
Eoghan Gilmartin
Al menos 10.457 migrantes murieron intentando llegar a territorio español en 2024. Las enérgicas medidas de la Unión Europea contra las travesías del Mediterráneo desviaron a los migrantes africanos hacia la ruta atlántica, aún más peligrosa, convirtiendo el océano en una fosa común.
Viajando principalmente en embarcaciones pesqueras tradicionales de madera conocidas como cayucos o pateras, los migrantes que toman esta ruta pueden pasar entre cuatro días y dos semanas en el océano. Muchas de estas travesías se complican aún más por los habituales fallos en los motores de estas embarcaciones. «El barco empezó a ir a la deriva; las olas nos arrastraban», cuenta T. D., un maliense superviviente de una de estas tragedias. T. D. le cuenta a Caminando Fronteras que mientras la comida y el agua se agotaban a bordo de su cayuco, «las vidas se extinguían una tras otra». «Pensé que yo sería el siguiente, pero fue mi hermano», continúa. «Le dije que no bebiera agua de mar, que aguantara, pero siguió bebiendo, luego vomitando, y después se sentó y dejó de hablar. No me atreví a tirar su cuerpo por la borda; otras personas lo hicieron».
Antes de ser rescatados, T. D. y los demás sobrevivientes se vieron obligados a presenciar la muerte de toda una familia: «El padre terminó arrojándose al mar después de meter al agua al último de sus hijos. No nos quedaban fuerzas para detenerlo».
Entre estos miles que perdieron la vida se encontraban las aproximadamente doscientas personas que zarparon en un cayuco desde Mbour, Senegal, a mediados de agosto. Pescadores senegaleses dieron con la embarcación más de un mes después, a la deriva a casi cincuenta millas de la costa de Dakar. A bordo había treinta cadáveres en avanzado estado de descomposición, mientras que el resto de los pasajeros se encontraban desaparecidos y fueron dados por muertos. Las víctimas más recientes fueron las seis personas no identificadas enterradas en El Hierro, la más pequeña de las Islas Canarias, el 13 de diciembre, tras haber muerto de hipotermia en su travesía de cuatrocientas millas desde Mauritania.
«Mientras que el número de vidas perdidas aumenta sin cesar, el Estado español sigue aplicando políticas centradas en el control de la migración, con el apoyo de Europa, y negando su impacto sobre el derecho a la vida», insiste el informe de fin de año de Caminando Fronteras. «Estas políticas [fronterizas] se basan en deshumanizar y criminalizar a los migrantes, dejándolos vulnerables a violaciones de derechos humanos y haciendo que sus vidas sean desechables».
En este sentido, el fenómeno de la muerte masiva en las fronteras españolas no puede entenderse simplemente como una serie de tragedias aisladas. Quienes pierden la vida son víctimas del brutal régimen fronterizo de la Fortaleza Europa, que, en nombre de desincentivar los viajes de migrantes y refugiados del Sur Global, los obliga a exponerse a cada vez más peligros mortales. Sin embargo, el aumento histórico de la migración a Canarias en los últimos dieciocho meses también pone de manifiesto la limitada eficacia de estas políticas de contención, que, al tiempo que condenan a tantas personas al sufrimiento y la muerte, sólo simulan de manera fraudulenta abordar las razones más profundas por las que la gente se arriesga a emprender este tipo de viajes.
Externalizar la represión
«Lo primero que busco cuando tengo noticias de que se avistó una embarcación cerca de la isla es su trayectoria exacta, por si existe la posibilidad de que pierda El Hierro por completo», explica Juan Miguel Padrón, alcalde de la ciudad portuaria de El Pinar, donde este año llegaron miles de personas. Como las pateras ya no pueden acercarse a la costa africana, El Hierro, la más occidental de las islas Canarias, se convirtió en los últimos dieciocho meses en el principal punto de llegada de las embarcaciones procedentes de Senegal. Sin embargo, dadas las fuertes corrientes oceánicas de esta ruta, las embarcaciones corren el riesgo de ser simplemente arrastradas hacia el Atlántico. «Ha habido casos de embarcaciones con entre quince y dieciocho personas muertas a bordo que llegaron hasta las costas de América Latina», me cuenta Padrón. «Más allá de El Hierro, sólo hay océano».
«Estamos hablando de desapariciones colectivas», insiste la directora de Caminando Fronteras, Helena Maleno, en una entrevista de 2023. «Las autoridades españolas y europeas están dejando morir selectivamente a determinadas poblaciones —abandonando deliberadamente a las pateras en el mar— o incluso, en algunos casos, llevando adelante masacres, como hemos visto en Tarajal y Melilla».
Como argumentaron numerosos expertos y ONG, cualquier alternativa a esta necropolítica despiadada debe pasar por la apertura de vías de migración seguras, ordenadas y regulares para las personas del Sur Global, en particular para las que buscan asilo. Sin embargo, el rumbo político de la UE lo impide claramente, ya que es probable que el nuevo pacto migratorio del bloque para 2026 refuerce los aspectos más represivos y punitivos de su régimen fronterizo. En concreto, se pretende aumentar las deportaciones de inmigrantes irregulares y acelerar el proceso de expulsión, al tiempo que con su nuevo mecanismo de «control» se crea otra ambigüedad jurídica en torno al derecho de los rescatados en el mar por los servicios europeos de búsqueda y salvamento a entrar en territorio de la UE.
Al mismo tiempo, el ministro del Interior español, Fernando Grande-Marlaska, miembro del Partido Socialista (PSOE) de Sánchez, está presionando para que Frontex amplíe su mandato en África Occidental y se le permita a la agencia realizar patrullajes directamente frente a las costas de Mauritania, Senegal y Gambia. Si en 2024 la ruta atlántica hacia Canarias vuelve a confirmarse como la travesía marítima migratoria más mortífera del mundo, las condiciones podrían empeorar aún más a medida que se intensifique la militarización de la frontera.
Fuente → jacobinlat.com
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