
Operación "Bolero-Papikra", uno de los episodios más vergonzosos de la Guerra Fría, desencadenado en 1950 contra el exilio republicano español en Francia / Paco Barreira
De
acuerdo con el plan elaborado por el Gobierno del socialista René
Pleven –también formaba parte del Consejo de Ministros el futuro
presidente Francois Mitterrand–, cientos de cuadros comunistas, en su
mayoría miembros de la Resistencia, fueron sacados de sus casas a las 5
de la madrugada del 7 de septiembre de ese año, algunos semidesnudos,
maniatados, tratados como criminales y abandonados, sin comida, agua,
documentación ni explicación alguna, en tierra de nadie junto a la
Alemania Oriental; otros, fueron encarcelados y deportados en barco a
Córcega o Argelia.
Formalmente la operación se
denominaba con cierta ironía 'Bolero-Paprika': 'Bolero' para los
españoles, que formaban el grueso de los deportados, y 'Paprika'
(pimiento, pimentón) para los militantes del Este, que también los
había. La justificación: el PCE y sus organizaciones se habían
convertido en la 'quinta columna' de una hipotética invasión soviética
de Europa, tal y como habían denunciado, en medio de una psicosis
colectiva, periódicos tan serios como Le Monde o France-Soir.
Tras
las redadas, la policía mostró como irrefutable prueba del delito los
arsenales de armas, explosivos, multicopistas y radio-enlaces incautados
en los registros sin que nadie explicara que todo aquel material
procedía de la época de la Resistencia y estaba destinado a los 'maquis'
que todavía seguían la guerra de guerrillas contra el régimen
franquista.
Entre las pocas voces que tuvieron el
valor de disentir, destacó la de Henri Groués, más conocido como Abat
Pierres, sacerdote, fundador de los Traperos de Emaus y encarcelado por
la Gestapo durante la II Guerra Mundial por colaborar con los
resistentes.
En la lista con orden de 'absoluta
urgencia' para su expulsión por motivos de 'seguridad nacional', había
verdaderos héroes de la lucha contra la ocupación nazi de Francia, como
el comandante Galeano, o las propias hermanas Úriz, responsables del
'maquis español' en la región de París junto a los también hermanos
Josep y Conrad Miret, muertos a manos de los nazis.
Margarita
Bremer, una de las participantes en el homenaje de Berlín, recordaba un
detenido que fue sacado de casa en pijama. Los policías le dijeron que
se vistiera y que cogiera un plato y una cuchara para desayunar. Él,
pensando que no tardaría en regresar, les dijo que prefería desayunar en
su casa. Jamás volvió y fue colocado, con los demás, en la frontera con
el 'bloque soviético'.
El grupo de Fernando
Lafuente, que en 1950 tenía 16 años, estuvo vagando sin rumbo,
escondiéndose de día y caminando de noche, gracias a que uno de los
deportados había estado en un campo de exterminio, entendía algo de
alemán y podía interpretar los carteles que encontraban. Como ocurrió
con la mayor parte de los deportados en esta zona de Europa Central, al
ser localizados por los soviéticos pasaron a ser sospechosos de
espionaje. En algunos casos, la situación se aclaró gracias a las
explicaciones que suministró a las autoridades de Alemania Oriental el
Partido Comunista de Francia; en otros casos, antiguos brigadistas
internacionales, que sabían algo de castellano, hicieron de intérpretes.
Elsa
Osaba, en su relato particular, explica que su tío José “se suicidó…
¡de un disparo en la espalda!” mientras otro familiar, de nombre
Francisco, fue encarcelado durante años cuando todavía no se había
recuperado del trauma por haber estado en el tétrico campo de
concentración de Mauthausen.
Además, todas las
organizaciones y publicaciones vinculadas al PCE fueron prohibidas,
entre ellas la Unión de Mujeres Españolas, en la que militaban las Úriz,
y la revista Mujeres Antifascistas, a cuyo consejo de redacción
pertenecía Elisa, la menor de las dos hermanas. Mayor escarnio supuso la
liquidación de la Amicale des Anciens FFI (Fuerzas Francesas del
Interior), es decir la asociación que agrupaba a los antiguos
combatientes españoles de la Resistencia, muchos de los cuales habían
entregado sus vidas para liberar a Francia del yugo nazi.
Estas
dos hermanas, de origen navarro, pioneras de la renovación pedagógica
en España, destacadas militantes en la II República y la Guerra Civil,
lograron retrasar su expulsión casi un año hasta que en agosto de 1951.
Recibida en abril la correspondiente orden, tuvieron que abandonar
Francia y refugiarse en Berlín Oriental ese mes, formando con los demás
una peculiar comunidad de un centenar de personas que habían sufrido el
exilio por partida doble, primero tras la Guerra Civil y después debido a
la 'Operación Bolero'.
Fueron enterrados en
lugares especialmente habilitados y de forma preferente junto a los
brigadistas internacionales de la Guerra de España, al lado de otros
luchadores por el socialismo y contra el régimen hitleriano en los dos
principales cementerios de la extinta República Democrática de Alemania.
Fotografías: Parte del cementerio de Berlín donde están enterradas varias de las víctimas de la 'Operación Bolero'.
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