Santiago Lupe
Republicamos esta reseña crítica de Santiago Lupe de una de las obras académicas de izquierda más completas sobre la historia del partido fundado por Andreu Nin y Joaquín Maurín, con motivo de su 89 aniversario y el renovado interés en la historia de esta formación entre sectores de la juventud que se referencia en la recuperación de las ideas socialistas.
EL POUM, un partido de unidad de los marxistas anti-estalinistas
Tosstorff señala apenas iniciado el libro que el POUM es una excepción a nivel mundial, por tratarse del resultado de la fusión de dos grupos que vienen de dos corrientes opositoras al estalinismo claramente contrapuestas. Para él “fue un caso único y solamente puede ser entendido si tenemos en cuenta la fuerte radicalización que estaba experimentando el país" (p.20) . Por un lado la Izquierda Comunista de España (ICE) que había estado ligada a León Trotsky, y por el otro el Bloque Obrero y Campesino (BOC), un partido nacido en 1931 como fruto de la fusión entre el Partido Comunista Catalán y la Federación Balear-Catalana del Partido Comunista de España (PCE), recientemente expulsada. El BOC estaba ligado a la oposición de derecha del movimiento comunista internacional, que se referenciaba en uno de los pioneros en la persecución antitrotskista en la URSS, Nikolái Bujarín, excluido por Iósif Stalin por su oposición a la colectivización forzosa y el giro industrializador.
Tosstorff trata de rastrear el pasado de ambos grupos buscando los puntos de contacto entre estas dos líneas claramente enfrentadas. Lo hace repasando las biografías de sus dos principales dirigentes, Andreu Nin y Joaquín Maurín y, desde mi punto de vista, sobrevalorando las coincidencias de trayectoria entre ellos, que casi se reducen a que ambos habían hecho el tránsito entre el sindicalismo revolucionario, en las filas de la CNT, al bolchevismo.
Se subvalúan los diferentes caminos que ambos personajes tomaron cuando la burocratización de la URSS empiece a hacer los primeros estragos contra la herencia de la revolución de Octubre. Obvia algunas de las agrias polémicas entre ambas formaciones en los primeros años 30 en torno al carácter de la revolución española, cuando Nin se mostraba mucho más beligerante ante el seguidismo del BOC a la pequeña-burguesía catalana de la ERC.
Para el autor se trataría de una excepcionalidad impuesta por la necesidad política del momento, una suerte de síntesis superadora de las divisiones en el seno del antiestalinismo en general. Se constituía un partido que “era partidario de una revolución “democrática y socialistas”" (p.20). Una definición amplia que daba cabida a todos los comunistas antiestalinistas.
Esta amplitud fue justamente una de las primeras grandes divergencias entre Andreu Nin y Leon Trotsky. El revolucionario ruso fue especialmente crítico con una fundación basada en acuerdos generales y no sobre los “test ácidos de la lucha de clases”. Estuvieron ausentes un posicionamiento común ante el proceso de estalinización de la URSS y las consecuencias que esta tenía para la revolución mundial, como trágicamente se demostraría dos años más tarde en los hechos de mayo.
Tampoco se fundaba en base a un balance crítico con la política de subordinación a la Generalitat llevada adelante por el BOC, y la ICE catalana, en la insurrección de octubre del 34. En aquel momento la línea de ambos grupos fue la de contener los objetivos de la huelga general insurecional para limitarse a presionar a la Generalitat. Una línea, que junto con el abstencionismo sectario de la dirección de la CNT, convirtió la insurrección catalana en la antítesis de la Comuna de Asturias.
Esta unidad entendida como un fin en sí mismo, daba como resultado para Trotsky, un partido centrista que se alejaba de la tarea de construir un partido revolucionario. Una diferencia original que no la señala Tosstorff, que pasa directamente a las diferencias surgidas en torno al Frente Popular y la necesidad o no de construir una nueva Internacional.
El resultado de la fusión será una organización que, como el mismo autor reconoce, se vio “sobrepasada los días posteriores al 19 de julio por la magnitud y significación política del movimiento" (p.80). Sin reconocerlo explícitamente, Tosstorff nos muestra a un POUM no llegó preparado al estallido revolucionario.
Si bien no ve en las continuidades con la estrategia bloquista una razón para ello, cuando aborda el día a día del partido durante la guerra civil tiene que aceptar que sería precisamente el ala bloquista o maurinista, la mayor presión para adoptar decisiones que iban en contra de consolidar la revolución.
El caso más significativo, y que con mayor detalle desarrolla la obra, es respecto a la política militar del POUM. Explica como no se pudo poner en marcha la línea de comités de soldados en las milicias poumistas por la oposición a ella de los cuadros ex-bloquistas -con mucho peso en el frente-. Como bien señala, a esta política, además del sector de Valencia donde “se defendía incondicionalmente al Ejército Popular (…) también se oponía y dificultaba su aplicación la misma dirección de la División Lenin que se encontraba en manos de los antiguos militantes del BOC y que constituían unos de los núcleos del ala derecha" (p.169).
También en la política internacional la unidad de todos los marxistas antiestalinistas tuvo su expresión, de la que Tosstorff da cuenta en un capítulo entero. Se trató de lo que él llama una “nueva Internacional”, el Buró de Londres, del que ya el BOC era parte, y que se oponía a la línea de Trotsky de fundar la Cuarta Internacional. En su seno coincidieron distintas organizaciones con importantes diferencias sobre estrategia y programa que la revolución española no hizo más que acentuar. Esta heterogeneidad le impidió actuar como una Internacional y terminó haciéndolo estallar. La obra explica como el ala derecha del Buró, encabezada por el Sozialist Arbeiter Partei (SAP, Partido de los Trabajadores Socialistas) alemán, abriría una crisis sin retorno por su posición de ferviente defensa de la colaboración con el Frente Popular y querer rebajar la pelea contra el estalinismo que preparaba el aplastamiento del proceso revolucionario español.
Para el POUM, el Buró de Londres “no era una Internacional con una política unitaria, sino un lugar donde cada uno de los partidos tenía que ayudar a los otros con sus experiencias" (p.221). Pero sobre todo, tanto el Buró como otras relaciones con otros grupos revolucionarios independientes – como el Revolutionair Socialistische Arbeiders Partij (RSAP, Partido Obrero Socialista Revolucionario) holandés – e incluso con los trotskistas, fueron un valioso instrumento que sirvió de gran ayuda material y de propaganda internacional al mismo POUM. Un buen botón de muestra fue la movilización de voluntarios para combatir en las filas poumistas, que Tosstorff cifra entre 600 y 700, un 10% del total de efectivos.
El POUM, un partido “sobrepasado” por la Revolución
Como decíamos más arriba, para Tosstorff el POUM, como el resto de organizaciones obreras, se verán sobrepasados por los hechos que se desatan después del 19 de julio. El POUM había nacido con el objetivo de realizar una revolución “socialista y democrática”. Sin embargo, cuando se desata la revolución obrera, su actuación va a ir en el sentido opuesto a fortalecerla, defenderla y hacerla triunfar.
Al centrarse en el POUM posterior al 19 de julio, Tosstorff pasa muy rápido y por encima por la otra gran diferencia con Trotsky, que de hecho marcó el punto de ruptura con Nin. Nos referimos a la entrada y apoyo al Frente Popular en las elecciones de 1936. Para el autor se trató únicamente de una discusión sobre “la táctica a seguir respecto al Frente Popular” (p.21). Reduce a algo táctico una discusión que partió aguas en el movimiento oposicionista, y que, como demostró la misma revolución iniciada cinco meses después de las elecciones de 1936, iba a tener profundas resonancias en la política del POUM.
El autor no establece ninguna relación entre esta “discusión táctica” con la otra gran diferencia que hará irreversible la ruptura entre Nin y Trotsky: la entrada del POUM al Gobierno la Generalitat. Para Tosstorff esta nueva decisión vuelve a estar relacionada con la fuerza de las circunstancias. Según nos dice “Para no perder el contacto con los obreros anarquistas, el POUM se va a ver igualmente obligado a entrar en el Gobierno de Catalunya, esperando que el nuevo Gobierno legalizase la revolución” (p.28). Reproduce así el argumento que plantearon sistemáticamente la dirección del POUM para justificar una política que se oponía por el vértice a la más elemental independencia de clase, y que fue cuestionada por algunos dirigentes como Josep Rebull y la célula 72 de Barcelona.
Sin embargo, esta tensión por no aislarse los obreros anarquistas estuvo siempre más enfocada a no aislarse de sus dirigentes. El mismo Nin, como reproduce la obra, declaraba en abril de 1937 “Es evidente que entre las masas de la CNT y sus dirigentes hay una diferencia, pero no nos queda otro camino que entendernos con los órganos dirigentes para poder, así, ejercer una cierta influencia sobre las bases” (p.110). El mismo Tosstorff defiende que “al POUM no le quedaba ninguna otra alternativa si es que de entrada no quería dar la revolución por liquidada” (p.110), y de hecho se desprende así en todo el libro, donde se diferencia muy poco entre la dirección y la base del anarquismo, y se considera a los “anarquistas” en general como sectores que unían la guerra y la revolución. Se pasa por alto que los comités dirigentes de la CNT fueron en seguida los principales abanderados de la unidad antifascista, la militarización y dejar de intentar ensayos revolucionarios.
Tosstorff da cuenta del fracaso de algunos contactos con sectores del anarquismo de izquierda, como los Amigos de Durruti. La política de la dirección del POUM no era funcional a empalmar con los sectores más revolucionarios del anarquismo ibérico, sino más bien servían para contentar a sus dirigentes más conservadores y reformistas. El mismo autor reconoce que el seguidismo a la dirección de la CNT y la Federación Anarquista Ibérica inhabilitó en gran medida al POUM para capitalizar y arrastrar a sus filas o hacia una estrategia revolucionaria, a aquellos anarquistas que empezaban a romper con la política de sus dirigentes colaboracionistas de clase. Se echa en falta un desarrollo mayor de la importancia de algunos de los grupos que expresaban este fenómeno, como la Agrupación los Amigos de Durruti. Ésta en tan solo dos meses de existencia logró entre 4.000 y 5.000 adherentes en Catalunya a las puertas de los hechos de mayo del 37, la mitad de los que llegó a tener el POUM en el Principado.
Tosstorff reconoce que la labor del Gobierno fue la de ir socavando las conquistas revolucionarias de julio de 1936. Tomando su expresión organizativa, los comités, el autor explica como “el “sentido” del nuevo Gobierno consistía precisamente en la disolución de los comités y en no en su profundizamiento” (p.86). Va a tratar de justificar al POUM por su participación en esta tarea, alegando que su comportamiento “oscilaba entre una aceptación sin entusiasmo y una crítica suave, (lo que ) significaba que en el fondo no estaba de acuerdo pero que tampoco quería que por eso se produjese un descalabro” (p.87).
Sin embargo, no oculta en absoluto el compromiso directo del POUM en hacer efectiva la política antirevolucionaria de la Generalitat. De hecho, descubre un acontecimiento poco conocido y estudiado hasta la fecha y que ejemplifica bastante hasta donde llegó el compromiso del POUM y Nin con la primera etapa de recomposición del poder del Estado burgués. Nos referimos a la disolución del Comité Local de Lleida, bajo hegemonía poumista.
Tosstroff cuenta como “El 30 de septiembre fue una delegación del Gobierno que estaba formada, aparte de Nin, por el Consejero Jefe Tarradelles (ERC) y por los consejeros (Joan) Comorera (PSUC) y Domènech (CNT). Acompañados de un centenar de miembros de la Guardia de Asalto, consiguieron que las instituciones políticas, y esto quería decir sobre todo el POUM, se sometieran al nuevo Gobierno”. La Batalla justificaría esta expedición y la participación de Nin unos días más tarde declarando que “Andreu Nin ha dicho que no habían venido a frenar la revolución sino a darle forma” (p.87).
Una frase que sintetiza en gran medida la lógica que reprodujo el POUM para justificar su participación en la elaboración y aplicación de los diferentes decretos con los que la Generalitat fue recuperando la “normalidad” anterior al 19 de julio de 1936. La obra de Tosstorff en parte reproduce este razonamiento a la hora de abordar la labor de Gobierno del POUM, presentándola como un intento de que el Gobierno burgués legalizase y “diera forma” a la revolución. La razón del fracaso reside para él en la mala correlación de fuerzas con la que contaba el POUM en su interior y a la política de los representantes de la CNT.
El autor repasa la política agraria, militar y económica con esta lógica. Da cuenta de muchas de las debilidades de la revolución, como el problema de la necesidad de un mando único en las milicias o la planificación de la economía colectivizada. Se trata de problema reales, que el autor señala como se anclaban en gran parte de la ideología ácrata, como el federalismo extremo que llevó a que se terminase construyendo una suerte de “capitalismo sindical” (p.133).
Sin embargo, la resolución de estas debilidades por la que optó el POUM no fue ajena a la política de colaboración de clases más general que practicó con la entrada en el Gobierno. Aceptó el Decreto de Militarización de las milicias que “resolvía” el problema militar, pero a favor de la recomposición de las fuerzas armadas republicanas -algo que el autor reconoce-, otros como el Decreto de Colectivizaciones -apoyados por el POUM- incluían fórmulas de racionalización y planificación, pero para liquidar el control obrero y devolvérselo al Estado burgués republicano.
La “forma” de la revolución no podía separarse, como expresaba La Batalla, del contenido de clase de la misma. Quien era el agente que la moldeaba -los comités revolucionarios o las instituciones burguesas republicanas- determinaba si la profundizaba o la liquidaba.
El ningún momento el POUM planteo una línea independiente que pasara por desarrollar, democratizar y coordinar los organismos de doble poder que se extendían por la retaguardia y el frente. Ni los comités locales, como el de Lleida, ni los comités de control obrero en la economía colectivizada o las milicias. Una política así hubiera supuesto un enfrentamiento frontal con el gobierno republicano y los comités superiores de la CNT, algo que rehuyeron en todo momento. Muy al contrario, Nin llegará a dedicar uno de sus últimos textos, en abril de 1937, a justificar que no eran necesarios organismos como los soviet y a defender que la clase trabajadora podría hacerse con el poder de forma pacífica (“El problema del poder en la revolución española, Andreu Nin. La Victoria era posible. Ediciones IPS p.465).
El POUM, un partido perseguido por la contrarrevolución
La colaboración con el Gobierno de Catalunya no libró al POUM de la campaña de calumnias y persecución alentada por el estalinismo español (PCE) y catalán (PSUC). La primera medida en esta dirección fue precisamente su expulsión del mismo Gobierno, en diciembre de 1936. Tosstorff considera que “la correlación de fuerzas había variado de manera decisiva en el periodo de gobierno conjunto” (po.93). La Generalitat había logrado avanzar sobre las conquistas de julio y recomponer una buena parte del aparato estatal. Lo más trágico es que hasta la fecha el POUM había sido parte de esta tarea, y las voces críticas de esta experiencia eran aún pocas, incluso habían quienes creían que había que luchar por un retorno al Gobierno (p.93).
En esta nueva situación la obra de Tosstorff dedica una buena parte al estudio de la persecución contra el POUM. Desde los hechos de mayo de 1937, en los que deja clara que la política del POUM continuó a la zaga de la dirección de la CNT, llamando a levantar las barricadas (p. 31), hasta el proceso contra el POUM. Aborda con bastante detalle la trama urdida por los representantes diplomáticos de la URSS, Vladimir Antonov-Ovseienko y Orlov, para poner en pie una gran campaña calumniadora en colaboración directa con el PCE y el PSUC, y la falsificación de pruebas para el proceso judicial contra el POUM. El autor también nos permite conocer la operación orquestada para la desaparición y asesinato de Nin y el proceso, menos conocido, contra los militantes trotskistas de la Sección Bolchevique Leninista de España (SBLE).
A todo esto dedica un capítulo entero, que queda enmarcado en la campaña estalinista que había arrancado en la URSS con los juicios de Moscú, las repercusiones internacionales y el impacto que en el seno de las fuerzas republicanas causó la persecución contra los poumistas.
Sobre este tema la obra de Tosstorff constituye pues una gran contribución a la denuncia del papel del estalinismo en la revolución española. Cuantifica en 1000 los poumistas presos y en 50 los asesinados, polemiza con historiadores que dan validez al juicio farsa realizado contra la dirección del POUM, como Marta Bizcarrondo y Antonio Elorza (Queridos camaradas: la Internacional Comunista y España, 1919-1939. Planeta 1999), y otros que se hacen partícipes de teorías calumniadoras contra este partido.
A modo de conclusión
A la espera de que alguna editorial se anime a editar y traducir para el público no germanoparlante la tesis doctoral de Tosstorff, la obra que estamos tratando "El POUM en la revolució espanyola" constituye un buen “adelanto” de los trabajos de este investigador.
Se trata de una buena síntesis de las principales posiciones y las actuaciones del POUM y sus dirigentes, en los temas cruciales que marcaron la revolución española. Desde la decisión de ser parte del Gobierno de la Generalitat, hasta las posiciones que -consecuentes con esta primera decisión- levantarían ante los principales problemas militares, económicos y de control territorial. Además, nos descubre episodios poco conocidos que ilustran hasta donde llegó la colaboración del POUM con el Gobierno Companys, como la expedición para disolver el Comité de Lleida.
Las partes dedicadas a la persecución estalinista son una importante contribución que arrojan luz a la verdadera historia del PCE y el PSUC durante la guerra civil, en clara alianza con la burocracia estalinista de la URSS. Un arsenal empírico que hay que hacerlo valer en contra de las visiones idealizadoras y edulcoradas del estalinismo español, que usa su papel en la guerra civil como un mito fundacional.
Por último, creo que aunque el autor no oculte sus simpatías con el POUM, y comparta buena parte de los argumentos con los que justificaron su política, la obra de Tosstorff nos cuenta la historia de un partido que fue “sobrepasado” por la revolución, que sin quererlo terminó jugando en contra de esta misma y acabó arrollado por la violenta contrarrevolución republicano-estalinista.
Es la historia de un proyecto que fracasó consecuencia de sus propias contradicciones, de haberse constituido a partir de la unidad como fin en sí mismo, sin una estrategia y un programa basados en la actualización del marxismo revolucionario al calor de los abundantes test que la lucha de clases había dado los años anteriores tanto en la península ibérica como internacionalmente.
Un fracaso con trágicas consecuencias para la revolución española. La unión con una corriente formada y educacada en la subordinación a la burguesía nacionalista catalana - como después a la "antifascista" -, que habían dado ya claras muestras de esa política de colaboración de clases en el 34 catalán, más que un “atajo” para construir un partido revolucionario fue un obstáculo que no pudo superarse.
Fuente → izquierdadiario.es
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