El historiador asturiano nos habla de su personaje histórico favorito: el médico, fisiólogo y político español Juan Negrín, presidente del gobierno de la II República entre 1937 y 1945, al que considera uno de los mayores estadistas del siglo XX
Negrín fue, en primera instancia, un eminente médico y fisiólogo formado en Alemania, que más tarde creó una escuela en España de renombre internacional, con Severo Ochoa o Francisco Grande Covián como principales e ilustres discípulos.
Pero fue también y sobre todo –por ello ha pasado a la Historia– un hombre de inclinaciones democráticas y socialistas que tuvo que asumir el cargo de jefe del gobierno de la República en circunstancias dramáticas: en plena Guerra Civil, a partir de mayo de 1937, cuando la suerte de las armas era ya muy adversa para el bando republicano. Y mantuvo esa condición con gran dignidad en el momento amargo de la derrota, en 1939, y durante el exilio, hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Negrín acabaría siendo, por tanto, el máximo antagonista del general Franco, llegando a personificar el espíritu de resistencia de la causa republicana dentro y fuera de España, durante el trienio bélico y también en el sexenio de la Segunda Guerra Mundial.
Su caída en el olvido fue el resultado tanto de la amarga derrota en la guerra como de las fracturas que dividieron al bando republicano durante el conflicto y el posterior exilio. Su figura me resulta muy atractiva porque representa y simboliza una España que no pudo ser y que combinaba éxitos y fracasos, momentos dulces y profundas decepciones.
Figura controvertida
Afiliado al PSOE en 1929, abandonó desde entonces sus actividades investigadoras para centrarse en la política, un mundo en el que siempre destacó como una rara avis por su cultura y erudición. Por ejemplo, hablaba varios idiomas, algo completamente atípico en la época. Su primer alto cargo gubernativo fue el de ministro de Hacienda en el gobierno de Largo Caballero (1936-1937).
Negrín, no obstante, sería objeto de enconado debate desde el principio de la Guerra Civil y también en la posguerra. Demonizado por unos como agente al servicio del comunismo soviético –el mismo Indalecio Prieto lo expulsó del PSOE en 1946, acusándolo de subordinación al PCE y la URSS–, ensalzado por otros como el político más leal a la República por su fe en el triunfo final (como muestra su famoso “Resistir es vencer”), han tenido que pasar muchos años para que la historiografía lo sitúe en el lugar que, a mi entender, le corresponde: el de uno de los estadistas más lúcidos y mejor preparados de la España del siglo XX”.
Fuente → muyinteresante.com
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