
bastante de la política de represión y de venganza desarrollada durante
los primeros años, pero falta saber más. Falta mucho por saber de la
represión de los años intermedios y últimos del régimen, represión que,
aunque no era la terrorífica de la postguerra, siguió existiendo durante
la agonía de Franco en el otoño de 1975. Y es que hay opiniones que,
por falsas, duelen mucho.
(Debate Ciudadano de Barbate, n. 29, septiembre de 1998).
(Debate Ciudadano de Barbate, n. 29, septiembre de 1998).
Fuente → marymeseta.blogspot.com
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