Los verdaderos héroes del Simancas
Los verdaderos héroes del Simancas

Gijón pudo caer en manos de los militares golpistas en el verano de 1936: una inesperada resistencia popular frenó los planes de los sublevados. Por Diego Díaz Alonso 4 agosto 2024 . - Combates en el cuartel de Simancas. Foto: Constantino Suárez

Diego Díaz Alonso Historiador y activista social. Escribió en La Nueva España, Les Noticies, Diagonal y Atlántica XXII. Colabora en El Salto y dirige Nortes.

La tarde del 19 de julio de 1936 el coronel Antonio Pinilla, al mando del Regimiento de Infantería de Montaña «Simancas» n.º 40, se sublevaba en Gijón junto con 350 hombres. Asimismo, el cercano cuartel de Zapadores, en el barrio de El Coto, con unos 180 soldados, se unía a la sublevación, que ya había triunfado en Oviedo. Un día más tarde, el 20 de julio, las tropas salían de los cuarteles para tomar los puntos neurálgicos de la ciudad: estación de tren, Telefónica, Ayuntamiento, Casa del Pueblo, Correos y Fábrica de Gas. Sin embargo, los militantes del movimiento obrero gijonés, ya organizados y armados, no se lo pondrían fácil a los sublevados. Se iniciaba así una sangrienta batalla por el control de la ciudad que acabaría con la derrota de los golpistas, reconvertidos en la posguerra en “Héroes del Simancas” por el bando franquista. Su dramática resistencia sería inmortalizada en 1958 con una escultura de Manuel Álvarez Laviada que permanece hasta hoy, a pesar de las críticas de las izquierdas y asociaciones memorialistas, que el pasado viernes presentaron, sin éxito, una moción en el Ayuntamiento para retirarla.

La derrota de los golpistas del cuartel del Simancas, posterior Colegio de la Inmaculada, tuvo mucho que ver con la perspicacia de la CNT asturiana, que desde el primer momento desconfió de la lealtad a la República de los militares acuartelados en Asturias. Al contrario que en Oviedo, de mayoría republicano-socialista, donde se impusieron las tesis de Indalecio Prieto, confiar en el republicanismo del coronel Antonio Aranda y marchar en tren a defender Madrid, en Gijón, donde los anarquistas eran mayoría, se optó por permanecer vigilantes y organizarse para resistir una previsible rebelión militar.

El monumento franquista en una guía turística de Gijón. 
 

Luis Miguel Cuervo, autor de “Gijón, 1936: diario de una revolución”, apunta que la comunicación entre los anarquistas gijoneses y los de La Felguera fue clave para armar y repeler el intento el 20 de julio de los militares de tomar la ciudad más poblada de Asturias. Desprovistos del factor sorpresa que fue clave en la caída de Oviedo, los militares golpistas se verían obligados a volver el mismo día 20 sobre sus pasos y replegarse a los cuarteles.

De la resistencia a la ofensiva

La resistencia presentada por las milicias anarquistas gijonesas y de la cuenca del Nalón, a las que se unirían un centenar de carabineros fieles a la República y los jóvenes socialistas y comunistas de las MAOC (Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas), se apuntaba un tanto, pero la posterior ofensiva para tomar los cuarteles militares del Coto sería mucho más lenta y trabajosa de lo que esta primera victoria había hecho parecer. Por delante quedaba un mes de combates. “La propaganda franquista exageró mucho las cifras para magnificar la resistencia del Simancas. Apenas había armas y los milicianos nunca pasaron de medio millar. Fue un combate muy igualado porque los golpistas tenían mucha artillería en el interior del cuartel y recibieron pronto el apoyo naval del buque Almirante Cervera, que se comunicaba por radio con los golpistas del Cuartel de Simancas” apunta Cuervo. Los golpistas también recibieron apoyo aéreo de los sublevados, que bombardearon en varios ocasiones Gijón, y arrojaron alimentos y otras provisiones a los sitiados.

Un miliciano durante el asalto al Cuartel de Simancas. Foto: Constantino Suárez.
 
La batalla de Gijón en la prensa nacional. 
 

Una vez en los cuarteles, los militares se harían fuertes y plantarían una formidable resistencia a sus sitiadores, que fracasaron en el intento de dinamitar los muros e incendiar las fortalezas. El fotógrafo Constantino Suárez inmortalizó el heroísmo de aquellos milicianos precariamente armados y vestidos de calle, que con sus escasos recursos y conocimientos militares, plantaron cara al fascismo en el verano de 1936.

Cuervo también destaca que la lucha antifascista no sólo se dio en el asalto a los cuarteles, sino también en la retaguardia, organizando la vida cotidiana, donde el papel de las mujeres obreras fue clave. Gijón estaba en guerra, pero la ciudad, en la que coexistían el doble poder del Comité de Defensa y del Ayuntamiento, no dejó de funcionar. “Los productos de primera necesidad se colectivizaron y se formaron comités de abastecimiento en todos barrios para repartir los alimentos entre la población” explica Cuervo.

Combates en el barrio de El Coto.

La toma de los cuarteles: bulos y matanzas
 

La caída del cuartel de Zapadores no llegaría hasta el 16 de agosto, casi un mes más tarde. A pesar de los intentos de pactar una rendición, Pinilla y los militares del Simancas se negarían a entregarse y prolongarían la resistencia hasta el 21 de agosto. Aunque la propaganda franquista siempre difundió la idea de que el último mensaje de los sitiados al buque Almirante Cervera fue “El enemigo está dentro, disparad sobre nosotros”, Luis Miguel Cuervo lo desmiente: “El aparato de radio quedó inutilizado en el final de la ofensiva”. Lo que el historiador no niega es que los milicianos perpetraron una auténtica matanza cuando finalmente traspasaron los muros del cuartel: “La consigna era matar a todo aquel que pareciera mayor que un recluta que estuviera haciendo el servicio militar”. El derramamiento de sangre todavía pudo ser mayor, y si no llegó a más fue porque el dirigente de la CNT Higinio Carrocera ordenó frenar los asesinatos indiscriminados. Así, parte de los supervivientes fueron encarcelados y otros reclutados. “Más de un centenar de soldados, suboficiales y oficiales del Simancas y Zapadores combatieron luego con el bando republicano. Muchos de ellos fueron fusilados por los franquistas al terminar la guerra” explica Cuervo.

La Federación Asturiana Memoria y República ha pedido no sólo la retirada del monumento a los “Héroes del Simancas”, sino que además se instale algún tipo de recuerdo para los milicianos y fuerzas del orden leales a la República que frenaron el golpe de Estado en Gijón. Es algo que existe para los judíos que se levantaron en el Gueto de Varsovia, o para los resistentes que combatieron en Francia, Italia, Holanda, Alemania y otros países al nazismo y los regímenes colaboracionistas. En Gijón sin embargo tendrá todavía que esperar.


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