A 45 años de su asesinato, ¡Ni olvido ni perdón! Yolanda González, militante trotskista asesinada por los fascistas en la Transición
A 45 años de su asesinato, ¡Ni olvido ni perdón! Yolanda González, militante trotskista asesinada por los fascistas en la Transición / Diego Lotito
 
Yolanda González era vasca, de familia obrera, trabajaba en la limpieza, estudiaba en una FP y militaba activamente en las filas del trotskista PST, del que fue una de sus fundadoras. Vivía en un piso humilde del barrio obrero de Aluche, en Madrid. La noche del 1º de febrero de 1980, hace 45 años, fue secuestrada por una banda de militantes fascistas de Fuerza Nueva, que luego la torturaron y la asesinaron. Yolanda, no te olvidamos. A tus asesinos, tampoco.

Joven, mujer, vasca y revolucionaria
 

Yolanda González tenía 19 años cuando fue secuestrada por un comando de “Fuerza Nueva”, el partido del fascista Blas Piñar, una de las organizaciones ultraderechistas que actuaban con total impunidad durante la Transición española. La noche del 1º de febrero de 1980, cuatro de sus integrantes fueron a buscarla a su piso en el barrio obrero de Aluche, en Madrid. Yolanda fue secuestrada, torturada y asesinada con varios disparos en la cabeza por Emilio Hellín, su asesino confeso. Su cuerpo fue abandonado en una cuneta de la carretera de San Martín de Valdeiglesias.

Yolanda era vasca, de familia obrera. Vivía en Madrid, trabajaba en la limpieza, estudiaba en un centro de formación profesional y militaba activamente en la Coordinadora de estudiantes de enseñanzas medias y formación profesional, así como en las filas del trotskista Partido Socialista de los Trabajadores (PST).

Su brutal asesinato fue respondido de forma inmediata con la movilización popular, realizándose asambleas en todos los centros de estudios y una huelga general de la enseñanza el día 5 de febrero convocada por la Coordinadora de Estudiantes. Muchas fueron las movilizaciones que se hicieron por Yolanda, que no cesaron hasta lograr la detención, el procesamiento y la condena de los autores e instigadores del crimen. Aunque la lucha por la justicia para Yolanda no terminó allí. Recién comenzaba.

El terror del Régimen a la unidad de obreros y estudiantes

“El Régimen tenía el objetivo de consolidar la Transición, pero las protestas obreras, la unidad obrera y estudiantil que se empezaba a soldar en las calles, desbordaba el marco de la legalidad que querían imponer CCOO, UGT y el PCE”, resumía sobre el verdadero trasfondo de su asesinato Gustavo Acevedo, compañero de Yolanda en el PST, en un acto realizado en marzo de 2013, en el Centro Social Autogestionado “La Caba” de Aluche (Madrid), por la Plataforma de amigxs y compañerxs de Yolanda González,

Contra este peligro de desborde que encarnaban miles de jóvenes y trabajadores cayeron las garras de los fascistas, con o sin uniforme. Como el asesinato en plena calle de los estudiantes Jose Montañés y Emilio Martínez, asesinados a sangre fría por la Policía Nacional en Atocha el 13 de diciembre de 1979.

“Querían impedir que la lucha de clases no saliera del marco que se había pactado en la Transición y que los estudiantes no se unieran a los trabajadores, porque esa unidad era peligrosísima”, aseguraba Gustavo. Si, el movimiento estudiantil era peligroso para el Régimen. Yolanda era peligrosa. Porque sus ideas y sus deseos ardientes de enfrentar toda opresión y explotación, que se sintetizaban en su militancia bajo las banderas del trotskismo, eran peligrosos.

Esa joven que poco tiempo antes había llegado a Madrid desde su tierra natal, Santurtzi (Euskalherria), que estudiaba electrónica en el Centro de Formación Profesional de Vallecas, “que se había ganado a fuerza de coraje y dedicación el prestigio entre sus compañerxs estudiantes para ser su delegada” , como contó con dulzura José Luis, otro de sus compañeros de militancia en aquellos años; que estuvo al frente en la organización de las movilizaciones y huelgas estudiantiles contra la aprobación del Estatuto de Centros Docentes y la Ley de Autonomía Universitaria (LAU) como parte de la Coordinadora de Estudiantes de Enseñanzas Medias y FP de Madrid; esa “chica de ojos color miel que encandilaba a todos por su fuerza y serenidad” como la describió un cronista”, esa chica representaba a una joven generación militante que estuvo dispuesta a correr los peligros de enfrentar a un Estado y un Régimen nacido de las entrañas mismas del franquismo.

El asesinato de Yolanda fue “un ataque a la yugular del movimiento estudiantil”, diría Carlos, otro de sus compañeros de entonces. Y vaya si lo fue.

La impunidad y la complicidad del Estado, ayer y hoy

A fines de febrero del 2013, en un artículo publicado por el diario El País, salía a la luz que Emilio Hellín Moro, el asesino confeso de Yolanda González en 1980, trabaja desde hacía varios años “para los Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad del Estado español en casos judicializados y forma a sus agentes en técnicas forenses de espionaje y rastreo informático”. Lo hacía bajo el nombre falso de Luis Enrique Helling.

Esta información fue confirmada por fuentes oficiales. La Dirección General de Policía y la Guardia Civil contrataron los servicios de Emilio Hellín Moro y su empresa, News Technology Forensics, entre 2006 y 2011 para cursos de especialización e investigaciones en casos de terrorismo y crimen organizado. Al conocerse la noticia, el Ministerio del Interior del entonces gobierno del PP dio a entender que su colaboración terminó en 2011. Pero no fue así. Fuentes no oficiales de la Guardia Civil confirmaron que el ultraderechista ha seguido colaborando con el instituto armado.

La noticia conmocionó a familiares, amigos, antiguos compañeros de militancia de Yolanda y a todos los que nos indignamos con que los asesinos del Franquismo y la Transición caminen libremente por las calles. Sus crímenes aún gozan de absoluta impunidad. El caso de Emilio Hellín es solo una evidencia más del círculo de complicidades e impunidad entre el Régimen surgido de la Transición y los asesinos de los luchadores obreros y populares.

La trama negra de Fuerza Nueva, Emilio Hellín y el asesinato de Yolanda

A principios de los años ‘70, el ingeniero de Telecomunicaciones Hellín empezó a colaborar con el Servicio de Documentación de Presidencia del Gobierno (SECED), servicio secreto creado por el almirante Carrero Blanco, donde siguió trabajando bajo el último gobierno del Franquismo y el primero de la Transición, presidido por Carlos Arias Navarro.

Gracias a su experiencia adquirida en las cloacas del estado durante la Transición, Hellín, con 32 años, fue jefe de seguridad de Fuerza Nueva en el distrito madrileño de la Arganzuela, y jefe del denominado “Grupo 41”, del parapolicial Batallón Vasco-Español (BVE), antecedente de los GAL. (“Emilio Hellín y el crimen de estado durante la transición”, Mariano Sánchez Soler).

Las conexiones de Hellín con los servicios de seguridad del Estado eran ampliamente comprobables. Fue así que en el asesinato de Yolanda se puso en movimiento una trama negra organizada al detalle, que disponía de armamento, inteligencia, documentación y apoyo logístico. El crimen de Yolanda no fue obra de unos ultras violentos, sino el resultado de un grupo parapolicial dedicado a la guerra sucia en plena Transición “democrática”, organizado y apoyado directamente desde instituciones del Estado.

Pocos días después del asesinato de Yolanda, fueron detenidos varios integrantes de “Fuerza Nueva”, pero fue la movilización popular la que impidió los intentos de cerrar el caso sin condenas. Emilio Hellín e Ignacio Abad, uno de sus cómplices, fueron condenados como autores materiales del asesinato, mientras otro grupo recibió condenas menores. Pero lo que nunca se investigó fue la red de relaciones entre estos asesinos y las fuerzas represivas del Estado.

La sospecha más que fundada de que el grupo paramilitar actuaba bajo el amparo de las fuerzas represivas del Estado nunca se investigó, cuando existían pruebas evidentes. Sólo un día después de asesinar a Yolanda, el asesino Hellín durmió en la casa de un policía de Vitoria que interrogado posteriormente declaró “que Hellín tiene contacto con importantes peces gordos de los cuerpos de Seguridad y el Ejército”.

Tampoco se le dio importancia al hecho que del grupo de secuestradores formaban parte un Policía Nacional y un integrante de la Guardia Civil (hermano de Hellín), y quien dio la orden del secuestro y asesinato fue otro Guardia Civil, David Martínez Loza, jefe de Seguridad de Fuerza Nueva. Ni tampoco se investigó que los asesinos contaban con armamento del ejército, además de un equipo de comunicación sofisticado para la época al que sólo tenían acceso fuerzas armadas del Estado. Nada de esto tuvo importancia, y a pesar de las denuncias de familiares y compañeros de militancia, las complicidades en el Estado quedaron en completa impunidad.

Emilio Hellín fue detenido el 7 de febrero de 1980 y condenado a 43 años de cárcel por su brutal crimen, pero de éstos solo cumpliría 14. En agosto del mismo año protagonizó su primer intento de fuga, ayudado por presos comunes de la cárcel de Alcalá de Henares. A pesar de ello, el 20 de febrero de 1987, el juez José Donato Andrés dio permiso a Hellín para salir de la cárcel de Zamora con un permiso de seis días. De nada sirvieron los recursos presentados por la familia de Yolanda y sus compañeros del PST. Con la ayuda de la “justicia”, Emilio Hellín se fugó nuevamente, saliendo del Estado español con un DNI legal y con toda su familia hacia Paraguay, donde encontraría “trabajo” en los servicios de inteligencia del genocida Alfredo Stroessner.

Tras dos años de fuga, fue descubierto por un periodista de la revista Interviú y posteriormente extraditado y devuelto a la cárcel. Pero hacia julio de 1995 fue premiado con un régimen de semilibertad y en 1996 es liberado impunemente, habiendo cumplido tan sólo 14 años en prisión.

Al servicio de las cloacas del estado y los partidos del régimen

Pasarían pocos años hasta que el Estado contratara los servicios del “experimentado” Emilio Hellín. Bajo directivas del Ministerio del interior, desde el año 2006 hasta el 2011, es decir, durante los gobiernos del PSOE y el PP, Hellín y su empresa gozaron de varios contratos como “asesores” de las fuerzas represivas del Estado español.

Pero su colaboración no solo fue con las fuerzas represivas del estado, sino también con los partidos y políticos del régimen. En 2021, este fascista asesino de Yolanda fue asesor en la defensa de Cristina Cifuentes. La desgraciada lideresa del PP y expresidenta de la Comunidad de Madrid, imputada en el “caso máster”, recurrió a los servicios de peritaje judicial de Emilio Hellín para su equipo de defensa.

Un año después, se conoció que otra lideresa política del régimen, en este caso Laura Borràs de Junts, había recurrido también al asesino de Yolanda como perito para su defensa en otra trama de corrupción, en este caso el de la Institució de les Lletres Catalanes. Una vez más, el fascista asesino de Yolanda volvía a ser blanqueado. Es “el mejor en lo suyo”, dijo entonces Gonzalo Boye y la defensa de Borràs para justificar el uso de los buenos oficios de este asesino.

Los familiares, amigos y compañeros de Yolanda han denunciado en todas esas ocasiones que el asesino condenado de Yolanda estaba trabajando libremente como asesor y perito, y han exigido que no se le permitiese declarar en ninguno de los juicios. Peor no hubo caso. Ser asesor de las cloacas del estado y los partidos capitalistas. Ese es el lugar asignado para el asesino de Yolanda por el régimen. Aunque es indignante, no es extraño… el fascista Hellín siempre fue “uno de los suyos”.

La Transición, “modelo” de represión e impunidad

Si toda esta trama de impunidad fue posible, es porque la “modélica” Transición española, la que se quiso mostrar al mundo como ejemplo a seguir, estuvo basada en la represión a los luchadores obreros y populares y en la más escandalosa impunidad.

Lejos de la extendida quimera de una “Transición modélica”, esta fue una etapa de represión cruenta. Como ejemplo recordemos los sucesos de Vitoria de 1976 (la represión y asesinato de los obreros en huelga), los crímenes de Atocha, la represión a las huelgas obreras y estudiantiles todos esos años. Como lo demuestra Mariano Sánchez Soler en su libro “La Transición Sangrienta”, el tránsito hacia la “democracia” nacido del contubernio entre el Rey, la derecha, el PSOE, el PCE y las burocracias sindicales de CCOO y UGT, fue impuesto con la más cruda violencia.

La impunidad fue “pilar” de la transición, comenzando por la Ley de Amnistía, que garantizó a los franquistas seguir libres después de 40 años de represión y cientos de miles de asesinatos, que ni siquiera se pudiera reivindicar la calidad de perseguido político. Este pacto de impunidad y silencio, acatado por todos los partidos del Régimen (especialmente por el Partido Comunista de España y el PSOE), fue la base de la democracia pactada del ‘78, esta “democracia para ricos” que mantuvo intacto el aparato de las fuerzas de seguridad, de los que transformados de “grises” a “azules” siguieron actuando durante la Transición y en adelante contra los trabajadores y el pueblo.

Cientos de mujeres y hombres luchadores fueron víctimas de las bandas de ultraderecha y las “tramas negras” orquestadas desde el Estado. Emilio Hellín Moro y la escoria de “Fuerza Nueva” estaban unidos por miles de lazos con las más altas esferas del Estado y las fuerzas de represión. Las mismas que hoy siguen utilizando los servicios de perros asesinos como Hellín para formar a los nuevos represores. Yolanda fue una más de las víctimas de esta violencia y su crimen, fue un verdadero “crimen de Estado”.

La lucha por el castigo a los responsables políticos y una investigación independiente de las responsabilidades políticas de este caso aún sigue pendiente.

Historia, presente y lucha

La lucha por mantener viva la memoria y por justicia para Yolanda continua hasta el día de hoy. Su familia sigue reclamando que Yolanda sea considerada como una víctima del terrorismo, una condición que le ha sido negada a pesar de que su asesinato fue reivindicado por el Batallón Vasco-Español que, en palabras del periodista Carlos Fonseca, "es un poco el precedente de los GAL".

Tras años de lucha, en junio de 2015 se logró que el Ayuntamiento de Madrid pusiera el nombre de Yolanda a unos jardines de la ciudad y en noviembre de 2018 se instaló gracias a la Junta de Distrito de Latina del Ayuntamiento de Madrid una placa en recuerdo de la joven explicando la lucha de González y el modo en el que fue asesinada. La placa, sin embargo, ha sido vandalizada en numerosas ocasiones. Una vez amaneció pintada con una cruz nazi; otra, completamente borrada con pintura; y en otras ocasiones fue arrancada completamente.

En Bilbao también la lucha por la memoria de Yolanda y la ardua labor de la asociación vecinal Bizinahi consiguió en 2016 que el Ayuntamiento de Bilbo nombrase una plaza a la memoria de Yolanda González, en la propia Ribera de Deustu, barrio que le vio nacer y crecer.

La lucha incansable por mantener viva la memoria de Yolanda se intensificó hace cinco años, en ocasión del cuarenta aniversario de su asesinato. A la publicación de la obra “Los amigos de Yolanda”, de Jacobo Bermejo, que se presentó en Madrid, se unieron diversas concentraciones y homenajes en distintas ciudades.

Hoy, a 45 años de su asesinato, recordamos las palabras que sus compañeros y compañeras del PST pronunciaron en su funeral: “Yolanda era joven, era mujer y era vasca, tenía tres razones para luchar. Si como mujer tenía el derecho inalienable a combatir por su liberación, si como vasca tenía el derecho a combatir por la soberanía nacional de Euskadi y si como joven tenía el derecho a luchar por las reivindicaciones de la juventud: todo eso lo englobó en una sola batalla por el socialismo, por la revolución, por un partido revolucionario”.

Homenaje en la Casa Marx de Vallekas: “Yolanda en el país de los estudiantes”

El diario vasco Naiz emitió hace algunos años el documental “Yolanda en el país de lxs estudiantes”, estrenado en 2013 y realizado para difundir la memoria de Yolanda González y los crímenes de la transición. El documental fue dirigido y producido por Isabel Rodríguez, compañera de infancia de Yolanda González. En una entrevista concedida a GARA decía que “el cariño a Yolanda fue el motor para hacer el documental” y que pretende ser “un homenaje a los que fueron asesinados por luchar por un mundo mejor durante la llamada transición y un instrumento para difundir su memoria”. El filme puede verse íntegramente en este enlace.

Como homenaje a Yolanda en el 45 aniversario de su asesinato, quienes militamos en la CRT hemos organizado junto con compañeros de Corriente Roja una proyección del filme y un posterior coloquio en el que participará Ángel Luis Parras, compañero de Yolanda en el PST y actualmente militante de Corriente Roja, junto con Biby Rivas, joven estudiante de FP y militante de Contracorriente y la CRT, y quien escribe. También nos enviará un saludo especial desde Argentina nuestro compañero Carlos “Titín” Moreira, quien al igual que Parras fue compañero de Yolanda en aquellos años en que estuvo exiliado en el Estado español y militando en el PST. El acto será el viernes 7 de febrero en la Casa Marx de Vallekas, local de la CRT en Madrid.

Este año se cumplen 50 años de la muerte del dictador Franco. La batalla de relatos parece librarse entre quienes desde la derecha y la extrema derecha profesan un revisionismo reaccionario negacionista de la dictadura y el progresismo defensor de la transición idílica y la democracia imperialista española.

Pero hay otro relato, el de quienes tenemos memoria de clase, quienes sabemos que fue la lucha de la clase trabajadora, de los estudiantes, de los sectores populares la que precipitó la crisis a la dictadura. Quienes denunciamos entonces y ahora el pacto reaccionario entre los franquistas, los partidos de la oposición democrática como el PCE y el PSOE y las burocracias sindicales. El rol de los traidores que controlaron, pactaron y evitaron el desarrollo de la lucha de clases, mientras el aparato de estado del franquismo se reciclaba en el nuevo régimen y continuaba la represión contra las y los luchadores.

Quienes sacamos lecciones revolucionarias de la lucha de nuestra clase en los 70 por dar una salida obrera y popular a la crisis de la dictadura, en este 45 aniversario de su asesinato, una vez más volveremos a gritar: Yolanda González, ¡Presente! ¡Ahora y siempre!


Fuente → izquierdadiario.es

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