Un gran novelista español fue también un líder político y un denunciante de los abusos ocurridos en España en tiempos de monarquía, poder terrateniente y eclesiástico. Pasó algunos años de su vida en Argentina.
Escritor y dirigente republicano
Vicente Blasco Ibáñez, quien vivió entre 1867, cuando nació en Valencia y murió en 1928 en Menton, Francia. Fue un escritor y periodista que tuvo un lugar singular en la política republicana. Y tuvo un gravitante paso por nuestro país, en pleno auge del Centenario.
Según su propio testimonio, uno de sus primeros recuerdos fue la barricada levantada en su calle por los insurrectos durante la rebelión cantonal, cuando tenía seis años, en el breve período de la primera república española (1873-1874). Así se mostraba a sí mismo como un republicano “congénito”. La lucha antimonárquica era en él más un destino que una elección.
Luego en su formación política y literaria influyó la cultura de la Renaixenca valenciana, donde campaban el regionalismo y las ideas republicanas.
A los dieciséis años ya había fundado un periódico semanal que, al ser menor de edad, puso a nombre de un amigo suyo. Cursó los estudios en la Universidad de Valencia. Se licenció en 1888, aunque prácticamente no ejerció como abogado.
Durante el tiempo de estudiante participó en diversas acciones de carácter republicano y anticlerical, como la de hostigar actividades de culto que organizaba el arzobispado valenciano.
Comienza a implicarse en la vida política de Valencia al asistir a las reuniones que el Partido Republicano Federal organizaba en el casino de las Juventudes Federales. En sus primeras intervenciones en público descubre que está dotado de singular capacidad oratoria. Era capaz de enardecer y entusiasmar al auditorio. Así es que puso en juego sus aptitudes de orador y de periodista al servicio de las causas políticas a las que adhería con fervor.
Sus ideas eran de izquierda y anticlericales, sin tomar una definición socialista. El problema fundamental para él, al menos en Valencia, era el atraso y el analfabetismo del pueblo, unido a la subsistencia en condiciones precarias y a la vigencia de creencias obsoletas ajenas a la idea de progreso. Blasco se adjudica la misión de denunciar la explotación y el abuso y contribuir a la mejora de las condiciones de vida populares. Una de las ideas que le interesaba llevar adelante era la difusión de la propiedad en el medio rural.
Líder del republicanismo en Valencia.
En 1890 sufre persecución y proscripción, un episodio de los que sufriría varios a lo largo de su trayectoria. Ante la visita de un ultraconservador líder carlista a Valencia hace un llamamiento a los republicanos para que boicotearan la visita. Ejerce su prédica desde La Bandera Federal, periódico que acababa de fundar. El boicot fue un éxito, tras lo que es acusado de injurias al poder público. Tuvo que huir rumbo a Francia, donde reside por unos meses.
Presentado como candidato a diputado desde su exilio parisino para las elecciones de 1891, volvió a España ese mismo año aprovechándose de una amnistía general.
Desde su vuelta hasta 1905 se dedica enteramente a la política, convirtiéndose en poco tiempo en el político más popular de Valencia, y en el más temido por su capacidad de “arrastrar a las masas”. Vive intensamente la política, recorre los barrios de la ciudad y los pueblos de la provincia en concentraciones en su apoyo. Y escribe a diario en el periódico.
Logra constituir un movimiento de masas, de contacto directo con la ciudadanía, muy diferente a los viejos partidos conservadores o liberales, basados en vínculos de patronazgo y el fraude electoral escandaloso.
Será elegido diputado en varios períodos. Entre 1898 y 1908 fue ininterrumpida su presencia en las Cortes, siempre en representación de partidos republicanos. .
Se configuró en torno a su figura un movimiento político denominado blasquismo, que propugnaba el republicanismo, el anticlericalismo y el reformismo económico mediante la difusión de la propiedad.
Durante este periodo fue perseguido por la justicia en tres ocasiones. La primera, que le costó el encarcelamiento, por un alboroto anticlerical contra una expedición de peregrinos que se dirigía a Roma, en 1892.
La segunda vez fue en 1896 por soliviantar a las masas contra la guerra de Cuba, lo que le obligó a huir a Italia. Ya de regreso a Valencia fue apresado y pasó el invierno de 1896 a 1897 en la cárcel. La tercera vez en que tuvo problemas con los tribunales fue en 1898, por haber encabezado manifestaciones contra la monarquía
Asimismo sufrió el hostigamiento eclesiástico. Una de sus primeras obras constituía un alegato anticlerical, en particular contra la Compañía de Jesús. Esa novela, La Araña Negra, desagradó tanto a la curia eclesiástica, que la excomunión no se hizo esperar. A los ocho días de publicado el libro, Blasco recibió la noticia de esta declaración de guerra y sonriente, respondió:! antes les he excomulgado yo a ellos!
Integrará a la política su pasión por el periodismo, con su propio órgano, El Pueblo al cual fundó en 1894. Era un periódico de precio muy económico, la mitad que otros. Y estaba pensado para un público popular, al que también iban dirigidos los folletines que escribía el propio Blasco.
Allí aparecieron las primeras grandes novelas del escritor, dedicadas a temas valencianos. El novelista provenía de la capital regional, pero en su ciclo valenciano sitúa acción y personajes en las zonas rurales cercanas a la ciudad, como la llamada “huerta”, en La Barraca. O el particular accidente geográfico de la Albufera y sus pescadores, tema de Cañas y barro.
No son obras puramente “regionalistas” o “costumbristas”. Está allí muy presente la vida laboral de los campesinos, la explotación y el conflicto social latente que se desata en estallidos imprevisibles. Además de las dos ya mencionadas escribe y publica otras novelas de temática valenciana, como Arroz y tartana y Flor de mayo.
La actuación política y la producción literaria fueron tan compatibles en el escritor valenciano que el grueso de sus mejores novelas fue escrito en paralelo con su actividad militante. De las narraciones de ambiente valenciano pasa a otras que ocurren en diversos lugares de España y en las que la temática social y política resulta aún más central. Así La Catedral, El intruso y La horda, entre otras. Se podría decir que la política blasquista parte de la realidad descrita en las novelas y sobre ella pretende construir la verdadera historia.
También durante esos años inicia la tarea editorial, fundando con su amigo Francisco Sempere, la editorial Prometeo, que publica a precios asequibles las obras de grandes autores clásicos y contemporáneos, de Aristófanes a Tolstoi y de Shakespeare a Kropotkin
En algunos de los libros de la editorial el novelista trabaja asimismo como traductor, otra de las habilidades que poseía. Quizás su trabajo más vasto en materia de traducciones fue el que llevó al castellano la versión completa de Las mil y una noches.
.Su corriente política se había convertido entretanto en campo de batalla entre facciones rivales. Básicamente se enfrentaban quienes apoyaban o repudiaban al dirigente. Hastiado de esa confrontación el escritor decidió alejarse de la actividad política. En 1908 renunció a su banca y dejó toda militancia, que sólo retomaría años después.
A partir de su abandono de la vida política se establece en Madrid. Se dedica sólo a la literatura y a promocionar sus obras y las de la editorial que lleva en Valencia su amigo y socio Sempere, ya mencionado. Comienza a producir novelas más intimistas, un tanto alejadas de la temática política y social. En esa línea en 1908 aparece Sangre y arena, que resultaría un éxito internacional, que llegaría al cine de Hollywood.
De Madrid a Argentina.
A esa altura sus obras literarias habían hecho de Blasco un autor de conocimiento universal. Gozaba de una gran popularidad en Argentina. Su recepción admirativa no se limitaba a la numerosa colectividad española sino que se expandía a toda la sociedad.
Esa fama constituyó una base para que el intelectual y político valenciano tomara el camino del Río de la Plata. En 1909 arribó a nuestro país, contratado para un ciclo de conferencias. La orientación de las disertaciones era hacia la defensa del legado cultural ibérico, sin poner en el centro su republicanismo y su militancia política.
Por la misma época viajaron y fueron conferenciantes en Argentina un vasto conjunto de figuras intelectuales, de diferentes procedencias y disciplinas. Ramón del Valle Inclán, Georges Clemenceau, Adolfo Posada, Rabindranath Tagore y Albert Einstein entre otros. La capital argentina aparecía como un centro de irradiación cultural para toda América Latina.
El propio diario La Nación reflejó así la noticia de su llegada: “El recibimiento público a Blasco Ibáñez es uno de los más grandes que se han tributado en Buenos Aires a extranjeros notables. La multitud acompañó al escritor en todo su trayecto y el coche casi no podía avanzar.”
La gira cultural duró siete meses por varios lugares del país. En su recorrido fue tomando notas y apuntes, sacó fotos, reunió datos y acumuló información.
El gran éxito que obtenía en sus presentaciones lo llevaron a dar un total de 120 charlas en variados escenarios.
Durante su gira visitó varias colonias rurales, lo que influyó en sus acciones posteriores. Por lo pronto comprobó que Argentina disponía de tierras prácticamente vírgenes e inexploradas. Y quedó deslumbrado por la inmensidad del territorio, la versatilidad del paisaje y la riqueza de las culturas urbanas y rurales. Nacía un entusiasmo que lo llevaría a impulsar colonias rurales en nuestro país.
.Blasco ha quedado prendado de Argentina, después de su concienzuda recorrida. Entonces decidió escribir un libro acerca de nuestro país. Argentina y sus grandezas, tal el título. El trabajosuponía un homenaje al Centenario de la Independencia que se conmemoró el 25 de mayo de 1910.
El autor comentó sobre su propio libro:
“Este libro, que dictó el entusiasmo y que va dedicado a la gloria de un pueblo admirable por sus rápidos adelantos, no ha sido escrito únicamente para los argentinos. Mi propósito es que sea leído fuera de la República, especialmente en Europa, donde grandes naciones de alta intelectualidad, depositarias de todos los conocimientos modernos, no tienen una visión exacta y perfecta de lo que son los pueblos jóvenes y progresivos de Sud América, al frente de los cuales marcha la Argentina.”
Luego de una estadía en España, en agosto de 1910 se embarca de nuevo para Buenos Aires. Carga con los originales del libro, cuya edición contará con apoyo del gobierno nacional.
Había surgido en Blasco el deseo de convertirse él mismo en colonizador, uno más de los pioneros que habían traído pobladores de allende los mares a cultivar la tierra argentina. Fundó dos colonias, en geografías muy diferentes y alejadas una de otra, Cervantes, en la provincia de Río Negro y Nueva Valencia, en Corrientes. Para esos emprendimientos trajo agricultores valencianos.
El escritor en Argentina, en su etapa de colonizador.
El propósito era que tomaran tierras en arrendamiento para luego convertirse en propietarios, mediante la compra de la tierra con los beneficios conseguidos durante la explotación por diez años.
Blasco da entonces rienda suelta a su faz aventurera. Tuvo que adaptarse a unas formas de vida en aquellas tierras completamente agrestes que nada tenían que ver con la de las grandes capitales a que estaba acostumbrado. Tuvo que superar revueltas y otras situaciones de tensión. Se enfermó y llegó a estar en peligro de muerte.
Sus esfuerzos no serían coronados por el éxito, la colonización resultó un fracaso económico, después de cuatro años. En 1914 decidió regresar a Europa.
Pese al fiasco, buena parte de los colonos valencianos se quedó en Argentina y dieron origen a pueblos existentes hasta hoy. La tarea de Blasco no quedó en la nada.
El novelista quedó en condiciones económicas ruinosas, había perdido gran parte del dinero ganado con sus escritos y hasta las remuneraciones percibidas por sus converencias.
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Una vez que se abocó al establecimiento de colonias agrícolas, Blasco dejó por más de cuatro años la literatura, el periodismo y la política. Todo su empeño lo puso en su iniciativa colonizadora. El final de esa experiencia lo situó en la disyuntiva de retomar sus tareas anteriores, lo que haría con singular buena fortuna.
Atenazado por la situación económica en la que había quedado y con el deseo de resarcirse de la ruina, pensó su próxima etapa literaria como la de la producción de grandes éxitos, libros que pudieran vender centenares de miles de ejemplares. Sangre y arena era un botón de muestra en ese camino, se decidió a retomar la senda.
Quedaba pendiente su promesa de no actuar en política. Mantuvo ese propósito durante un buen tiempo pero retornó más tarde las acciones en ese campo. El autor de La catedral seguía siendo un ferviente republicano y, como tal, crítico de la sociedad española en tanto que desigual, injusta y atrasada.
Vicente Blasco Ibáñez podía convivir en paz con la monarquía, sólo hasta que las iniquidades de aquel régimen volvieran a indignarlo. No tardaría en suceder.
Fuente → tramas.ar
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