Carta a los republicanos
Carta a los republicanos
Marcelino Domingo

Transcripción de Albert Portillo de una carta de Marcelino Domingo en la que responde a las preguntas de un grupo de compañeros republicanos sobre la idoneidad de crear un nuevo partido político a principios de los años veinte
 
En esta carta Marcelino Domingo responde a las preguntas de un grupo de compañeros republicanos sobre la idoneidad de crear un nuevo partido político a principios de los años veinte. En el contexto de un cierre dictatorial del régimen de la restauración, el vigor de las luchas obreras y el ejemplo de la Revolución Rusa, Domingo responde afirmativamente pero precisando que este partido deberá ser un partido de acción fundado sobre la clase obrera y con un programa consecuente. La carta fechada en octubre de 1921 proviene de la antología de textos de Josep Maria Poblet: La catalanitat de Marcerl·lí Domingo (Teide, 1978).
 

Distinguidos amigos: les agradezco el honor que me hacen al dirigirse a mí en solicitud de una opinión acerca de la oportunidad y la conveniencia de constituir en Cataluña un partido en defensa de los ideales republicanos y nacionalistas.

¿Conveniencia? Inexcusable. ¿Orientación? A mi juicio el siguiente. Primero: Afirmación de la esencialidad de las formas de gobierno. La forma republicana es la única compatible con la dignidad humana y en este país la única con probabilidad de reconstituir y europeizar el Estado. Segundo: Afirmación de la existencia de distintas nacionalidades dentro del territorio español, y de la justicia que significa el reconocimiento de estas nacionalidades otorgándoles facultades jurídicas de actuación autónoma y federándolas para constituir, juntamente con Portugal, la República Ibérica. Tercero: Reconocimiento de la independencia de la clase obrera aceptando la legalidad de las organizaciones que establezca para su perfeccionamiento profesional, su defensa y el progreso social. Cuarto: socialización de la tierra, acomodando su parcelación a las conveniencias del cultivo, respetando la pequeña propiedad cultivada, limitando la gran propiedad cultivada y entregando a comunidades obreras las tierras públicas y las que los propietarios hayan dejado sin cultivar desde cinco años atrás. Quinto: Nacionalización de minas, ferrocarriles y aguas e industrias que, con su creación puedan satisfacer las necesidades públicas hoy desatendidas; obligación de la participación en los beneficios y del control obrero en todas las otras industrias de iniciativa privada. Sexto: Separación de la Iglesia y del Estado y dependencia de la dependencia de aquella respecto a este. Séptimo: Servicio militar voluntario, instrucción militar obligatoria y reducción del ejército a los limites inexcusables para el servicio de fronteras. Octavo: Denuncia de los tratados que determinan nuestros compromisos en el Norte de África, renunciando a estos y afirmando cultural, económicamente y políticamente nuestras relaciones con América. Noveno: Desarrollo extensivo y intensivo de la enseñanza primaria y de la educación profesional con gratuidad en las clases superiores y universitarias.

Esta orientación no representa la totalidad de un programa. El programa se tiene que ir elaborando con las soluciones que se señalen de cara a los problemas que diariamente plantea la realidad. Esta orientación no es, pues, otra cosa que los puntos cardinales y fundamentales de una posición política y, significativos, en el sentido que partiendo de estos puntos o alrededor de ellos, puedan ser realizados. Y que prescindiendo de ellos de una manera deliberada o recusándolos deliberadamente ninguna tentativa es posible.

¿Táctica? Aunque la ponencia no hace ninguna pregunta sobre este extremo, creo de interés capital formularla para darle alguna respuesta. Este programa tiene que representar para todo aquel que lo sostenga una convicción y una emoción. No tiene que ser un tema de propaganda sino una regla de conducta. No tiene que ser una letanía de palabras sino el propósito resuelto y sentido de una serie de actos. Quiere decir, en concreto, que el partido no tiene que ser una nueva lista de socios de casino o una nueva lista de electores, sino una comunión apasionada de hombres convencidos y decididos. Partidos de socios o de electores los ha habido hasta ahora. Y el resultado delante de una realidad que ha obligado, no a disertaciones doctrinales, sino a actitudes vitales, está a la vista de todo el mundo y es tan desconsolador que la experiencia sangra. Volver a sembrar en los viejos surcos, equivaldría a tirar la semilla por el abismo. El partido, al fin y al cabo, tiene que estar integrado no por hombres que se hagan llamar republicanos, nacionalistas, federalistas o socialistas, sino por hombres que lo sean. Y sobre todo hombres que lo sepan ser en los momentos en que exponer abiertamente la religión del espíritu civil equivalga a exponer la vida.

¿Hay hombres de este temperamento en Cataluña? Sin vacilaciones y sin reservas mentales, sí. Los hay en la ciudad y los hay en el campo. Los hay que esperan y los hay que desesperan porque se cansan de esperar. Los hay en calidad para ser guías y en calidad suficiente para ser una poderosa y soberana fuerza democrática. Fuera de Cataluña también los hay con un problema nacionalista planteado, idéntico al nuestro, y con los mismos problemas culturales, civiles, económicos y militares. Constituir un partido nacionalista antes que republicano o socialistas, me parecerá una equivocación; como me parecería una equivocación, que condenaría a la esterilidad, constituir un partido que no fuera tan socialista, como republicano y nacionalista. Un partido con estas tres afirmaciones, como postulado de conducta, más que de doctrina, podrá representar paralelamente a las fuerzas obreras constituidas en organismos profesionales, una vital fuerza política. […]. Esta es la táctica. La única táctica. Ensimismarse a seguir otra por respeto a los viejos partidos o por prevención contra unas nuevas estructuras de actuación política, es, no solamente condenarse a la ineficacia, sino embriagar con estímulos de prestigio personal, la permanencia de unas ruinas que es punible mantener en pie, habiendo como hay, energías, ansías y caracteres que llegarían a conseguir vigores insospechados trasladados a medios distintos y orientados hacia finalidades en consonancia con las realidades y los ideales de nuestros días.

¿Oportunidad de la organización del partido? No es ociosa la pregunta ni será vaga la respuesta. Creo inexcusable la conveniencia de formar el partido y ineludible el compromiso de detallar su orientación. […]. Hay que esperar que la opinión se pronuncie o que se puedan pronunciar libremente aquellos que buscan la opinión para organizarla y orientarla. Eso no quiere decir que los hombres que por su representación parlamentaria puedan alzar su voz en el Parlamento queden mudos. Al contrario. Tienen que exigir que el Parlamento sea abierto inmediatamente y en este juzgar con toda severidad en el sentido que el perjuicio exige a los causantes, a todos los causantes, culpables de la decadencia y de la desconceptuación de este país. Tienen que ser en el Parlamento la conciencia de la Historia.

Esta es mi opinión. Fiel a ella, espero alzado la ocasión propicia para reincorporarme y para ir adelante. Si los hechos avanzan esta ocasión o la hacen adelantar los hombres, yo, atento a todo lo que os digo, me situaré en el lugar donde haya mayores probabilidades de convertir en una realidad indestructible estas esperanzadoras y redentoras promesas.

De ustedes, devotamente.

Marcel·lí Domingo


Fuente → diario.red

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