Bilbao, 1961. El industrial Javier Batarrita Elexpuru fue asesinado por elementos de la guardia civil y policía franquista. Recibió 49 balazos “por error” / Tulio Riomesta
El
27 de marzo de 1961, Javier Batarrita Elexpuru, industrial de 33 años,
representante de Lube marca de motocicletas de Lutxana, conduce su
Peugeot 403 de color claro. Le acompañan 2 compañeros de la empresa, el
abogado José Antonio Martín Ballesteros y el jefe administrativo
Fernando Larizgoitia. Están de regreso a Bilbao desde Gasteiz.
Cuestiones de trabajo. Charlan animadamente. Batarrita es un tipo feliz,
tiene un niño de 9 meses y como apasionado del ciclismo está como unas
castañuelas ante la proximidad de la Vuelta a España. Ha organizado el
final de etapa en Bilbao. Eran las 21.48 horas, inspectores del cuerpo
general de la policía franquista junto a elementos de la guardia civil y
de la policía armada, se apostaron en la cuesta de Miraflores, en
Bolueta, Bilbao.
Los mercenarios franquistas dieron el alto al Peugeot, Javier
Batarrita detuvo el vehículo y salió asustado pidiendo tranquilidad con
una mano, y preguntando qué estaba pasando. Los elementos armados
dispararon a mansalva. Javier Batarrita cayó con 49 balas incrustadas en
su cuerpo, 9 en la cabeza. José Antonio Martín Ballesteros se debatió
unos días entra la vida y la muerte antes de quedar paralítico. Fernando
Larizgoitia sobrevivió agazapado y aterrorizado en los asientos de
atrás. Todos ellos víctimas de abusos policiales. Javier Batarrita fue
«ejecutado extrajudicialmente», como lo cataloga el dictamen de la
Comisión de Valoración del Gobierno vasco que reconoció a Batarrita como
«víctima de violación de derechos humanos producida en el contexto de
la violencia de motivación política». Los verdugos se largaron de allí
sin perder la calma, convencidos de haber cazado a Julen Madariaga.
Pero la cuestión trasciende de esta atmósfera. «Lo que pasó fue
la muerte de una persona fruto del ejercicio de la violencia ilegítima
de funcionarios públicos. Dicen que se equivocaron al buscar un comando
de ETA, o que erraron sin más tras una denuncia por parte del vigilante
jurado de una empresa que sospechó de un vehículo», relata el hijo de la
víctima. Al día siguiente del suceso, el gobernador franquista de
Bizkaia, Ibáñez Freire emitió una «versión oficial»: «Las fuerzas de
policía habían recibido una notificación de Vitoria comunicando que un
vehículo con idénticas características al del Sr. Batarrita llevaba a 3
terroristas armados. Por error se ha escapado un disparo y hay que
lamentar un muerto y un herido grave». En realidad fueron 49 impactos.
Ibáñez Freire, militar, fue voluntario en la división azul, luego
gobernador civil de Barcelona, ascendido a capitán general, y ministro
de Interior por Adolfo Suárez en 1979. Lo ideal para llevar a cabo una
investigación de calidad.
Los pistoleros franquistas solo volvieron para borrar las
huellas y limpiar un poco el desaguisado sin preocuparse por las
víctimas. Fueron los vecinos los que llevaron al muerto y a los heridos
al hospital de Basurto, que fue tomado por policías. Llegó María
Antonia, la viuda de Javier, pero nadie le contaba lo que había pasado,
la mareaban con vaguedades, hasta que alguien le soltó que había muerto
por un disparo accidental en la nuca y que sintiéndolo mucho no podía
ver el cadáver. María Antonia entró en crisis nerviosa y empezó a
gritarles ‘¡asesinos!’ cercada por una treintena de policías. Acabó
detenida en la comisaría de Indautxu.
La prensa de la época cumplió su papel. «Es humano errar aunque
los yerros tengan a veces tan dolorosas consecuencias», escribió El
Correo Español. El poder judicial, también: Diez policías fueron
juzgados en la Audiencia de Bilbao, y el resultado fue la absolución por
haber apreciado el tribunal la eximente completa de responsabilidad
motivada por actos fundados en «la obediencia debida». Los policías
fueron trasladados con mayor sueldo y escala. La obediencia siempre se
pagó bien. Al poco tiempo el sumario y toda la documentación del
procedimiento desaparecieron misteriosamente para siempre. Alguien
obediente, seguro.
Años después se supo por manifestaciones de un allegado del
entonces presidente del tribunal, de «la tremenda desazón que produjo al
juez, y el serio cargo de conciencia» al someterse a presiones
gubernativas. El obispo de Bilbao, Pablo Gúrpide, envió una nota de
condolencia a la viuda pidiéndole saber perdonar y resignación
cristiana. Batarrita era nieto de un concejal nacionalista del PNV en
tiempos de la República, pero fue asesinado porque “le confundieron con
la incipiente banda armada”. Nunca nadie les pidió perdón.
El hijo de Javier Batarrita Elexpuru, Javier Batarrita Gaztelu,
tenía entonces solo 9 meses. Se desmarca de la «guerra del relato» para
resumir: «Ni perdón ni explicaciones, la voluntad judicial fue que no
se les condenara; nos dijeron que fue un error, que perdonáramos como
buenos cristianos. Al margen de la guerra del relato, los que no somos
víctimas de ETA parecemos un añadido».
Documentos: Deia (Igor Santamaría). Kaixo (Toni Alvaro)
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