La Hispanidad y el nuevo desorden mundia

La Hispanidad y el nuevo desorden mundial

España sería republicana tras un referéndum

La política exterior española ha sido continuadora de los principales compromisos y acuerdos internacionales de la dictadura franquista con las potencias mundiales. Los acuerdos militares con los EEUU son anteriores a la solicitud de entrada en la antigua CEE, de forma que la sumisión a la Unión Europea parte de 1962 bajo la dictadura franquista, previo acuerdo con los norteamericanos. La entrada en la OTAN siguió el mismo procedimiento en la llamada Transición de la Dictadura a la Monarquía.

Son acuerdos internacionales en continuidad con la política colonialista de la Hispanidad, como el relativo a la Comunidad Iberoamericana; o los diferentes acuerdos de Madrid para violar el mandato de la ONU, negando la convocatoria de referéndum de autodeterminación del Sahara Occidental bajo control español; o los acuerdos de Madrid para someter al pueblo palestino al colonialismo y genocidio del Estado de Israel. Todos ellos forman parte de este caos de la política exterior del régimen de la Monarquía, parte integrante del contexto de desorden internacional y guerra.

Formalmente, la dirección de la política exterior, a partir de la Constitución del 78, le corresponde al Presidente del Gobierno, que debería determinar las directrices de política exterior y velar por su cumplimiento en el desarrollo de la Acción Exterior del Estado. Pero lo cierto es que la figura central de las relaciones internacionales, a lo largo del tiempo, ha sido usurpada al gobierno de turno por el titular de la Casa de Borbón, en su papel de Jefe de Estado impuesto por el “atado y bien atado” franquista.

No han sido pocos los analistas que han puesto de manifiesto la falta de perfil propio de dicha política exterior del Gobierno español, en tanto que no ha hecho sino formar parte de las estrategias de los norteamericanos y de sus intereses fundamentales. En el año 2016 el diario El País llamaba a la política exterior “la nada exterior”, y lo explicaba así: “En Europa o en América Latina, España ni está, ni se le espera, ni tiene nada que decir”.

Para el régimen español, la Hispanidad de nuestros días es bandera de la buena colonización, del “encuentro de dos mundos”, como relato avalado por la Iglesia Católica. Niega el papel de la colonización y la esclavitud como forma de dominio y de trabajo forzado durante siglos, multiplicándose así el desarrollo del comercio intercontinental y la acumulación primitiva del capitalismo europeo y americano.

Los navegantes del siglo XV abrieron rutas comerciales en África, América y Europa a partir de la búsqueda de oro, y lo encontraron en forma de la compra-venta de esclavos: “el comercio construyó el imperio; la esclavitud hizo el comercio”, a partir de la producción de azúcar, café, cacao, algodón…, y otros bienes y servicios. El mismo sistema financiero de la época prestaba fondos a los propietarios de plantaciones y haciendas de acuerdo al número de esclavos que poseyeran.

Los esclavos africanos vinieron a sustituir a la mano de obra indígena en América, que fue sobreexplotada y maltratada, y a consecuencia de ello sufrió oleadas de muy alta mortalidad en forma de grandes epidemias y por los trabajos forzados. Por eso, tratar de borrar el pasado esclavista y colonizador forma parte esencial de la política exterior española en América y en el mundo, promoviendo formas de recolonización económica e injerencia política de la mano de los planes de los EEUU. A ello se debe la existencia de crisis con otros Estados, como es el caso del enfrentamiento con Venezuela y México, así como la colaboración que se presta a los regímenes más dictatoriales y represivos de América.

El imperio español se vino abajo por las revoluciones latinoamericanas y, de forma definitiva, por la guerra con los EEUU, que lo acabó expulsando de las últimas colonias en su beneficio. Ahora se ha convertido en un régimen colaborador de la política norteamericana. Un régimen que se ha negado a cumplir los mandatos de descolonización de las últimas colonias en África, como se entiende con lo sucedido en Guinea Ecuatorial y en el Sahara Occidental. En Guinea Ecuatorial colaborando en el mantenimiento de una dictadura criminal, producto de un golpe de estado pro español; y en el Sahara Occidental, donde su población y territorio rico en minerales han sido vendidos al rey de Marruecos, violando descaradamente el mandato internacional de NNUU.

El régimen de la monarquía española no hace sino cumplir de esta manera con el mandato geoestratégico que surge de los planes norteamericanos para el control del Mediterráneo y norte de África, como auténtica barrera policial y militar a la presión migratoria, y a las demandas de los pueblos. Para ello, hace muchos años que los EE UU han puesto sus ojos en la capacidad represiva del reino de Marruecos, para que actúe como gendarme proimperialista delegado en la zona.

Este comportamiento servil con los intereses de los EE UU marca el conjunto de la política exterior española desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, sostenida por los Acuerdos internacionales con el Vaticano. Y los planes norteamericanos no son otros que los de contar con los recursos de América Latina como parte integral de su propio complejo económico y estratégico. El fracaso en alinear y mantener América Latina bajo su control significa la pérdida de un activo patrimonial potencialmente valioso, incluso crucial.    

Los recientes enfrentamientos del Estado español con México y Venezuela ponen de relieve la crisis de la política recolonizadora de la Hispanidad. En México el Borbón-Jefe del Estado ha sido vetado por su negativa a pedir perdón por los crímenes del colonialismo; y el gobierno español ha claudicado abiertamente en su obligación de representar oficialmente   al pueblo español en el acto de traspaso de poderes presidenciales de un pueblo hermano.

En Venezuela, la Asamblea Nacional acaba de proponer al gobierno Maduro la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con España, en respuesta al Congreso español que aprobó una proposición no de ley en la que se insta al gobierno a reconocer al candidato presidencial de la extrema derecha, Edmundo González, como presidente electo tras las presidenciales del pasado 28 de julio en Venezuela, cuando aún no han podido revisar y publicar oficialmente los resultados definitivos por cada colegio electoral. El texto insta “la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con el Reino de España”, en rechazo a la “decisión grosera e injerencista adoptada en el Congreso de Diputados de España en contra de la institucionalidad venezolana”. La Asamblea venezolana ha aprobado por unanimidad la abolición de la monarquía española, acusándola de no servir “sino para la corrupción”.

 España, como potencia, ocupa el 13º lugar por PIB y el 29º por población, pero sus pueblos carecen de soberanía. En la encuesta realizada por EM-Analytics el 4 de octubre sobre la preferencia entre Monarquía y República, el 54,1% de los encuestados optan por la República, el 42,5% prefieren la Monarquía, y el 3,4% se abstiene. La pregunta realizada es: “En caso de convocarse una consulta vinculante sobre Monarquía/República usted votaría”. Los resultados de la encuesta muestran la evolución histórica de los apoyos a la Monarquía o la República, poniendo de relieve que, en general, el apoyo a la República ha ido en aumento de forma sostenida, mientras que el de la Monarquía ha mostrado una tendencia a la baja.

La devolución de la soberanía política a los pueblos es la exigencia que reagrupa todas las demandas sociales y democráticas.                   


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