
La Columna de los 8000
Esta
es una historia llena de maldad, crueldad, violencia y muerte. Es una
historia de miedo y terror. Esta es una historia de una huida de 8.000
personas hacia lo imposible. Pasar entre las líneas enemigas hacia
territorio republicano. Mujeres niños y ancianos con todas sus
pertenencias a cuestas con sus burros cargados de colchones, sartenes y
mantas huían del carnicero de Yagüe.
Vamos a
conocer esta historia. Badajoz y los pueblos cercanos habían caído ante
el ejército sublevado pero aún quedaba un reducto republicano en la
zona de Llerena, Jerez de los Caballeros y Villanueva del Fresno, entre
otras localidades, hasta la frontera portuguesa. Esta bolsa de pueblos
que resistieron la invasión solo les queda luchar hasta la muerte o
huir.
A Fregenal de la Sierra van llegando cientos de personas
que huían del horror que habían vivido. La situación de esta localidad
que duplica o triplica su población es caótica. A mediados de septiembre
eran ya entre cinco y seis mil personas las allí agrupadas sin saber
muy bien qué hacer ante el curso de los acontecimientos. Había que
encontrar una salida de esa ratonera.
No hay más remedio que
ponerse en marcha e intentar cruzar las líneas enemigas y llegar a
territorio republicano. El inicio de la marcha es el 16 de septiembre
por la mañana de la estación de tren de Fregenal. El papel de los guías
era clave en el recorrido por caminos en territorio enemigo. Cualquier
decisión equivocada podría significar una catástrofe. El número total de
integrantes de la columna nunca lo sabremos. Los historiadores
Francisco Espinosa Maestre y José María Lama hablan de unas ocho mil
personas. Este número da nombre a la expedición: La columna de los ocho
mil. La mayoría de sus miembros eran personas sencillas, que huían de
sus pueblos por miedo o por sus ideas políticas. También mujeres y
niños. Familias enteras que llevaban en bestias de cargas los pocos
enseres a los que no habían querido renunciar.
La ruta a seguir
estaba ya decidida. Intentarían llegar al enclave republicano de Azuaga
aventurándose a cruzar la Vía de la Plata cerca de Fuente de Cantos. La
idea era utilizar vías de comunicación secundarias para intentar pasar
inadvertidos, recorriendo unos 100 Km. de caminos.
El avance
estuvo marcado por tremendas dificultades. El principal problema era la
falta de agua. Había sido un verano caluroso y los arroyos y charcas
estaban secos. Cada familia llevaba sus propias provisiones pero
empezaban a escasear. A pesar de las dificultades, se avanzaba a marchas
forzadas. Sabían el peligro que corrían.
Había un gran riesgo
en esta operación porque toda esta zona estaba en poder de los
militares golpistas. El empeño no era fácil. Ocho mil personas
arrastrándose bajo un sol infame sin agua y sin comida atravesando las
filas enemigas era una gran proeza.
Había un gran riesgo
en esta operación porque toda esta zona estaba en poder de los
militares golpistas. El empeño no era fácil. Ocho mil personas
arrastrándose bajo un sol infame sin agua y sin comida atravesando las
filas enemigas era una gran proeza.
Al caer la tarde del 18 de
septiembre, la columna estaba ya muy cerca de la vía del tren y con
ello de la llegada a zona republicana. No sabían que a pocos kilómetros
el ejército sublevado les esperaba. El lugar elegido para la emboscada
fue el Cerro de la Alcornocosa, junto a la Cañada Real del Pencón . Una
compañía del Regimiento de Granada y unos quinientos voluntarios entre
falangistas y guardias civiles armados, a las órdenes del capitán
Gabriel Tassara, se estaban preparado para la encerrona. El plan era
conocido por los mandos nacionales de Sevilla, encabezados por Queipo de
Llano. Tenían informadores en la zona. Incluso enviaron un avión de
reconocimiento para ver los movimientos de la columna. A pesar de que
sabían perfectamente que era una columna de fugitivos, decidieron
atacarla como si de un ejército regular se tratase. Tenían conocimiento
hasta del limitado armamento que llevaban. Simplemente debían elegir el
momento y el lugar donde atacarla, Tenían una orden de Queipo : "Que no
quede nadie vivo".
Los sublevados montaron estratégicamente
varias ametralladoras en la parte alta del cerro. En cuanto la columna
estuvo a tiro iniciaron el ataque. Desde una posición privilegiada, las
tropas golpistas masacraron a milicianos y civiles, superiores en
número, pero prácticamente desarmados.
En medio de
aquel infierno de terror, la columna se partió. Unos lograron pasar.
Otros, los más retrasados, pudieron dar marcha atrás. Muchos salieron
huyendo en desbandada, aterrados, hacia las sierras vecinas sin saber a
dónde ir. Amigos y familiares que se separaron en ese momento no se
volverían a encontrar en la vida. Durante la noche, en medio de la
confusión y el pánico, hubo sucesos violentos de todo tipo. Muertes,
terror, desconcierto. Incluso ardieron algunas sierras de la zona.
La
suerte para los que sobrevivieron al ataque fue dispar. Quienes
consiguieron pasar tenían como objetivo cruzar la vía del tren, situada a
dos o tres kilómetros del lugar de la emboscada. Aquellos que lo
lograban llegaban a zona republicana y acababa el peligro. Sin embargo
los militares golpistas les reservaban una última sorpresa. En la vía
estaba emplazada una máquina de tren y dos vagones con soldados
disparando contra todo aquel que intentaba cruzarla. A pesar de ello, un
goteo constante de personas consiguió pasar y llegar durante esa noche y
los días siguientes a Valverde de Llerena y Azuaga. Algunos heridos en
mal estado y todos agotados.
Diferente destino corrieron todos
aquellos que retrocedieron tras el ataque. Durante la noche, en medio
de una desorganización generalizada, muchos se desperdigaron por las
sierras vecinas sin conocer el terreno y sin saber a dónde ir. Su futuro
era incierto. Si regresaban a sus pueblos, en la mayoría de los casos
les esperaba la muerte.
Mientras tanto el capitán Gabriel
Tessara se presentó triunfante en Llerena, como si viniera de una
batalla, con dos mil presos que se vieron engrosados con cincuenta más
esa misma tarde tras una batida dirigida por el teniente de la Guardia
Civil Antonio Miranda Vega, quien localizó a uno de los grupos que
habían podido huir, los mató y enterró allí mismo de mala manera
provocando posteriormente macabras escenas a causa de los animales que
al hurgar en la tierra sacaban restos humanos a la superficie. Cerdos
que llevaban días sin comer por el abandono de los cortijos abandonados
se alimentaron de los cadáveres allí olvidados.Una vez en
Llerena, las autoridades se enfrentan al problema de encontrar lugares
donde custodiar a semejante número de personas y a sus caballerías. Se
decide utilizar la Plaza de Toros A las mujeres y los niños los
separaron de los hombres. Miembros de la guardia cívica de Llerena
participaron en la custodia de los presos
Según las consignas de Queipo había que hacer "limpieza" de manera que muchos de ellos fueron asesinados en Llerena.
En
el cementerio de Llerena los que iban a morir fueron obligadas a cavar
sus propias fosas. En la puerta de entrada al cementerio había guardia
permanente de "personas de orden" armadas con fusiles. Algunos
condenados se resistían a traspasar la verja. Suplicaban, gemían,
rezaban, querían justificar su inocencia, se aferraban a los hierros. A
culatazos se les partían los brazos para soltarlos y ya, malheridos,
pasaban a engrosar la fosa común. Todas las madrugadas, antes del
amanecer, un camión lleno de presos partía con destino al cementerio de
Llerena. Al paso del camión, los vecinos escuchaban los lamentos de los
condenados, que veían cerca su final.
Dentro del cementerio
eran fusilados con una ametralladora manejada por un soldado.. El
repique de los disparos se escuchaba en todo el pueblo. El ritual se
repitió obstinadamente durante un mes, Muchos de los cadáveres fueron
quemados porque ya no cabían en las fosas. Nunca sabremos el número
exacto de los componentes de la columna que perdieron la vida en
Llerena. Apenas se dejó constancia de ellos en el registro civil. Varios
cientos, quizá más de mil, quien sabe...
Los que no murieron
en Llerena fueron ejecutados en sus pueblos de origen a medida que
volvían de su desdichada aventura. Otros presos andaluces y algunos
otros de especial relevancia fueron trasladados al barco prisión Cabo
Carboeiro, anclado en el puerto de Sevilla. Lo poco que se sabe de este
barco-prisión es que era fácil entrar pero difícil salir.
La
tragedia tuvo repercusión en diversos medios de comunicación. El mismo
día 18 por la noche, el general Queipo de Llano lo menciona en una de
sus típicas soflamas radiofónicas. Al día siguiente, en la edición del
ABC de Sevilla resumía la noticia de esta manera: "Entre Reina y Fuente
del Arco cae en una emboscada una columna marxista, siendo deshecha
totalmente" En pocas líneas el periódico monárquico-fascista convertía a
aquel grupo de huidos en "marxistas fugitivos" y a la cobarde emboscada
realizada por los golpistas en victoriosa batalla.
A esto se
redujo la repercusión de aquella matanza, una más de las que hubo en el
suroeste español en el verano del 36. Luego el tiempo y la dictadura se
encargarían de cubrir de olvido aquella triste aventura iniciada unas
semanas antes en las serranías del norte Huelva y del sur de Badajoz.
Cerca
de 8.000 personas entre niños, mujeres y ancianos fueran asesinadas por
intentar huir de los carniceros del ejército golpista, sin que se sepan
sus nombres y apellidos, estos asesinatos no constan en ningún registro
y los asesinos impunes.
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