Entre 1936 y 1941, el Fortí de Illetes se convirtió en una siniestra prisión en la que los golpistas encarcelaron a más de 400 víctimas del alzamiento militar y ejecutaron a unas 60. En la actualidad es propiedad de un grupo inversor británico que intentó convertirlo en un balneario termal para turistas
Más de ochenta años después, los restos de aquella 'cárcel del horror' aún permanecen visibles en la zona, muy próximos a un instituto público, el IES Bendinat. Sin embargo, el deterioro y las amenazas de demolición para los intereses de un grupo de inversión se ciernen sobre un espacio en el que más de 400 personas fueron aprisionadas, principalmente maestros de escuela, sargentos republicanos de tropa y masones, tal como sucedió en el caso de Pons Bestard, integrante de la logia Pitágoras. El propio escritor describió, en su libro Memoria de la Guerra Civil en Mallorca (1936-1939), las pésimas condiciones en las que convivían los reclusos, la falta de alimentación y atención médica, las muertes, las torturas y las humillaciones a las que fueron sometidos.
Ante el avanzado estado de degradación del Fortí, la asociación Memòria de Mallorca, volcada desde hace más de veinte años en la búsqueda de los restos de víctimas del franquismo de Balears, ha vuelto a reclamar a las instituciones, tanto estatales como locales, la inmediata protección del recinto. En 2003, el Consell de Mallorca lo declaró Bien de Interés Cultural (BIC), pero la entidad memorialista lamenta que la propiedad actual, un fondo de inversión británico que intentó convertirlo en un balneario termal para turistas, lo tiene “totalmente abandonado”, incumpliendo con ello la obligación de garantizar su mantenimiento y de abrirlo al público varias veces a la semana, tal como marca la Ley de Patrimonio Histórico. La edificación corre así el riesgo de que, en un futuro, los dueños del solar acaben instando su declaración de ruina, lo que conllevaría la demolición del histórico recinto y la posibilidad de aprovechar la privilegiada ubicación de estos terrenos, a 150 metros de la costa y con una extensión de 155.000 metros cuadrados, para futuros proyectos urbanísticos.
La vandalización del recinto, además, no ha dejado de sucederse. En marzo de 2011, “amparados por el anonimato y la cobardía que los caracteriza” -denunciaba entonces Memòria de Mallorca- un “grupúsculo de ideología fascista” atacaba el Bosc de la Memòria de Calvià, ubicado junto al Fortí, con pintadas alusivas a la Falange sobre las placas con los nombres de los asesinados. Unos hechos que, a juicio de la entidad, pretenden “violentar el recuerdo de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura atentando contra el conjunto de la sociedad civil, que hace de los valores democráticos el único modelo válido de convivencia en una sociedad moderna”.
“Hace más de una década que, desde Memòria de Mallorca, venimos informando del lamentable estado del lugar”, aseveran desde la asociación, haciendo hincapié en las numerosas instancias que han presentado durante estos años “en todas las instituciones competentes, reclamando por activa y por pasiva su protección”, que sea catalogado como lugar de memoria y se convierta en Instituto de la Memoria Democrática y Derechos Humanos y museo de la represión, equivalente a la ESMA, en Buenos Aires, u otros similares.
Víctimas del Fortí: entre las enfermedades y el fusilamiento
La asociación ha elaborado un documento propio a partir del análisis de diversas fuentes primarias en el que establece un censo aproximado de las víctimas que acabaron en el Fortí, entre las cuales cerca de 60 mallorquines, menorquines y de otras zonas del Estado fueron fusilados allí. Las primeras ejecuciones tuvieron lugar el 21 de noviembre de 1936, día en que fueron asesinados los brigadas republicanos Andrés Hernández Julián, de Zaragoza, y Rafael Aviñó Mañez, de València. El 27 de enero de 1941 moría el último ejecutado, el menorquín Avelino Sotes López.
De entre quienes sobrevivieron, algunos de ellos acabaron ingresados en el antiguo manicomio provincial de Palma, como el asturiano Bartomeu Espasa Alba; otros se suicidaron, como Guillem Alcover, y otros tantos sufrieron enfermedades asociadas a la malnutrición, la angustia, las palizas y el miedo, como en los casos de Francesc Ramis y Miguel Carbonell. “Los contagios de tifus y gastroenteritis eran continuos como consecuencia de las condiciones insalubres en que vivían. Aquello era el terror”, señala el historiador Manel Suárez Salvà, una de las personas que más ha investigado en relación con el Fortí.
En declaraciones a elDiario.es, Suárez Salvà subraya el simbolismo del Fortí dado que “a sus valores se añade el de ser, posiblemente, el único centro de reclusión en Mallorca que se conservaba prácticamente intacto”. Suárez, autor, entre otras obras, de La història silenciada. Calvià i es Capdellà, 1936 y La presó de Can Mir. Un exemple de la repressió feixista durant la Guerra Civil a Mallorca, señala que, principalmente, eran tres los grandes grupos represaliados en esta zona, lo que “muestra claramente cuál era la intención de los franquistas”. Por un lado, los militares de la clase de tropa del estamento militar republicano, como los carabineros. Otro gran grupo lo constituían masones y, finalmente, los maestros de escuela. “En muchos casos, lo que hacían era condenar a muerte a civiles que estaban en edad de hacer el servicio militar y los trasladaban a propósito a Illetes desde la prisión en la que estaban recluidos para fusilarlos”, relata.
Jaume Serra Cardell fue uno de los ejecutados. Maestro afiliado a la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de la UGT, fue detenido en 1937 y recluido en Can Mir, una de las prisiones más oscuras y trágicas de la represión franquista en Mallorca. Tras el golpe fascista de 1936, este antiguo almacén de maderas situado en Palma se transformó en un centro penitenciario que confinó, entre torturas y miseria, a más de 2.000 presos. Una de las prácticas habituales eran las 'sacas': los presos, mediante engaño, eran 'liberados' y, posteriormente, fusilados por los falangistas en las cunetas y las tapias de los cementerios. Y es que, tal como asevera Suárez Salvà, se trataba de una cárcel destinada a “eliminar físicamente a todas aquellas personas que el nuevo régimen consideraba que tenía que asesinar”.
El historiador Llorenç Capellà señala, en su Diccionari Vermell (en el que en 1989 llegó a identificar con nombres y apellidos a cerca de novecientas víctimas mortales de la represión franquista), que el maestro no concedió, en ningún momento, importancia a la muerte. No en vano, un día antes de su ejecución, un compañero de Can Mir bromeó sobre la calidad de las ropas que llevaba. A lo que él respondió con ironía: “Pues es una lástima, porque mañana por la mañana, con los disparos, las echarán a perder”. Encarcelado desde los primeros días de la revuelta, fue juzgado el 24 de febrero en la Escuela de Artes y Oficios, junto con un grupo de carabineros y otros paisanos del municipio de Sa Pobla.
A las 6.30 horas del 11 de marzo, Serra Cardell era fusilado en el Fortí de Illetes. Tenía 23 años. “Los fascistas arrancaron de golpe tu vida, tus proyectos, tus ideales, tus sueños, tu sonrisa, y dejaron a toda nuestra familia en la más absoluta desolación, sin que tus padres ni tus hermanas encontraran consuelo; sin dejar que nadie se acercara a la familia para darles el pésame, e incluso prohibiendo a la familia llorar y vestir de negro en señal de luto. Había dos falangistas en la puerta de casa, Jaume, para vigilar que la crueldad infringida a la familia se cumpliera de manera rigurosa y ejemplarizante”, narra en una carta una de sus descendientes, Antònia Mercadal Serra.
El colapso de las prisiones mallorquinas
Tras el alzamiento de los fascistas, el golpe triunfó enseguida en Mallorca. El 19 de julio de 1936, el recién proclamado comandante militar de Balears Manuel Goded declaró el estado de guerra y asumió el control absoluto de Mallorca y Eivissa. Como ha investigado Suárez Salvà, las prisiones mallorquinas quedaron colapsadas muy pronto, lo que llevó a los golpistas a habilitar nuevos espacios para ingresar a los detenidos. “A los pocos días, había en las prisiones más de 1.500 habitantes de Mallorca y las detenciones continuaban cada día, como también las desapariciones forzadas y las muertes clandestinas”, relata, por su parte, la también historiadora Dolors Marín.
Tras el alzamiento de los fascistas, el golpe triunfó enseguida en Mallorca y las prisiones mallorquinas quedaron colapsadas enseguida, lo que llevó a los golpistas a habilitar nuevos espacios para ingresar a los detenidos. "A los pocos días, había en las prisiones más de 1.500 habitantes de Mallorca y las detenciones continuaban cada día, como también las desapariciones forzadas y las muertes clandestinas", relata la historiadora Dolors Marín
Además de los ya existentes como la prisión provincial de Palma y la prisión militar de Illetes o el Fortí de Sant Carles, se pusieron en marcha nuevos centros de encarcelamiento como el Castell de Bellver o el propio almacén de Can Mir. Asimismo, los franquistas se hicieron con el control del vapor Jaume I en el Port Vell -donde los presos se hacinaban en las más precarias condiciones sanitarias-, habilitaron los conventos de la calle de la Missió y calle de la Pietat y transformaron la Casa del Pueblo en el Cuartel José Antonio.
Algunos de estos espacios vinculados a la represión han sido, a partir de las reivindicaciones y las intervenciones de varias entidades memorialistas y, en los últimos años, de la administración pública, espacios de memoria y de homenaje a las víctimas del golpe de estado, de la guerra y de la dictadura. Uno de ellos es el Bosc de la Memòria de Calvià, ubicado en el núcleo de Bendinat: la reivindicación de familiares de asesinatos en Illetes y enterrados en fosas comunes, que pedían un espacio donde honrar su memoria. Inaugurado en abril de 2003, cada árbol incorpora una placa metálica con el nombre y apellidos de una de las víctimas, y destaca en el conjunto del espacio la escultura original conocida como Mural d’en Frau, surgida a partir de la ilustración de Jaume Ramis Sureda, elaborada por el escultor Andreu Pasqual Frau y dedicada a los republicanos víctimas de la guerra. Este original hace tres metros de altura y pesa alrededor de una tonelada.
PP y Vox impiden recuperar el Fortí
Respecto al Fortí, en 1997 fue abandonado definitivamente por el Ejércido y devuelto por el Ministerio de Defensa a sus propietarios originales, la familia Truyols-Rovira -a la que pertenece el exalcalde de Calvià (PP) Carlos Delgado-, que en 2003 acabó vendiendo el terreno a unos inversores británicos por 3,9 millones de euros. En 2003, el Consell de Mallorca declaró el antiguo recinto carcelario Bien de Interés Cultural al considerarlo un importante ejemplo de la arquitectura militar del siglo XIX y primer tercio del XX.
En 2022, con el anterior equipo de gobierno de izquierdas, el Ayuntamiento de Calvià aprobó inicialmente la revisión del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) del municipio, con el que preveía la compra del Fortí de Illetes para convertirlo en parque público, catalogando la zona en el Sistema General de Espacios Libres Públicos y rehabilitando las edificaciones que albergaron a más de 400 reclusos como centro de interpretación para la Memoria Democrática. La iniciativa quedó en punto muerto hasta que, el pasado mes de marzo, el PSIB-PSOE presentó una moción dirigida a ratificar la iniciativa. Sin embargo, los votos del nuevo equipo integrado por PP y Vox impidieron finalmente sacar adelante la propuesta de recuperar y proteger el lugar con mayor carga simbólica de la memoria democrática mallorquina.
Fuente → eldiario.es
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