Se juntan y complementan dos homenajes cuya vigencia debe preservarse. El agradecimiento a los voluntarios y voluntarias de las Brigadas Internacionales que cada año se celebra en el monumento de la Rambla del Carmel —este año ya son 27[i]—, y el homenaje a la Olimpiada Popular de 1936, en el estadio Lluís Companys —y ya van 17 ediciones—, no evoca ningún exorcismo melancólico. Constituye un ejercicio de conocimiento y de reconocimiento. Una invocación de auténtica cultura popular, reivindicando, hoy —y sobran las razones—, los valores republicanos de libertad, igualdad y justicia social, junto a la fraternidad y la solidaridad internacionalista.
Un pretexto más para compartir el contenido del programa Si vas pel carrer i ensopegues emitido el día 14 de octubre, en Mataró Radio, y dedicado a La Barcelona Olímpica de 1936, olvidada[ii]. Un programa coral junto a Ana, María, Rosa y Pablo, haciendo nuestra esa proximidad del Mediterráneo convertida en himno por Serrat, con el sabor amargo del llanto eterno, que han vertido en ti cien pueblos, de Algeciras a Estambul. También he añadido nuevas incorporaciones fruto de la laboriosidad memorialista. Gracias a Angelina Puig por hacerme llegar el texto de Muriel Rukeyser: Savage Coast, y a Consol Hernández que me recomendó el libro de Giles Tremlett: Las Brigadas Internacionales. Fascismo, Libertad y Guerra civil en España. Ambas son aportaciones recientes, la primera del 2019, la segunda del 2020.
Las dos inician el capítulo 1, con títulos coincidentes. Muriel Rukeyser lo hace así: “Primer día, sábado 18 y domingo 19 de julio”. Recoge un comunicado de Reuters: “Sábado, según las últimas noticias, Barcelona estaba en calma, y hasta entonces no se había disparado un solo tiro”. El texto del libro empieza con una afirmación taxativa: “Todo el mundo sabe cómo acabó aquella guerra. Y todo el mundo sabe quién ganó aquella guerra”. Giles Tremlett, titula el primer capítulo: “Bienvenidos a los Juegos. Barcelona, 19 de julio de 1936”. “Corría el verano de 1936 y Muriel Rukeyser, joven poeta y escritora estadounidense de 22 años” —así empieza el relato— conoce en el tren desde la estación fronteriza de Portbou a Otto Boch, “un joven ebanista alemán exiliado», a un grupo de bailarinas inglesas, un director de cine de Hollywood, y “jóvenes deportistas suizos y húngaros que se dirigían a Barcelona” para participar en unos Juegos Olímpicos alternativos, la llamada “Olimpiada Popular”.
La joven poeta de 22 años, Muriel Rukeyser, es la autora de las crónicas de Barcelona que sirve al periodista e historiador Giles Tremlett para describir lo que se estaba ventilando en aquel verano. Cierra así este capítulo: “Para la mayoría de los cerca de 40.000 voluntarios extranjeros que se calcula que acabaron acudiendo a luchar en defensa de la República fue, cuando no su tumba, una experiencia que los marcaría de por vida”.
Muy poca gente conoce la historia de la Olimpiada Popular. Incluso durante los Juegos Olímpicos de la Barcelona del 92 —que todos recordamos—, se impuso un manto de silencio. El desafío de la Barcelona de 1936 todavía escocía a los herederos del COI, que apostaron por la Olimpiada de Hitler en Berlín. Espíritu olímpico sin memoria, pero conviene enmendarlo.
El movimiento memorialista y el homenaje del 19 de julio del 2017
Ese año se realizó, 81 años más tarde, un reconocimiento institucional (Gobierno de la Generalitat de Catalunya y Ayuntamiento de Barcelona) a algunos de los protagonistas de la Olimpiada Popular. Recuerdo vivamente el testimonio y emoción de María Salvo y de los hermanos Cánovas, con 97 años, y un largo compromiso y trayectoria como combatientes antifascistas en España y en Europa. También a los descendientes de los ciclistas del Clarion Cycling Club, un club de ideología socialista fundado en 1891. De los siete socios que vinieron de Escocia para participar en la Olimpiada Popular de Barcelona, cuatro murieron durante la guerra, defendiendo la legalidad republicana. Debo añadir que el movimiento memorialista, y particularmente quién fue la presidenta de l’ACPEPF, y de Dones del 36, María Salvo, habían reivindicado durante muchos años la significación y memoria de las Olimpiadas de 1936, que no pudieron celebrarse. Tal como se denunciaba en el Manifiesto de la Olimpiada Popular, los Juegos de Berlín —inaugurados el 1 de agosto, 14 días más tarde del golpe militar en España— y convertidos por Hitler en una exaltación del nazismo y el fascismo, anticipaban el incendio que amenazaba a Europa. La Guerra de España, de 1936/1939, sirvió como campo de pruebas de la máquina de guerra sobre población civil, los bombardeos sistemáticos de la Legión Cóndor de Hitler, y de la maquinaria de guerra de Mussolini, al servicio del terror de las tropas de Franco, Mola y los generales golpistas. Un primer ensayo para la barbarie. Todo empezó en España.
Esta reivindicación de la memoria de la Olimpiada del 36, debería encontrar eco en la dirección y producción cinematográfica de nuestro país. El éxito e interés por películas como “El maestro que prometió el mar”, dando a conocer al maestro Antoni Benaiges; o el “47”, rescatando a las luchas vecinales; significa que hay un buen trecho por recorrer. Necesitamos, y así lo hemos dicho en el programa de Mataró Radio, nuestro propio “Carros de fuego”, gente joven con talento no nos falta.
Empecemos por el principio: ¿por qué se organizaron dos olimpiadas en 1936?
El movimiento oficial olímpico, el COI, escogió Berlín en lugar de Barcelona, la otra candidata, en 1931. Es cierto que Berlín tenía muchos atractivos arquitectónicos y culturales, pero la expansión del partido nazi ya suscitaba inquietud, aunque no para determinadas élites económicas que alentaron su ascenso. La candidatura de Barcelona, a pesar de haber celebrado con éxito en la montaña de Montjuic la Exposición Internacional de 1929, resultaba inaceptable para aquella reunión de selectos aristócratas. En abril de 1931 se había proclamado en España la II República. George Orwell en un ensayo publicado en 1942: Recordando la Guerra de España, sentenciaba: “El odio que la República Española suscitó en millonarios, duques, cardenales, playboys, espadones, entre otros, ya sería suficiente por sí mismo para saber qué se estaba cociendo”[iii].
Hitler es nombrado canciller en 1933 y se proclama líder del III Reich, asumiendo plenos poderes. Dos años más tarde, en 1935, se aprueban las leyes racistas de Núremberg. Los judíos pierden su ciudadanía, también los gitanos y los negros, consideraros razas inferiores. La alerta contra la pretensión de celebrar los juegos en Berlín suscita ya un escándalo popular y una preocupación internacional. Particularmente entre las organizaciones políticas y sindicales de izquierda. En Italia, ese mismo año, la dictadura fascista de Mussolini pone en marcha su política expansionista con la invasión de Etiopía. La amenaza nazi y fascista es más que un peligro en Europa. Persecución de opositores, campos de prisioneros para comunistas y otros disidentes del III Reich. Pero el COI no se inmuta. El mismo Pierre de Coubertin, el impulsor de los Juegos Olímpicos modernos, hace una defensa cerrada de la candidatura de Berlín: “serán unos Juegos magníficos”. Constituía una vía libre para escenificar los juegos de Hitler, con proclamas belicistas, racistas y antidemocráticos ante el mundo. Los Gobiernos de los EEUU, Gran Bretaña y Francia, acaban bendiciendo (con algunas reservas formales) las fanfarrias nazis y fascistas.
Los juegos alternativos de Barcelona, una declaración de principios
La respuesta de las organizaciones internacionales deportivas, la socialdemócrata y la comunista, no se hizo esperar. Aparece la necesidad de trabajar en un proyecto común: organizar la Olimpiada Popular en Barcelona. “Mundo Obrero”, en un artículo titulado “La idea olímpica prostituida”, afirma: “Los Juegos Olímpicos de Berlín tienen el fin de propagar el espíritu del nacional-socialismo [partido nazi], de la esclavitud, de la guerra y del odio racial. La Olimpiada de Barcelona, al contrario, quiere defender el verdadero espíritu olímpico que reconoce la igualdad de razas y de pueblos y estima que la paz es la mejor garantía para la educación sana de deportistas y de la juventud de las naciones”.
Contra todo pronóstico, y conociendo los antecedentes, las izquierdas supieron ponerse de acuerdo en un mismo proyecto. De diferentes lugares de España, de Europa y del mundo, llegaban noticias de clubs y deportistas deseosos de participar. En poco más de tres meses y con un presupuesto limitado se consiguen superar las previsiones más optimistas. La propuesta de Olimpiada Popular en Barcelona consiguió galvanizar la oposición al fascismo y el nazismo en Europa.
El historiador Carlos Santacana afirma en su libro “La otra Olimpiada”, que la celebración de la Olimpiada Popular —si no hubiese estado dinamitada por el golpe del 18 de julio— constituía una forma de reivindicar el deporte popular frente al deporte elitista, una visión democrática del mundo contrapuesta a la minoritaria, la del fascismo. Toda una declaración de principios en aquellos tiempos.
Llegados a este punto parece pertinente añadir un par de preguntas: ¿escogieron los golpistas el día 18 de julio, el día antes de la inauguración de las Olimpiadas de Barcelona, para evitar una gran demostración cívica y deportiva, de movilización antifascista en la Barcelona de julio de 1936, 14 días antes de la inauguración de los Juegos de Berlín? ¿Hitler actuó en esa dirección para garantizarse el monopolio en exclusiva de los Juegos Olímpicos y su protagonismo en las fanfarrias dirigidas por el famoso compositor Richard Strauss?
Lo que resulta cierto y contrastable es que la Olimpiada que pretendía promover los valores de la paz en Barcelona fue herida de muerte por un golpe militar y el inicio de la guerra. Era, como se ha dicho anteriormente, el preludio de la II Guerra Mundial. Hitler inauguró las Olimpiadas de Berlín el día 1 de agosto de 1936. Lo que sucedió allí con un führer humillado por la victoria de Jesse Owens, forma parte de las hemerotecas.
Menos conocido es el hecho de la expansión del movimiento deportivo obrero o proletario, que había alcanzado un fuerte desarrollo durante las primeras décadas del siglo XX. Hasta el siglo anterior el deporte era cosa de aristócratas y gentes con recursos. Todo empezó a cambiar cuando los sindicatos y organizaciones de izquierdas promovieron la práctica deportiva del proletariado, tanto como un elemento útil para mejorar los hábitos más saludables —evitando el exceso de tiempo en las tabernas y de consumo de alcohol—, como para promover la conciencia social. Las Olimpiadas Obreras llegaron a reunir en los años 20 y 30 a decenas de miles de participantes en Europa y también en Estados Unidos.
Con estos antecedentes, la propuesta de Barcelona actuó rápidamente como catalizador y dispuso a la movilización de las organizaciones progresistas del deporte. Durante el mes de marzo de 1936 se constituyó el Comité Catalán Pro Deporte Popular. La primera actividad fue organizar una competición con el nombre de Thaelman (un deportista alemán, comunista, detenido por Hitler). El primero de mayo se impulsa la iniciativa de Olimpiada Popular y Lluís Companys, Presidente de la Generalitat acepta la Presidencia de Honor del Comité Organizador (COOP).
Igualmente se crearon diferentes comités de apoyo a la Olimpiada Popular en todo el Estado. Madrid, Andalucía, Valencia…, entre otras ciudades, acabaron constituyendo el Comité Español pro Olimpiada Popular. Recientemente se publicó una entrevista a Carles Vallejo, presidente de la ACPEPF, por parte del escritor Javier Pérez Andújar, es del 11 de octubre y recoge el testimonio de su padre Juan José Vallejo[iv]. “Mi padre fue el presidente de la Unión Deportiva Cultural Obrera de Castilla, y fue uno de los organizadores desde Madrid. Él siempre recordaba cómo viajó a Barcelona, y estuvo participando en una reunión con Lluís Companys para hablar de la preparación de la Olimpiada Popular”.
Aunque el presupuesto era escaso: 100.000 pesetas del Comité Catalán; 400.000 del Gobierno de la República (surgido de la victoria del Frente Popular, febrero de 1936); 600.000 del Gobierno del Frente Popular de Francia; la rueda ya había empezado a girar. Las secciones deportivas de los sindicatos europeos canalizaron el apoyo internacional. El 6 y 7 de junio de 1936 se organizó en París una Conferencia criticando al COI, y acusándolo de fomentar una nueva guerra, aprobándose un Manifiesto de apoyo a los Juegos de Barcelona. Los conceptos de paz, igualdad, universalismo, fraternidad, solidaridad y participación y dignificación de la mujer, marcaron el ideario de la nueva cita de Barcelona.
Participación nacional e internacional
Se inscriben más de 5.000 deportistas en una veintena de disciplinas, representando a 23 delegaciones de países y regiones sin Estado, que se estructuran en tres categorías: nacional, regional y local. Destacan las representaciones de Francia, con 1.500 atletas, y los procedentes de los Estados Unidos, Suiza, Gran Bretaña, Alemania, Polonia, Italia, Noruega, Dinamarca, Suecia, Hungría, Bélgica, Grecia, Portugal, Holanda, Checoslovaquia, entre otros. También representaciones de Argelia, de Palestina y delegaciones judías, o de Alsacia y la Lorena. También se acreditan más de 20.000 visitantes foráneos. Las fechas de competición inicialmente previstas del 22 al 26 de julio se avanzan y amplían, estableciéndose a partir del 19 de julio. Día de la inauguración.
[Debe reseñarse que 49 países del mundo apostaron por los Juegos Olímpicos de Berlín, con 4.066 deportistas, entre ellos los de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Un error que tendría trágicas consecuencias. Conviene recordarlo ahora, en tiempos de auge de las fuerzas de la extrema derecha en Europa, e incluso con Gobiernos y agendas políticas de inspiración netamente fascistas. España boicoteó los juegos de Berlín negándose a participar.]
Aquel sábado caluroso del 18 de julio de 1936 todo estaba a punto para la gran fiesta olímpica y cultural. El Paralelo y los barrios más próximos estaban a rebosar. El hotel Olímpico de la Plaza de España, con el cartel de completo. La Comisión de Alojamiento y Turismo de la COOP trabajaba a pleno rendimiento para tratar de conseguir plazas en los ateneos, casales, espacios culturales y deportivos, e incluso en cientos de casas particulares. Deportistas y folcloristas entrenaban y ensayaban para el día siguiente. El programa de la Fiesta inaugural anunciaba un gran desfile, con discursos y otras actividades culturales.
Pero la jornada bulliciosa de aquel sábado se truncó con las noticias del alzamiento de una parte del ejército en las provincias del norte de África. Se suspendió la Olimpiada popular y la Olimpiada cultural. Pau Casals, el gran violonchelista, ensayaba con su orquesta la Novena Sinfonía de Beethoven para la gala de inauguración del 19 de julio en el Teatre Grec de Montjuic. Nunca más volvería a interpretar en España.
Se iniciaba un camino sin retorno de figuras intelectuales y culturales de proyección universal. La defensa de los valores democráticos y su oposición al fascismo y el nazismo supondría un alto precio colectivo que todavía hoy no hemos recuperado.
Aquel golpe contra la democracia marcó el camino de la resistencia durante tres años, la diáspora y posteriormente del exilio. Existe abundante bibliografía sobre la magnitud de la tragedia.
También en el itinerario vital seguido por las mujeres y los hombres que llegaron a la cita olímpica de Barcelona. Quiero recuperar algunos nombres propios.
Arena en los ojos. Memoria y silencio de la colonización española de Marruecos y el Sáhara Occidental, es el título de un libro magnífico que recomiendo vehementemente. Junio de 2024. Su autora, Laura Casielles, poeta, periodista e investigadora, describe lo que sucedió en el protectorado de Marruecos. “Cuando amaneció el 18 de julio de 1936, el único cuartel que permanecía fiel a la Segunda República en todo el protectorado de Marruecos era el de Larache”. Nos recuerda que todo empezó antes, en Melilla, la tarde del día 17. “Fueron aquellos militares africanistas forjados en la guerra del Rif y su belicosidad [Francisco Franco, Emilio Mola, Millán-Astray, entre otros] los que encabezaron el golpe de Estado. “Melilla cae rápido: caen los cuarteles, cae el aeródromo, caen dos bases”. “Se detiene a gente. Se fusila a gente”.
De Ceuta, Melilla y Tetuán ya habían llegado atletas y otros participantes a Barcelona. Su puntualidad les salvó la vida. Muchos de ellos eran militantes de la JSU y continuaron aquí la defensa del gobierno legítimo de la República. Después continuaron su combate contra el nazismo en Europa.
José Barón Carreño[v], nacido en Gérgal, Almería, había sido seleccionado en Melilla, donde residía, para participar en las Olimpiadas de Barcelona. Su entrada en Wikipedia dice que a su condición de deportista hay que añadir que fue resistente comunista y nombrado jefe de la zona norte de la Agrupación de Guerrilleros Españoles. Murió en combate el 19 de agosto de 1944, el primer día de la insurrección de París, antes de la entrada de La nueve, formada también por republicanos españoles. Tenía 26 años y en Francia es recordado como héroe de la liberación de París.
Francisco Pradal González[vi],también era de la JSU y de Melilla. Llegó a Barcelona el 17 de julio de 1936 para competir en las Olimpiadas, y se incorporó al ejército popular en la defensa de la República, y posteriormente en la resistencia. Fue el primer guía de pasos de frontera del PCE. Detenido y con muchos años de cárcel en Burgos. Actualmente tiene una placa que recuerda su actividad en las rutas del maquis. Caminos de libertad. Entre Camprodón y la Vall de Vianya. La primera ruta clandestina que abrió en el año 1943.
Avanzadilla de las Brigadas Internacionales
La bibliografía disponible nos recuerda como en Barcelona ya se encontraban voluntarios de países como Italia, Alemania o Polonia, que habían llegado huyendo de la amenaza y persecución nazi y fascista. También residentes de estos mismos países por motivos económicos y profesionales. Muchos de ellos y ellas se unieron a las fuerzas defensoras del Gobierno de la República.
Sònia Garangou i Tarrés, autora del libro: “Les aigües de l’oblit”, donde nos relata la trágica historia de los Brigadistas Internacionales del Ciudad de Barcelona hundido frente a la costa de Malgrat de Mar, escribe lo siguiente: “Francia, Dinamarca, Polonia, Italia, Alemania, Bélgica, Noruega, Suecia, Cuba, Gran Bretaña, Argentina, China, Estados Unidos, Canadá, son algunos de los países de procedencia de los voluntarios internacionales (…) Los primeros extranjeros que lucharon en el bando republicano fueron exiliados procedentes de Alemania o de la Italia fascista que ya vivían en Barcelona. En agosto de 1936 se constituyó la centuria Thalmann, formada por comunistas alemanes y austriacos expatriados, que se integraron en la columna 19 de julio del PSUC. También se sumaron a unidades republicanas algunos de los atletas extranjeros que habían venido a Barcelona para participar en la Olimpiada Popular”.
Estos centenares de deportistas fueron los primeros voluntarios que abrieron paso al movimiento de las Brigadas Internacionales, que de forma organizada comenzaron a llegar de todas partes del mundo, unos meses más tarde. “Por vuestra libertad y la nuestra”, es el distintivo de los voluntarios polacos de la Brigada Dombrowski, y expresa muy bien como la defensa de la República en España era el mismo combate universal por la libertad en Europa. Contra el nazismo y el fascismo.
Algunos pudieron marchar, otros se quedaron para siempre en España
Muchos, la mayoría de los deportistas, regresaron a sus lugares de origen. Se convirtieron en activistas de la defensa de la República y de los valores de igualdad y transformación social que representaba. Contribuyeron a organizar en sus países las Brigadas Internacionales y a exigir a sus gobiernos una actitud beligerante frente al golpe y la guerra cruenta franquiciada por Hitler y Mussolini. Muchos de esos atletas y voluntarios se enfrentarían meses más tarde a las tropas hitlerianas que arrasaban y ocupaban Europa.
Centenares de voluntarios habían conocido directamente la cara más cruel del fascismo. El libro de Juan Miguel Baquero: El País de la desmemoria. Del genocidio franquista al silencio interminable, lo describe así: “Suena Pete Seeger con The Almanac Singers en “Viva la Quinta Brigada” o “Jarama Valley”. Max Parquer recreó el cancionero aprendido en las celdas de San Pedro de Cardeña”. Mucha gente todavía no conoce este lugar. “San Pedro de Cardeña se convirtió en abril de 1938 en campo oficial franquista de prisioneros extranjeros. Entre sus muros estuvieron cautivos más de 700 brigadistas en un régimen marcado por el hambre, la insalubridad, la represión, el miedo, el adoctrinamiento y las enfermedades” (…) “La leyenda de los brigadistas perdura como un hito de la solidaridad internacional”.
Muchos otros jamás pudieron regresar a sus hogares. Sus restos están bajo la tierra de los lugares míticos de la memoria internacionalista: el Jarama, el frente del Ebro o la batalla del Segre, donde Inga Oleksiuk continua buscando a su abuelo Mihail Oleksiuk, un brigadista judío ucraniano y polaco. Su imagen presidió la última asamblea del Amical de las Brigadas Internacionales de Catalunua , ABIC[vii].
Epílogo
Cierro esta crónica reivindicando tres nombres propios, nombres de mujeres. Las grandes silenciadas y olvidadas de la memoria: Carmen Crespo, Marina Ginestà y Margot Moles[viii].
Carmen Crespo tenía 19 años cuando se despertó en el Hotel Olímpico de la plaza de España aquel 18 de julio. Formaba parte del equipo de deportistas de Francia, aunque sus orígenes eran de Barcelona y Teruel. Anarquista y atleta. Se quedó en Barcelona y se añadió a las milicias que fueron a combatir en el Frente de Aragón. Trasladada a primera línea de fuego, como ella deseaba, cerca de Caspe, murió destrozada por el impacto de una bomba en el año 1937. Tenía 20 años.
Marina Ginestà, nacida en la ciudad occitana de Toulouse, fue una periodista y militante comunista durante la II República y la Guerra de España. Colaboró junto a sus camaradas de la JSUC en la organización de la Olimpiada Popular. Protagonizó una fotografía mítica, vestida de miliciana con 17 años en el Hotel Colón, la sede del PSUC en julio de 1936. La fotografía se la hizo Hans Gutmann, un fotógrafo alemán que había venido atraído por las Olimpiadas. Marina conoció el exilio y los campos de concentración. La fotografía estuvo olvidada en algún archivo hasta finales del año 2002. Fue traductora y escritora.
Margot Moles Piña, había nacido en Terrassa, y marchó junto a su familia cuando tenía 10 años a Madrid. Fue la deportista más conocida durante los años de la República. Entre 1934 y 1936 ganó en tres ocasiones el Campeonato de España de Hockey Femenino, como capitana del Atlético de Madrid. En febrero de 1936 fue la primera mujer, junto a su compañera Ernestina Maenzade, en participar en unos Juegos Olímpicos de Invierno, los celebrados en la estación alemana de Garmisch-Partenkirchen. El golpe de Estado y la Guerra truncaron su carrera deportiva, aunque todavía consiguió un éxito internacional al ganar la medalla de bronce en lanzamiento de disco en las III Olimpiadas Obreras de Amberes de 1937[ix]. Era la abanderada de los deportistas españoles. Este compromiso con el gobierno democrático de la II República, le condenó al ostracismo durante el régimen franquista, y todos sus méritos borrados de la historia. Su marido, el esquiador madrileño Manuel Pina, fue fusilado en 1942, y ella se vio obligada a bordar ropas para ganarse la vida. Se quedó viuda con 32 años. El periodista Ignacio Ramos rescató esta historia silenciada el año 2017 con la publicación del libro. Margot Moles, la gran atleta republicana.
Honrar la memoria vital de estas mujeres, su solidaridad y su fraternidad en tiempos difíciles, y su generoso compromiso en la defensa de los valores universales del género humano, es la modesta pretensión de estas notas. Ni las bombas, ni la represión, ni la lluvia borrarán su gesta solidaria y deportiva. Conviene que se transmita a las generaciones más jóvenes.
Domènec Martínez García, socio de la ACPEPF y del ABIC, Amical de las Brigadas Internacionales de Catalunya.
[i] Información del acto de este año, 2024, junto al Monumento de la Rambla del Carmel.
[ii] Texto en catalán La Barcelona olímpica de 1936, oblidada
[iii] Texto publicado en Segle XX. Revista catalana d’història, 10 (2017). Pp .1-29. Paul Preston
[iv] Entrevista a Carles Vallejo citant el testimoni del seu pare Juan José Vallejo eldiario.es
[v] José Barón Carreño
[vi] Francisco Pradal González
Fuente → memoriadelfuturo.eu
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