Franquismo criminal en San Fernando (Cádiz) en 1936. Un genocidio planificado
Franquismo criminal en San Fernando (Cádiz) en 1936. Un genocidio planificado / Tulio Riomesta

El 18 de julio de 1936 comenzó en San Fernando y en todos los pueblos en donde triunfó la rebelión militar contra el Gobierno de la República una persecución sistemática contra personas susceptibles de oponerse al glorioso movimiento nazional, arrancando una sistemática destrucción, exterminio, asesinato, expolio y depuración de todo lo que oliera a República. En San Fernando, el “teniente coronel” Rebelde de infantería de marina, Ricardo Olivera Manzorro fue nombrado comandante militar por los insurgentes, aprestándose inmediatamente a publicar el bando de guerra en la escalinata del ayuntamiento. Las acciones las llevaron a cabo “militares” adheridos a la rebelión, apoyados por falangistas, guardia civil y carabineros acuartelados en la ciudad con la anuencia de la iglesia católica. 
 

Tres Compañías de infantería de marina, apoyadas por otras 2 de marineros del arsenal, tomaron los principales edificios públicos. Otra Compañía de rebeldes tomó los talleres de la Sociedad Española de Construcción Naval. Los fascistas capturaron todos los puntos estratégicos y neurálgicos de la ciudad, asumiendo todos los resortes del poder. Suspendieron trabajos y cerraron colegios mientras gritaban engañosamente ¡Viva la República! representándose como sus salvadores, vil mentira que causó la muerte a muchos incautos confiados e inocentes. La angustia se apoderó de la ciudad porque los falangistas, enseñoreados de la ciudad por grupos, disparaban y desafiaban protegidos por los militares. Las tropas patrullaban las calles y controlaban entradas y salidas de la ciudad. La tarde-noche del 18 de julio de 1936 comenzó y acabó en pocas horas con la II República en San Fernando, que quedó conquistada para el glorioso alzamiento nazional salvador de la patria. La autoridad Republicana quedó anulada gracias al estupor que causó la fuerza bruta usada con determinación y rapidez.

Una vez leído el bando de guerra fue anulada la autoridad civil Republicana. Los rebeldes irrumpieron pistolas al cinto en el salón de plenos del ayuntamiento, deteniendo y encarcelando a los concejales Republicanos presentes y a una parte de la Guardia Municipal. Más tarde el alcalde Cayetano Roldán Moreno fue igualmente detenido, insultado y maltratado y encarcelado. Todos acabarían asesinados. El 21 de julio los golpistas locales constituyeron una nueva corporación local dirigida por el alcalde franquista impuesto, Ricardo de Isasi. La represión diseñada para todo el departamento naval, se concretó en arrestos inmediatos de militares dubitativos, trabajadores significados, políticos, sindicalistas, maestros de izquierdas o sospechosos de serlo, miembros de logias masónicas y de ateneos culturales de inspiración anarquista, socialista y comunista. Al mismo tiempo, depuraciones del funcionariado y trabajadores municipales, expulsiones, palizas, incautaciones, saqueos de casas particulares, cárcel y muerte.

Comenzaron los fusilamientos extrajudiciales, las farsas judiciales, y la desaparición de las víctimas. Los primeros en ser asesinados fueron los líderes de sindicatos CNT y UGT, y partidos de izquierda, Izquierda Republicana, PSOE y PCE, así como un buen número de militares que se mantuvieron leales a la República y otras personas acusados de ser masones. Nada se dejó a la improvisación en la actividad represora, se practicaron homicidios selectivos y alevosos, los fascistas tenían perfectamente previsto y planificado a quiénes había que aniquilar. Muchos acabaron condenados a diversas penas de prisión, otros directamente asesinados. La matanza superó las 230 personas.

Los lugares de ejecución más comunes fueron la tapia del cementerio, el caño ‘La Jarcia’, Barrio Jarana en el paraje de Pino Gordo, las Canteras de Puerto Real, puntos indeterminados del Puerto de Santa María, y otros lugares de San Fernando. Cuenta Milagros, huérfana del teniente Antonio Rey Centeno, que su madre le decía que “en el Castillo de San Romualdo ocurrieron muchos fusilamientos, y que por mucho que pinten la pared, las manchas de sangre no se van a borrar”. Los cuerpos fueron enterrados en fosas comunes, muchas están diseminadas por el término municipal, sobre todo en terrenos militares, y más específicamente dentro del arsenal de La Carraca. Hoy por hoy se ignora el número de cuerpos que alberga la gran fosa común del cementerio isleño, pero testimonios orales hablan de varios centenares.

El exterminio descabezó toda posible resistencia en San Fernando: «La Isla se estremeció desde la Casería de Ossio hasta Gallineras porque se oyeron las primeras descargas en el cementerio y segundos después los tiros de gracia, aquel 19 de Julio, al amanecer…». Siguieron días de terror, las gentes sentían el horror y quedaron como hipnotizados, traumatizados, inertes e indefensos, mientras los señoritos, el clero, los pelotilleros, los chivatos y las beatas, así como los asesinos, eran los dueños de la calle como en una fiesta macabra. Se saludaban, se invitaban, reían entre ellos. Los obreros en sus casas esperaban consignas de sus sindicatos confiados en general en su inocencia, consignas que nunca llegaron porque los falangistas, tras romper las puertas de todos los locales y sedes de partidos políticos de izquierdas, se apoderaron de las listas de sus afiliados, fueron a casa de cada uno de ellos y se los llevaron para darles el “paseíto›”antes de asesinarlos. No hubo un solo tiro el 18 de Julio en San Femando, pero efectivamente, la paz era otro asunto.

Sigue en Crímenes en el verano del 36


Documentos: Público (Juan Luis Martínez Muñoz-Cruzado). El libro República, alzamiento y represión en San Fernando. 1931-1941 (Miguel Ángel López Moreno). Diario de Cádiz (Amaya Lanceta). La Web del Milano (Miguel Ángel López Moreno)


banner distribuidora