
El origen del deporte moderno está muy relacionado con la burguesía, ya que para practicarlo en el siglo XIX era necesario tiempo libre y dinero, ninguna de las dos cosas estaban al alcance de la clase trabajadora. Sin embargo, el movimiento deportivo obrero tiene una larga trayectoria histórica, haciendo de la práctica del deporte una herramienta para mejorar la salud y la condición física, potenciar la organización obrera y fomentar la conciencia política.
A finales del siglo XIX, se crearon las primeras organizaciones del deporte obrero, siendo el pionero su movimiento obrero alemán. Antes de la Primera Guerra Mundial, ya existía una fuerte implantación del asociacionismo deportivo y gimnástico de los trabajadores en Europa de carácter socialista, con organizaciones con cientos de miles de miembros.
La Primera Guerra Mundial y la revolución bolchevique dividieron el movimiento socialdemócrata, entre socialistas reformistas y comunistas, y eso también impactó en el mundo del deporte. Los socialistas crearon la Internacional Deportiva de Lucerna en 1920 y, un año más tarde, nacía la Internacional Roja del Deporte vinculada al movimiento comunista.
Ambos movimientos, el socialista y el comunista, potenciaron la organización de eventos deportivos internacionales con carácter político, como serán las Olimpiadas Obreras y las Espartaquiadas, respectivamente. Ambas organizaciones tuvieron una relación conflictiva, hasta bien entrados los años 30. La Internacional Roja del Deporte tuvo un papel protagonista en el impulso de la Olimpiada Popular de Barcelona, de la que también participaría la Internacional Deportiva de Lucerna .
El contexto histórico
En 1927, el Ayuntamiento de Barcelona hizo la petición al Comité Olímpico Internacional (COI) para acoger la XI Olimpiada que debía celebrarse en 1936. Barcelona perseguía desde hacía años el sueño de ser ciudad olímpica, mientras construía instalaciones como la Fuixarda o el estadio de Montjuïc (inaugurados en 1921 y 1929 respectivamente). Tras el éxito de la Exposición Internacional de 1929, la capital catalana parecía ser favorita para acoger los juegos.
Días antes de la reunión decisiva del COI en la que debía escogerse la ciudad olímpica, se proclamó República Catalana dentro de la Federación Ibérica en Barcelona, al fin la II República y la constitución de la Generalidad de Cataluña. Por último, los aristócratas del COI optaron por Berlín, en vez de la republicana y progresista Barcelona. Sin embargo, razones políticas volvieron a marcar los acontecimientos. El partido nazi llegó el poder en 1933 y Hitler vio en los Juegos Olímpicos de Berlín una gran oportunidad propagandística para su régimen.
Hubo protestas a nivel internacional de diferentes organizaciones de izquierdas o judías, porque los juegos de Berlín no respetaban el espíritu olímpico, de fraternidad y entendimiento entre pueblos y razas. La Internacional Roja del Deporte organizó el Comité Internacional por la Defensa de la Idea Olímpica a finales de 1935; que en España se concretaría en el Comité Español de Defensa del Espíritu Olímpico, con el impulso de la Federación Cultural y Deportiva Obrera. Varios países se plantearon el boicot a los Juegos Olímpicos de Berlín, pero éstos se celebraron en agosto de 1936.
La idea de los juegos populares y antifascistas
Con el empuje de la Internacional Roja del Deporte se empezó a gestar la idea de celebrar unos juegos populares y antifascistas, en un contexto en el que la Internacional Comunista impulsaba a los Frentes Populares para hacer frente al fascismo. Con la participación de la Federación Cultural y Deportiva Obrera, en marzo de 1936 nació el Comité Catalán Pro Deporte Popular (CCEP), agrupando a entidades deportivas y culturales catalanas.
Al cabo de un mes, el CCEP concretaron el proyecto de organizar unos juegos populares internacionales, como alternativa a los Juegos Olímpicos de Berlín (una idea que ya rondaba desde 1935, pero que no se había podido hacer todavía). En mayo de 1936, se constituyó el Comité Organizador de la Olimpiada Popular (COOP), del que Lluís Companys era su presidente honorífico. En sólo tres meses, se crearon todo tipo de comisiones, comités representativos en diversas ciudades españolas, se realizaron cientos de contactos internacionales, se organizaron todas las infraestructuras y se preparó el programa deportivo y cultural.
Todo ello hizo posible el trabajo de entidades sociales y deportivas populares de Cataluña, de los comités de obreros y de miles de voluntarios. Los gastos de la Olimpiada Popular corrieron por cuenta del gobierno de izquierdas francés (600.000 pesetas), gobierno español en manos del Frente Popular desde febrero (400.000 pesetas) y de la Generalidad de Cataluña (100.000 pesetas).
Apuesta por el deporte y la cultura
La Olimpiada Popular llevaba por subtítulo Semana del deporte y el folclore , y es que la cultura tenía un papel protagonista en toda la programación de los juegos. Inicialmente, la Olimpiada debía durar cuatro días, pero por el elevado volumen de inscripciones se preparó toda una semana de actividades, del 19 al 26 de julio de 1936.
Se programaron competiciones en 19 modalidades deportivas: atletismo, fútbol, rugby, tenis, baloncesto, natación, balonmano, ciclismo, ping-pong, boxeo, lucha libre, pelota vasca, tiro, remo, bolos, béisbol, ajedrez, gimnasia y aviación sin motor.
El escenario principal de la Olimpiada sería el Estadio de Montjuïc, que, por fin, acogería un gran evento deportivo. Además, los juegos se desarrollarían en otras instalaciones: la Fuixarda, la pista de Maricel Park, Piscinas y Deportes, el Estadio de Les Corts del FC Barcelona y los campos de fútbol del Júpiter y del Martinenc.
La Olimpiada Popular programó una extensa oferta cultural con actividades en buena parte de los teatros, casales y ateneos que estaban repartidos por la ciudad. De hecho, en el acto inaugural del 19 de julio se había previsto la participación de 3.000 folcloristas (gigantes, enanos, bastoneros, moixigangers… e incluso la Patum de Berga). En la ceremonia inaugural, Pau Casals debía dirigir la orquesta y el corazón interpretando la Novena sinfonía de Beethoven.
Incluso los juegos contaron con un himno con letra del poeta Josep Maria de Segarra y música del compositor alemán Hanns Eisler.
Un éxito de convocatoria
La situación política Europa, donde organizaciones obreras, partidos comunistas y socialistas y sectores democráticos de la burguesía organizaban los frentes populares frente al avance del fascismo, hicieron que la convocatoria de la Olimpiada Popular tuviera un amplio eco. En un tiempo récord, se inscribieron más de 6.000 atletas (todo un éxito comparado con los 1.429 atletas de 40 países en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 1932, o los 4.106 de 49 países en los juegos de Berlín de ese verano ).
En total se inscribieron atletas de 23 representaciones nacionales. El talante progresista de los organizadores facilitó que hubiera equipos de naciones sin estado, como Catalunya, Galicia, Euskadi, Alsacia y Lorena o Marruecos, entonces bajo dominio francés. Además, se permitió la inscripción de un equipo representante de los Judíos emigrados, que subrayaba el carácter antifascista del evento. Casi la mitad de los atletas pertenecían a las delegaciones de España, Euskadi, Galicia y Cataluña. La delegación internacional más numerosa fue la francesa, que aportó a 1.500 atletas.
Con una concepción del deporte fuertemente popular y de masas, los deportistas podían participar en tres niveles distintos: nacional, regional o de ciudad. Uno de los rasgos de estos juegos era que mezclaba la participación de deportistas de élite con la de deportistas sin experiencia en la alta competición, por los organizadores respondía al ideal del deporte para todos.
En los días previos a la inauguración llegaron a Barcelona 20.000 visitantes.
Les dones, protagonistes de l’Olimpíada Popular
Una de las cuatro entidades que formaban parte del Comité Organizador de la Olimpiada Popular era el Club Femenino y de Deportes, entidad deportiva compuesta exclusivamente por mujeres. Éste fue uno de los motivos que explican la alta presencia de mujeres deportistas, muy superior a la que hubo en Berlín.
El mayor número de mujeres lo aportaron las delegaciones española y catalana y las más de 100 venidas de Francia, entre ellas dos campeonas nacionales (en salto de altura y en 800 metros).
La atleta más conocida de todas las participantes era la canadiense Eva Dawes, medallista olímpica de salto de altura en 1932. Después de haber participado en una competición en la Unión Soviética y ser víctima de represalias en Canadá, Dawes se retiró de el deporte profesional y decidió boicotear públicamente los juegos de Berlín.
Entre otros nombres conocidos, está el de Marina Ginestà Coloma, conocida por su fotografía de miliciana captada por Hans Gutmann (fotógrafo alemán que había venido a cubrir la Olimpiada Popular). O la egarense Margot Moles, famosa por los buenos resultados en disciplinas como el atletismo, el esquí o el hockey, que después participó en la Olimpiada Obrera de Amberes en 1937. Encontramos también a Mercedes Núñez Targa, que formaba parte de un equipo de remo, quien al cabo de unos años sería deportada al campo de concentración nazi de Ravensbrück.
Un sueño roto
El acto de inauguración estaba previsto realizarlo el 19 de julio en el Estadio de Montjuïc, con el desfile de más de 5.000 deportistas y 3.000 folkloristas, y el parlamento del presidente de la Generalitat, Lluís Companys. El himno oficial de la Olimpiada Popular, compuesto por Josep Maria de Sagarra, debía ser interpretado por el corazón del Orfeó Gracienc, y el concierto inaugural corría a cargo de Pau Casals.
El 18 de julio por la tarde todos los deportistas desfilaron por las Ramblas de Barcelona y en
el Estadio se realizaron los ensayos. Muchos voluntarios pasaron la noche en el Estadio de Montjuïc haciendo los preparativos de última hora y preparados para resolver cualquier imprevisto. Los diarios del 19 de julio publicarían grandes titulares sobre el inicio de la Olimpiada Popular, pero la ciudad había despertado con el ruido de disparos y una huelga general en danza. La clase trabajadora organizada y las fuerzas republicanas luchaban por derrotar a los sublevados fascistas.
El sueño de la Olimpiada Popular acabó antes de empezar, la gran mayoría de los atletas y visitantes serían repatriados. Pero otros muchos se alistaron a las milicias antifascistas, convirtiéndose en el embrión de las Brigadas Internacionales, como es el caso de la nadadora suiza Clara Thalmann.
La Carrera y Caminata Lluís Compañeros
La Carrera y caminata Lluís Companys es un proyecto que se inició en 2008, en forma de homenaje a la Olimpiada Popular de 1936, llevando el nombre de quien fue presidente de la Generalitat republicana y presidente de honorífico del Comité Organizador de la Olimpiada Popular. Impulsada inicialmente por la Fundación Privada l'Alternativa, actualmente este proyecto se lleva a cabo bajo el paraguas de la Fundación Neus Català.
El objetivo estratégico de la Cursa y caminata Lluís Companys es potenciar entre los y las jóvenes los valores de la memoria democrática, el antifascismo y el deporte popular. Es un evento abierto a todo el mundo y se puede participar de cuatro formas diferentes, pensadas para todos los públicos: la caminata, la carrera de 5 km, la carrera de 10 km o la carrera virtual. Además, en la Cursa y Caminada Lluís Companys cuenta con programación cultural en el marco de la jornada.
Como no podía ser de otra forma, la Cursa y caminata Lluís Companys se llevan a cabo en la montaña de Montjuïc. Durante muchas ediciones, se han realizado el Estadio Lluís Companys, instalaciones donde se debía celebrar la inauguración de la Olimpiada Popular y buena parte de los juegos, y temporalmente se han realizado en el Estadio de Serrahima por indisponibilidad del Estadio Olímpico.
Fuente → realitat.cat
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