La gran mentira sobre el Alcázar de Toledo (21 de julio-27 de septiembre de 1936)
La gran mentira sobre el Alcázar de Toledo (21 de julio-27 de septiembre de 1936) / Federico Rubio Herrero  
 
"La historia del Alcázar es, desde sus inicios, una falacia"
 
El día 21, en Toledo cuya ciudad había sido conquistada por milicianos, se organizó un importante bastión de resistencia en el Alcázar -y Academia de Infantería- al mando del Jefe de la Guarnición, Coronel Moscardó. En el edificio había 150 oficiales, 160 soldados, 600 guardias civiles, 60 falangistas (...).
 
El día 21, en Toledo cuya ciudad había sido conquistada por milicianos, se organizó un importante bastión de resistencia en el Alcázar -y Academia de Infantería- al mando del Jefe de la Guarnición, Coronel Moscardó. En el edificio había 150 oficiales, 160 soldados, 600 guardias civiles, 60 falangistas, ocho militantes de Renovación Española, 18 de Acción Popular, cinco tradicionalistas, 15 independientes y ocho cadetes, cosa natural, pues era época de vacaciones. En total eran 1.024 combatientes, fuertemente armados, a los que había que añadir 400 mujeres, numerosos niños familiares de los combatientes y otras mujeres encerradas allí contra su voluntad, consideradas como rehenes.
 
El 22 de julio, está ya en Toledo la columna gubernamental. Dos compañías de infantería, guardias de asalto, una batería de 105 mm. y un número indeterminado de milicianos anarquistas; además, una compañía de ametralladoras del Regimiento León nº 2, lo que hace un total aproximado de 2.500 hombres.

El día 24 de julio, los sitiados realizaron una salida para conseguir alimentos y numerosos rehenes, entre ellos a la mujer e hija del Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de la ciudad Domingo Alonso Jimeno, que fue asesinado.

Al General Riquelme le sucede en el mando republicano el Teniente Coronel de Infantería Francisco del Rosal, y a este el Comandante Ulibarri a finales de julio. El Gobierno de la República trasladó a Toledo algunas piezas de artillería ligera. No obstante, la mayoría de los milicianos carecía de instrucción militar y desperdiciaban municiones disparando, vanamente, fusiles y dicha artillería contra los gruesos muros del Alcázar, fortaleza inmensa excavada en roca.

Desde el 16 de agosto, los republicanos habían estado cavando dos minas en la parte suroeste del Alcázar a cargo de mineros procedentes de Asturias. La mañana del 18 de septiembre, las minas fueron detonadas por orden del Presidente del Consejo de Ministros, Francisco Largo Caballero, quien presenció la voladura, desde un observatorio, junto a otras autoridades del Frente Popular, destruyendo completamente la torre suroeste del edificio. Aproximadamente 10 minutos después de la explosión los milicianos lanzaron cuatro ataques contra la fortaleza. Todos fracasaron a causa de la enconada resistencia de los defensores. Además, los escombros de esa torre destrozada fueron en realidad un obstáculo para los atacantes, pues sirvieron como parapeto para que los sitiados se escondieran entre las ruinas e hicieran fuego desde ellas.

El día 23, hubo otro intento de asalto. Los sublevados fueron forzados a retirarse al patio del Alcázar, pero se rehicieron rápidamente.

El día 24, las tropas rebeldes que llegaban desde Andalucía al mando del General Varela, estaban ya en los suburbios de Toledo y las milicias republicanas debieron enfrentar sucesivamente a estos refuerzos del bando sublevado junto a los rebeldes que salían del Alcázar, lo cual hizo insostenibles las posiciones republicanas. Algunos milicianos opusieron resistencia a los sublevados, pero la mayoría de estos prefirió retirarse hacia Aranjuez temiendo ser atrapados en un cerco, facilitando que las tropas de Varela dominaran por completo la ciudad y enlazaran con los sitiados de la fortaleza el día 27, terminado así el asedio. Posteriormente, todos los rehenes de la fortaleza fueron fusilados.

Análisis de Enrique Líster sobre los sucesos

"Para las fuerzas republicanas, Toledo pasará a la historia como una de sus mayores vergüenzas y para los fascistas, como uno de los mayores engaños. Por parte del mando republicano en ningún momento hubo un verdadero plan, ni se tomaron las medidas necesarias para la conquista del Alcázar.

Moscardó se encierra en el Alcázar cuando tenía fuerzas y medios para apoderarse de la ciudad. Encierra en él a más de 500 mujeres y 50 niños de sus subordinados; varias docenas de hombres y mujeres antifascistas como rehenes -a los que luego hace fusilar- pero, al mismo tiempo, envía fuera del Alcázar a su mujer y a sus hijos: Luis de veinticuatro años y Carmelo de dieciséis, ambos en edad de batirse.

 Moscardó utilizó como escudo a las mujeres y los hijos de sus subordinados, rechazando todas las propuestas de evacuación garantizadas por el Cuerpo Diplomático y fusiló a los republicanos que tenía prisioneros -hombres y mujeres- cuando las fuerzas fascistas llegaron a Toledo. Mientras su hijo Carmelo y su mujer habían sido respetados por los republicanos.

Repito que la historia del Alcázar es uno de los más grandes camelos de nuestra guerra. Las cifras de 80 muertos por diferentes causas tenidos por los sitiados, en más de dos meses de encierro, es una de las muchas pruebas de esa comedia".

Opinión de Herbert R. Southworth (prestigioso historiador británico)

"La historia del Alcázar es, desde sus inicios, una falacia. El papel de los cadetes que eran pocos y no se distinguieron durante la defensa, fue exagerado notablemente. La leyenda forjada en torno a la muerte de Luis Moscardó no tenía ninguna base real e incluso si existió la llamada telefónica -con palabras menos dramáticas- el artificioso relato de los rebeldes no es cierto, porque la ejecución de Luis Moscardó no guarda ninguna relación con la llamada telefónica en cuestión. La edad del fusilado fue falseada cuidadosamente (de 24 años, en realidad, a solamente 17) y Moscardó, lejos de ser el héroe irreprochable presentado por la fantasía franquista, era un veterano brutal que no solo había llevado a la fortaleza a mujeres en condición de rehenes, sino que no consintió que estas y los niños, parientes de los ocupantes del Alcázar, abandonases la fortaleza, ni siquiera con protección diplomática internacional".

 Fuentes:

- Enrique Líster (Memorias de un luchador, los primeros combates)

- Herbert R. Southworth (El mito de la cruzada de Franco).   

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