Un análisis marxista de las políticas laborales de la dictadura
La Guerra Civil Española no fue solo un conflicto entre republicanos y sublevados contra la República, sino una lucha de clases en la que la burguesía consolidó su dominio a costa de la clase trabajadora. Bajo el régimen franquista, las políticas laborales y económicas no hicieron más que perpetuar la explotación obrera y garantizar la supremacía de las élites (...).
En su recomendable libro "Sobrevivir en Canarias: 1939-1959", el historiador Ricardo A. Guerra Palmero examina el contenido de las políticas aplicadas durante estas dos décadas bajo el franquismo, partiendo de la premisa – constatable empíricamente –de que la Guerra Civil española no fue meramente una confrontación política entre la República y los sublevados, sino, en esencia, una guerra de clases, en la que la burguesía, con el apoyo de los mandos militares, buscaba consolidar su dominio sobre el proletariado.
Al contrario de lo que la propia historiografía franquista pretendió establecer para justificar la sublevación militar, el Gobierno de la II República no tenía un carácter revolucionario. Con un contenido puramente “reformista”, aspiraba esencialmente a situar a España al mismo nivel que el resto de las democracias burguesas europeas de la época. Sin embargo, el contexto republicano sí favoreció el auge del movimiento obrero y de las organizaciones populares.
Ello, junto con las aspiraciones de promover un Estado “moderno”, no tan sujeto a los dictámenes de la Iglesia católica y los poderes más tradicionales y reaccionarios, fue motivo más que suficiente para que éstos se aliaran contra la incipiente II República.
Partiendo de su interpretación de la Guerra Civil como una guerra de clases, Guerra Palmero examina las políticas laborales y económicas implementadas durante y después del conflicto bélico, subrayando cómo éstas favorecieron a las élites mientras despojaban a la clase obrera de cualquier posibilidad de resistencia.
La Guerra Civil como una lucha de clases
La Guerra Civil Española, en efecto, representó un episodio de confrontación entre dos clases sociales fundamentales: la burguesía y el proletariado. Mientras el franquismo intentó reescribir la historia presentando el conflicto como una "cruzada nacional" contra el comunismo y la anarquía, Guerra Palmero y otros historiadores marxistas exponen que el verdadero objetivo del Golpe de Estado de 1936 fue preservar el control capitalista y evitar el auge de las fuerzas sociales que podían poner en peligro, aunque fuera potencialmente, el orden social y económico existente.
El Régimen franquista, al igual que otras dictaduras fascistas europeas, negó naturalmente este carácter de lucha de clases de la guerra. Franco y sus aliados describieron el conflicto como una batalla para salvar la "civilización cristiana" de las garras del comunismo, ocultando las profundas tensiones sociales que lo habían causado.
Sin embargo, no puede entenderse este periodo sin analizar la represión sistemática de la clase trabajadora y la eliminación de cualquier posible amenaza para la burguesía. Durante los años previos al estallido del conflicto, la Segunda República Española había posibilitado importantes avances sociales, como la mejora de los derechos y el fortalecimiento de las organizaciones sindicales. Estas reformas generaron una reacción violenta por parte de las élites, que veían amenazados sus intereses económicos y políticos. Por ello, el golpe de Estado de 1936 no fue una simple revuelta militar, sino una respuesta calculada apoyada por importantes sectores empresariales, grandes propietarios de tierras y la jerarquía de la Iglesia Católica.
El control de las políticas laborales: una táctica de dominación
Una de las herramientas más eficaces empleadas por el franquismo para consolidar el poder de las élites fue el control de las políticas laborales.
Según Guerra Palmero, el régimen desarrolló una serie de medidas que, bajo la apariencia de protección del trabajador, en realidad estaban destinadas a perpetuar la explotación de la clase obrera.
El Fuero del Trabajo de 1938, por ejemplo, establecía normas sobre los salarios y las condiciones laborales, pero en lugar de mejorar las vidas de los trabajadores, estas leyes fueron deliberadamente diseñadas para asegurar que las empresas pudieran seguir beneficiándose del trabajo obrero, sin permitir ninguna forma de organización o protesta.
El control de los salarios en unos niveles paupérrimos fue una táctica clave para garantizar la acumulación de los capitalistas, como auténticos vencedores de la Guerra Civil.
Aunque las condiciones de vida empeoraban debido a la inflación y la escasez de productos básicos, los salarios se mantuvieron estancados. Esta política no solo afectaba directamente a los trabajadores, sino que también aumentaba su dependencia del Estado a través de sistemas como el racionamiento, que se presentó como una medida de protección, y en realidad operaba como una herramienta de control social.
El racionamiento y el mercado negro: la doble explotación
El sistema de racionamiento implantado durante los años de guerra y posguerra se convirtió en una de las formas más visibles de explotación. Aunque la justificación oficial era la de garantizar el acceso a los productos básicos en tiempos de escasez, en la práctica este sistema benefició desproporcionadamente a las élites económicas y permitió la proliferación de un mercado negro que agravó aún más la situación de la clase trabajadora.
Como explica Guerra Palmero, los productos esenciales como el trigo, el azúcar o el aceite eran distribuidos de manera desigual, asegurando que las clases acomodadas y los comerciantes conectados con el régimen tuvieran acceso privilegiado a estos bienes.
Mientras tanto, los trabajadores no solo sufrían por la escasez de productos, sino que debían recurrir al mercado negro, donde los precios eran exorbitantes. Este fenómeno generó una doble explotación: primero, mediante los bajos salarios y el acceso limitado a recursos básicos, y luego, a través de la especulación y los abusos del mercado negro.
El control de precios y salarios: perpetuación de la desigualdad
Otra de las políticas clave que se aplicaron para asegurar el dominio burgués fue el control de precios. A pesar de que se presentaba como una medida para estabilizar la economía, esta política favorecía a las empresas y a los grandes comerciantes. Los precios de los productos subían constantemente, mientras que los salarios permanecían bajos, lo que aumentaba la brecha entre ricos y pobres. Como resultado, cualquier mínima mejora en los salarios quedaba neutralizada rápidamente por el aumento del costo de vida.
El control de los salarios y precios, pues, no era solo una cuestión meramente “técnica” o económica, sino un mecanismo de perpetuación de las desigualdades estructurales en la España franquista.
El bajísimo poder adquisitivo de la clase obrera, por tanto, tampoco era un accidente, sino parte de una estrategia consciente para asegurar que los trabajadores siguieran siendo dependientes del Régimen y de los empresarios.
De este modo, el franquismo consolidó una economía donde los beneficios fluyeron libremente hacia las élites.
La represión de la clase obrera: sin poder de organización ni resistencia
Uno de los puntos esenciales del análisis de Guerra Palmero es la represión sistemática bajo el franquismo de cualquier intento de organización.
El Régimen no solo destruyó los sindicatos, sino que también estableció instituciones laborales controladas por el Estado que, en lugar de proteger a los trabajadores, actuaban como instrumentos de represión. Las pocas organizaciones obreras que sobrevivieron a la Guerra Civil fueron infiltradas o desmanteladas, dejando a los trabajadores sin ningún medio efectivo para resistir las políticas que les explotaban.
Cualquier forma de protesta o huelga era reprimida violentamente, y los líderes sindicales eran encarcelados o ejecutados.
Este control de los trabajadores, conseguido primero con el exterminio de sus mejores y más avanzados cuadros sindicales durante la guerra civil y luego mediante una represión sistemática, mantenía a la clase trabajadora en una posición de sumisión.
El triunfo de la burguesía bajo el franquismo
La consolidación del poder burgués bajo el franquismo, especialmente en las primeras décadas del Régimen, fue total. Las políticas laborales y económicas implementadas durante y después de la Guerra Civil garantizaron que la burguesía continuara acumulando riqueza a expensas de la clase trabajadora.
Como concluye Guerra Palmero, el conflicto no solo fue una guerra de clases en el sentido clásico, sino una oportunidad para las élites de reafirmar su control sobre los trabajadores, asegurando la perpetuación de un sistema capitalista "sin réplica” que propició no solo la consolidación de las clases hegemónicas tradicionales, sino la creación de nuevas grandes fortunas, la mayoría de las cuales se mantendrían tras el fin del franquismo, perfectamente adaptadas a las oportunidades que se les abrieron bajo el nuevo Régimen monárquico del 78.
Fuentes
- Guerra Palmero, Ricardo A. Sobrevivir en Canarias: 1939-1959.
- Roca, José Manuel. "Franco y la lucha de clases". El Viejo Topo ( El Viejo Topo
- "Historiografía, marxismo y compromiso político en España". Siglo XXI Editores. Siglo XXI Editores. OpenEdition Journals
Fuente → canarias-semanal.org
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