La poliomielitis durante el franquismo: una generación que hoy enfrenta las secuelas del olvido
La poliomielitis durante el franquismo: una generación que hoy enfrenta las secuelas del olvido / Lucía Parro Pantoja

Afectados por la polio en España demandan reconocimiento y recursos médicos tras décadas de abandono y secuelas físicas provocadas por la tardía respuesta del régimen franquista

En las décadas de 1950 y 1960, miles de niños y niñas en España vieron transformadas sus vidas por la poliomielitis, una enfermedad viral altamente contagiosa que dejaba secuelas físicas irreversibles. Este brote se expandió sin control, constituyendo una de las mayores crisis de salud infantil en la historia del país. En un contexto de posguerra que había dejado el sistema sanitario en una situación precaria y fragmentada, la respuesta del régimen franquista fue tardía y estuvo marcada por tensiones políticas y una alarmante falta de inversión en salud pública.
 

Hoy en día, los supervivientes de esta crisis, que son en su mayoría adultos mayores, no solo luchan por recibir atención médica adecuada, sino también por el reconocimiento y la compensación tras décadas de abandono institucional. Mientras que, en otros países, como Estados Unidos y Canadá, las campañas de vacunación contuvieron el virus rápidamente, en España la respuesta fue demorada.

Para quienes sufrieron la poliomielitis, la enfermedad significó dolor físico y una infancia marcada por sacrificios económicos y emocionales

El régimen franquista, afectado por tensiones políticas y desconfianza hacia la vacuna Sabin debido a su origen soviético, pospuso la vacunación masiva hasta 1963, dejando profundas huellas en una generación entera.

Una crisis sanitaria y moral:

María Isabel Porras Gallo, historiadora médica y autora de Los Niños y las Niñas de la Polio, describe este periodo como “una crisis de salud y una crisis moral para el régimen”. En Portugal, la vacuna Salk se introdujo en la segunda mitad de los años 50, mientras que, en España, el régimen tardó en aceptar la vacuna Sabin, aunque el brote avanzaba sin control. Porras Gallo subraya que esta negligencia fue tanto por falta de recursos como por decisiones ideológicas: “El régimen franquista prefirió sacrificar la salud infantil antes que adoptar una vacuna desarrollada en un contexto soviético”.

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Una infancia de dolor, aislamiento y sacrificios:

Para quienes sufrieron la poliomielitis, la enfermedad significó dolor físico y una infancia marcada por sacrificios económicos y emocionales. Rosa Hernanz, miembro de la Plataforma Niñ@s de la Polio, recuerda el esfuerzo de su madre en busca de tratamientos que nunca lograron restaurar su movilidad. “Mi madre nunca tiró la toalla, pero cada paso adelante era una lucha contra la desesperanza. El sistema de salud nos abandonó”, relata. Asegura que su vida y la de muchos otros estuvo definida por la falta de apoyo y el estigma: “Nos miraban con lástima, y eso te marca. Las miradas de compasión, el no poder hacer las mismas cosas, todo te empuja a una soledad que va más allá de la discapacidad física”.

Jesús Martín, también sobreviviente de la polio y hoy afectado por el síndrome post-polio, comenta cómo esa exclusión se extendió en el tiempo: “Las asociaciones actuales ofrecen apenas un poco de autoayuda, pero no luchan por derechos. Nos hemos convertido en una población invisible, y eso tiene consecuencias devastadoras en términos de salud y bienestar”. Martín vive con secuelas físicas y emocionales tras décadas de indiferencia institucional: “Nos inculcaron tanto la idea de ser iguales que nos forzaron a hacer un esfuerzo de un 150 % para demostrar que podíamos, pero ahora que tenemos más de 60 años, las secuelas nos pasan factura”.

Luis Dotor, enfermero y testigo de la vacunación en la década de 1960, aporta una perspectiva profesional y personal. “Recuerdo cómo nos vacunaron en el colegio con un azucarillo. Sin embargo, en ese momento ya había demasiados casos en familias humildes”, explica. A su vez, Dotor subraya que la poliomielitis afectaba especialmente a familias en condiciones de higiene deficientes: “La polio se transmite por vía oral, a menudo por contacto con secreciones contaminadas. Las familias de clase social baja, con menos condiciones de higiene, estaban más expuestas. En cambio, los casos en familias con recursos económicos eran menos frecuentes”. Esto, según Dotor, convirtió la polio en un problema no solo de salud, sino también social.

Desde los primeros años de vida, los afectados crecieron en un contexto de precariedad, aislamiento hospitalario y una atención sanitaria limitada

Dotor, quien estudió enfermería entre 1976 y 1979 en plena transición en la Universidad Complutense, también recuerda que, durante su formación, la gestión de la vacunación en España se discutía solo a nivel médico y técnico, sin mencionar las decisiones políticas que influyeron en el retraso de la campaña. Para él, esto muestra el silenciamiento sistemático del manejo político de la salud en la época franquista.

Una historia de abandono institucional:

Desde los primeros años de vida, los afectados crecieron en un contexto de precariedad, aislamiento hospitalario y una atención sanitaria limitada. Los hospitales apenas contaban con equipamiento, y para los niños que desarrollaban parálisis respiratoria, los “pulmones de acero” eran escasos. El aislamiento en hospitales y centros de rehabilitación lejanos significaba para muchos niños largos periodos lejos de sus familias, que profundizaban su trauma y aumentaban su vulnerabilidad.

La Ley de Memoria Democrática, aprobada en 2022, ha sido el primer reconocimiento oficial que los considera como víctimas del franquismo. Para Martín, este reconocimiento es insuficiente: “Nos reconocen como víctimas, pero no hay nada práctico. Hemos pedido que se establezcan centros de referencia en cada Comunidad Autónoma, que tengamos acceso a un tratamiento integral y específico, como se hace para otros afectados por enfermedades graves. Pero seguimos esperando”.

A las secuelas físicas de la polio se suma ahora un nuevo obstáculo: el síndrome post-polio, reconocido por la OMS y caracterizado por fatiga, debilidad muscular y dolor crónico

La doctora Porras Gallo destaca que este reconocimiento es fundamental, no solo para dignificar a quienes sufrieron la polio, sino para reflexionar sobre la importancia de sistemas de salud pública sólidos. “La erradicación de la polio a nivel mundial es un recordatorio de lo importante que es la salud pública, y de que no se puede dejar a una generación a su suerte”, señala. Hoy en día, el virus de la polio es endémico solo en Pakistán y Afganistán, pero recientes detecciones en aguas residuales de ciudades como Nueva York y Londres subrayan la necesidad de seguir promoviendo la vacunación.

El síndrome post-polio y una vejez en riesgo:

A las secuelas físicas de la polio se suma ahora un nuevo obstáculo: el síndrome post-polio, reconocido por la OMS y caracterizado por fatiga, debilidad muscular y dolor crónico. Esta condición ha mermado la calidad de vida de los afectados, aumentando el desgaste físico y emocional acumulado. “Los médicos que nos atienden hoy en día no saben tratar esta enfermedad”, asegura Martín. “Vamos al médico de cabecera y nos deriva al traumatólogo cuando debería ser un neurólogo. Esta falta de preparación es desesperante”. Sin embargo, en países como Suecia, los pacientes de polio han tenido seguimiento médico adecuado toda su vida. “Aquí, hemos sido olvidados”, relata Jesús Martín.

“Las nuevas generaciones de médicos y enfermeros no han visto casos de polio; para ellos, es historia. “… toda la gente, todos los médicos que conocen bien esa problemática, se están jubilando, porque sanitarios de mi generación, que son los que de verdad han vivido todo eso más intensamente”, comenta Dotor, recordando la experiencia de aquellos profesionales formados en el auge de la enfermedad.

El impacto económico y laboral en los sobrevivientes de la polio:

Las consecuencias económicas para los afectados y sus familias han sido significativas. La enfermedad no solo limitó las oportunidades de acceso al mercado laboral, sino que impactó sus pensiones y jubilaciones. Martín denuncia que, para muchos afectados, la polio implicó no solo un problema de salud, sino un obstáculo para obtener trabajos estables: “Ha habido albañiles con polio, panaderos, personas que lucharon toda su vida para trabajar. No pudimos acceder a empleos sin esfuerzo físico y, ahora, nuestras pensiones son mínimas porque no hemos podido cotizar los 15 años que exigen. Hay personas que dependen de pensiones no contributivas de 400 euros, porque nunca lograron sumar los años necesarios”. Esto, según Martín, no es solo un problema financiero, sino un reflejo del abandono institucional de quienes crecieron en la pobreza sin opciones de tratamiento adecuado.

Durante el franquismo en España, la salud pública se vio afectada por diversas enfermedades. La tuberculosis y la malnutrición fueron prevalentes, agravadas por la pobreza y la crisis alimentaria

Para Porras Gallo, la historia de estos sobrevivientes es una memoria en construcción, una lección de resistencia frente a la adversidad. Rosa Hernanz y otros activistas de la Plataforma Niñ@s de la Polio han insistido en que el olvido sería una segunda condena para quienes vivieron años de aislamiento y estigma. “El sistema nos abandonó en nuestra infancia, y ahora en la vejez enfrentamos el síndrome post-polio sin apoyo. La polio arruinó nuestras vidas, y después de todo este tiempo, creemos que merecemos una vejez tranquila”, concluye Hernanz.

Una deuda pendiente:

Años después, esta deuda histórica sigue sin saldarse. Los sobrevivientes de la polio, cuya infancia fue marcada por la enfermedad y el abandono institucional, luchan hoy por justicia, dignidad y una vejez sin las secuelas de una vida desatendida. Aunque la Ley de Memoria Democrática representa un paso hacia el reconocimiento, los afectados exigen medidas concretas, incluyendo centros de atención específicos y compensaciones económicas que les permitan enfrentar su futuro con dignidad.

Cabe destacar que, durante el franquismo en España, la salud pública se vio afectada por diversas enfermedades. La tuberculosis y la malnutrición fueron prevalentes, agravadas por la pobreza y la crisis alimentaria. También aumentaron las enfermedades respiratorias por la contaminación y hubo brotes de enfermedades infecciosas, como la gripe y la difteria, que impactaron a los más vulnerables. La represión política generó problemas de salud mental poco reconocidos, y la falta de atención médica, especialmente en áreas rurales, limitó el acceso a tratamientos. Las condiciones de saneamiento deficientes contribuyeron a epidemias de fiebre tifoidea y el diagnóstico de enfermedades crónicas fue limitado. En general, la escasez de recursos y la atención sanitaria desigual complicaron el manejo de estos problemas de salud.


Fuente → diario.red

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