Sobre la CNT y la II República
Sobre la CNT y la II República
Pepe Gutiérrez-Álvarez 
 
 
Acabó de mantener una hermosa y amistosa discusión sobre el balance de la CNT durante la República, antes del golpe militar-fascista. Por supuesto, son unas notas con la mala intención de provocar el debate por encime de los cánones establecidos aquí y allá.
 

La actuación de la corriente anarcosindicalista en la crisis española de los años treinta, tuvo al menos dos aspectos centrales. En primer lugar, se opuso a la Republica, que, ciertamente, los trató peor que a la derecha ultramontana, Azaña y la derecha socialista lo veían como fuera de lugar pero su representatividad era ciertamente profunda, sobre todo en Cataluña, Andalucía, País Valenciano, Aragón… De otro lado, en ausencia de una orientación elaborada, se dividió entre el rechazo y la tentativa de crítica sin perder los puentes con otras izquierdas tal fue el caso de los dirigentes sindicales moderados (Pestaña y Peiró) que apoyaron la República y le dieron un margen para consolidarse, y la actitud insurreccional de la FAI, convencida de que la revolución proletaria era una meta inmediata. Por otra parte, el cenetista militante votaba a los partidos republicanos (ERC en Cataluña, pero a los “marxistas”) o socialista, al margen del apoliticismo oficial, preminente en las alturas pero mucho menos en la base que simpatizaba con su radicalidad pero que raramente pertícipaba en sus disputas internas.

En los primeros años los sectores de la FAI desplazaron de la dirección a los sindicalistas pragmáticos que pretendían organizar al sindicato como fuerza capaz de gestionar el sistema productivo; un opción que conviene ajustar con la actitud de los trentistas con la Alianza Obrera (contemplada por alguien como Abel Paz como una mera maniobra “comunista”) . Además, en Cataluña -donde estaba más de la mitad de la militancia cenetista y más del 60% del proletariado industrial se produjo una fuerte división entre doble: entre sectores comunistas y la dirección, y entre anarcosindicalistas y los faístas (de la FAI). El hecho es que nadie se oponía a la táctica de la “acción directa”, ni apoyó los jurados mixtos ni al gobierno republicano en el que los socialistas ocupaban carteras laves como la de Trabajo (con Largo Caballero, de la UGT, sindicato rival). Por otro lado, s los faístas creían que a la ocasión para hacer la revolución y había que enfrentarse de cualquier modo a la “república burguesa”.

Las diferencias se expresan desde el “Manifiesto de los Treinta” temprano, en agosto de 1931, firmado por Peiró y Pestaña, tratados como Judas desde la FAI. Desplazaron a los 30 de la dirección y del periódico Solidaridad Obrera, depuraron la CNT de ciertos sindicatos “comunistas”, en especial a los relacionados con el Bloque que trataron a la FAI de “totalitaria” que eran determinantes fuera de Barcelona y en parte de Valencia y se produjo la denuncia de los expulsados contra una FAI que soñaba con el “gran día”, y que introdujo en los sindicatos en una dinámica de impaciencia revolucionaria. Más asentados en las grandes empresas, los 30 hicieron suya la defensa de la democratización e independencia de los sindicatos, proponían una revolución preparada y dirigida desde los sindicatos y condenaban la insurrección minoritaria. Los escindidos se organizaron como Sindicatos de Oposición, y en el congreso de Zaragoza1936 muchos volvieron a la CNT, sobre todo cuando Pestaña defendió entrar en política bajo las siglas del Partido Sindicalista. En el citado congreso, las referencias al peligro fascistas y a las posibilidades unitarias apenas si encuentran eco: el gran tema es cómo seríaa el comunismo libertario, sí más industrial o más agrario

Situada en la política del “nosotros solos”, la FAI arrastraba a la CNT a sucesivas huelgas revolucionarias para proclamar el comunismo libertario (se les llamó anarcobolcheviques), en enero de 1932. En enero de 1933 vuelven a proclamarla, fracasan otra vez, pero en Casas Viejas (Cádiz), al proclamarse el comunismo libertario, tras un tiroteo con la guardia civil, entran refuerzos de la guardia de asalto (actual policía nacional), registran sin resistencia las casas, salvo la del viejo anarquistas Seisdedos, quien con sus hijos, nietos y vecinos se atrinchera en su choza, matan a un guardia civil y al otro lo toman como rehén. Noventa guardias de asalto los rodean, incendian la choza y ametrallan a los que salen huyendo. El capitán Rojas ordena una razzia en el pueblo a la vez, coge doce jóvenes y los fusila. El hecho indica que hay cuerpos armados dispuestos a todos, pero también la inocencia de unos braseros que creían que el Ideal era más que suficiente para darle la vuelta a la historia. Este ambiente fue magníficamente descrito por Díaz del Moral en “Historia de las agitaciones andaluzas2.

Semejante masacre hizo tambalear al gobierno republicano-socialista, incapaz de controlar las fuerzas del orden público, y fue un lastre para Azaña en una campaña de desprestigio en la que tuvo mucho peso la prensa más reaccionaria, paradójica defensora de la legitimidad democrática, cuando hacía pocos meses apoyaba la sublevación de Sanjurjo. En noviembre de 1933 la CNT se opone a las elecciones con la consigna abstencionista de “Frente a las urnas, la revolución social”, alcanzando una cierta influencia en parte por el desgaste de la coalición republicano-socialista.

Como es sabido, ganaron las derechas, causando un nuevo ciclo de insurrecciones que termina con 89 muertos (14 son de fuerzas del orden público) y 700 obreros encarcelados. Tal táctica era el programa que se aprobó en el congreso de mayo de 1936 en Zaragoza, con dominio de la familia de los Urales-Montseny. Así, con ese programa, entraría la CNT en el conflicto civil… A lo largo de los años republicanos, por esta táctica que nunca llevaba a resultados, la CNT perdía fuerza, pero en 1936 tenía los siguientes afiliados: Andalucía oriental, con 156.000 desplaza a Cataluña, con 141.000, seguidas por el País Valenciano (51.000), Castilla (40.000), Aragón (35.000), Galicia (24.000) y Asturias (23.000).

Total de 560.000, por lo que se ha hablado de una decadencia, de un declive, y lo cierto es que la crisis de octubre de 1934 provoca en su seno un profundo desconcierto; a la FAI se le acusa de haber dado la espalda a la revolución asturiana. Sin embargo, la gesta de las jornadas de julio en Barcelona reanima considerablemente la afiliación y el entusiasmo.


Fuente → kaosenlared.net

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