En mis estanterías debe haber unos 20 o 30 libros sobre el golpe de Estado del 23-F que hablan del Elefante Blanco. El Elefante Blanco es un mito fundacional de nuestra pizpireta democracia, un misterioso icono de aquella transición modélica de limpia, brilla y da esplendor. Periodistas e historiadores de la época practicaban bellísimas piruetas léxicas y gramaticales para convencer al populacho de que nadie sabía quién era el Elefante Blanco que había ordenado el golpe de Estado, o que si lo sabían había que callárselo, y no entendía uno para qué perdían tanto tiempo escribiendo sobre algo que tenían que ocultar.
Sabe a justicia poética que fuera precisamente un elefante el que acabara con la exitosa carrera monárquica de Juan Carlos I, el Elefante Blanco, en 2012. Nuestro ejemplar y casto rey se había escapado unos días a Botsuana con su amiga del alma Corinna Larsen a matar paquidermos, como cualquier español de clase media. Se conoce que un elefante abatido se le cayó en la cadera y se la rompió, y en la mañana del 14 de abril de aquel ya lejano año (sí, 14 de abril, más justicia poética) todas las portadas de los periódicos patrios amanecieron con la noticia: nuestro rey había sido operado de urgencia en Botsuana aquejado de una repentina paquidermitis de cadera. Después vinieron el "lo siento mucho" y la abdicación. El elefante negro africano había hecho caer al Elefante Blanco español.
Sin embargo hoy, cuando desperté, el Elefante Blanco seguía todavía allí. Resulta que nuestro viejo rey acaba de crear una fundación en Abu Dabi, donde reside elefantiásicamente. En teoría, tal fundación se va a dedicar a financiar estudios y conferencias y cosas intelectuales para estudiar la gran figura histórica de Juan Carlos I. Lo hacen muchos ex presidentes norteamericanos. Pero suelen crear sus fundaciones en EEUU.
En mi incultura, busqué en Wikipedia a qué provincia española pertenecía Abu Dabi, sede de la fundación de nuestro rey. Y para mi sorpresa confirmé que Abu Dabi no está en Cáceres ni en Badajoz ni en Almería ni en A Coruña.
Sé que a los patriotas monárquicos que frecuentan este periódico esto les va a doler: pero mis códigos deontológicos me obligan como periodista a decir la verdad, y es mi deber informaros de que Abu Dabi, sede de la fundación de vuestro admirado rey español, no está en España. Está donde la morería, según la mayoría de los geógrafos. Yo no sé si Juancar se habrá equivocado otra vez, porque poner una fundación de nuestro rey donde los árabes puede activar el "efecto llamada" de muchos migrantes.
Los que hemos frecuentado Abu Dabi, sabemos que allí todo lo español despierta un interés desmesurado. Es difícil encontrar a un abudabiense que no lleve El Quijote bajo la axila. Un tomo bajo cada axila, quiero decir. Resulta normal, por tanto, que nuestro rey quiera contarle su verdad a los abudabienses. Pero nos deja un poco huérfanos a los españoles de su sabiduría privándonos de la Fundación Rey Juan Carlos, o como se vaya a llamar, paraíso de estudios para los historiadores, florilegio de poesía democrática, altazor del conocimiento y la sabiduría borbónica (que no es poco saber).
Yo malicio que esto de crear la fundación en Abu Dabi, y no en el Ferrol del Caudillo, es para joder a Felipe VI, que es un soso. Elena y Cristina de Borbón sí han aceptado sillones en la directiva de esta fundación cultural y humanitaria, con lo cual se convierten en herederas de la fortuna. Felipe VI se ha puesto en plan exquisito y no quiere aparecer. Conviene recordar que Felipe VI figuraba como principal beneficiario de la cuenta Foundation Lucum de Ginebra hasta 2020. Eran solo 100 millones de euros, cuando la revista Forbes calcula que la fortuna de papá esparce 2.000 millones de euros en paraísos fiscales.
Felipe VI se portó como un mal hijo. Solo se salió de la cuenta de dinero negro ginebrina cuando los periódicos contamos que era el principal beneficiario. Actuó como si te pudieran hacer poseedor de 100 millones sin que te enteraras: todo fue culpa de papá. Si mi madre doña Engracia me pone 100 millones en una cuenta en Ginebra, yo no se los desprecio. Por mucho que me molesten los cien millones de mi madre en el sótano de casa, que ya no me caben ni las cervezas, hay que preservar el respeto a los mayores y aceptar la pasta.
La única ventaja que yo veo en crear la Fundación Rey Juan Carlos en Abu Dabi, y no en el Ferrol del Caudillo, es que allí no se sabe el dinero que sale ni el que entra, pues es un sistema financiero oscuro, y nuestro viejo rey podrá meter allí toda su fortuna sin que nos enteremos, y financiar generosamente sus actividades culturales e historiográficas, que sabemos que son sus dos grandes pasiones después de los 60 millones que le birló la traidora Corinna. Los que piensen que ha abierto su fundación allí para atraer todos los cientos o miles de millones que quizá esconde en paraísos fiscales, son unos putos antipatriotas aquí y en Abu Dabi. Queda dicho.
Fuente → blogs.publico.es
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