Agustín Guillamón
INTRODUCCION -1.
Charles Cortvrint2, belga, y Charles Carpentier3,
del norte de Francia, ambos militantes anarquistas, atravesaron la
frontera franco-española el 29 de julio de 1936. Charles “Ridel” ya
había estado en España, en el congreso de la CNT de Zaragoza, en mayo de
1936, y redactó un informe de ese congreso, que se publicó en La
révolution proletarienne. Días después de cruzar la frontera, ya en
Barcelona, se entrevistaron con Abad de Santillán, que les ofreció un
pase de periodistas, que rechazaron, porque lo que querían era luchar en
el frente de Aragón. Se unieron a Louis Berthomieux, antiguo capitán de
artillería, que ahora era un indigente, que vivía en un barrio de
barracas, con los gitanos. Este trío, ante la llegada de numerosos
voluntarios anarquistas extranjeros para combatir en España, tuvo la
idea de agruparlos para fundar el Grupo internacional de la Columna
Durruti. Participaron en la toma de Pina de Ebro y de Osera, así como en
un intento fallido de establecer una cabeza de puente en la otra orilla
del Ebro. En septiembre de 1936 sesenta hombres del grupo
internacional, con gran experiencia militar, participaron como tropa de
elite en el asalto de Siétamo, donde tuvieron 37 bajas, entre muertos y
heridos.
El 17 de octubre de 1936 el grupo internacional fue diezmado en Perdiguero, tras duros combates con la caballería marroquí, que había conseguido encerrarlos en una bolsa, y aislarlos del resto del frente, ya que no les había llegado la orden de retirada, porque el enlace que debía comunicarla se había extraviado. Berthomieux había preferido saltar con una carga de dinamita antes que caer en manos del enemigo. Ridel y Carpentier, que sólo unas horas antes habían ido a buscar armas y municiones suplementarias, sólo pudieron participar en la ruptura del cerco para forzar la retirada final. Murieron 170 milicianos del total de 240 de que constaba entonces el grupo internacional, que en la práctica desapareció como tal. Tras este desastre militar Ridel y Carpentier regresaron a Francia. Charles Ridel, a petición de la Union Anarchiste (UA), se dedicó a dar conferencias para recaudar fondos, y a la organización de la ayuda a los milicianos que combatían por la revolución en España. Carpentier regresó a España en diciembre de 1936, y participó en la lucha de las barricadas, en Barcelona, durante las jornadas de mayo de 1937, regresando poco después definitivamente a Francia para evitar las checas estalinistas.
En noviembre de 1937 Charles Ridel, Charles Carpentier, Lucien Feuillade (“Luc Daurat”) y Guyard, se manifestaron en contra de las resoluciones y acuerdos del congreso de la UA4. El congreso se celebró del 30 de octubre al 1 de noviembre de 1937. En primer lugar se constató la necesidad de adoptar nuevas medidas organizativas para hacer frente al fuerte crecimiento del número de militantes y de la tirada de Le Libertaire, ya que ambos se habían cuadriplicado en el último año. Sin embargo, el tema que centralizó y encrespó el debate del congreso fue el de la solidaridad con España. En realidad, cuando las resoluciones aprobadas en el congreso afirmaban “la solidaridad total de la UA con España”, lo que se estaba confirmando era la solidaridad y aprobación por parte de los anarquistas franceses del COLABORACIONISMO de la CNT y la FAI con el gobierno burgués y republicano español.
Ridel inició el debate con la crítica de los errores más destacados de la UA, durante el último año, que para él eran éstos:
1.-El anarquismo debe ser un sector del movimiento obrero y no una filosofía.
2.-Ha de cambiarse la estructura organizativa, que cargaba todo el trabajo en los cinco o seis cargos de responsabilidad, en lugar de hacerlo en toda la organización.
3.-Era precisa una mayor coherencia política.
4.-Deploraba la insuficiente preparación del Congreso.
5.-Lamentaba la participación en el mitin del Velódromo de Invierno5, de los estalinistas Cachin y Jouhaux6.
6.- Deseaba que se permitiera exponer en Le Libertaire las diversas posiciones políticas de los anarquistas españoles. En el congreso francés, el sector mayoritario pronunció frases dignas de figurar en una antología de los partidarios del colaboracionismo de los anarquistas con el Estado republicano. Dijo Servant, en respuesta a las críticas de Ridel:
“Si ha habido algún error de los anarquistas españoles, no es el de haber colaborado con el gobierno con los sectores políticos, sino el de no haber conservado dicha colaboración.”
Del mismo modo, más lacónicamente, refiriéndose a la dejación de principios por parte de los anarquistas españoles, dijo Sail Mohamed:
“Por un fusil, yo habría hecho todas las concesiones”.
Al final de la primera sesión el congreso rechazó la moción de “Ridel” que abogaba por la representación con plenitud de derechos de los grupos de fábrica, aprobando la moción que consideraba a esos grupos de fábrica como elementos de reclutamiento sin representación. Esto significaba que el anarquismo francés renunciaba a organizarse firmemente en las fábricas, y optaba por una organización de tipo local más adecuada al cultivo de la filosofía que de la lucha de clases.
La segunda sesión se dedicó exclusivamente al debate sobre España. A la argumentación de Frémont, extremadamente comprensiva con la dejación de principios anarquistas en favor del colaboracionismo con el gobierno, le respondió Daurat con la cuestión clave de la toma del poder en una revolución:
“Creo que la cuestión debe plantearse en el terreno político. ¿Es imposible instaurar el comunismo libertario? Entre tomar el poder y participar en un gobierno Negrín o Caballero, hay una posición [de principios] mínima para los anarquistas, esto es, hacer un llamamiento a las organizaciones sindicales, crear un comité de coordinación, que halle una fórmula revolucionaria lógica para el período transitorio, y [que sea capaz de] organizar la dictadura del proletariado en un plano democrático mediante un gobierno de los sindicatos7. Sin embargo, se objetará que existen partidos políticos con los cuales es necesario hacer una parte del camino. Creo que no hay que hacerse ilusiones y no perder de vista que los partidos burgueses no tienen más objetivo que abortar la revolución. En consecuencia, esa parte del camino debe cesar en algún momento. Recordemos los hechos de mayo y los anarquistas encarcelados. ¿La situación es tan desesperada que hay que implorar de París y Londres una paz honrosa?
¿O bien los anarquistas deben intentar reactivar la situación revolucionaria? En un reciente artículo en Le Libertaire Gaston Leval justifica los compromisos [del colaboracionismo], declara que era imposible vislumbrar otra cosa que no fuera un gobierno de síntesis (anarquistas, socialistas autoritarios y republicanos). ¿No sería mejor organizar la paz? ¿O revisar de arriba abajo nuestra doctrina? Parece que conviene no hablar de anarquismo en eso que ha dado en llamarse Revolución española.
¿Cuáles son en realidad las realizaciones españolas? ¿Las colectivizaciones de Aragón y Cataluña? Pero si están sometidas al gobierno burgués (Ascaso en prisión) y no son de hecho más que simples cooperativas. El principio de la democracia obrera exigía que después del 19 de julio se constituyeran comités de obreros CNT-UGT. La respuesta que se dió: “Estamos contra la toma del poder”, es insuficiente y el anarquismo no debe ser abandonado por la dictadura del proletariado. Hay que constituir el gobierno de los sindicatos8.”
En definitiva, lo que estaba defendiendo Lucien Feuillade (“Luc Daurat”) eran las posiciones anarcosindicalistas como alternativa al colaboracionismo gubernamental.
Guyard mostró también su oposición a las posiciones de la mayoría del congreso, que aprobaban el colaboracionismo de los dirigentes anarquistas españoles:
“la participación ministerial de la CNT en el poder en España fue nefasta, hubo ministros anarquistas al mismo tiempo que había anarquistas en prisión. Hubo falta de energía por parte del ministro de Justicia, que pudo actuar de otro modo apoyado por las organizaciones sindicales.”
Fue muy interesante la intervención del delegado de “Paris 14” que tras afirmar que la participación anarquista en el gobierno fue nefasta y criticar las posiciones sobre la URSS y los estalinistas defendidas por Solidaridad Obrera y Catalunya, constató que la FAI se había convertido en un partido político más. En sus críticas contra las distintas organizaciones y dirigentes excluía expresamente a las Juventudes Libertarias y a Los Amigos de Durruti.
Tras un largo, confuso y acalorado debate en el que la mayoría del congreso expuso ampliamente sus argumentaciones, Carpentier y Ridel intervinieron para resumir las posiciones encontradas sobre el caso español, que se habían puesto de manifiesto. En primer lugar, expusieron su derecho a poder realizar las críticas que consideraban justas y oportunas de la FAI y de la CNT, sin que ello supusiera atacar o traicionar a nadie. Destacaron la existencia de una oposición al colaboracionismo en la propia España, encarnada en Los Amigos de Durruti. En segundo lugar, manifestaron que era lógico decirles a quienes combatían a Franco que había que luchar hasta el final, y también había que combatir al gobierno republicano. En las intervenciones de la mayoría había llegado a decirse que en España no había habido revolución. En último lugar expusieron sus críticas a la catastrófica táctica de la FAI que aceptó compartir las responsabilidades gubernamentales en igualdad de condiciones con los partidos políticos pese a su superioridad numérica. Constaban la falta de preparación de la CNT-FAI y el divorcio existente entre la base y la dirección. Por otra parte, la existencia de ministros anarquistas impidió que las tropas del frente de Aragón bajaran a Barcelona en mayo del 37, y la falta de cooperación de los estalinistas había acabado en fracasos militares en Aragón.
Ridel hizo una durísima crítica del movimiento anarquista español:
“Hay que efectuar la crítica del movimiento [anarquista] español porque pone de relieve los defectos de todo el movimiento anarquista: ausencia de planificación económica, ausencia de programa. La colaboración de clases y gubernamental se ha mostrado impotente, habría de haberse llevado a cabo la amenaza de Durruti: “tomar el dinero del Banco de España”.”
Ridel mostró su acuerdo con Daurat al definirse no como antifascistas, sino como anticapitalistas. En su intervención Ridel rechazó tanto a los colaboracionistas como a los puristas. Según él la CNT podía unirse en la lucha con otros partidos políticos, pero nunca con partidos burgueses y en el seno de un gobierno burgués. Y acabó afirmando que:
“Si es imposible que la clase obrera pueda hacer sola la revolución entonces la revolución es imposible”.
La sesión terminó con varias intervenciones de la mayoría entre las que destacaban las siguientes argumentaciones favorables a la política colaboracionista del anarquismo español:
1.-No podemos ni debemos constituirnos en un tribunal que juzgue a los camaradas españoles.
2.-La falta de armamento y el peso de las circunstancias impusieron la necesidad de colaborar con otros partidos y con el gobierno burgués en la lucha contra el fascismo. 3.-Si en mayo del 37 se hubiera proclamado el comunismo libertario los anarquistas habrían acabado siendo aplastados por el resto de organizaciones y por el gobierno republicano.
4.- No ha habido abandono de principios por parte de la CNT, no ha habido traición de los ministros anarquistas, se hizo lo único que se podía hacer.
5.- Era preferible el repliegue adoptado por el anarquismo español a su aplastamiento: esto ha permitido la colectivización de las empresas, que atestiguan el valor de las concepciones revolucionarias anarquistas.
En la tercera sesión del congreso se debatió la acción del Comité pro España Libre, creado por la UA con el fin de extender y fortalecer la solidaridad internacional antifascista. Guyard y Ridel aprobaron la labor del Comité, objetando que ello no sancionaba el nuevo organismo que se proyectaba (la Solidaridad Internacional Antifascista (SIA)) y lamentando que los mítines del Velódromo de Invierno se hicieran sin una consigna común. El debate terminó con la aprobación de la creación del SIA.
Por la tarde se trató el tema de la organización de la UA. Frémont fue el encargado de abrir el debate. En su intervención intentó acallar las críticas de la oposición afirmando que la organización siempre tenía razón y que los desacuerdos parciales en determinados aspectos debían desaparecer frente al adversario:
“Incluso en caso de desacuerdo, la solidaridad y el espíritu organizativo nos llevan a justificar públicamente las posiciones de la FAI”.
El congreso finalizó pues con la absoluta victoria de las tesis defendidas por la mayoría del congreso, marcado sin embargo por la firme defensa por parte de los disidentes Ridel, Daurat, Guyard y Carpentier de sus críticas a la deriva colaboracionista del movimiento anarquista español, refrendados ahora por el congreso francés de la UA. Por lo menos en Francia había sido posible la crítica abierta de las posiciones ideológicas del anarquismo de Estado, y había sacado a la luz la existencia de una oposición libertaria a la dejación de principios ácratas y al colaboracionismo de la CNT- FAI. Eso no había sido posible en España, donde los comités dirigentes habían intentado la expulsión de Los Amigos de Durruti, y en todo caso habían conseguido su ostracismo y clandestinidad. En Francia sólo fue posible el debate después que los anarquistas fueran desplazados (como había constatado Ridel durante el congreso) de las tareas gubernamentales. Pero en todo caso el resultado fue similar tanto en España como en Francia: la absoluta marginación de los disidentes por la mayoría, partidaria del colaboracionismo con los partidos burgueses, incluso en el seno de un gobierno capitalista.
En febrero de 1938 “Charles Ridel” (Charles Cortvrint) fundó con “Luc Daurat” (Lucien Feuillade), la revista Revision. En esta revista anarquista de teoría y análisis, en la que se expusieron y defendieron las posiciones de Los Amigos de Durruti, los disidentes del congreso pudieron desarrollar sus análisis sobre la situación internacional,
así como interesantes temas de teoría política, fundamentalmente sobre la cuestión del Estado.
En el primer número apareció un manifiesto firmado por Maire-Louise Berneri, Suzan Broido, “Luc Daurat” (Lucien Feuillade), René Dumont9, Greta Jumin, Marester, Jean Meier, Jean Rabaud, “Charles Ridel” (Charles Cortvrint) y Sejourne, que explicaba las razones que hacían necesaria la aparición de la nueva revista. La revista era considerada como una plataforma común de los jóvenes revolucionarios, que, aunque de distintos credos políticos, ya fueran marxistas o anarquistas, coincidían en la necesidad de revisar y criticar las posiciones caducas, ya fueran de carácter oportunista o purista estrechamente asociadas al movimiento anarquista, ya fueran el sectarismo socialista o estalinista o bien la hipercrítica de las distintas oposiciones comunistas. La revista, aunque se declaraba libertaria, era independiente de cualquier organización o partido y se consideraba abierta no sólo a la crítica y el análisis de la realidad existente, sino también a la teorización de las experiencias revolucionarias rusa y española, así como del fenómeno fascista en Italia y Alemania.
En el número 3 de la revista, fechado en abril de 1938, se publicó con carácter monográfico un estudio colectivo de los problemas referentes al Estado y la Revolución.
Se trataba de un estudio, riguroso y muy interesante, de la cuestión del Estado y de los problemas que plantea una revolución proletaria, en el que se hacía una exposición crítica de las tesis socialistas, estalinistas y anarquistas. El estudio finalizaba en el número 4 de la revista. Como un apartado más de ese estudio sobre el Estado y la Revolución se hacía una exposición del programa de Los Amigos de Durruti, que por su destacado interés reproducimos en su totalidad:
“En fin, la experiencia española al someter a la prueba de fuego de la práctica toda la doctrina anarquista, ha permitido a una organización catalana: Los Amigos de Durruti, establecer un programa simple y preciso en el que se plantea la cuestión de qué organismos deben responder a las necesidades de la lucha civil. Este programa se aproxima mucho a la concepción sindicalista; por otra parte, hace aparecer por primera vez en la ideología libertaria el concepto concreto de un órgano centralizado que debe enfrentarse a los peligros más apremiantes.
Helo aquí, tal como Los amigos de Durruti lo han publicado10:
“I. Constitución de una Junta Revolucionaria o Consejo Nacional de Defensa. Este organismo se constituirá de la siguiente manera: los miembros de la Junta Revolucionaria se elegirán democráticamente en los organismos sindicales. Se tendrá en cuenta el número de camaradas desplazados al frente que necesariamente habrán de tener representación. La Junta no se inmiscuirá en los asuntos económicos, que atañen exclusivamente a los sindicatos.
Las funciones de la Junta Revolucionaria son las siguientes:
- Dirigir la guerra;
- Velar por el orden revolucionario;
- Relaciones internacionales;
- Propaganda revolucionaria.
Los cargos serán renovados periódicamente para evitar que nadie tenga apego al mismo. Y las asambleas sindicales ejercerán el control de las actividades de la Junta.
II. Todo el poder económico a los sindicatos. Los sindicatos han demostrado desde julio su gran poder constructivo. Si no se les hubiese relegado a un papel de segunda fila, hubieran dado un gran rendimiento. Serán las organizaciones sindicales quienes estructuren la economía proletaria.
Teniendo en cuenta las modalidades de los sindicatos de industria y de las federaciones de industria, podrá además crearse un Consejo de Economía con el objetivo de coordinar mejor las actividades económicas.
III. Municipio Libre. (…) Los Municipios se encargarán de las funciones sociales que se escapan de la órbita de los sindicatos. Y como vamos a estructurar una sociedad netamente de productores, serán los propios organismos sindicales quienes irán a nutrir los centros municipales. Y no habiendo disparidad de intereses no podrán existir antagonismos.
Los Municipios se constituirán en federaciones locales, comarcales y peninsular. Los sindicatos y los Municipios establecerán relaciones en el área local, regional y nacional.”
Los Amigos de Durruti preconizan igualmente una serie de medidas como son: la lucha contra la burocracia y los salarios anormales; el establecimiento de un salario familiar; la socialización de la distribución y el racionamiento; el control sindical de las milicias; la organización de la policía por los sindicatos; la socialización agraria; una política internacional basada en los centros obreros del extranjero y en su acción; la alianza entre los sindicatos obreros de las diferentes tendencias, con exclusión de los burócratas, arribistas y cargos sindicales de los partidos políticos; el rechazo a colaborar con las fuerzas burguesas y estatales, o reforzarlas del modo que sea.
Creemos que éste es el primer programa concreto defendido públicamente por una tendencia anarquista, aplicado a una situación real y hecho con consignas precisas.”.
Cabe destacar que Charles Ridel subrayaba el carácter sindical, o si se quiere anarcosindicalista, del programa de Los Amigos de Durruti. Por otra parte, cuando Ridel hacía alusión a las alianzas sindicales, tanto en sus intervenciones en el congreso de la UA, como en Revision, parece referirse a la UGT. Y en esto está malinterpretando a Balius, porque Los Amigos de Durruti, después de mayo del 37, sabían que la UGT en Cataluña era una organización sindical estalinizada con la que no era posible alianza alguna. Cuando Los Amigos de Durruti hablaban de sindicatos normalmente hacían referencia a los distintos sindicatos de ramo (del metal, del textil, de la alimentación, etc.…) de la CNT, no a la UGT.
En este mismo número 4 de Revision aparecía la convocatoria para el miércoles 6 de abril de 1938 de una conferencia de Ridel, en París, sobre el tema “La posición y el programa de Los Amigos de Durruti”. Podemos afirmar pues, que Charles Ridel, tras el congreso de la UA de noviembre de 1937, se convirtió en propagandista y valedor de las posiciones y del programa de Los Amigos de Durruti en Francia.
El número 5 de Revision se publicó en junio-julio de 1938, para no aparecer durante un año, a causa del alza de los precios de imprenta, del retroceso de movimiento obrero francés y de la debilidad del grupo editor.
El 26 de enero caía Barcelona en manos de las tropas franquistas. En febrero se producía el paso de la frontera francesa por centenares de millares de exiliados españoles. Entre ellos Jaime Balius, que en la evasión del campo de concentración de la Tour de Carol perdió una maleta llena de documentos.
En agosto de 1939, en el número 6 de Revision, se publicaron textos firmados por el Grupo franco-español de Los Amigos de Durruti. El grupo estaba apoyado por los disidentes del congreso de la UA y redactores de la revista Revision, que simpatizaban con las posiciones de Los Amigos de Durruti, al tiempo que desarrollaron críticas muy duras al movimiento anarquista oficial. Los militantes más activos y destacados de este grupo disidente fueron Lucien Feuillade y Charles Cortvrint, que contaron además con el apoyo y solidaridad de André Prudhommeaux, director de L’Espagne nouvelle.
El número 6 de la revista Revision apareció con el subtítulo de “correo de los campos de concentración” y publicó varios comunicados del Grupo franco-español de Los
Amigos de Durruti. En realidad, todo el número se dedica al tema español, a las condiciones de vida de los exiliados españoles en los campos de concentración y a manifestar la solidaridad y apoyo del grupo editor al programa defendido durante la guerra por Los Amigos de Durruti. La revista se hacía eco de la discriminación de que eran objeto los miembros de Los Amigos de Durruti por parte del SIA, porque se habían atrevido a publicar en Le Réveil Syndicaliste un artículo crítico con los dirigentes anarquistas españoles.
Los documentos firmados por El Grupo franco-español (o también: Agrupación franco-española) de Los Amigos de Durruti, son los siguientes:
1.-”La evolución de la democracia francesa” (en francés). 2.-”Una nueva etapa. Somos los de siempre” (en español). 3.-”La tragedia española” (en español).
También se publicó en este número un “Documento que la Comisión provisional de relaciones de los campos de concentración dirige a la Diputación permanente de las ex- Cortes republicanas españolas”, publicado en español, al que da su adhesión la Agrupación de Los Amigos de Durruti, así como una serie de notas, noticias y artículos breves redactados en español, que aparecen sin firma alguna.
Lo más importante de este número de Revision, fechado en agosto de 1939, es precisamente la constancia que da de la formación del Grupo franco-español de Los Amigos de Durruti, en el exilio francés, aunque la declaración formal de guerra con Alemania, y la consiguiente movilización general, a principios de septiembre, hicieron imposible la continuidad del Grupo.
Por otra parte, André Prudhommeaux decidió publicar un número triple de L’Espagne nouvelle, con el subtítulo de “L’Espagne indomptée”, fechado en julio- setiembre de 1939, en el que aparecieron dos artículos de Balius, que analizaremos en el siguiente capítulo. En este mismo número de L’Espagne nouvelle aparecieron unos interesantes artículos firmados por A.P. (André Prudhommeaux), Ridel, Hem Day, Malander y Ernestan, muy próximos a las posiciones críticas de Los Amigos de Durruti. También se publicó en inglés un artículo titulado “The Friends of Durruti accuse”, firmado por “The Franco-Spanish Group of The Friends of Durruti”, que apareció en el número de junio-julio de 1939 de Solidarity, órgano de la Anti- Parlamentary Communist Federation (APCF)11 . La publicación del artículo de Los Amigos de Durruti se debió probablemente a Jane Patrick y Ethel MacDonald, que, desde su permanencia en España, desde octubre de 1936 hasta 1938, sostenían posiciones críticas respecto al colaboracionismo gubernamental de la CNT-FAI.
Tanto en Francia como en el Reino Unido la Guerra de España supuso una revitalización y cierto auge del movimiento anarquista, pero también el surgimiento de posiciones políticas enfrentadas, que les planteaba la necesidad de optar entre el reformismo colaboracionista de la dirección oficial cenetista o las radicales críticas revolucionarias de Los Amigos de Durruti. Ya hemos visto que en Francia ello supuso la expulsión, en el congreso de la UA, del sector crítico formado entre otros por Ridel y Carpentier; en el Reino Unido el proceso condujo a la escisión del sector anarquista en el seno del APCF, para formar la Glasgow Annarchist-Communist Federation.
En ambos países André Prudhommeaux actuó como avalador y difusor de los críticos análisis de Los Amigos de Durruti. Fue André Prudhommeaux12 quien envió ejemplares de El Amigo del Pueblo a “Chazé”13, que los tradujo y publicó en el órgano del grupo Union Communiste, titulado L’Internationale (que publicó además textos de Josep Rebull, que animaba una posición de izquierda en el seno del POUM). También fue, probablemente, André Prudhommeaux quien envió a su amiga Ethel MacDonald14 el texto de Los Amigos de Durruti que se publicó en Solidarity.
REFLEXIONES DE BALIUS DESDE EL EXILIO, EN 1939
Balius publicó, ya en el exilio, dos artículos en la revista anarquista francesa L’Espagne nouvelle15. El primero de ellos conmemoraba el tercer aniversario del 19 de julio y el segundo, estaba dedicado a Mayo del 37.
Ambos artículos eran fruto de una larga y madura reflexión de Balius, que firmaba ambos artículos como “secretario de Los Amigos de Durruti”.
Destacan estos dos artículos por la precisión de las expresiones utilizadas y por su enfoque centrado en los problemas fundamentales planteados por la revolución española. Se nos presenta de este modo con suma claridad el pensamiento de Balius sobre la cuestión del poder, la función imprescindible de una dirección revolucionaria, y la necesidad de destruir el Estado e implantar en su lugar de una nueva estructura (en escritos anteriores se trataba de una junta revolucionaria) capaz de reprimir las fuerzas contrarrevolucionarias.
En el artículo titulado “Julio de 1936: significado y posibilidades” salía al paso de quienes afirmaban que las jornadas de julio fueron sólo resultado de la lucha contra el alzamiento de los militares y los fascistas, es decir que “sin rebelión militar no hubiera habido movimiento popular armado”. Balius por el contrario afirmaba que tal concepción era de carácter frentepopulista, fruto de la subordinación de la clase obrera a la burguesía republicana, que fue la causa principal de la derrota del proletariado. Balius constataba el rechazo de la burguesía republicana al armamento de los trabajadores para enfrentarse al alzamiento fascista:
“En la misma Barcelona tuvimos que sufrir el asalto al Sindicato del Transporte por los esbirros de la Generalidad, que algunas horas antes de la batalla decisiva, todavía nos querían quitar los fusiles que habíamos tomado a bordo del Manuel Arnús, y que nos iban a servir para luchar contra los fascistas.”
Según Balius la victoria sobre los militares se produjo sólo en los lugares donde los obreros se enfrentaron decididamente, con las armas en la mano, y sin pactos de ningún tipo con la pequeña burguesía, a los fascistas. Allí donde, como en Zaragoza, los obreros dudaron, o pactaron, se produjo el triunfo de los fascistas.
El problema más importante que se planteó en julio del 36 no fue, para Balius, el del triunfo de los militares en algunas zonas de España. El problema más importante se había planteado en la zona republicana: ¿quién tomaba el poder?, ¿quién dirigía la guerra? Sólo había dos respuestas: la burguesía republicana o el proletariado:
“Pero el problema más importante se planteaba en nuestra zona. Se trataba de decidir quién había vencido. ¿Eran los trabajadores? En ese caso, la dirección del país nos pertenecía. ¿Pero y la pequeña burguesía? Ese fue el error.”
Balius afirmó que la clase obrera, pese a todo, debería haber tomado el poder en julio del 36. Y esa hubiera sido la única garantía y la única posibilidad de ganar la guerra:
“La CNT y la FAI, que en Cataluña eran el alma del movimiento, habrían podido dar a las jornadas de Julio su verdadero color. ¿Quién hubiera podido oponerse? En lugar de eso, permitimos al partido comunista (PSUC) reagrupar a los oportunistas, la derecha burguesa, etc.… en el terreno de la contrarrevolución.
En tales momentos, le corresponde a una organización tomar la dirección. Sólo una podía hacerlo: la nuestra.
[…] Si los trabajadores hubieran sabido ser los amos de la España antifascista, la guerra habría sido ganada, y la revolución no habría sufrido desde el principio tantas desviaciones. Podíamos haber ganado. Pero lo que supimos ganar con cuatro pistolas, lo perdimos cuando teníamos arsenales llenos de armas. Los culpables de la derrota, hay que buscarlos más allá de los asesinos a sueldo del estalinismo, más allá de los ladrones tipo Prieto, más allá de canallas como Negrín, y más allá de los reformistas de costumbre; nosotros fuimos los culpables por no haber sabido acabar con toda esa canalla […] Pero si todos somos solidariamente culpables, hay quienes tienen una carga particularmente cargada de responsabilidades. Esos son los dirigentes de la CNT-FAI cuya actitud reformista en Julio, y, sobre todo, su intervención contrarrevolucionaria en Mayo del 37, han cerrado la vía a la clase obrera y asestado el golpe mortal a la revolución.”
Balius resolvía de este modo las mil dudas y objeciones que se plantearon los dirigentes anarcosindicalistas en julio del 36, sobre el carácter minoritario de la presencia anarquista fuera de Cataluña, sobre la necesidad de mantener la unidad antifascista, sobre las constantes renuncias que la guerra imponía a la revolución. Balius afirmaba que la victoria de los anarquistas en Cataluña podría haber conducido a un rápido aplastamiento del levantamiento fascista en toda España, SI EL PROLETARIADO HUBIERA TOMADO EL PODER. Según Balius, ese fue el error cometido en julio de 1936: no tomar el poder. Y de ese error nació la rápida degeneración y las dificultades de la revolución. A causa de ese error fue posible el auge de la contrarrevolución, de la que fue artífice principal el estalinismo. Pero Balius apuntaba que no cabe cargar las culpas a los estalinistas y a la burguesía republicana, sino a aquellos dirigentes anarquistas que renunciaron a la revolución proletaria en favor de la unidad antifascista, es decir, de la colaboración con la burguesía, el Estado y las instituciones capitalistas.
En el artículo dedicado a Los Hechos de Mayo en Barcelona, titulado “Mayo de 1937; fecha histórica del proletariado”, Balius calificaba los dos años posteriores a Mayo del 37 como mera consecuencia de esas jornadas revolucionarias. Según Balius Mayo del
37 no fue una protesta, sino una insurrección revolucionaria consciente del proletariado catalán, que obtuvo una victoria militar y un fracaso político.
El fracaso se debió a la traición de los dirigentes anarquistas. De nuevo aquí nos encontramos con la acusación de traición, que, lanzada en las jornadas de mayo del 37 por Los Amigos de Durruti, fue luego retirada en El Amigo del Pueblo:
“Pero aquí se manifestó la traición del ala reformista de la CNT-FAI. Repitiendo el abandono efectuado en las jornadas de julio se sitúan de nuevo al lado de los demócratas burgueses. Dan la orden de alto el fuego. El proletariado se resiste a seguir esta consigna y con rabiosa indignación, pasando por encima de la orden de los timoratos dirigentes, continúa defendiendo sus posiciones.”
Balius presentaba del siguiente modo el papel jugado en mayo por Los Amigos de Durruti:
“Nosotros, Los Amigos de Durruti, que nos batimos en primera línea, quisimos impedir el desastre que no habría dejado de abatirse sobre el pueblo, si hubiera depuesto las armas. Lanzamos la consigna de reanudar el fuego y de no volver a interrumpir la lucha sin imponer condiciones.
Desgraciadamente el espíritu ofensivo ya había sido roto, y la lucha fue liquidada sin haber alcanzado sus objetivos revolucionarios.”
Balius subrayaba con gran fuerza expresiva la paradoja del triunfo militar del proletariado y de su derrota política:
“En la historia de todas las luchas sociales era la primera vez que los vencedores se rendían a los vencidos. Y sin siquiera conservar la menor garantía de que sería respetada la vanguardia del proletariado, se procedió a la demolición de las barricadas: la ciudad de Barcelona recobró su aspecto habitual como si nada hubiera ocurrido.”
Balius, abandonada ya la fase de insultar a los dirigentes de traidores, que no explicaba nada, analizaba las jornadas de mayo como una encrucijada entre dos caminos: o se renunciaba definitivamente a la revolución o se tomaba el poder. Y explicaba el constante retroceso de los anarquistas, desde julio, como fruto de la funesta política frentepopulista de alianza con la burguesía republicana. Y también como consecuencia del divorcio existente, en el seno de la CNT, entre una dirección contrarrevolucionaria y una base revolucionaria. Mayo del 37 fracasó PORQUE LOS TRABAJADORES NOENCONTRARON UNA DIRECCIÓN REVOLUCIONARIA:
“El proletariado se encontraba en un cruce de caminos decisivo. Sólo cabía escoger entre dos vías: o bien someterse a la contrarrevolución, o bien disponerse a imponer el propio poder, que era el Poder proletario.
El drama de la clase obrera española se caracteriza por el divorcio más absoluto entre la base y los dirigentes. La dirección fue siempre contrarrevolucionaria. Por el contrario, los trabajadores españoles […] se han situado siempre muy por encima de sus dirigentes en lo que concierne a la visión de los acontecimientos y a su interpretación. Si esos heroicos trabajadores hubieran encontrado una dirección revolucionaria, habrían escrito ante el mundo entero una de las páginas más importantes de su historia.”
Según Balius en mayo del 37 el proletariado catalán HABÍA EMPLAZADO A LA CNT A TOMAR EL PODER:
“el aspecto primordial de los Hechos de Mayo hay que buscarlo en la inquebrantable decisión del proletariado de situar una dirección obrera a la cabeza de la lucha armada, de la economía, y de toda la existencia del país. Es decir (para todo anarquista que no tenga miedo a las palabras) que el proletariado luchaba por la toma del poder que se habría realizado destruyendo los viejos instrumentos burgueses y edificando, en su lugar, una nueva estructura basada en los comités surgidos en julio, y pronto suprimidos por la reacción y los reformistas”.
En estos dos artículos Balius había planteado la cuestión fundamental de la revolución y la guerra civil española, sin la cual es imposible comprender lo acontecido:
la cuestión del poder. Y señalaba además los órganos que debían encarnar ese poder, y sobre todo reconocía la necesidad de destruir el aparato estatal capitalista para reconstruir uno proletario en su lugar. Por otra parte, Balius señalaba como causa del fracaso de la revolución española la ausencia de una dirección revolucionaria.
Hay que reconocer, tras la lectura de estos dos artículos, que la evolución del pensamiento político de Balius, basado en el análisis de las ricas experiencias desarrolladas durante la guerra civil, le ha conducido a plantearse cuestiones tabúes en la ideología anarquista:
1.-la necesidad de la toma del poder por el proletariado;
2.-la ineludible destrucción del aparato estatal capitalista para construir otro, proletario;
3.-el papel imprescindible de una dirección revolucionaria.
Las afirmaciones anteriores no excluyen la existencia de otros aspectos del pensamiento de Balius, quizás secundarios, y que no son tratados en estos artículos, que siguen siendo fieles a la tradicional ideología anarcosindicalista:
1.-la dirección de la economía por los sindicatos; 2.-los comités como órganos del poder proletario;
3.-la municipalización de la administración, etcétera.
Es indudable que Balius, desde las bases ideológicas del anarcosindicalismo español, había realizado un enorme esfuerzo para asimilar las brutales experiencias de la guerra civil y la revolución española. El mérito de la Agrupación radica precisamente en ese esfuerzo por comprender la realidad y asimilar las experiencias vividas por el proletariado español. Era más cómodo ser un ministro anarquista que unanarquista revolucionario. Era más sencillo renunciar a la propia ideología, es decir, renunciar a los principios “de momento”, en el momento de la verdad, para retomarlos cuando la derrota y la historia hicieran irrelevante las contradicciones. Ahí estaban Federica Montseny o Abad de Santillán, entre tantos otros. Era más fácil propugnar la unidad antifascista, la participación en las tareas de gobierno de un Estado capitalista, la militarización para someterse a una guerra dirigida por la burguesía republicana; que enfrentarse a las contradicciones, y afirmar que la CNT debía tomar el poder, que la guerra sólo podía ganarse si era el proletariado quien la dirigía, que era necesario destruir el Estado capitalista, y sobre todo que era necesario que el proletariado levantara unas estructuras de poder propias, que usara la fuerza para reprimir la contrarrevolución, y que todo esto era imposible hacerlo sin una dirección revolucionaria. QUE ESTAS CONCLUSIONES FUERAN O NO ANARQUISTAS LE IMPORTABA MUCHO A QUIENES NO SE PREGUNTABAN SI ERA ANARQUISTA APUNTALAR AL ESTADO CAPITALISTA.
La ideología anarcosindicalista fue sometida desde 1936 hasta 1939 a una serie de fortísimas pruebas sobre su capacidad, coherencia y validez. El pensamiento de Balius, y de la Agrupación de Los Amigos de Durruti, fue el único intento teórico válido16 de un grupo anarquista español por resolver las contradicciones y la dejación de principios que caracterizaron a la CNT y la FAI. Si el esfuerzo teórico de Balius y la Agrupación los llevó a abrazar unas conclusiones que cabe calificar como ajenas al anarcosindicalismo, quizás sería necesario aceptar la incapacidad del anarquismo como teoría revolucionaria del proletariado. Balius y la Agrupación no dieron nunca ese paso, y se consideraron siempre anarquistas, aunque defendiendo sus críticas al colaboracionismo estatal de la CNT y oponiéndose siempre al intento de expulsión impulsado por la dirección cenetista. Evitaron a toda costa salir de la CNT.
No nos atrevemos a calificar de coherente o contradictoria tal posición. La represión estalinista que se abatió sobre todos los revolucionarios, después de las jornadas de mayo, no se cebó en la Agrupación como tal, aunque su local social fue clausurado por la policía y su prensa se editó clandestinamente, sino que se generalizó a todos los militantes cenetistas revolucionarios17. Ello contribuyó, sin duda, a impedir una mayor clarificación teórica y una ruptura organizativa, que de todas formas no creemos que nunca se hubiera producido.
Sin embargo, reconocemos que nuestro análisis es demasiado político, sutil, incómodo y problemático: es mucho más cómodo, arbitrario, académico y propio de las historietas y cómics al uso, recurrir al “deus ex maquina” del entrismo y la influencia trotskista en Balius y Los Amigos de Durruti. También resulta muy sencillo y cómodo acusar a los dirigentes de traidores, y a la masa cenetista de memos, incapaces de oponerse a esa traición, “que lo explica todo”. Ridel supo exponer su desencanto en un artículo titulado “Pour repartir” (“Para empezar de nuevo”) que resume de forma excelente sus críticas al anarquismo oficial y sus posiciones revolucionarias, que publicó en “L´Espagne indompté”, número triple de L´Espagne nouvelle (números 67- 69 de julio a septiembre de 1939).
Era el inicio de una prometedora reflexión y un fructífero balance de las causas de la derrota de los revolucionarios en la guerra de España, que Ridel constataba ya en el artículo citado, no podría ser realizada por aquellos dirigentes que habían demostrado no tener principios, sino por los combatientes de base. La movilización militar que siguió a la declaración de guerra, y algunos meses después la invasión nazi de Francia, desparramó por todo el mundo a unos exiliados sin medios ni recursos para difundir o proseguir su balance de la derrota. Y los aparatos que la provocaron no iban a hacerlo jamás.
Por eso son importantes esos artículos publicados en Revision o L´Espagne indompté, tanto por Jaime Balius, como por Charles Ridel o André Prudhommeaux. Son el único esbozo de balance de la derrota que los revolucionarios anarquistas intentaron hacer, durante esos pocos meses que transcurrieron entre el fin de la Guerra civil española y el inicio de la Segunda carnicería mundial. Luego nadie intentó ya ese balance18.
1 Este artículo ha sido posible gracias a la inestimable colaboración personal y extraordinaria gentileza de Phil Casoar, que nos descubrió y facilitó la documentación pertinente, así como excelentes notas biográficas sobre Mercier Vega, Feuillade y Carpentier. Cfr. VARIOS AUTORES: Présence de Louis Mercier. Atelier de Création Libertaire, Lyon, 1999; muy especialmente los capítulos de CASOAR, Phil: “Avec la colonne Durruti: Ridel dans la révolution espagnole” y BERRY, David: “Charles Ridel et la revue Révision (1938-1939)”.
2 Charles Cortvrint, nacido en Bruselas en 1914. Militó desde los 16 años en el movimiento anarquista belga. Instalado en París, representó a la UA en el congreso de Orleáns de 1933. Sus seudónimos más conocidos fueron los de Charles Ridel (que usó en España) y Louis Mercier Vega (que usó en el exilio chileno) que se convirtió en su seudónimo más conocido, con el que firmó varios libros. Se suicidó el 20 de noviembre de 1977, en el aniversario de la muerte de Durruti.
3 Nació en Reims en 1904, en una familia obrera. Pasó su infancia en el Pas de Calais. Deportado con su padre a Alemania a los diez años, acabada la Gran Guerra trabajó en la retirada de obuses y relleno de las trincheras, luego en fábricas del textil, en la mina, descargador en el puerto de Rouen, etcétera. En París desde 1924 empezó a frecuentar a los anarquistas de Le Libertaire. Fallecido en 1988.
4 Véase Le Libertaire nº 574 y 575 (4 y 11 de noviembre 1937).
5 Mitin organizado por la Union Anarchiste el 18 de junio de 1937 en el Velódromo de Invierno de París, en el que intervinieron Federica Montseny y Juan García Oliver. En ese mitin el grupo trotskista Union Communiste distribuyó un “Manifiesto”, recogido y malinterpretado por César Martínez Lorenzo, en su libro, como un “Manifiesto de Unión Comunista” de Los Amigos de Durruti y el POUM, que jamás existió.
6 Cachin era un destacado dirigente del PCF y Jouhaux era el secretario de la CGT.
7 Parece estar defendiendo la Junta Revolucionaria propuesta por Los Amigos de Durruti. Pese a que se acepta la instauración de una dictadura del proletariado (democrática para las organizaciones proletarias, y beligerante contra la contrarrevolución encarnada en los partidos burgueses y estalinistas); no se toma como fundamento de ese poder obrero a los comités revolucionarios surgidos en julio de 1936, sino un gobierno sindical, en consonancia con la ideología anarcosindicalista.
8 De nuevo nos hallamos ante una cerrada defensa de los postulados anarcosindicalistas. La alternativa que se propone al colaboracionismo es la de un gobierno sindical, una alianza CNT-UGT, sin tener en cuenta que, en 1938, y sobre todo en Cataluña, la UGT ya no es más que una organización estalinista. Frente a la afirmación inicial del discurso favorable a una dictadura del proletariado (que es una dictadura de clase contra las organizaciones contrarrevolucionarias, que no es la dictadura de un partido (estalinista) dictatorial, que es plenamente democrático respecto a las organizaciones obreras revolucionarias), se establece ahora un antagonismo entre dictadura del proletariado y anarquismo.
9 No tiene nada que ver con otro René Dumont, autor de numerosos libros de economía, demografía, entre los que destaca L’Utopie ou la mort!.
10 Publicado en el folleto de la Agrupación de Los Amigos de Durruti, redactado por Balius “Hacia una nueva revolución”. Se trata de un fragmento del capítulo titulado “Nuestro programa”.
11 Véase Class Wa ron the Home Frontª. A Wildcat Pamphlet, Manchester, 1986, que reproduce además el citado artículo.
12 Véase la carta de André Proudhommeaux a “H. Chazé” [G. Davous], en CAZÉ, H.: Chronique de la Révolution espagnole. Union Communiste (1933-1939). Spartacus, París, 1979, p. 116.
13 13Las relaciones políticas entre André Prudhommeaux y Gaston Davoust, así como el intercambio de la prensa de sus respectivos grupos, era anterior al inicio de la guerra de España, según nos consta en la carta dirigida por André Prudhommeaux a Gaston Davoust el 25 mayo de 1935, facilitada amablemente por Henri Simon.
14 Sobre Ethel McDonals puede consultarse el folleto de HODGART, Rhona M.: Ethel MacDonald. Glasgow Woman Anarchist. Pirate Press/Kate Sharpley Library, s.l., s.d. (del que amablemente Paul Sharkey nos facilitó unas fotocopias).
15 “LEspagne indomptée”. L’Espagne nouvelle, an III, numéros 67-69, julio-septiembre 1939.
16 El colaboracionismo creó un gran malestar en el movimiento libertario catalán. Después de mayo de 1937 aparecieron, además de El Amigo del Pueblo, varias cabeceras libertarias clandestinas: Alerta, Anarquía, Libertad y Liberación. En Cataluña, existía una escisión de hecho en las Juventudes Libertarias, enfrentadas en dos organizaciones distintas. En las actas de las reuniones de la Federación Local (de Barcelona) de Grupos anarquistas, la oposición a los llamados “comités superiores” era mayoritaria y de ruptura absoluta, aunque jamás llegó a materializarse.
17 Gerö había impulsado, desde el PSUC, una política represiva selectiva, que respetaba a los cenetistas colaboracionistas, al mismo tiempo que perseguía a los anarquistas críticos y revolucionarios. Véase los informes de “Pedro” a Moscú; en “La NKVD y el SIM en Barcelona. Algunos informes de Gerö sobre la Guerra de España”. Balance. Cuadernos de historia. Cuaderno número 22 (2001).
18 Un intento de hacer ese balance se encuentra en GUILLAMÓN, Agustín: Barricadas en Barcelona. La CNT de la victoria de Julio de 1936 a la necesaria derrota de Mayo de 1937. Ediciones Espartaco Internacional, Barcelona, 2007 También en las Tesis sobre la Guerra de España en la web Ser Histórico, aquí: serhistorico.net
Fuente → serhistorico.net
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