
En la Transición y durante gran parte de nuestra democracia se pensaba que la sublevación había tenido detrás a todas o casi todas las fuerza armadas españolas del momento y eso no es así, ni mucho menos.
Hoy la historiografía ha avanzado de forma considerable sobre esta cuestión pero en el tardofranquismo, en la Transición y durante gran parte de nuestra democracia se pensaba que la sublevación había tenido detrás a todas o casi todas las fuerza armadas españolas del momento y eso no es así, ni mucho menos. No sabemos si el artículo que apareció en el segundo número de El Socialista del mes de marzo de 1973 es pionero, pero sí, creemos que debe ser destacado en esta historia.
El periódico titulaba el artículo, precisamente, “Un aspecto olvidado de la sublevación. Los militares asesinados”.
En primer lugar, se afirmaba que el “alzamiento” había sido impropiamente bautizado como nacional por la propaganda franquista, pero, en realidad, había sido una sublevación cuyo núcleo principal habría consistido, siempre según el periódico, en cinco unidades de fuerzas regulares compuestas por soldados marroquíes y de la legión, apoyados por el nazismo y el fascismo. Había que salir al paso de las manipulaciones de los vencedores de la guerra porque pretendían deformar la realidad, y recordar que una de las primeras víctimas de la “cuartelada franquista” había sido el propio ejército del que en el presente Franco se proclamaba «Caudillo de España”.
Solamente uno de los ocho comandantes en jefe de las ocho regiones militares se sublevó. De los veintiún generales de más alta graduación diecisiete siguieron fieles a la República, y solamente cuatro se sublevaron. Los seis generales de la Guardia Civil también se mantuvieron fieles, como el general jefe de la Aviación. De cincuenta y nueve generales de brigada, cuarenta y dos siguieron fieles y diecisiete se sublevaron. Los sublevados fusilaron a dieciséis generales que no pudieron abandonar el territorio bajo su dominio. Franco, comandante militar de Canarias se nombró él mismo jefe superior de las fuerzas de Marruecos después de haber encarcelado al titular de este puesto el general de división Agustín Gómez Morato.
Por su parte, Mola se proclamó jefe de la VI Región Militar (Burgos) después de haber fusilado a Domingo Batet. El general Saliquet procedió de la misma manera en Valladolid, haciendo ejecutar al general de división Nicolás Molero Lobo, comandante de la VII Región Militar.
Queipo de Llano hizo igualmente ejecutar al capitán general de la II Región, José Fernández-Villa Abraille, ocupando su puesto. El capitán general Enrique Salcedo Molinuevo fue asesinado y reemplazado por un coronel. El general Núñez de Prado fue fusilado en Zaragoza; el general Caridad Pita lo fue en La Coruña, el general López Virto en Sevilla, el general Mena Zueco en Burgos, el coronel Carrasco Amilibia en Logroño, el general Gómez Caminero en Salamanca, el general Romerales en Melilla, el alto comisario Arturo Álvarez-Buylla en Tetuán, y el coronel inspector de la Legión, Luis Molina Galano, en Ceuta.
En Asturias un Consejo de Guerra condenó a la pena capital al coronel de Artillería José Franco Mussio, comandante militar de Trubia y director de la Fábrica Nacional de Armamento, al comandante de Artillería Manuel Espineira Cornide y a los capitanes Luis Revilla de la Fuente, Hilario Saenz de Cenzano, Ernesto González Reguerín, Ignacio Cuartero Larrea, José Bonet Molina y al teniente Luis Alan Gómez-Acebo.
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