No se puede negar que el proyecto editorial de Ruedo Ibérico tuvo una importancia crucial en el apoyo y desarrollo del antifranquismo en los últimos lustros de la dictadura. Desde su fundación en 1961 en Paris, José Martínez Guerricabeitia y los otros socios fundadores: Elena Romo, Nicolás Sánchez Albornoz, Ramón Viladás y Vicente Girbau crearon un magnífico dispositivo de lucha contra el franquismo. Sus libros prohibidos por la censura y su revista Cuadernos de Ruedo Ibérico alimentaron la resistencia en el interior y las esperanzas del exilio en México, si bien con muchas interferencias y dificultades. Sin embargo, sobre ese ambicioso proyecto se ciernen en la actualidad algunas sombras. Ruedo Ibérico, como muchas otras editoriales y revistas que funcionaban en los años sesenta, no fue ajena a la acción del Congreso para la Libertad de la Cultura, el principal organismo pantalla a través del que la CIA creó una red de influencia cultural en Europa y en la mayor parte del mundo en esos años de la Guerra Fría.
Los actores, Pepe Martínez y Julián Gorkin
La correspondencia entre José Martínez Guerricabeitia, director de Ruedo Ibérico, y Julián Gorkin, que se conserva en el Instituto Social de Amsterdam, pone en evidencia la existencia de una corriente activa de simpatía e influencia mutua a lo largo de más de una década, entre 1964 y 1977. Los dos compartían afinidades ideológicas de origen que los unían en el anticomunismo que siempre cultivaron. Pepe Martínez había sido anarquista, aguilucho de la FAI, en su juventud en Valencia durante la guerra civil y ese pedigrí siempre le acompañó. Sus recuerdos de la contienda eran “metafóricamente triunfales”, según su biógrafo Albert Forment. En los años sesenta le confesaba a una amiga italiana, Magali Sarfati: “Tener quince años y estar en Valencia con granadas en el cinto y saber que uno es el dueño de la ciudad son cosas de las que uno no se cura”.[1] Con el tiempo se convirtió en “un personaje molesto, histórica y personalmente hablando” —en palabras de su amigo Gérard Imbert Martí— “la mala conciencia encarnada, la mala leche personificada y, al mismo tiempo, una persona intelectualmente fascinante; muy ecléctica, en el mejor sentido de la palabra, por vocación, curiosidad, siempre atento a lo último aquí, ahí y de donde viniera, curioso como el buen humanista que era en el fondo, enciclopédico en su saber”.[2] Él y Julián Gorkin eran refugiados políticos de procedencia valenciana que vivían en París desde 1948. El segundo había sido dirigente del POUM durante la guerra y había estado antes exiliado en México. Mientras que Pepe Martínez, que era muy joven en 1939, no fue encarcelado al terminar la contienda —al contrario que su hermano y su padre, también anarquistas— pero sí estuvo interno en un centro reformatorio en Burjassot (Valencia) por sus antecedentes políticos.[3]
En realidad, Julián Gorkin era un pseudónimo de Julián Gómez García, un español que estaba al frente desde 1960 del Centro de Documentación y de Estudios en París, un organismo controlado por la CIA y dirigido por este histórico dirigente del POUM y del PCE, que había pasado ocho años exiliado en México. Gorkin era un activo antifranquista y al mismo tiempo un furibundo anticomunista a las órdenes de Washington, si bien nunca fue un agente en nómina de la CIA, en opinión de Andrés Ortí Buig, autor de una interesante tesis doctoral sobre el personaje. “El anticomunismo de Gorkín primaba por encima de su antifranquismo y el propio régimen supo aprovecharse de ello”.[4]
Durante su estancia en México, Gorkin estableció contacto con el Consulado de EEUU en fechas muy tempranas y desde 1940 hasta su salida del país azteca en 1948 estuvo colaborando en la denuncia de comunistas españoles (algunos de ellos, como el escritor Max Aub, no lo eran, pero fueron objeto de sus acusaciones; otros sí que lo eran, como Joan Comorera, del PSUC). A cambio, reiteradamente, solicitó un visado para viajar a EEUU que le fue denegado por sus antecedentes comunistas. En cualquier caso, no fue el único que colaboró con la Inteligencia americana en busca de un pasaje. Fueron muchos y entre ellos el pintor Diego Rivera, militante del PCM, que sí consiguió su objetivo de viajar a EEUU.[5] Gorkin no lo logró, pero se ganó la fama de trabajar para los intereses del imperialismo estadounidense y de ser trotskista.[6] En París, algunos años después, se convirtió en “el organizador de la obra propagandística de la CIA para el mundo hispánico a través de la revista Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura», según Paul Preston.[7] Gorkin también era en ese momento un referente entre los exiliados españoles que vivían en París. Una especie de “conseguidor”, conocido por sus medios y contactos, al que recurrían muchos para pedirle trabajo y favores.[8]
Entre Julián Gorkin y José Martínez Guerricabeitia había una sinergia de intereses. Ambos valoraban el hecho de que la editorial Ruedo Ibérico pudiera funcionar como un buen ariete en la lucha antifranquista. Pepe Martínez aspiraba a controlar un mercado potencial de libros en España, al que tenía que acceder sorteando las trabas impuestas por la censura. Buscaba un perfil de lector crítico, ávido de conocimiento y sensible a la evolución política del país. Ese público lector se complementaba con el nicho de mercado que representaba el lector francés interesado por temáticas relacionadas con España.[9] Se lo explicaba muy claro a su amigo Francisco Carrasquer en una carta: “el objetivo es publicar para el público hispánico libros españoles o extranjeros que nuestros editores no publican, y para el público extranjero, libros sobre España que sus editores no publican”.[10] También a su amigo Gorkin le informaba en los mismos términos: “la finalidad perseguida por nuestra empresa es publicar en lengua española libros que la censura franquista prohíbe en España y hacerlos llegar a nuestros compatriotas”.[11] Gorkin veía en Ruedo Ibérico la oportunidad de publicar determinados libros y de difundir a través de ellos su mensaje anticomunista y filoestadounidense entre la resistencia antifranquista del interior de España y sobre todo entre la juventud universitaria, que empezaba a protagonizar sonoras protestas.
Las redes del Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) alcanzan a Ruedo Ibérico
Al igual que Max Aub, que no puede ser considerado sospechoso de simpatías anticomunistas, muchos intelectuales pensaron que los libros y la revista Cuadernos de Ruedo Ibérico cumplían “una función de lucha activa contra el régimen de Franco” y, ciertamente así era, pero cuando se analiza con detalle la correspondencia de José Martínez Guerricabeitia con Julian Gorkin en esos años, se aprecia que no existía una línea cien por cien independiente en la editorial y el historiador Manuel Tuñón de Lara no iba tan desencaminado cuando aconsejaba a su amigo Max Aub que no escribiera en los Cuadernos:
[…] Comprendo que estás en relaciones de autor-editor con [José] Martínez, pero si quieres un consejo de amigo que te quiere, es que evites publicar en esos «Cuadernos», por lo menos por ahora. Tú no tienes necesidad de ello y ellos la tienen de ti.[12]
Las redes de la actividad del Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC), organismo pantalla de la CIA, tenemos indicios de que alcanzaban de forma subrepticia a la editorial Ruedo Ibérico, al igual que a otros cientos de revistas culturales y políticas en todo el mundo. Esa tela de araña se extendía desde Washington y configuraba un gigantesco mapa en la guerra fría cultural.[13] En los años sesenta el apoyo económico proveniente del CLC —que se nutría de fondos de los sindicatos y fundaciones privadas de EEUU— oxigenó muchas actividades del antifranquismo: congresos (incluido el Contubernio de Múnich de 1962), publicaciones y todo tipo de actos. El investigador que más ha profundizado en la conexión entre Gorkin, el CLC y el Congreso de Múnich es Jordi Amat en su tesis doctoral que después plasmó en su libro La primavera de Múnich. [14]
Se ha conocido, asimismo, que después de que el equipo de la editorial Ruedo Ibérico se decantara por los expulsados del PCE, Fernando Claudín y Jorge Semprún, el CLC le ayudó a asegurar una mayor difusión de sus libros a través del Comité d’Écriteurs et Écrivains.[15] Las guerras intestinas dentro del PCE a principios de los sesenta tuvieron un eco muy importante en las batallas internas que libraron los socios de Ruedo Ibérico, especialmente en los enfrentamientos entre Vicente Girbau y Pepe Martínez, y condujeron finalmente al segundo a la gerencia de Ruedo Ibérico. Algunos de los colaboradores más importantes de la editorial, como Ignacio Fernández de Castro y Francisco Farreras trabajaban para la oficina del Congreso para la Libertad y la Cultura, que dirigía el antiguo miembro del POUM Gorkin, y, al igual que uno de los fundadores de Ruedo Ibérico, el abogado Ramón Viladás, percibieron fondos del CLC para su mantenimiento en París en esos años. En una carta que envía Victoria Kent a Gorkin en 1958 le anunciaba que había podido enviar a Viladàs y Farreras la cantidad de 12.600 francos a través de la Spanish Refugee Aid de McDonald, una institución fundada por Nancy McDonald en 1953, que desde entonces fue la entidad que posibilitó el envío de los fondos que Gorkín solicitó para ayudar a los nuevos exiliados.[16] Muchos de ellos eran miembros de la Asociación Socialista Universitaria (ASU) y del Frente de Liberación Popular (FLP) y huían de la represión de las revueltas universitarias en España. La pluralidad ideológica de la que hacía gala la revista Cuadernos de Ruedo Ibérico se nutría especialmente de ex miembros del PCE, militantes del FLP, trotskistas y libertarios, pero no incluía a comunistas.[17]
En una carta de 8 de enero de 1966, Julián Gorkin le escribió a José Martínez Guerricabeitia para decirle que había leído con mucho interés los tres primeros números de Cuadernos de Ruedo Ibérico y, aunque no estaba de acuerdo con todos los textos publicados, creía que Cuadernos de Ruedo Ibérico y Mañana,[18] la revista mensual editada en español por el Centro de Documentación y de Estudios de París, impulsada y financiada por el CLC, podían ser dos tribunas complementarias con la misma finalidad de oposición antifranquista.[19] José Martínez le contestó dando muestras de manifiesta identificación con el ideario del CLC:
Querido amigo: he leído con evidente satisfacción tu carta del 8 de enero. El programa que expones al final de la misma es el nuestro y en el campo que nos asignas tú con tu buen sentido. No sé si seremos capaces de desarrollarlo, pero personalmente me esfuerzo y me esforzaré en que así sea. Nos hacen falta nuevas informaciones, nuevas ideas, pero también nuevos hábitos. Y esto último no es lo de menor importancia. En este contexto créeme que tu carta me sirve de aliento.[20]
Las relaciones entre Julian Gorkin y José Martínez Guerricabeitia están plasmadas en la correspondencia que se conserva en el archivo del editor en el Instituto Social de Amsterdam, como ya hemos dicho, pero también en el interesante libro de Gloria Glondys sobre la guerra fría cultural se da cuenta de la actividad de Ruedo Ibérico en ese contexto. En una carta de Julián Gorkin a Joaquín Maurín, datada el 6 de julio de 1965, Gorkin afirmaba:
Te diré que después de haberme mantenido alejado de Ruedo Ibérico, porque lo mediatizaban comunistas y comunizantes, al entrar en crisis sería el PCE y decantarse los que rodean a Ruedo Ibérico por los escisionistas, entablé relación con ellos e incluso les presté el ejemplar español de tu libro […].[21]
Las afinidades anarquistas y del POUM que unían a José Martínez y Julián Gorkin afloran con frecuencia en las cartas. Hablaban de la publicación de determinados libros, como Revolución y Contrarrevolución en España (1966) de Joaquín Maurín o Los problemas de la revolución española de Andrés Nin (1971) y Gorkin le insistía sobre la traducción y publicación de otros, como Spanien de Hans Joaquim Sell, un antiguo soldado de la Wehrmacht alemana, que entre 1960 a 1968 fue corresponsal extranjero en España hasta que el gobierno de Franco le revocó el permiso de trabajo y que en 1965 era miembro del PEN Club Internacional que dirigía Julián Gorkin. La mano del excomunista también podría estar detrás de la edición de los libros del miembro del Opus Dei Rafael Calvo Serer en Ruedo Ibérico por las múltiples alusiones que encontramos.[22]
En el caso de las editoriales ese era el mecanismo que utilizaba el CLC para influir en la línea editorial. Primero recomendaba los libros que podían ser publicados y a continuación compraba centenares de copias y apoyaba sus lanzamientos en periódicos y revistas, mediante escritores y periodistas que colaboraban con el CLC.[23] Según se dice en la correspondencia, el Centro de Documentación y de Estudio de París había comprado 60 ejemplares del libro de Herbert R. Southworth, El mito de la cruzada de Franco.[24] Un libro muy alabado por Tuñón de Lara y cuyo autor norteamericano curiosamente nada tenía que ver con el CLC. Para Paul Preston “la importancia de Southworth radica en que fue un luchador cultural que se esforzó por combatir no sólo las políticas culturales represivas del régimen franquista, sino también las actividades, a menudo paralelas, del CLC”.[25] No utiliza Preston términos tan elogiosos cuando se refiere al escritor Burnett Bolloten, íntimo amigo de Julián Gorkin y muy influido por él. Dice de él que —al igual que Georges Orwell— adoptó en sus obras “una línea de guerra fría, es decir, que presentaba como cuestión central de la guerra española el papel de los comunistas españoles y de sus patrocinadores rusos en la represión de los anarquistas y del POUM, semitrotskista. Solo Southworth combatió activamente esa idea”.[26] Esa era la línea de pensamiento que apoyaba el CLC y que Gorkin defendía. En la correspondencia, José Martínez le comentaba al respecto del libro La Révolution espagnole de Burnett Bolloten, publicado por Ruedo Ibérico en 1977, que le había dado mucho trabajo, pero era un buen libro:
Le puedes decir a Bolloten que mande lo que quiera introducir en su libro, tras la lectura del tuyo [El proceso de Moscú en Barcelona]. El libro de Bolloten está ya compuesto. Ya él ha corregido las primeras pruebas. Me ha dado mucha guerra el tal libro. La traducción y su corrección por el autor ha llevado más de dos años. En realidad, hubo que traducirlo dos veces. Con otro autor así, cerramos la tienda. Claro, el libro es bueno. Pero no me ha cedido, por motivos que no comparto, la edición española, la única rentable.[27]
José Martínez, acuciado por las deudas, se mostraba siempre muy dado a quejarse de sus problemas económicos y a solicitar ayudas. En una carta del 5 de mayo de 1964 le pedía a Gorkin que le facilitara la difusión de las obras publicadas por Ruedo Ibérico —que muchas veces tenían que lidiar con la censura franquista, el veto en Francia y la falta de resonancia en determinados foros antifranquistas— y “un fichero con direcciones de personas y centros susceptibles de interesarse por nuestros libros”.[28] Gorkin le facilitó las direcciones de algunos de los colaboradores del CLC, como Victoria Kent, Eugenio F. Granell y Joaquín Maurín. Los tres vivían en Nueva York y tenían medios para hacer publicidad de Ruedo Ibérico y de sus premios. Victoria Kent a través de su revista Ibérica, Granell en España Libre y Maurín era el que mejor podía hacer difusión porque tenía una agencia de prensa con 32 periódicos de lengua española en los EE.UU. y en Latinoamérica.[29]
Julián Gorkin era en ese momento, como ya hemos dicho, una especie de “conseguidor” al que recurrían muchos españoles refugiados para pedirle trabajo y favores.[30] A José Martínez le prestaba una ayuda interesada y estaba muy al tanto de las batallas que se libraban en el seno de la editorial. En una carta dirigida a Maurín le decía «Parece que han salido de los líos que tenían, que disponen ya de medios […]». [31] Buena parte de las crisis periódicas por las que atravesaba Ruedo Ibérico estaban causadas por la propia ambigüedad ideológica del proyecto. En opinión de la historiadora Aranzazu Sarriá Buil: “Era difícil diferenciar si se trataba de un grupo político constituido bajo forma de empresa comercial o era una empresa comercial que asumía las tareas de un grupo político”.[32]
A mediados de los años sesenta los rumores sobre la financiación del CLC por el Gobierno norteamericano que circulaban en los ambientes intelectuales y políticos de Europa y América eran un clamor. Desde 1955 Indalecio Prieto venía denunciando las conexiones entre la revista Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura y la CIA y manteniendo agrias polémicas con Julian Gorkin sobre el tema.[33] En 1966 aparecieron cinco artículos en el New York Times que denunciaban la vinculación entre el CLC y la CIA y estalló el escándalo de la financiación, que no dejó indemne a Gorkin. Significó el final de su etapa más gloriosa. Sin los fondos y el respaldo de la CIA el viejo excomunista tuvo que reinventarse para ganarse la vida. Y no tardó en hacerlo. En 1969 fue nombrado presidente del Pen Club Internacional de escritores. Era el último favor que le hicieron sus amigos estadounidenses. Una forma de pagar su lealtad al CLC y agradecerle los servicios prestados.[34] El PEN Club Internacional, como constató Stonor Saunders en su libro La CIA y la guerra fría cultural, fue otra de las instituciones intervenidas por la Inteligencia estadounidense.
Coda final
Los avatares en la vida de Gorkin no interrumpieron la relación de amistad y colaboración profesional, que continuó siendo buena hasta el final entre los dos. En la última carta de marzo de 1977, Pepe Martínez le escribe a Gorkin diciéndole que ya ha pedido el pasaporte y piensa volver a España para abrir Ruedo Ibérico en Barcelona, aunque, a decir verdad, según le cuenta: “no tengo ningún deseo de ir a nuestra tierra, ni la grande, ni la pequeña, pero sí la voluntad de hacerlo en cuanto tenga el pasaporte”.[35] En palabras de su amigo Luciano Rincón: “En realidad, nunca volvió del exilio, aunque viviera en Madrid. Cuando murió [accidental y prematuramente por una explosión de gas en su domicilio] algunos quizá respiraron aliviados: era un testigo incómodo. A otros, su muerte nos hizo daño”.[36] Durante su estancia en España se mostró exageradamente crítico con la forma en que se llevó a cabo la Transición democrática, que para él estuvo amañada. “No es cierto que encajara mal su inserción en esta democracia. Lo que encajaba mal era su construcción sietemesina, los desgarros y desesperanzas que padecía la sociedad civil estupefacta por el espectáculo de avidez, cinismo y depredación de su clase política”, según Alberto Hernando.[37]
Julián Gorkin, por su parte, en la última etapa de su vida continuó con su evolución ideológica y se afilió al PSOE. Además, según el historiador Andrés Ortí Buig, “explotó a fondo su pasado y ofreció su testimonio sobre algunos de los pasajes más importantes de su vida. Participó en documentales, programas de televisión y actos de homenaje en memoria de sus antiguos compañeros del POUM. Fantaseó e inventó a conveniencia para reforzar su papel en la historia en lo que quedó como una prueba más de la vanidad que le acompañó hasta su fallecimiento a los 86 años en París”.[38]
Analizar el pasado desde el presente nunca es fácil. “El pasado es un país extranjero y juzgar el pasado con los criterios del presente es un anacronismo y es el triunfo del provincianismo”, nos dice Carlo Ginzburg.[39] En este artículo no hemos pretendido restar importancia histórica a la empresa de José Martínez Guerricabeitia, solo hemos querido situarla en el contexto de guerra fría cultural en el que nació y tuvo su desarrollo. Ruedo Ibérico fue una más de la pléyade de editoriales y revistas que en los años sesenta cayeron en las redes del Congreso para la Libertad de la Cultura, el principal organismo pantalla creado por la Inteligencia norteamericana para extender su influencia cultural en Europa y en la mayor parte del mundo en esos años de la Guerra Fría, pero eso no quita para que cumpliera un papel determinante en apoyo del antifranquismo.
Notas
[1] FORMENT, Albert, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico, Barcelona, Anagrama, 2000, p. 74.
[2] IMBERT MARTÍ, Gérard, “José Martínez. El deber de la memoria”, en HERNANDO, Alberto, Ruedo Ibérico y José Martínez: la imposibilidad feroz de lo posible, Logroño, Editorial Pepitas de Calabaza, 2017, pp. 15-16.
[3] FORMENT, Albert, José Martínez: la epopeya de Ruedo Ibérico, Barcelona, Anagrama, 2.000, p. 86.
[4] ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto, Tesis doctoral, Universidad Rey D. ORTÍ Jaime (UJI), Castellón de la Plana, 2020, p. 305 y 314.
[5] ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, pp. 151-157.
[6] Ibid., p. 162.
[7] PRESTON, Paul, “Guerra Fría e historiadores anglosajones”, Revista de Estudios Globales. Análisis Histórico y Cambio Social, 2/2023, N.º 4, p. 199.
[8] BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, p. 320.
[9] SARRÍA BUIL, Aránzazu, “Oponerse al franquismo editando en París: Ruedo Ibérico y les Éditions Maspero”, Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios españoles, València, 2020, p. 318.
[10] IIHS, Amsterdam, Carta de José Martínez a Francisco Carrasquer, París, 15 de enero de 1961, en SARRÍA BUIL, Aránzazu, “Oponerse al franquismo editando en París: Ruedo Ibérico y les Éditions Maspero”, Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios españoles, València, 2020, p. 318.
[11] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 5 de mayo de 1964.
[12] Archivo Max Aub (en adelante AMA), Correspondencia Max Aub y Manuel Tuñón de Lara, caja 14, N.º 47, carta de 10 de agosto de 1965.
[13] JANNELLO, Karina, “La guerra fría cultural en sus revistas. Programa para una cartografía”, Universum, vol. 36, n.º 1, 2021, pp. 131-151.
[14] AMAT, Jordi, La primavera de Múnich, Tusquets, Barcelona, 2016. Véase también AMAT, Jordi, “Europeísmo, Congreso por la Libertad de la Cultura y Oposición antifranquista (1953-1966), Historia y Política, n.º 21, Madrid, 2009, pp. 55-72.
[15] GLONDYS, Olga, La guerra fría cultural y el exilio republicano español: Cuadernos del congreso por la libertad de la cultura (1953-1965), Madrid, Editorial CSIC Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2012, p. 299.
[16] ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, p. 280.
[17] HERNANDO, Alberto, Ruedo Ibérico y José Martínez: La imposibilidad de lo imposible, Logroño, Editorial Pepitas de calabaza, 2017, p. 33.
[18] La revista Mañana, dirigida por Dionisio Ridruejo desde España, pero publicada en París, tuvo una vida efímera de enero de 1965 hasta octubre de 1966. Desapareció de manera abrupta con el escándalo internacional que probó que el CLC estaba financiado por la CIA. ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, pp. 314-315.
[19] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Carta de Julián Gorkin a José Martínez, 8 de enero de 1966.
[20] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 18 de enero de 1966.
[21] GLONDYS, Olga, La guerra fría cultural y el exilio republicano español…, p. 299.
[22] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 5 de abril y 28 de abril de 1972.
[23] GLONDYS, Olga, La guerra fría cultural y el exilio republicano español…, p. 299.
[24] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez,
[25] PRESTON, Paul, “Guerra Fría e historiadores anglosajones”, Revista de Estudios Globales. Análisis Histórico y Cambio Social, 2/2023, N.º 4, p. 199.
[26] Ibid., p. 207.
[27] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 2 de marzo de 1977. El subrayado está en la carta original.
[28] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 5 de mayo de 1964.
[29] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 8 de mayo 1973.
[30] ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto, Tesis doctoral, Universidad Rey D. ORTÍ Jaime (UJI), Castellón de la Plana, 2020, p. 320.
[31] GLONDYS, Gloria, La Guerra Fría cultural y el exilio republicano español...p. 299.
[32] HERNANDO, Alberto, Ruedo Ibérico y José Martínez…, p. 33.
[33] GLONDYS, Gloria, La Guerra Fría cultural y el exilio republicano español...pp. 281-282.
[34] BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, p. 322.
[35] IISH Amsterdam, José Martínez Guerricabeitia Papers – ARCH00859, Correspondencia Julián Gorkin-José Martínez, 2 de marzo de 1977.
[36] RINCÓN, Luciano, “Ruedo Ibérico”, El País, 11 de marzo de 1989.
[37] HERNANDO, Alberto, Ruedo Ibérico y José Martínez…, p. 123.
[38] ORTÍ BUIG, Andrés, Julián Gorkin (1901-1987). Un viaje a lo opuesto…, p. 347.
[39] TAPIA, Francisco, Entrevista a Carlo Ginzburg, “Juzgar el pasado con los criterios del presente es el triunfo del provincianismo”, Revista Santiago. Ideas, Crítica y Debate, 24 de septiembre de 2021.
Fuente: Conversación sobre la historia
Portada: Ilustración de Antonio Saura para la cubierta de España hoy (presentación y montaje de I. Fernández de Castro y J. Martínez), París: Ruedo Ibérico, 1963. Fondos del Centro de Documentación del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Fuente → conversacionsobrehistoria.info
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