Represión y crímenes franquistas en El Madroño (Sevilla)
Represión y crímenes franquistas en El Madroño (Sevilla)
Tulio Riomesta 
 
 
El Madroño era en los años 30 un pueblo de la cuenca minera, el 54% de los varones eran mineros, un 26% jornaleros. La Compañía minera apoyaba a los rebeldes nazionales, quienes mediante el terror y la militarización consiguieron que la producción aumentase con menos obreros, salarios más bajos y una dramática escasez de alimentos. Antes de que los fascistas tomaran el pueblo, los vecinos requisaron ganado vacuno a varios terratenientes para alimentar a la población, lo que provocó que el propio Queipo les amenazara por radio: “¡¡madroñeritos!! ¡¡que caras os van a salir las vacas que os estáis comiendo!!”. Decenas de personas huyeron despavoridos cuando El Madroño iba a ser tomado por los matones franquistas.
 

El 26 de Agosto del 36 El Madroño fue ocupado por una columna fascista formada por una compañía de infantería, 200 falangistas, 50 carabineros, 30 guardias de asalto, una sección de zapadores, una batería de artillería de 7.5, un camión blindado, otros 200 falangistas de Sevilla y una sección de morteros. Y un cura. No encontraron ninguna resistencia, pero como era habitual trataron de convertir lo que era un paseo, en una gesta heroica: ”habían vencido la resistencia opuesta por los marxistas que impedían a todo trance el avance”. Comenzó la matanza. El número estimado de madroñeros víctimas del franquismo supera las 45, entre ellos 11 mujeres identificadas, 5 mineros ugetistas fueron ejecutados en Sevilla. También cayeron vecinos de Zufre y del Castillo de las Guardas.

El Madroño no fue una excepción a la liturgia criminal franquista sobre la población Republicana en todos los pueblos que ocupaban: Registros, saqueos domiciliarios, las siniestras «listas», detenciones masivas, palizas y torturas, terribles vejaciones a las mujeres. Muchas Republicanas fueron rapadas, purgadas con ricino y paseadas por las calles, entre ellas Josefa Pérez, Isabel López, Ángeles Martín, Rosario Pérez, Segunda López, Isabel L. Pérez, Encarnación Pichardo. Abundaron las violaciones y atrocidades cometidas con las muchachas más jóvenes antes de ser asesinadas. Este paroxismo de barbarie amparada con una total impunidad era, no ya consentida, sino alentada por los felones golpistas, horribles agresiones que sólo fueron la antesala de los crímenes.

El control del pueblo quedó en manos de la guardia civil y los falangistas. Por orden de Queipo se crearon las milicias cívicas, dirigidas por oficiales retirados e integradas por derechistas locales a quienes se entregaron armas. Los Republicanos eran interrogados, torturados, cavaban la fosa del cementerio, trasladaban los cadáveres de los que eran asesinados, todo a la espera de que les llegase su turno. La represión se aplicó inexorablemente y con avidez para desmantelar precisa y brutalmente los núcleos básicos de la estructura democrática, aniquilando a las personas más activas políticamente en cada localidad, a los cuadros de las organizaciones obreras y organizaciones Republicanas.

La noche del 27 de Agosto, comenzaron los fusilamientos en El Madroño, aunque a algunos Republicanos los habían llevado a fusilar a Nerva. En las 2 o 3 noches siguiente otros 35 desdichados, escogidos entre los que decidieron o no tuvieron más remedio que quedarse, cayeron en el Madroño bajo las balas de los piquetes. Los primeros fusilamientos se realizaron en la calleja de la entrada, luego continuaron en el cementerio. El 28 de Agosto faltaban en la mina unos 3.100 trabajadores huidos, de los 8.500 que allí trabajaban el 18 de Julio. Era habitual asesinar a familiares de Republicanos que habían huido.

En Julio del 37 habían 35.000 huidos sólo en la provincia de Sevilla, que fueron perseguidos por los sublevados mediante batidas incesante que dejaban a los Republicanos muertos en medio de los campos. Las cacerías sumaban víctimas en cascada a cada paso evitando dejar el menor rastro posible de los delitos cometidos. En el recodo de una cañada se toparon con 3 desamparados, y por tratarse de debut de las batidas, tuvieron la compasión de matarlos sin torturarlos previamente. En el colmo de la iniquidad, familias que tenían varios miembros huidos, o incluso asesinados fueron obligadas a facilitar en su propia casa alojamiento a falangistas y otros delincuentes dedicados a la caza de sus familiares. Como macabro complemento para perfeccionar el método se provocaron incendios en las sierras.

Cuando los dirigentes de los rebeldes pedían aclaraciones sobre los “desmanes” cometidos por los “rojos”, era habitual encontrase con respuestas como por ejemplo la del alcalde fascista impuesto en Brenes “..pongo en el superior conocimiento de V.S. que en esta villa no se han cometido asesinatos por los rojos…los únicos muertos con ocasión del glorioso movimiento en esta fueron a los que por las fuerzas nazionales se le aplicaron el bando de guerra”. En el caso de el Madroño, cuando se preguntó por las personas residentes en el municipio que hubieran muerto violentamente a manos de los rojos, la respuesta fue “Ninguno”.


Documentos: El libro «A morir toca, El Madroño en tiempos de infamia» de Juan José López López. Que fuera mi tierra, Anuario 2015. Intervenciones en fosas comunes del franquismo en Andalucía (Juan Miguel Baquero). Desaparición Forzada de Andalucía, Fosa de El Madroño


banner distribuidora