Críspulo Moracho Arregui nació en 1876, era pamplonés, hijo de Félix e Irene. Con 18 años entró en la Escuela de Infantería, en el Regimiento de Covadonga emplazado en Madrid y 2 años más tarde ya era 2º teniente. Posteriormente fue trasladado a Bilbao, a la isla del Hierro hacia 1904, a Pamplona y a Tafalla. En Julio de 1912 contrajo matrimonio con María Teresa Navazo Garay. Como comandante pasó en 1914 a Murcia, y en 1922 fue nombrado delegado de Gobierno en Lorca por Primo de Rivera. En 1927 fue trasladado a Valencia. Con la llegada de la II República Críspulo era ya Teniente Coronel y fue destinado a Barcelona. Tuvo 2 hijos, María Teresa que falleció siendo una niña, y Félix, un destacado médico.
En Octubre de 1934 se encargó de la defensa de Pérez Farrás y Escofet, responsables de los Mossos d’Esquadra, que se mantuvieron fieles al presidente de la República catalana, Lluis Companys, cuando éste declaró la independencia de Cataluña el 7 de octubre de 1934. Fueron sentenciados a muerte, conmutada la pena por cadena perpetua, e indultados por el Frente Popular en 1936. El 2 de junio de 1936 arrojaron hasta 4 bombas laffitte contra su vehículo en la plaza de Cataluña, solo resultó herido un transeúnte. Los artefactos procedían del propio ejército, se relacionó la acción con la Unión Militar Española, que bajo el mando de Sanjurjo buscaban una insurrección armada.
Para escapar de Barcelona el 16 de Julio Críspulo Moracho y su familia viajaron a Tudela, seguramente para disfrutar de las fiestas de Santa Ana que estaban a punto de comenzar. En Tudela se había creado una escuadra negra falangista, que desde el comienzo de la rebelión fascista “limpiaron de elementos peligrosos el camino del triunfo”, como ellos mismos describían en la prensa, ya que el “general” felón Cabanellas les abastecía de armas. Al saber que un importante militar afín a la República llegaba a Navarra, la propia Escuadra Negra, le detuvo y lo trasladó a Zaragoza, Eran los primeros días del golpe, había fanatismo, ganas de revancha y de sembrar terror en la Ribera, la merindad más izquierdista.
El “general” rebelde Cabanellas, adicto a la sublevación, que gestó el alzamiento en una reunión con Mola cerca de Arguedas el 14 de junio, quiso refrendar su mando eliminando a un alto cargo militar: El 19 de julio de 1936 el coronel Críspulo Moracho Arregui murió asesinado por orden de Cabanellas en Zaragoza, sin juicio, sin tribunal, sin dar tiempo a que se defendiera de sus 3 “delitos graves”: ser un alto mando militar defensor de la República, ser un alto cargo masón y haber sido defensor de otros compañeros militares cuando el presidente Lluis Companys proclamó el Estado catalán. Críspulo Moracho tenía 58 años. Cabanellas asesinó mediante el mismo sistema al menos a 14 Republicanos ese mismo 19 de Julio.
Según otra versión, el Coronel Moracho logró volver desde Tudela hasta Zaragoza, camino de Cataluña. Se alojó en un céntrico hotel, seguramente con nombre falso (Contreras). Allí fue localizado, intentó huir, le dispararon y resultó asesinado. El cadáver fue encontrado el 27 de Julio en el Camino Viejo de Valdespartera, lugar donde los franquistas realizaron numerosos asesinatos de Republicanos.
El asesinato de Moracho era vital para que se decidieran los timoratos, un aviso a navegantes, un acto ejemplarizante eliminando a un defensor a ultranza de la legalidad constituida, como había sucedido con el comandante de la Guardia Civil en Pamplona José Rodríguez-Medel Briones unas horas antes. Muy probablemente su vida acabó en la tapia del cementerio de Torrero, como tantas otras personas aquel trágico domingo. Aunque Críspulo Moracho Arregui había ingresado en la Gran Logia Española y en la Logia Humanidad en 1931, con el nombre simbólico de “Sol”, su nombre ni siquiera aparece entre los numerosos masones asesinados aquel mes en Zaragoza. Apenas habían transcurrido unas horas desde la declaración del estado de guerra del general Mola en Pamplona: “…Por exigirlo imperiosa, ineludible e inaplazablemente la salvación de España, en trance inminente de sumirse en la más desenfrenada situación de desorden”…
Su muerte a manos de Cabanellas no se conoció hasta el 18 de octubre de 1936 cuando La Vanguardia, bajo el titular “El fusilamiento del coronel Don Críspulo Moracho en Zaragoza”, indicó que el coronel Moracho era muy conocido por sus ideas arraigadamente Republicanas. Por eso le odiaban todos los elementos fascistas y por eso le mataron. Críspulo Moracho Arregui figura muy dignamente entre los mártires de la República. Su huella y su recuerdo parece haber desaparecido con los años, como tantos otros casos de asesinados, en los que no sólo se mata su cuerpo sino también su memoria.
Documentos: Noticias de Navarra (Fermín Pérez-Nievas). Cogullada 1936
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