Víctor Albert-Blanco
El partido Vox, nacido en 2013, moviliza diversos discursos asociados a la religión como parte de su retórica política. Pero estos funcionan principalmente como recursos identitarios y nacionalistas.
Los
recientes ciclos electorales han certificado el fin de la «excepción
ibérica», que parecía proteger a España y Portugal del auge europeo de
la extrema derecha1.
El principio del fin de esta «excepción» se ha ido fraguando a lo largo
de los últimos años. En España, las elecciones autonómicas de
Andalucía, en 2018, marcaron un punto de inflexión en el panorama
político: por primera vez desde la transición democrática, a finales de
los años 70, un partido de extrema derecha obtenía escaños en un
parlamento del país.
De esta manera, Vox entró en el sistema político español, al obtener 12 de los 109 escaños en juego en la región del sur de España. Este primer éxito permitió a la derecha, en su conjunto, desbancar al Partido Socialista Obrero Español (psoe) del gobierno regional que ostentaba desde la constitución de la comunidad autónoma, a principios de la década de 1980. Los diputados de Vox votaron a favor de la investidura del candidato del Partido Popular (pp) y contribuyeron así a desalojar a la izquierda de uno de sus bastiones históricos. Desde entonces, el avance electoral de la extrema derecha ha continuado en cada elección. Si bien en los últimos comicios celebrados en 2024 (elecciones gallegas, vascas, catalanas y europeas) Vox no ha experimentado un crecimiento significativo, tampoco ha perdido apoyos y se ha consolidado como un actor clave del sistema político español. De hecho, Vox formó parte o aportó apoyo externo a varios gobiernos regionales de la derecha.
Este proceso de consolidación de Vox en el sistema de partidos ha supuesto, también, la emergencia de nuevos temas en la agenda política. En este sentido, algunos ejes de división que parecían obsoletos han cristalizado, de nuevo, en la discusión pública. Entre estas temáticas, la religión parece ocupar un lugar significativo en el discurso y la práctica política de la extrema derecha española2.
A partir de un análisis centrado, principalmente, en sus programas electorales y sus intervenciones en el Parlamento Europeo (donde Vox tiene representación desde 2019), las secciones que siguen muestran una movilización de la religión en varios registros. Por un lado, la nueva extrema derecha española sitúa la religión católica en el centro de un discurso identitario y nacionalista. Por otro lado, la religión emerge como un recurso simbólico para justificar las posiciones del partido respecto a las políticas morales, la agenda feminista y los derechos lgbti+. Si bien esta doble movilización discursiva se distingue poco de los temas defendidos por otros partidos de extrema derecha en Europa, presenta algunas particularidades que se inscriben en la historia de España y su configuración política, social y religiosa. Finalmente, la última sección pone en relación esta movilización discursiva y simbólica de la religión con el perfil y la identidad religiosa de los votantes de Vox. Este análisis contribuye así a cartografiar los matices y la heterogeneidad de los movimientos de extrema derecha en un momento en el que se han convertido en actores claves de la gobernabilidad de varios países y regiones.
La religión como mito fundador del partido
La identidad católica ha formado parte del discurso político de Vox desde su fundación en 20133. El partido fue creado por antiguos cuadros y militantes del pp, decepcionados por la línea pragmática y «moderada» del entonces presidente del gobierno, Mariano Rajoy (2011-2018)4. Al llegar al poder, Rajoy llevó a cabo una política basada, principalmente, en la austeridad y la gestión neoliberal de la crisis económica. Aunque como líder de la oposición al gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011) apoyó activamente las movilizaciones en contra de las políticas de derechos civiles, una vez llegado al poder no puso en duda los elementos principales de estas medidas: no retrocedió en el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo (con la posibilidad de adoptar niños) y, sobre el derecho al aborto, solo introdujo la necesidad de autorización paterna para las menores de 16 años. Es en este contexto que algunos dirigentes del pp, cercanos a los movimientos católicos conservadores que habían organizado las movilizaciones contra el gobierno socialista, decidieron fundar un nuevo partido.
Si esta identificación religiosa explica en parte la fundación de Vox y su posterior acción política, actúa sobre todo como un recurso simbólico. De manera similar a lo que algunas investigaciones han demostrado sobre otros partidos de extrema derecha en Europa, la religión es, para Vox, un recurso identitario5. Es la base de un discurso «civilizacionista»6 que sitúa la religión cristiana en el corazón de la identidad española e incluso, más ampliamente, de la «cultura europea». Esta idea se refleja en numerosas referencias en los programas electorales, así como en las intervenciones de los cargos electos de Vox en las distintas cámaras donde el partido está representado. Con motivo de las elecciones europeas de 2019, Vox definió a Europa como «una civilización construida sobre el pensamiento griego, el derecho romano y la espiritualidad cristiana». Más recientemente, en el programa para las elecciones europeas de 2024, el partido también ha pedido que la «ue recupere las raíces y los valores europeos», algo que, desde su percepción, estaría amenazado por la agenda «multicultural» de las elites comunitarias.
Si esta referencia a las «raíces» y a los «valores» parece ser compartida por otras formaciones de la extrema derecha europea, también entronca con los debates sobre la «herencia cristiana» de Europa que marcaron las discusiones alrededor de la fallida Constitución europea y del Tratado de Lisboa de 2007. Desde esta perspectiva, Vox, de la misma manera que sus homólogos de otros países, recupera un posicionamiento históricamente asociado a la derecha tradicional y a la democracia cristiana. La particularidad de la extrema derecha reside en la radicalidad de su discurso y en la referencia explícita al cristianismo. Revelando tanto la proximidad como los matices entre formaciones de derecha y de extrema derecha, durante las elecciones de 2019, el pp español también definió a Europa como una «civilización» basada en tradiciones «occidentales» y en una «cultura y un patrimonio histórico y religioso» sin que el cristianismo o el catolicismo fueran explícitamente asociados a él.
La referencia religiosa cristiana esgrimida por la extrema derecha no se basa tanto en una práctica religiosa explícita, sino más bien en una forma particular de nacionalismo. Este discurso sirve para definir un «nosotros» y, al mismo tiempo, designar a «otros» que no pertenecerían a la comunidad nacional. La religión parece estar en el centro de esta distinción y de esta retórica de la exclusión. En efecto, el islam y los musulmanes se ven asignados a una perpetua alteridad o, incluso, a la condición de enemigos de la Nación. Esta islamofobia ideológica7 no es una prerrogativa exclusiva de la extrema derecha española, ya que sigue siendo un elemento fuertemente compartido por los distintos grupos nacionalistas y populistas de otros países europeos.
La particularidad de Vox en este ámbito reposa en un discurso centrado en la historia de España y en la reivindicación de la Reconquista, el episodio que, entre los siglos viii y xv, permitió a los Reyes Católicos expulsar a musulmanes (y judíos) de la Península Ibérica. De manera significativa, con motivo de las elecciones legislativas de abril de 2019, el líder de Vox, Santiago Abascal, optó por iniciar la campaña electoral en la localidad asturiana de Covadonga, lugar donde, supuestamente, comenzó esta «reconquista» en el año 722. El acto electoral no se contentó con ser un simple mitin político, sino que incluyó una ofrenda a la Virgen de Covadonga. En su discurso, Abascal condenó a los «progresistas, comunistas e islamistas» que, presuntamente, están «atacando la libertad de España». Este discurso (y la performatividad asociada a él, con la ofrenda a la virgen) refleja un nuevo clivaje identitario «postreligioso»8, marcado por la exclusión del islam y la reivindicación de la herencia cristiana. Este tipo de actos ha seguido marcando las campañas de Vox, y la excursión a Covagonda se ha repetido en otras ocasiones.
A escala europea, este discurso basado en la identidad religiosa se traduce en numerosas acciones. No solo permite agitar una dimensión puramente simbólica, sino que también estructura importantes demandas en los ámbitos de la política migratoria, la prevención del terrorismo o los asuntos exteriores.
En cuanto a la política migratoria, Vox defiende un giro basado en la «seguridad» y el freno a la llegada de extranjeros. En este ámbito, el partido se asemeja a sus homólogos de otros países europeos. Sin embargo, la extrema derecha española no rechaza por igual a todos los inmigrantes. Tanto sus programas como sus intervenciones en el Parlamento Europeo sugieren la construcción de una distinción entre ellos. Los procedentes de países de «mayoría musulmana» son definidos como «inasimilables» y amenazantes para los valores españoles y europeos. Al mismo tiempo, Vox propone acoger prioritariamente a inmigrantes que «compartan nuestra lengua y nuestra cultura», una forma implícita de referirse a las personas procedentes de América Latina, así como a su supuesta religión (cristiana). En este sentido, en el programa de las últimas elecciones europeas de 2024, Vox indicó que «el fundamentalismo islámico y su deriva más radical y violenta, el yihadismo, campan a sus anchas en las naciones europeas y son cada vez más amenazas reales y concretas para las vidas de nuestros compatriotas, nuestra cultura y nuestro modo de vida». Para hacer frente a esta situación, el partido proponía que la ue apoye a los Estados miembros para «protegerse del fundamentalismo islámico, empezando por el cierre inmediato de las mezquitas fundamentalistas» y rechazando la financiación a ciertas entidades religiosas.
La cuestión migratoria es, precisamente, uno de los elementos con los que Vox ha tratado de marcar distancias con el papa Francisco. En efecto, el discurso del jefe de la Iglesia sobre la acogida de inmigrantes y refugiados contrasta con la retórica y las propuestas de la extrema derecha española. En este sentido, la referencia identitaria católica reivindicada por Vox no presupone la plena adhesión a los postulados de la Iglesia en su conjunto, sino el alineamiento con sus sectores más conservadores. Esta distancia respecto al discurso del papa no se ha manifestado de manera sistemática y explícita, pero aparece en declaraciones de algunos dirigentes de Vox. Por otra parte, la crítica de la extrema derecha al discurso y a las acciones del pontífice han ido más allá de las cuestiones migratorias y han incluido la memoria histórica (de España y de países latinoamericanos), la situación en Oriente Medio o la cercanía (en forma de audiencias y visitas) del papa con dirigentes progresistas.
En el ámbito de la política exterior y de vecindad de la ue, la extrema derecha española también rechaza que los países musulmanes puedan convertirse en miembros de la Unión. Concretamente, en el programa de los últimos comicios, Vox defendió «rechazar cualquier pretensión de integrar en la Unión a aquellos Estados que no acepten [sus] principios y valores, [rechazando] singularmente a los Estados que directa o indirectamente asumen los postulados políticos del islam y la imposición de formas de vida religiosa a los ciudadanos europeos». Además, las intervenciones de Vox en el Parlamento Europeo han atacado al presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, y sus políticas de «reislamización». A diferencia de otros grupos de izquierda, verdes o liberales, estas críticas no se han dirigido a la situación de los derechos humanos o de las minorías en Turquía, sino a medidas y declaraciones de carácter simbólico como la reconversión de la iglesia de Santa Sofía en mezquita.
Siguiendo en la intersección entre religión y política exterior, Vox plantea su preocupación por la situación de las «minorías cristianas» en todo el mundo. Este tema no es movilizado únicamente por la extrema derecha, sino que es una cuestión a la que la derecha tradicional, la democracia cristiana y el conjunto del catolicismo conservador siguen muy apegados9. En el caso español, antes de la irrupción de Vox, ciertos representantes del pp habían desplegado una actuación muy visible en este ámbito10. El funcionamiento del Parlamento Europeo permite a los eurodiputados desarrollar acciones de «nicho», especializándose en determinadas cuestiones, y defender a colectivos específicos (y a los lobbies o grupos que los representan)11. En este sentido, son los diputados más cercanos a la Iglesia católica quienes se han implicado más activamente en la cuestión de las «minorías cristianas» de terceros países.
En este ámbito, Vox y sus socios europeos han ido más allá del posicionamiento tradicional de la derecha al proponer la creación de una agencia específica dentro de la Comisión que se encargaría de la defensa de estas minorías, tal como ya habría hecho el gobierno de Viktor Orbán en Hungría. La misión de esta agencia excedería la simple defensa de la «libertad religiosa», fórmula más consensual preferida por la derecha tradicional y por grupos de otros colores políticos, sustituyéndola por un enfoque sobre los «cristianos del mundo». Estos últimos son definidos, por tanto, como el único grupo religioso que merecería la protección de las instituciones europeas. El programa de las últimas elecciones es clarificador en este sentido, ya que, en él, Vox propone «destinar más recursos a luchar contra el acoso a los cristianos perseguidos en todo el mundo» y a defender la libertad religiosa. En otro apartado, dedicado a las relaciones entre la ue y América Latina, se hace incluso una referencia explícita a la situación de la Iglesia católica en Nicaragua, «perseguida por el régimen Ortega Murillo». Respecto a otras regiones del mundo, si la situación de los cristianos en Oriente Próximo es a menudo mencionada por la extrema derecha, los cristianos palestinos han merecido poca atención por parte de una formación que ha apoyado abierta y explícitamente la operación militar de Israel en Gaza.
Las políticas morales en el corazón del discurso de Vox
Más allá de la retórica identitaria y su traducción al nivel de las políticas migratorias o de asuntos exteriores, la religión es también para Vox una fuente de inspiración en materia de las llamadas políticas «morales». Estas políticas han sido definidas por la ciencia política y la sociología como las medidas desarrolladas en cuestiones de derechos de las mujeres o de los colectivos lgbti+, pero también en ámbitos como la eutanasia, la investigación biomédica o el uso de embriones. Estas cuestiones constituyen así temas que dan lugar, en diferentes países, a fuertes debates políticos que, a menudo, movilizan una retórica centrada en posiciones morales opuestas (por ejemplo, la «defensa de la vida» de los fetos frente a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres).
Como se ha dicho anteriormente, fue la «moderación» del pp en materia de derechos civiles y sexuales durante el gobierno socialista entre 2004 y 2011 la que empujó a ciertos cuadros del partido a escindirse y crear una nueva formación. Desde su fundación, Vox ha sido receptor de dirigentes y activistas procedentes no solo del pp, sino también de movimientos católicos ultraconservadores que se habían movilizado fuertemente contra el matrimonio homosexual y el aborto. Como han destacado varias investigaciones, estos movimientos desplegaron una retórica y un repertorio de acción «secularizados» para marcar una posición basada en preceptos religiosos12. Esta retórica secular no implica la adhesión a un programa político laicista o a favor de una mayor secularización, sino la redefinición de argumentos religiosos a partir de ideas aparentemente seculares o desprovistas de referencias religiosas explícitas. Es más, si la jerarquía eclesiástica apoyó estas movilizaciones, no fue ella quien las organizó y las lideró, sino que fueron activistas católicos «laicos» quienes tomaron la batuta de estos movimientos13.
Unos años más tarde, Vox retomó esta estrategia o, al menos, su traslación al ámbito de la política parlamentaria. De hecho, la extrema derecha española está volviendo a sacar estos temas en el debate público. Al igual que sus precursores en los movimientos sociales conservadores, Vox despliega una retórica centrada en argumentos seculares. Las motivaciones religiosas rara vez se hacen explícitas, aunque estas posiciones pueden estar motivadas en parte por estas creencias14. Desde esta perspectiva, no se esgrime la «sacralidad» de la «familia» o de la «vida», sino el «sentido común», la «tradición» o la defensa del «hombre corriente». Además, en sus documentos e intervenciones parlamentarias, Vox parece adoptar un discurso prestado de ciertos sectores de la Iglesia católica (que siguieron esta misma estrategia), denunciando la «cultura de la muerte» promovida por las «elites globalistas» que estarían llevando a Europa a «un invierno demográfico».
Vox centra sus esfuerzos principalmente en estas cuestiones en el ámbito nacional y regional, donde radican las competencias de las administraciones en estas materias. La retórica de la defensa de la «familia» y de la «vida» se traduce en propuestas concretas, puestas sobre la mesa durante las negociaciones con el pp en los parlamentos regionales donde la derecha es mayoritaria. Así, en la región de Castilla y León, Vox intentó imponer un límite al aborto en los hospitales de este territorio, mientras que en Murcia el partido consiguió establecer la necesidad de autorización paterna para la asistencia de menores a cualquier actividad organizada en los centros educativos relativa a los derechos lgbti+ o a la salud sexual y reproductiva.
A escala europea, las propuestas de Vox en este ámbito son más bien de carácter simbólico. En el programa electoral de 2019, el partido abogó por la defensa de la «familia» como valor europeo, especificando que era necesario respetar la «soberanía» de cada Estado miembro de la ue para decidir y legislar sobre estas cuestiones. Esta declaración es una forma de expresar el apoyo a los gobiernos ultraconservadores de Hungría y de Polonia, así como a sus políticas contra el aborto y los colectivos lgbti+. No es casualidad que, tras las elecciones de 2019, Vox se integrara en el grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (cre), uniéndose así a los diputados polacos de Ley y Justicia o a los de los Hermanos Italianos de Giorgia Meloni. Quizás causó mayor sorpresa su reciente incorporación al grupo Patriotas por Europa, organizado por Orbán, ya que Vox se mostró más atlantista que los partidos que componen el nuevo grupo en la Eurocámara.
En los comicios europeos de 2024, la cuestión del aborto también ocupó un lugar importante en el programa de Vox. En este caso, se censuró la inclusión del derecho al aborto en la Carta Europea de Derechos Fundamentales, una iniciativa aprobada por el Parlamento durante el mandato 2019-2024 y que contó con el apoyo de algunos diputados conservadores y liberales. De nuevo, el argumento esgrimido por Vox para expresar su oposición a esta medida se enmarca en un discurso sin referencias religiosas explícitas. El aborto se presenta, así, como un catalizador de la «peor crisis demográfica que ha asolado las naciones europeas». Además, en este caso aparece también una vinculación discursiva con la perspectiva civilizacionista mencionada anteriormente, ya que la crisis demográfica se vería agravada por «el multiculturalismo y la progresiva desaparición de nuestra cultura europea, sustituida por la sharía, como ya estamos viendo en tantos barrios y ciudades de Bélgica, de Suecia, de Francia y cada vez más en España».
Más allá de la cuestión demográfica, otro de los argumentos que estructuran la oposición al aborto por parte de Vox es la defensa de la libertad de expresión y de la acción de los llamados grupos «provida». Durante la pasada legislatura europea, los representantes del partido presentaron en el Parlamento diversas preguntas a la Comisión sobre el supuesto «señalamiento» a las personas y grupos provida por parte de algunas instituciones políticas. Concretamente, en 2021, el partido denunció un informe del grupo de los Verdes, así como un evento organizado en el mismo Parlamento. De manera significativa, en esta argumentación sí aparecía una referencia explícita a la religión, situando las acciones de los grupos «provida» no solo bajo el paraguas de la libertad de expresión, sino también del de la «libertad de pensamiento, conciencia y religión». En esta línea, en una encuesta realizada a los eurodiputados en ese momento, de entre los participantes españoles, únicamente un representante de Vox y otro del pp afirmaron estar de acuerdo con la objeción de conciencia del personal médico por motivaciones religiosas a la hora de realizar abortos15.
En el ámbito de las políticas morales, Vox también ha incluido otras cuestiones. El partido ha formulado una argumentación contraria a la «ideología de género», una conceptualización que, al igual que la «cultura de la muerte», emana de círculos católicos. En este sentido, el programa de las elecciones europeas de 2024 denunciaba la supuesta acción de «adoctrinamiento de los lobbies de género». Se proponía, asimismo, desmontar toda la legislación comunitaria y de los Estados miembros referente a la «autodeterminación de género» y a las «directivas de igualdad». Por otra parte, y de manera más general, planteaba también impulsar una «perspectiva de familia en todas las directivas y legislación comunitaria», así como promover la natalidad y combatir la «criminalización de la familia».
¿Un electorado (no tan) religioso?
El discurso y las propuestas detalladas en las secciones precedentes muestran una construcción ideológica que moviliza la referencia religiosa de diferentes maneras. De esta movilización podría inferirse la búsqueda activa de un electorado identificado con el catolicismo. Sin embargo, los datos demoscópicos obtenidos a través de encuestas muestran una situación más compleja y paradójica.
Los datos recientes del Centro de Investigaciones Sociológicas (cis)16 muestran que 10% de las personas que se declaran «católicas practicantes» votaría a Vox, mientras que una parte importante de este grupo optaría por el pp, que cuenta con 45% de apoyo entre estos votantes. Por otra parte, solo 27% de los votantes de Vox se declara «católico practicante», un porcentaje inferior al de los simpatizantes del pp, entre los que hay un 34,5% de católicos practicantes. Si bien entre los votantes de Vox hay más personas religiosas practicantes que en la media (19% según los datos de la misma encuesta), el porcentaje es inferior al de los simpatizantes de la derecha tradicional. Lo mismo sucede con los católicos no practicantes. Los votantes de Vox que se declaran como tales (37,8%) se acercan a la media (35,3%), mientras que entre los simpatizantes del pp el porcentaje es algo más elevado (43,5%). De la misma manera, entre los votantes de Vox hay más personas que se declaran agnósticas (11%), indiferentes (9%) y ateas (11%) que entre los del pp, en los que las tres categorías se sitúan alrededor de 6% cada una.
Estos datos dibujan así una situación paradójica. Sin embargo, ya en los primeros compases electorales de la formación, las investigaciones sociológicas revelaron que, a pesar del discurso del partido, la religión no era el elemento más movilizador del electorado conservador para decantarse por Vox y abandonar el pp. Lo que algunas contribuciones sugirieron entonces es que la emergencia de Vox se explicaba más bien por el contexto de crisis política en Cataluña y, en consecuencia, por la movilización de un discurso nacionalista español17. Además, los porcentajes de católicos practicantes y no practicantes entre el electorado de Vox permiten destacar al menos dos cuestiones. La primera, que la atracción de un votante vinculado a los movimientos católicos ultraconservadores, al ser estos minoritarios, puede perfectamente tener cabida en los porcentajes mencionados. La segunda: los católicos no practicantes y los no religiosos (agnósticos, indiferentes, ateos) votantes de Vox pueden identificarse con la movilización discursiva y simbólica de la religión por parte del partido, al considerarla un elemento más identitario que vinculado a una práctica religiosa específica. Asimismo, la utilización de un discurso secularizado para defender algunas posiciones en el ámbito de las políticas morales puede tener precisamente como objetivo retener a este electorado.
Apuntes finales
Si la investigación etnográfica ha permitido ilustrar la actividad y las motivaciones de los militantes y cuadros de la extrema derecha en diferentes contextos18, los análisis discursivos resultan relevantes para comprender la acción política de estas formaciones. Además, los nuevos partidos de extrema derecha, especialmente los surgidos en los últimos años, como Vox en España o Chega en Portugal, merecen ser analizados a la luz de sus discursos y de sus posiciones para poder situarlos en la heterogénea familia de los populismos conservadores europeos. Desde esta perspectiva, la movilización de la religión no opera de la misma manera dentro de estas formaciones. Algunos, como la extrema derecha nórdica y escandinava, no sitúan la religión como recurso identitario, sino que centran su discurso en la denuncia de la llegada de inmigrantes y la visibilidad del islam. Otros, como Reagrupamiento Nacional (rn) en Francia, juegan con una ambivalencia calculada, reivindicando una cierta «herencia» católica y abogando, al mismo tiempo, por la defensa de un «secularismo» cerrado frente a las minorías religiosas. Finalmente, otros partidos reivindican sin ambigüedades una inspiración cristiana, promoviendo políticas restrictivas de los derechos de las mujeres y de los colectivos lgbti+, como en los casos polaco y húngaro mencionados anteriormente.
En España, Vox se sitúa más bien al lado de este tercer polo. Como muestran los diversos ejemplos que se han mencionado, la movilización de la religión gira en torno de dos dimensiones: como recurso identitario y como vector de inspiración para las llamadas políticas «morales». Si, en estas dos dimensiones, la religión se moviliza a través de la retórica secular, es importante enfatizar que Vox no cuestiona el marco español de regulación del hecho religioso ni propone avanzar hacia una mayor secularización de la vida cívica y política. Por el contrario, defiende el mantenimiento del concordato entre el Estado español y el Vaticano y la mayoría de los privilegios económicos y simbólicos que, a través de él, se conceden a la Iglesia católica: financiación pública vía impuestos, cursos de religión en las escuelas, etc.
Si la combinación de esta retórica con la defensa del concordato puede parecer paradójica, forma parte de una sociedad cada vez más secularizada donde la religión antes mayoritaria y hegemónica desempeña ahora el papel de la «herencia cultural» o de «cadena de la memoria», retomando las palabras de la socióloga Danièle Hervieu-Léger19. Además, la movilización discursiva y simbólica de la identidad cristiana por parte de la extrema derecha contrasta con la identificación religiosa de sus votantes. Si los movimientos católicos ultraconservadores son un apoyo activo de Vox (y su motor inicial), la mayoría de sus votantes difieren poco de la media española en términos de afiliación y práctica religiosa. Las pasadas elecciones europeas de junio de 2024 confirmaron el arraigo de Vox en el electorado, pero complejizaron el mapa político de la extrema derecha española con la aparición de la formación Se Acabó La Fiesta (salf). Algunos analistas han señalado que una de las principales diferencias entre Vox y salf reside, precisamente, en que la segunda rechaza algunos postulados de la primera por juzgarlos demasiado «tradicionalistas». La configuración de grupos y alianzas en el Parlamento Europeo, así como la consiguiente acción política y discursiva de cada partido, permitirá seguir analizando la relación ambivalente de la extrema derecha con la religión.
Nota: este artículo es una versión más extensa y actualizada de un texto publicado en La Vie des Idées, 24/4/2024, con el título «La religion de la nouvelle extrême droite espagnole».
Fuente → nuevarevolucion.es
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