En homenaje a los combatientes republicanos
En homenaje a los combatientes republicanos
 

A 88 años del golpe de Estado y del inicio de la guerra civil

Entre los meses de febrero y julio de 1936 la sociedad española conoció el estallido de las grandes contradicciones históricas: la crisis del capitalismo internacional de los años 30. El 17-S18 de julio de 1936 un sector del Ejército se subleva. Su golpe es derrotado en las principales ciudades por la respuesta obrera y popular, en forma revolucionaria, abriéndose un largo periodo de guerra civil que conducirá al franquismo y al régimen de la monarquía. Sus efectos aún pesan en forma de poder político: el pasado histórico de los años 30 sigue condicionando altamente nuestra sociedad. 

La Guerra Civil Española se produce en un contexto internacional, el de los años 30, marcado por la grave crisis del sistema financiero internacional y el ascenso de regímenes fascistas. Su definición marcó a sangre y fuego el devenir inmediato de la sociedad internacional, el de los primeros desarrollos de la misma Segunda Guerra Mundial. El golpe de Estado fue ejecutado por un sector militar, conspirando desde formaciones oligárquicas y reaccionarias de la sociedad civil, con apoyo clave de potencias fascistas como la Italia de Mussolini, la Alemania de Hitler y del mismo Estado Vaticano. En muchos aspectos representó un ensayo de la Segunda Guerra Mundial, en la que los grandes capitales, temerosos de su futuro, multiplicaron la instalación de regímenes fascistas y autoritarios, como fue el caso de Alemania e Italia, pero también de Hungría, Rumania, Polonia, Portugal, Grecia…

El conocimiento que hoy tenemos de la verdad histórica en el camino de la Segunda Guerra Mundial se encuentra en el hecho de la preparación política del golpe militar que desemboca en la Guerra y Revolución española, donde se vino a concentrar la decadencia del sistema capitalista internacional en todos sus aspectos. Para los partidarios del golpe, aquello fue un “Alzamiento Nacional”, que comenzaría a mediados de julio de 1936 en la ciudad colonial de Melilla. Para todos los demás, no fue sino el inicio de un golpe de Estado destinado a destruir de raíz la forma republicana de gobierno y, con ella, las conquistas sociales y democráticas que habían comenzado a arraigar en amplios sectores de la población. El golpe fracasó en las principales ciudades por la movilización inmediata de militantes de sindicatos y partidos del movimiento obrero, que se opusieron de forma armada a los pronunciamientos civiles y militares, llevados a cabo desde los principales cuarteles sublevados.

El Gobierno republicano no quiso entender el alcance del golpe, y reaccionó tarde y mal. El presidente, Casares Quiroga, se negó a la petición popular de defender la República, tratando de impedir el armamento de la población, minimizando por todos los medios oficiales la gravedad del movimiento sedicioso iniciado. En esos días se forman los primeros comités obreros de lucha, y se procede a tomar las primeras medidas de provisión para la población civil, incluida la toma de empresas y latifundios. La primera medida de urgencia tomada por los trabajadores en Madrid fue la socialización de la compañía de tranvías de Canillas, mientras que en el campo comenzaban las ocupaciones de latifundios en demanda de una verdadera reforma agraria que nunca acababa de llegar. Acontecimientos que significaron el inicio de una auténtica revolución obrera y campesina.

Con los militares sublevados, financiándola y dándole objetivos, hubo siempre una trama civil y religiosa operativa, que contó con la participación de partidos de derechas, como fue el caso de falangistas, requetés y de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), el partido de Gil Robles, principal partido de derechas, así como todo tipo de sectas de monárquicos y vaticanistas.

El fracaso del golpe en las principales ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia…) y la posición de un sector del Ejército y de las fuerzas policiales en defensa de la legalidad republicana, debilitó los planes fascistas, que buscaban hacerse en pocos días con el control de la situación. De forma que el mapa político de España quedó dividido ya en los días de julio del 36 en dos zonas enfrentadas que medían sus fuerzas en cada momento. Desde el bando golpista se producían todo tipo de proclamas, cuyo objetivo común no era otro que destruir todo vestigio de la reciente España republicana y volver, por la fuerza de las armas y la destrucción de nuestra sociedad, a la monarquía tradicionalista. Conglomerado de generales africanistas y fascistas, obispos y conspiradores monárquicos. dirigidos por Mola, Queipo de Llano y Franco. Los consejeros nazis del golpe apostaron desde el primer momento por el poder personal del general Franco, que ya había demostrado sus capacidades contrarrevolucionarias en la represión de la revolución asturiana de Octubre de 1934.

 En el bando republicano era evidente su fragmentación a partir de la forma tan diferente con las que se respondió al golpe. De hecho, el golpe fracasado desembocó en guerra civil, que para las derechas se convertiría, por el dominio de la Iglesia vaticana en sus filas, en una verdadera “Cruzada contra los enemigos de Dios”. Una Carta colectiva de los obispos españoles, del 1 de julio de 1937, bautizaba en estos términos la guerra civil. Pero la cruzada se tradujo desde el primer momento en el intento militar fascista de asaltar Madrid por las armas y por el hambre, haciendo converger las principales unidades militares, operación que volvió a fracasar ante la resistencia del pueblo de Madrid.  La defensa de Madrid fue la primera expresión revolucionaria que unió a los más amplios sectores republicanos y a las organizaciones, sindicatos y partidos del movimiento obrero y campesino. Un rotundo ¡No pasarán!, un grito común a todas las barricadas y trincheras, se convirtió más tarde en consigna internacional de la lucha contra el fascismo, que no puede separarse de forma artificial de la lucha contra el capitalismo.

Ni la guerra civil española, ni la Segunda Guerra Mundial se pueden reducir políticamente a una cuestión entre democracia y fascismo, obviando las cuestiones fundamentales de nuestra época: en toda guerra confluyen múltiples cuestiones que hacen referencia fundamental a la forma de poder existente, la de la dominación capitalista. De otra parte, en oposición a ella, están las profundas aspiraciones de la mayoría social a acabar con la explotación y opresión del régimen capitalista, tome la forma política que tome; entendiendo que la época de guerras imperialistas es por excelencia el momento de la revolución social.

La guerra europea se precipitaba desde el mismo conflicto español. La internacionalización de la guerra y de la revolución española puso de relieve una gran campaña vaticana en defensa de la guerra y del fascismo. Mientras las llamadas grandes potencias democráticas traicionaron a la República española, con lo que se vino a llamar “política de no intervención”, las potencias fascistas apoyaron a Franco con finanzas, armas y ejércitos expedicionarios. Significativa fue la ayuda de los EEUU a los fascistas cubriendo buena parte del suministro de gasolina, que fue fundamental para el ejército sublevado. En la creación del Comité de No-intervención, en los primeros días de agosto de 1936 en Londres, participaron como potencias claves Alemania, Italia, y también los dirigentes de la URSS.

En el 88 aniversario de dichos acontecimientos, reclamamos la verdad, justicia y reparación de las víctimas de la guerra y del franquismo, en honor de los combatientes republicanos.    


banner distribuidora