La España Revolucionaria
La España Revolucionaria
José Díaz

Transcripción a cargo de Albert Portillo del discurso en el que, el secretario general del PCE, reivindica la tradición democrática española moldeada por las luchas de las clases trabajadoras y campesinas
 
En el siguiente discurso, pronunciado en Madrid el 9 de febrero de 1936, José Díaz reivindica la tradición democrática española moldeada por las luchas de las clases trabajadoras y campesinas. De tal modo que muestra como la tradición nacional puede ser reconfigurada mediante la lucha de clases, tal como ilustraba en su presente la gloriosa revolución de octubre de Asturias. El discurso de Díaz tiene un gran interés porque frente al chovinismo militarista e imperialista del fascismo reactualiza la crítica a la nación burguesa y oligárquica.
 

[…]

¿Quiénes son los patriotas?

Camaradas: hay una bandera que está en manos de nuestros enemigos, que ellos tratan de utilizar contra nosotros y que es preciso arrebatarles de las manos: la de que votando por ellos se vota por España. ¿Qué España representan ellos? Sobre este asunto, hay que hacer claridad. Cuando la reacción, cuando el fascismo no puede demostrar con hechos prácticos que ha mejorado en lo más mínimo las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera y de las masas campesinas -porque las ha empeorado-, y no solamente las de los trabajadores manuales, sino las de los empleados, de la pequeña burguesía, de los campesinos, incluso de la burguesía media; cuando en nada se ha mejorado -sino, repito, empeorado- la situación de estas masas populares; de una manera abstracta, para cazar incautos, se dice, se grita en los carteles, en los mítines: votando por nosotros, votáis por España, votáis por la patria. Este argumento, que penetra sobre todo en las capas de la pequeña burguesía, de la burguesía media, gentes que aman a su patria y a su hogar, hay que analizarlo y demostrar que quienes aman verdaderamente a su país, somos nosotros, y que somos nosotros los que vamos a probarlo con hechos, pues no es posible que continúen engañando a estas masas, utilizando la bandera del patriotismo, los que prostituyen a nuestro país, los que condenan al hambre al pueblo, los que someten al yugo de la opresión al noventa por ciento de la población, los que dominan por el terror. ¿Patriotas ellos? ¡No! Las masas populares, vosotros, obreros y antifascistas en general, sois los patriotas, los que queréis a vuestro país libre de parásitos y opresores; pero los que os explotan no, ni son españoles, ni son defensores de los intereses del país, ni tienen derecho a vivir en la España de la cultura y del trabajo. (Prolongados aplausos.)

La suya, la España de la Inquisición

Se habla de la tradición. Pero no hay una sola tradición, y es necesario reivindicar para cada clase los hombres y la tradición que le pertenecen. Hay la tradición de la Inquisición, que representan ellos, y la tradición de los que lucharon contra el oscurantismo y por el progreso y la libertad, que representamos nosotros. Ya en aquella época luchaban dos Españas. Había una, la que implantó la Inquisición, que causaba las muertes y los martirios de los hombres honrados de aquel tiempo, utilizando para dominar todos los medios bárbaros de que son capaces los malvados que quieren el predominio de un puñado sobre la inmensa mayoría. Y había otra España: la de los que ya en aquel tiempo luchaban frente a la Inquisición, dando sus vidas por la libertad del pueblo. Nosotros queremos reivindicar para nuestra causa a los hombres que luchaban en aquella época contra la Inquisición, porque aquellos hombres eran los hombres del progreso. Bajo el reinado de los Reyes Católicos, se estableció con toda crudeza la Inquisición, siendo los primeros inquisidores Primo Juan de San Martín, Miguel de Murillo, Juan José de Medina, San Pedro Arbués. Este último fue muerto por las masas en Aragón, que se resistieron a que fuese implantada la Inquisición, por considerarla contraria a las libertades aragonesas. La misma resistencia hubo por parte del pueblo en Cataluña. Los hombres de la Inquisición son los que nuestros tiranos de hoy quieren reivindicar. Pues bien: nosotros reivindicamos para nuestra causa a los que se rebelaron contra ella.

El inquisidor general fue Torquemada, y su sucesor Diego de Deza. Durante la época de Torquemada fueron quemadas nueve mil personas y atormentadas cien mil. Después, en tiempos de su continuador Deza, dos mil setecientos quemados y treinta y cinco mil atormentados. ¿No os recuerda esto, lo que, siglos más tarde, se ha hecho en Asturias? (Voces: “¡Asesinos!”)

Nada de esto sería posible sin suscriptores

Nuestras tradiciones

¿Por qué doy estas cifras? ¿Por qué recuerdo estos hechos, camaradas? Porque es preciso que el pueblo conozca a sus amigos y a sus enemigos. Y los amigos del pueblo son los que continúan la tradición de aquellos hombres que lucharon contra la Inquisición, quienes, como los comuneros, lucharon años más tarde por una situación de mejoramiento para la mayoría del pueblo de España, los que lucharon para traer la primera República: hombres como Pi y Margall, como Salvochea, como Zorrilla, como Salmerón y una serie de hombres que luchaban en aquella época por una España Republicana, donde existiera el bienestar para el pueblo; hombres como Galán y García Hernández, que dieron su vida en aras de una República de carácter social, son los precursores del movimiento revolucionario que el proletariado reivindica para sí.

Nosotros continuamos, pues, la tradición de Pi y Margall, la tradición de Salvochea, de Galán y García Hernández y de todos los luchadores que batallaron para destruir la España feudal, clerical y monárquica, y abrir cauce a la democracia, basada en el bienestar de las masas.

Pero los Calvo Sotelo, los Gil Robles, los Primo de Rivera pueden reivindicar y reivindican para sí la España de Torquemada, la de los Reyes Católicos, la de los sátrapas y los caciques. Pues bien, repito, los que quieren una España al estilo de Torquemada son malos españoles; los buenos españoles somos los que queremos continuar el camino de los hombres progresistas sanos, los que amamos a nuestro país y sabemos defenderlo como lo hemos defendido en Asturias, con las armas en la mano, con el sacrificio de nuestra sangre y de nuestra vida, contra los que quieren arrastrar a nuestro pueblo en el lodo, en el fango y en las lágrimas. (Fuertes aplausos. Gritos de ¡Viva Asturias la Roja!, ¡Viva el Partido Comunista!)

Qué queremos hacer de España

¿Qué queremos hacer nosotros de España?

Vosotros, monárquicos, fascistas, que os decís amantes de España, ¿qué habéis hecho de ella? Recordad los miles y miles de jóvenes que habéis hecho sucumbir en los campos de Marruecos. Eran la flor de España, la juventud que tiene, que tenía que modelar y embellecer a España. La habéis enterrado en Marruecos para conquistar no sé qué, pero esclavizando a otro pueblo; y habéis inmolado para eso a nuestros hermanos. ¿Y eso, para qué? Para enriquecer a algunos hombres, para extender los dominios de la España feudal y de las compañías imperialistas extranjeras. A los que os decís "defensores de la patria", podemos demostraros que en España las empresas más importantes están en manos del capitalismo extranjero. Si vosotros entregáis tan importantes empresas, que son parte integrante de la riqueza de España, al capitalismo extranjero, ¿con qué derecho os llamáis amantes de la patria? ¿Qué hacéis, qué habéis hecho de España? Da miedo pensar en el número tan enorme de analfabetos que hay en España, una España de oscurantismo, dominada por los frailes y los curas, una España en la que a los obreros se les enseña solamente a deletrear y a garrapatear una carta, y en que a los campesinos se les mantiene en pleno analfabetismo.

¿Qué habéis hecho del suelo de España, que por su clima podría ser un vergel? ¿Es que no os dais cuenta del hambre que hay en España, de que nuestra raza famélica está pereciendo, de que las madres, exhaustas por el hambre, dan a sus hijos una leche que no es nutritiva, que no tiene la cantidad necesaria de alimento para que el crío sea hoy un niño robusto y mañana un hombre fuerte? ¿Es que no sabéis, mercaderes del patriotismo, que los trabajadores no comemos? ¿Es que no sabéis que mientras vosotros celebráis grandes orgías en dorados salones, entre plata y oro, chocando las copas del champagne, preparando la guerra y la miseria del gran pueblo, nosotros pagamos vuestros festines, nosotros estamos sufriendo hambre y miseria? ¿No lo sabéis? ¡Pues bien, eso se va a acabar! Toda España, la España del trabajo, a pesar de la represión, a pesar del terror, alza un solo grito: ¡Basta ya de miseria y de hambre! Y las masas, unidas en poderoso Frente Único, en este Bloque Popular que agrupa a la inmensa mayoría de la población, quieren impedir, y lo impedirán, que sus hijos continúen siendo famélicos, y saben que, para que sean robustos, tienen que buscar el bienestar general, y sólo lo pueden conseguir dominando, sometiendo del modo que sea -ellas que representan el noventa por ciento de la población- al diez por ciento restante, que la oprime y la mata de hambre. Esto sólo puede hacerse, camaradas, organizando la lucha, y con la lucha organizada venceremos al enemigo. El camino está bien señalado y todos lo conocéis. Yo solamente puedo aseguraros que de ese diez por ciento de parásitos que ha sembrado el hambre, la miseria y el terror en nuestro país, al que no le dé tiempo a salir de España, se quedará entre nosotros. (Fuertes aplausos.)

La España de ellos

"¡Votad por España!" "¡Votad por la patria!", dicen los monárquicos y fascistas. ¿Qué patria? ¡Pero si habéis hecho de toda España una cárcel!

Hablan en sus carteles de amnistía para los obreros honrados pero no para los dirigentes. ¿Es que ignoran que todos vosotros sois dirigentes y los que están en la cárcel los mejores de los mejores? (Prolongados aplausos.)

¡Treinta mil presos en las cárceles y presidios de España! ¡Y en qué condiciones! En la situación más inhumana que se puede dar a los presos. Nosotros, señores monárquicos, señores fascistas, señores reaccionarios, queremos a nuestros presos, y los vamos a libertar, con o sin vuestra amnistía, porque nos pertenecen, porque no queremos continuar como hasta aquí bajo el dominio de un puñado de hombres, de grandes banqueros, de terratenientes, de gran burguesía. No queremos seguir en esta situación, y el camino está emprendido: organizaremos nuestras fuerzas, y no cejaremos hasta conseguir nuestros objetivos. (Aplausos.)

Nuestra España

¿Qué España queremos nosotros? Ya he hablado de la España que quieren nuestros enemigos; ahora hablaré de la que nosotros queremos. Ya he dicho que nosotros somos los continuadores de aquellos hombres que dieron su vida por la libertad de España. Todo lo que hay de progresista en la historia de España, lo reivindicamos para nosotros, para el pueblo; todo lo que hay de retrógrado, de criminal, les pertenece a ellos, a Calvo Sotelo, a Gil Robles, el "jefe" que no se equivoca nunca... (Risas) Para esa caterva queda el lastre que arrastra la España feudal desde hace siglos; para nosotros, la verdadera tradición de la España de la libertad y del trabajo. (Una voz: "Y también hablan de los tuberculosos. Hay que preguntarles quién ha traído la tuberculosis.") Camaradas, recojo la interrupción del compañero, hecha con mucha justeza. Somos uno de los países donde el analfabetismo es más pronunciado, y hoy tenemos, además -eso, en la España que hoy padecemos-, el mayor contingente de tuberculosis. Es la consecuencia de nuestra hambre; es la consecuencia de pasar por delante de las carnicerías llenas de ternera, de toda clase de carne, y no poder comprar ni lo más mínimo para poder alimentarnos; es la consecuencia de que, mirando desde el punto de vista general, mientras en España van millares y millares de obreros en alpargatas, hay millares y millones de cómodos zapatos en los grandes escaparates que no tienen salida. ¡Con eso es con lo que queremos terminar! No queremos que los campesinos sigan comiendo hierba, sino que coman lo que el campo produce y cambien lo que sobra con los obreros de la ciudad, que les darán los productos manufacturados.

Una España culta

Queremos una España culta, queremos una España donde los intelectuales, los médicos, los hombres de ciencia y los artistas estén al servicio del pueblo, no al servicio de unos cuantos explotadores; queremos que se abran las Universidades para el proletariado, para el pueblo, en el que hay grandes capacidades que no se aprovechan; queremos que los hombres se eleven no por recomendaciones de un Cruz Conde, no por recomendaciones de nobles y por recomendaciones de ministros, sino que lleguen al lugar que les corresponde para poner al servicio del pueblo su inteligencia, su ciencia, su talento y su capacidad. Queremos que los médicos traten a los obreros y al pueblo en general como se trata a los enfermos. No queremos que haya dos clases de enfermos: unos, a los que los médicos dedican toda clase de cuidados, sentándose a su cabecera durante meses enteros si es necesario, y otros a los que no se puede asistir porque no disponen de tiempo para ir a una barriada a escuchar las quejas de un proletario al que se le muere un niño, al que se le muere su mujer por falta de alimentos, más que por falta de... (Estruendosos aplausos impiden oír el final del párrafo). Queremos una España en la que no sean posibles los crímenes y las atrocidades que se han cometido con nuestros hermanos de Asturias, culpables sólo de querer, como nosotros, una España justa, una España en que haya pan, trabajo y libertad.

Diremos, en fin -para que lo sepan todos, amigos y enemigos-, lo que queremos hacer de España: limpiarla de nuestros enemigos, limpiarla de una vez de los enemigos del pueblo, de todo aquello que representa la España negra y feudal.

La República que nosotros queremos

Nuestros enemigos utilizan también en su propaganda el estribillo de que el Partido Socialista y el Partido Comunista, los obreros en general, son enemigos, no sólo de la monarquía, sino también de la República. Es una mentira más. Nosotros no somos enemigos de la República; nosotros, aunque seamos partidarios de la dictadura del proletariado, defendemos a la República. Pero una República que dé al pueblo todo lo que el pueblo necesita. Hay en el mundo una República -¿para qué hablar en teoría?- que ha hecho ya lo que aquí pedimos, que ha puesto en práctica todo lo que nosotros queremos y necesitamos, que ha hecho de un pueblo analfabeto, de un pueblo atrasado, de un pueblo sin industria básica, de un pueblo pobre -a pesar de sus grandes riquezas naturales-, de un pueblo que era, si cabe, tan atrasado como España, la verdadera República de trabajadores -no de "todas clases" como la nuestra-, que ha hecho de esta República la patria del proletariado del mundo entero. ¿Por qué no seguir su ejemplo? Esa sí que es una República de la cual se puede enorgullecer el pueblo. Un pueblo inculto, sin industria fundamental, con un ejército que los zares habían adiestrado para las derrotas, se ha convertido en el primer país del mundo en cuanto a cultura -porque la cultura de los obreros de la Unión Soviética está por encima de la de todos los demás países-; ha pasado a ser el segundo país industrial del mundo -el primero de Europa-, y dentro de poco será también el primero del mundo; ha dado el bienestar a los campesinos, y hoy tiene un ejército, el glorioso Ejército Rojo, que se hace respetar por el mundo entero. (Aplausos.)

Allí, los hombres de ciencia, los sabios, los intelectuales, no tienen trabas para desarrollar sus investigaciones científicas. Allí hay el estímulo, hay la ayuda del Estado a toda clase de iniciativas de la inteligencia. Y gracias a esto, hemos visto cómo, en tan corto espacio de tiempo, ha podido desarrollarse este país en todas las direcciones, en el plano de la economía y la cultura, de una manera tan formidable. Y tenemos, últimamente, un hecho formidable, conocido por todos los obreros y comentado también y admirado por todos los hombres libres y democráticos: el movimiento stajanovista -de Stajanov, minero del Don-, movimiento que es la demostración del grado de capacidad que adquieren los obreros en el régimen soviético. Utilizando en forma más racional la técnica, se ha conseguido producir un mil por ciento más de lo que se producía; y hoy no es solamente ese compañero, Stajanov, el que aplica esos procedimientos, sino que son millares y millares de trabajadores de la Unión Soviética, los que, recogiendo las enseñanzas de Stajanov, han triplicado, cuadruplicado la producción echando por tierra todos los planes de los ingenieros y demostrando a los hombres que creían que el proletariado no tenía capacidad constructiva de cuántas iniciativas y de cuánto heroísmo son capaces los trabajadores, cuando saben que producen para sí y para el bienestar de la humanidad. Eso queremos hacer nosotros también para España. Pero cuando la tierra sea de quienes la trabajan, cuando las fábricas sean de los obreros, cuando tengamos una verdadera República, un gobierno de obreros y campesinos. No para engordar parásitos y explotadores, como ahora. (Aplausos.)

Nuestra idea de patria

¿Está claro, pues, cuál es nuestro concepto de patria, en contraste con el de los "patriotas" de Alfonso XIII? Y este concepto de la patria, camaradas, puedo deciros que no es la primera vez que lo formula el Partido Comunista. Hay quien dice que la idea del amor por nuestro país, por el suelo en que hemos nacido, ha salido del VII Congreso de la Internacional Comunista porque lo planteó allí el camarada Dimitrov. Cierto, Dimitrov ha dado una magnífica lección a los fascistas alemanes, a los verdugos del pueblo alemán, que querían hacer creer que el noble pueblo búlgaro era un pueblo de bandidos, y ha demostrado que los bandidos son los fascistas de todos los países. Pero, yo quiero leer aquí unos párrafos de un artículo del camarada Lenin, escrito a raíz de 1905, después de la derrota de la primera revolución rusa. Son palabras de Lenin, la inteligencia más clara que ha conocido la historia, el internacionalista más consecuente del movimiento proletario mundial.

"Amamos a nuestro país -decía Lenin-. ¿Es que a nosotros, proletarios conscientes de la Gran Rusia, nos es extraño el orgullo nacional? ¡Claro que no! Nosotros amamos a nuestro idioma y a nuestro país. Nosotros trabajamos, sobre todo, para elevar a las masas trabajadoras de nuestro país (es decir, a las nueve décimas partes de su población) a la vida consciente de demócratas y socialistas. Nosotros sufrimos ante todo viendo y sintiendo las arbitrariedades, las humillaciones, el yugo que los verdugos imperialistas, los nobles y los capitalistas hacen sufrir a nuestra bella patria. Estamos orgullosos de que esas arbitrariedades hayan suscitado resistencias entre nosotros, los grandes rusos; estamos orgullosos de que nuestro pueblo haya dado hombres como Raditchev, los decembristas, los revolucionarios pequeño-burgueses de la década del 70; estamos orgullosos de que la clase obrera de la Gran Rusia haya creado en 1905 un potente partido revolucionario de masas, y que, al mismo tiempo, el campesinado de la Gran Rusia haya empezado a transformarse en demócrata y a libertarse moralmente del pope y del terrateniente".

Y, unas líneas más adelante, dice:

"Obreros grandes rusos, penetrados de un sentimiento de orgullo nacional, queremos a toda costa una gran Rusia libre e independiente, demócrata y republicana, que establezca sus relaciones con sus vecinos sobre el principio humano de la igualdad y no sobre el principio humillante del servilismo y el privilegio para una gran nación. Por eso decimos: en la Europa del siglo XX, no se puede “defender la patria” más que poniendo en movimiento las fuerzas revolucionarias contra los monárquicos, los terratenientes y los capitalistas de “su” patria, es decir, contra los peores enemigos de nuestra patria". (Aplausos.)

Esto es lo que decía Lenin después de 1905. ¡Qué bien se puede aplicar esto a los "patriotas" de nuestros días!

El camino para triunfar

Y ahora, camaradas, ¿qué hay que hacer para salir de la situación actual?

El ambiente nos es favorable; todos estáis cansados de este régimen de hambre y de terror, y dispuestos a lanzaros a la lucha para hacer que esto cambie. ¿Pero cómo hacerlo?

Para poder triunfar sobre el enemigo el día 16 y después del 16, es necesario comprender -para que no se repita el caso del 14 de abril- que el triunfo electoral, con la constitución de un Gobierno republicano o de un Gobierno popular, debe ser la garantía de que se arrancará al enemigo -y lo hemos dicho y repetido, y lo repetiremos cuantas veces sea necesario, hasta hacerlo llegar a comprender a quien tiene que recogerlo- su base material y social. Mientras los campesinos no tengan la tierra que hoy usurpan los terratenientes, mientras a éstos no se les expropie la tierra sin indemnización, para entregarla gratuitamente a los campesinos trabajadores y a los obreros agrícolas, no habrá posibilidad de desarrollar un régimen democrático. Mientras la Iglesia continúe cobrando millones y millones del Estado -mientras no haya una separación rotunda de la Iglesia y del Estado-, y en vez de entregarle a ella esos millones se entreguen para obras públicas, para mejorar la situación del proletariado y de los campesinos, no habrá democracia en el país. El que quiera ir a misa o a comulgar, que vaya a la iglesia tranquilamente, pero que se pague su religión. Lo que no se puede consentir es que eso salga del proletariado, de las masas trabajadoras. (Prolongados aplausos.)

Un ejército del pueblo y nacionalidades libres

Queremos un ejército democrático, queremos un ejército del pueblo; no un ejército con la dirección, con los mandos más responsables en manos monárquicas y fascistas. Queremos que las nacionalidades de nuestro país -Cataluña, Euskadi, Galicia- puedan disponer libremente de sus destinos ¿por qué no? y que tengan relaciones cordiales y amistosas con toda la España popular. Si ellos quieren librarse del yugo del imperialismo español representado por el poder central, tendrán nuestra ayuda. Un pueblo que oprime a otros pueblos no se puede considerar libre. Y nosotros queremos una España libre. Queremos libertades democráticas plenas para el pueblo, libertad de reunión, de manifestación. Queremos también, como una de las medidas indispensables para después del triunfo electoral, que desaparezcan todas las organizaciones fascistas y que sean recogidas las armas que en gran cantidad están en sus manos y que esgrimen contra el pueblo trabajador. (Fuertes aplausos.)

[…]


 El discurso completo puede encontrarse en Tres años de lucha.


Fuente → diario.red

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