Olloniego, 1934: la revolución en el Oviedo minero
Alberto Rosón
El día cuatro de octubre, sobre las doce de la noche llegó un delegado con la noticia del “levantamiento general”.
El cuartel, como tanto otros, estaba en una aldea minera, pues ya se sabe, donde hay mineros puede haber problemas: discusiones por los precios del carbón, por los turnos, borracheras y un largo etc. La presencia de los guardias con sus capotes y tricornios solía ser suficiente para poner calma en la mayoría de las ocasiones. Pero eran muchos los asuntos pendientes entre los trabajadores y las fuerzas del orden; difícil olvidar largos años de represión, palizas, etc. que mostraban a los trabajadores que las fuerzas del orden eran los lacayos de los patronos y como la “justicia” era siempre una amenaza que pendía sobre los trabajadores y sus familias.
La revolución de octubre tuvo una fecha de inicio, pera ya llevaba mucho tiempo gestándose en la voluntad de los trabajadores. Estos habían ido haciendo acopio de armas, cada uno en la medida de sus posibilidades. Se preparaban para el día en que conseguirían, por medio de la unidad y de la violencia revolucionaria, emanciparse por fin de la violencia de los explotadores y llegar a esa sociedad de justos y de iguales con la que soñaban. Así, quien podía compraba una pistola en el mercado negro, otros disponían de escopetas de caza o buscaban otros recursos). Ansiosos de que llegase el aviso de que la insurrección revolucionaria había comenzado en toda España, sabrían dar el do de pecho.
El día cuatro de octubre, sobre las doce de la noche llegó un delegado don la noticia del “levantamiento general”
El día cuatro de octubre, sobre las doce de la noche llegó un delegado con la noticia del “levantamiento general”. Los obreros se dispusieron a atacar el cuartel, símbolo de la autoridad central. Fueron en busca de las armas que tenían escondidas para el momento, armas procedentes del Turquesa, un depósito en Santianes, otro en la Manzaneda, también fusiles procedentes de la chatarra del taller de Acero de Fábrica de Mieres, reacondicionados por los trabajadores.
Cuando los revolucionarios se estaban desplegando y preparando el ataque, se produjo el encuentro accidental con tres guardias civiles, los cuales en lugar de hacerles frente, huyeron hasta refugiarse en el cuartel. Así se inició el primer asalto a un cuartel de la Guardia Civil en la Cuenca del Nalón. El asalto se produjo sobre las dos de la madrugada, sin resultados prácticos. Se establecieron puestos de vigilancia para impedir la huida de los guardias civiles sitiados, a los que se les habían cortado las comunicaciones telefónicas.
Sobre las seis de la mañana llegaron algunos revolucionarios con grandes cantidades de dinamita procedentes de los polvorines de las empresas mineras (El Fayeu y El Caudal). Tras varias explosiones apareció en el cuartel una bandera blanca, decían que la revolución no había estallado en ninguna parte de España, que estaban engañados. A lo que contestaron que se rindieran si no querían morir porque el único cuartel que quedaba por tomar era el de Olloniego.
Eran unos cuarenta atacantes, no muy bien armados y no era fácil. Pero tras varia explosiones los guardias pidieron parlamentar nuevamente, dándoseles veinte minutos para que salieran las mujeres y los niños. Reemprendido el ataque se roció la puerta con gasolina y se le prendió fuego, pero una explosión lo apagó. Los sitiados querían parlamentar nuevamente, pero visto que lo único que pretendían era ganar tiempo para que llegasen auxilios, se rehizo el fuego. En ese momento en la puerta del cuartel apareció una mujer con un niño en cada mano, se cesó de hacer fuego y la mujer y los dos niños se refugiaron en la fuente de agua que aún hoy podemos ver a la derecha de la casa cuartel.
En ese momento, el brigada (Manzanares) el subteniente y dos guardias más salieron por la parte de atrás del edificio a ocupar posiciones. Descubiertos por los revolucionarios les dispararon desde un castañedo que hay detrás, hiriendo gravemente al brigada. No hubo más resistencia, se rindieron. El número de los revolucionarios había aumentado hasta unos 130, armados ahora también con los fusiles tomados a los Guardias Civiles del puesto.
En esto, llegó la noticia de que se acercaban cuatro camiones de guardias de Asalto que venían desde Oviedo por el lugar llamado La Vuelta del Moro, a unos 150 metros de El Portazgo y con dirección a Olloniego. Los revolucionarios corrieron hacia esta zona, tras atravesar la larga línea recta de la Via de la Plata que trascurre por el medio del pueblo dividiéndose en distintos puntos estratégicos: Cruz de Pando, Arnea, El Portazgo, Armatilla, Picu Catiellu y alguna zona de la carretera a Santianes desde donde podían cubrirse.
Con la ayuda de una ametralladora robada por los confederales en la fábrica de La Vega hacía un mes, les atacaron obligándoles a retroceder hasta la entrada del pueblo de La Manzaneda. En esta operación perdieron un camión y tuvieron unas veinte bajas. Unos jóvenes consiguieron apropiarse del camión y conducirlo hasta el Portalgo. Por su parte los guardias emplazaron una ametralladora en una casa de La Manzaneda disparando contra distintas posiciones como Armadilla o Arnea (donde fue herido un revolucionario).
Ante las noticias de los combates llegaron más obreros armados desde Soto de Ribera y dos escuadras de Morcín que se situaron en la cresta de la sierra. Desde Oviedo habían salido una sección de guardias de Asalto y dos tenientes con una sección de ametralladoras y algunos números de la Guardia Civil. Estuvieron cerca de dos horas ametrallando las posiciones de los obreros sin resultado. Se les hizo frente con fusiles desde la carretera de Santianes a una distancia de ochocientos metros. Los cinco revolucionarios que estaban en esta posición cambiaron de zona hacia el Picu Catiellu.
Los guardias de Asalto se intentaban desplazar por la parte trasera de La Manzaneda, hacia el Picu Llanza (Picu Corona), capturando a cuatro prisioneros a los que usaron como parapeto humano, al igual que a unos corresponsales del diario Avance que regresaban de Oviedo. Se vieron otros dos camiones acercándose por la carretera de Santianes a los que se disparó desde unos trescientos metros. Cayó un teniente y un guardia, huyendo el resto por la carretera, unos en camión (días más tarde los revolucionarios capturaron a alguno de los guardias que estaba escondido en el monte).
A media tarde, desde Mieres, llegaron camionetas con más refuerzos para los revolucionarios. Tras un ataque las fuerzas del gobierno huyeron en desbandada hacia Oviedo.
Fuente → nortes.me
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